Mercantilizando la Palabra de Dios
“NO SOMOS vendedores ambulantes de la palabra de Dios como muchos hombres,” declaró un apóstol de Cristo Jesús. (2 Cor. 2:17, NM) Así se ve que aun en los días de los apóstoles había “muchos hombres” que pretendían predicar la Palabra de Dios, pero en realidad sólo eran vendedores diestros, que hacían buen negocio para ellos mismos. El interés que tenían en la Palabra de Dios no era para el bien de sus oyentes sino para su propio beneficio, su propio engrandecimiento. Si la Palabra de Dios ya había sido mercantilizada allá en esa época, entonces cuánta más probabilidad hay de que sea mercantilizada hoy, cuando el mundo adora tan venerablemente al dios Mammón. Una mirada cándida a la cristiandad, por lo tanto, deberá resultar esclarecedora.
Una práctica no poco común en las iglesias hoy es la de diezmar. Esta consta de imponer contribuciones de una décima parte de su salario a los miembros de la iglesia, y es una práctica usada por los mormones, adventistas y otros. Los predicadores repetidamente disertan sobre los diezmos y a los parroquianos se les lleva firmemente a creer que sería bíblicamente incorrecto el que ellos dieran menos de una décima parte de sus ingresos a la iglesia demandante. Pero ¿cómo es esto una señal de que la Palabra de Dios está siendo mercantilizada? ¿No aprueba los diezmos la Biblia? Bajo la Ley de Moisés, ¡sí! Pero no hallamos a Jesús recomendando diezmos a sus seguidores. Sus discípulos fueron enviados a predicar el evangelio gratis, no a demandar diezmos. (Mat. 10:8, 9) Cierto, Cristo apoyó los diezmos mientras la Ley judía estaba vigente, pero el diezmar se terminó cuando la Ley fué abolida por Dios mediante Cristo Jesús. (Efe. 2:15; Col. 2:13, 14) La Biblia muestra definida y claramente que los cristianos primitivos no tuvieron ningún sistema de diezmos; todo lo que se daba era sobre una base voluntaria. (1 Cor. 16:1, 2; 2 Cor. 9:1-5) Por consiguiente, ¡el insistir en que se den diezmos, una práctica que ya no se requiere bíblicamente, es hacer venta con la Palabra de Dios y usarla para hacer ganancia fraudulenta!
Otra cosa que se ve en las iglesias de la cristiandad es el plato de colecta que nunca falta. Los parroquianos saben con qué persistente celo se pasa, luego se vuelve a pasar bajo algún nombre nuevo tal como “colecta de centavos” “obra extranjera,” “aniversario del pastor” o “salario del pastor.” Si las colectas no son adecuadas a la vista de los funcionarios eclesiásticos frecuentemente hay una súplica elocuente para más “ofrendas.” Tal sistema, que sutilmente se vale del “temor de los hombres” y el deseo del hombre por prestigio, abochorna a los parroquianos de modo que se ven obligados a dar. ¡Difícilmente un ejemplo de dádiva alegre!—2 Cor. 9:7.
Pero dado que el pasar platos de colecta no siempre llena las bolsas eclesiásticas, se ha recurrido a un medio que realmente es hábil—sobres monederos. Un abastecimiento para todo el año de estos sobres vistosos se distribuye a los miembros de iglesia al comienzo del año. Los sobres monederos frecuentemente tienen fecha y exigen el nombre del donante. Este sistema utiliza el bochorno no sólo para estimular la acción de dar con regularidad sino también para aumentar la cantidad de las “ofrendas.” Una casa comercial de los Estados Unidos que trata en la venta de sobres monederos a las iglesias, llamada Compañía de Servicio Parroquial, hace algún tiempo envió una circular a pastores de varias iglesias, la cual decía:
“Si su iglesia necesita dinero, lea lo que otras dicen acerca de este plan que ha sido puesto a prueba y dado resultados a través de los años . . . ¡Las ranuras para monedas en nuestros sobres cuaresmales tienen ‘fecha,’ también! No hay oportunidad para que den a la ventura sus miembros. La ‘fecha’ de cada ranura les dice de un vistazo si son generosos o negligentes. Cada año se cambia por completo el material y obra de arte . . . . Se les ha puesto perfume a los sobres de abnegación cuaresmal este año [porque] pruebas científicas han mostrado que el perfume tiene un efecto profundo sobre la mente subconsciente. Debe ayudar a ‘vender’ la idea de dar generosamente . . . . Por eso si su iglesia quiere participar de las grandes ganancias que tan fácilmente se obtienen . . .” Este llamamiento a la “mente subconsciente” para inducir a los adoradores a dar, ¿no indica que los “predicadores” tienen más interés en dinero que en la Palabra de Dios? ¿Podemos imaginarnos a Jesús o los apóstoles repartiendo sobres monederos perfumados para estimular a la gente a dar subconscientemente? ¡Cuán diferentes son las iglesias de la cristiandad al apóstol que dijo: “Fué con trabajar noche y día, para no poner una carga costosa sobre ninguno de ustedes, que les predicamos las buenas nuevas”!—1 Tes. 2:9, NM.
KERMESSES Y CARNAVALES
Pero la llamada para llenar las arcas eclesiásticas nunca termina con los sobres monederos. Pues los esfuerzos lucrativos aparecen bajo el disfraz de tertulias de iglesia y kermesses. Los parroquianos contribuyen en gran manera de sus bienes materiales para sostener las kermesses o ferias de las iglesias. Las superkermesses pueden continuar durante semanas, y los puestos venden casi todo desde pasteles hasta quincalla. Certámenes y puestos de buenaventura frecuentemente se usan también en las kermesses para atraer a la gente. ¡Cuán diferentes a Jesús, quien suministró comidas para los 5,000 y 4,000 oyentes no para esquilarlos, sino para enseñarles gratuitamente la verdad!
Las iglesias católicas romanas frecuentemente celebran “carnavales,” o sea, kermesses grandiosas. Por ejemplo, hubo el “Carnaval de Sta. Cristina” en Chicago. Volantes eclesiásticos llenos de colorido anunciaron el hecho de que habría comidas cocinadas en casa y “juegos.” Las atracciones principales no tuvieron nada que ver con la Biblia: El regalar diez dólares cada hora a la hora; también la oportunidad de ganar un automóvil nuevo, siempre que se hiciera una “donación” por cada boleto. Para estimular la asistencia al carnaval, fuera bueno o malo el tiempo, se anunció que “su automóvil será bendecido ambos domingos.” Y en una carta especial el “padre” amonestó a los parroquianos: “Hagan propaganda a este carnaval por todas partes.” ¿Hagan propaganda a las verdades bíblicas? ¡Jamás! Pero hagan propaganda a carnavales lucrativos, ¡sí!
JUEGOS DE AZAR EN LAS IGLESIAS
Toda persona observadora sabe que en los Estados Unidos la Iglesia católica tiene un afecto notable al maravilloso método recogedor de dinero llamado “bingo.” Algunos sacerdotes están tan religiosamente dedicados a funciones de bingo que los “juegos” siguen adelante sean legales o ilegales. Si son ilegales los sacerdotes pueden aplicar presión política como hizo un “padre” de la Iglesia católica romana de Sta. María de Rédford en Detroit, Míchigan. Este “padre” dijo al alcalde que la iglesia iba a operar ruletas, chuck-a-luck, bingo y otros juegos de azar a todo trance, añadiendo: “Tenemos muchos votantes en nuestra parroquia y se aproxima una elección.”—News de Detroit, 20 de marzo de 1941.
Cuando se trata de boletos para lotería y rifas, toda clase de iglesia participa en esa forma de juegos de azar. Las iglesias protestantes particularmente se deleitan en la idea lucrativa de rifar un automóvil. Frecuentemente se ve un brillante automóvil nuevo con el conocido anuncio chillón encima, invitando a los peatones a “donar” un dólar para alguna iglesia y así llegar a ser elegibles para ganar el automóvil. Muchas localidades proscriben ahora el juego de azar, aunque a las iglesias a menudo se les exime. En Indianápolis, en abril de 1953, un agente para una lotería de $10,000 patrocinada por el club de padres-maestros de la Iglesia católica romana de Sta. Rita fué arrestado cuando la policía, decomisando su automóvil por no pagar multas de tráfico, encontró en él 1,871 libros de boletos de lotería. Fué acusado de violación a la ley contra los juegos de azar, pero cuando el caso llegó al tribunal se decidió que las iglesias estaban eximidas de la ley.
Así que las iglesias de la cristiandad han usado la Biblia como una manera de llamar a sus funciones de bingo, loterías y otros juegos de azar. ¡Cuán semejantes a los cambistas a quienes Jesús arrojó del templo, diciendo: “‘Mi casa será llamada casa de oración,’ pero ustedes la están convirtiendo en una cueva de ladrones”! (Mat. 21:13, NM) Pero, después de todo los que hacen comercio de la Palabra de Dios no están interesados en hacer como Pablo dijo: “Hemos renunciado a las cosas disimuladas de las que hay que avergonzarse, no caminando en astucia ni adulterando la palabra de Dios.”—2 Cor. 4:2, NM.
MATRIMONIO DE LA RELIGIÓN Y EL COMERCIO
Las iglesias hoy están uniéndose abiertamente con el comercio. Un ejemplo sorprendente de esto en los Estados Unidos es el “plan de sellos de iglesia.” De acuerdo con este proyecto, una tienda expide un sello de iglesia por cada compra de dólar. Los clientes, al recibir sus sellos, los pegan en un “cuadro de sellos de iglesia.” Cuando el cuadro se llena con cien sellos ha de darse a “la iglesia de su selección.” La iglesia entonces cambia el cuadro por un dólar en efectivo. Los sellos jamás son de algún valor real para el público, puesto que las instrucciones dicen: “El único derecho que usted adquiere en dichos sellos es presentarlos al tesorero de su iglesia para que él los presente a nosotros por efectivo.” Las iglesias a su vez le rinden un servicio al comercio dirigiendo los parroquianos a que comercien con las tiendas que dan los sellos de iglesia. La unión con el comercio es obvia; y en lo que toca al miembro de iglesia, difícilmente es un ejemplo de “dador alegre,” ¡porque lo único que puede hacer con los sellos es darlos a la iglesia!
A veces el matrimonio del comercio con la religión organizada se asemeja mucho más al matrimonio de la piedad y las joyas. Feligreses devotos caen víctimas del vendedor de artefactos religiosos que vende todo tipo concebible de amuleto, reliquia y artefacto. Hay sujetadores de dinero de S. Cristóbal, llaveros de S. Antonio, pulseras con medallas milagrosas, imágenes de santos, rosarios, “resonadores de rosarios,” etc. toneladas de baratijas religiosas que se venden bajo el disfraz de cristianismo. ¿No es esto mercantilizar la Palabra de Dios? La condenación sale de la propia boca de ellos. Informó el Times de Nueva York del 11 de abril de 1953: “Deplorando el mercantilismo de las imágenes de la iglesia, la hermana Mary Jeanne, editora de The Catholic Art Quarterly, declaró hoy que la venta de cuadros y estatuas religiosos ha llegado a ser un ‘fraude sistematizado.’” El Times entonces cita sus palabras exactas: “Los sacerdotes y las hermanas, a quienes los legos naturalmente acuden para ser guiados, a menudo están aun más profundamente corrompidos por la razón sencilla de que abren su corazón aun más generosamente a las imágenes accesibles . . . . Una cosa que puede ser producida a bajo precio y vendida fácilmente es la tal llamada mercancía religiosa para el piadoso, para el creyente no criticador y devoto. Todavía es un buen fraude sistematizado hoy.” ¡De acuerdo! Todavía es un ardid seductivo que florece en la cristiandad. ¿Quién tiene la culpa, entonces, de que los devotos sean embaucados y engatusados de modo que compren toneladas de chucherías religiosas? ¡Los clérigos mismos! ¡Los responsables de guiar a los legos! ¡Los que están “aun más profundamente corrompidos”! Los clérigos podrían iluminar a la gente en cuanto a lo antibíblico de las imágenes, la inutilidad de los rosarios, medallas milagrosas, capillas, velas, etc., pero mediante ello un comercio lucrativo se esfumaría.—Mat. 6:7, 8; Hech. 17:29.
PURGATORIO Y MENDICACIÓN
Uno de los principales instrumentos lucrativos de la Iglesia católica es la doctrina del purgatorio. Conforme a esta enseñanza los muertos no están muertos, sino que están sufriendo tormento. A los parroquianos se les enseña que los que están sufriendo no pueden ayudarse ellos mismos pero que un sacerdote sobre la tierra sí puede ayudarlos; por consiguiente, los parientes de los muertos son inducidos a pagar a los sacerdotes enormes sumas de dinero para decir misas por el alma que sufre. Mientras más misas se digan, mejor—por lo menos para la iglesia que se interesa en el lucro. A las personas de recursos se les insta a dejar varios miles de dólares para sufragar los gastos de misas que se digan perpetuamente por ellos después que mueran. Aquí está un ejemplo notorio de mercantilizar y hacer venta de la Palabra de Dios, porque las misas de nada les sirven a los vivos ni a los muertos. La gente no obtiene nada por su dinero, porque la Biblia no enseña nada acerca de purgatorio y ni siquiera se menciona la palabra “purgatorio” en la Palabra de Dios. Sobre todo, Dios no podría jamás ser comprado con dinero; ¡él no recibe sobornos!—Ecl. 9:10; Hech. 8:20.
Y ¿qué hemos de pensar del sinnúmero de otros ardides que las iglesias de la cristiandad llevan a cabo con el propósito de sacar ganancias? ¿Realmente estimulan interés en la Palabra de Dios los certámenes atléticos, las boleras en los sótanos de las iglesias, las excursiones anuales y partidas de campo y los reavivamientos de primavera e invierno, “subastas del Señor” y bailes de iglesia? ¿Usaron los cristianos primitivos el cristianismo como una capa para pura mendicación? No obstante hoy ¡cuán a menudo se ven monjas y personas con indumentaria clerical sentadas en salones de entrada de hoteles, estaciones de ferrocarril y en vías públicas con ollas extendidas para recoger las monedas! ¿Puede ser esto cristianismo verdadero, el sentarse con ollas, recogiendo monedas? ¡Difícilmente! Jesús no hizo nada de eso. La verdad es que los pordioseros “santos” de la cristiandad se distinguen poco de los vagabundos y holgazanes ebrios que se sientan en la acera. ¡Ninguno de los dos da nada, lo toman todo!
Nuestra mirada a la cristiandad, que pretende hablar en nombre de Dios, muestra que ella ha hecho un comercio lucrativo de la Palabra de Dios. Su dinero no la salvará en el Armagedón, ni el profesar ser cristiana: “‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre?’ . . . Y sin embargo entonces les confesaré: Nunca los conocí. Apártense de mí, obradores de lo que es contrario a ley.” (Mat. 7:22, 23, NM) Pero hay un grupo de cristianos hoy que no son vendedores ambulantes de la Palabra de Dios. Son los testigos de Jehová, quienes, en 1953, dedicaron más de 72,000,000 de horas a predicar gratuitamente la pura Palabra de Dios. Su obra se efectúa de acuerdo con el método bíblico: “Que cada uno haga exactamente como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana o bajo compulsión, porque Dios ama al dador alegre.” (2 Cor. 9:7, NM) Los testigos de Jehová continuarán proclamando los juicios de Jehová, y cuando el humo del Armagedón se disipe se revelará un nuevo mundo libre de los traficantes de la Palabra de Dios.—Zac. 14:21; 2 Ped. 3:13.