En unión con la luz
“Dios es luz y no hay tiniebla alguna en unión con él. . . . Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en unión con Dios y Dios permanece en unión con él.”—1 Juan 1:5; 4:16, NM.
1. ¿De qué manera fué el apóstol Juan especialmente bendecido por Jehová, y por qué?
JEHOVÁ usó a un hombre muy competente mediante el cual reveló algunas de las verdades más profundas y algunas de las verdades más valiosas y vitales, verdades que producen las bendiciones más ricas cuando son apreciadas y se penetra en ellas, pero que también traen consigo las responsabilidades más serias y sondeadoras. Ese hombre tan competente fue Juan, un siervo favorecido de Jehová. Él fue uno de los “doce apóstoles del Cordero”, uno de los tres privilegiados que Jesús escogió de entre los otros discípulos en ocasiones especiales, y el que disfrutó de una relación singular y estrecha con Jesús, superior a la de cualesquier otros que le conocieron cuando estuvo sobre la tierra. ¿Qué fue lo que hizo a Juan particularmente apto para ser usado como se acaba de mencionar? Consideremos el registro y veamos.
2. (a) ¿Cómo estaba Juan bien capacitado para ser usado así? (b) ¿Qué clase de relación existió entre Jesús y Juan, y con qué base?
2 Juan fue uno de los primeros cuatro llamados por Jesús para seguirle. Esto quiso decir que tuvo la ventaja de estar en el contacto más estrecho posible con Jesús a través de su ministerio, escuchando toda su enseñanza, recibiendo instrucción directa para el ministerio, además de ver cómo trató con todas las diferentes clases de personas con quienes se encontró y con todas las variables situaciones a las que tuvo que enfrentarse. Pero es evidente que en muchos respectos Juan alcanzó una más profunda penetración en la mente y el corazón de Jesús que sus compañeros, y no sólo eso, sino un acceso más pleno y libre a la confianza y el amor del Señor. Este compañerismo estrecho e íntimo ciertamente no se debió a causas sentimentales de parte de alguno de los dos; sino que, como claramente revelan los escritos de Juan, estaba sólidamente fundado en su apreciación viva y reacción pronta a lo que fue supremo en la persona misma de Jesús—un intenso amor a la justicia, a Dios y hacia todas las personas de disposición justa, y un odio igualmente intenso al mal en todas sus manifestaciones. La misma base formó esa amistad extraordinariamente estrecha entre aquellos otros dos hombres, David y Jonatán. Por su parte, Jesús discernió pronto la verdadera disposición de su discípulo Juan y no vaciló en mostrar, no favoritismo, sino una preferencia y amor y cariño justificados a éste que era digno de ellos. Por lo tanto se efectuó una relación y compañerismo muy estrechos entre estos dos. Juan verdaderamente estaba “en unión” con su amado maestro.
3. ¿Tiene algo raro el estilo de escribir de Juan, y resulta esto en hacer el estudio fácil?
3 No es nuestra intención presente hacer un estudio detallado del apóstol amado, pero recordamos a nuestros lectores que éste fué el tema de un artículo en nuestro número del 1 de agosto de 1952. Sin embargo, hay otro rasgo interesante que queremos mencionar antes de comenzar nuestra discusión principal, y ése es el estilo excepcional de escritura o composición de Juan. Dificulta el que obtengamos prestamente un cuadro conciso y completo de cualquiera de los diversos temas que él discute. Parece que él no se rige por un bosquejo determinado, o un argumento progresivo, de modo que diga lo que tiene que decir sobre un punto a la vez, con títulos y subtítulos, por decirlo así. No; él comienza con una línea de pensamiento, nos conduce a otra, luego a otra, luego frecuentemente regresa y añade a lo que ya había dicho sobre cierto tema, parecido a un comerciante de diamantes que examina una piedra preciosa, volteándola por todos lados, dejando que la luz se refleje de sus muchas facetas. Esta es una razón por la cual no estamos emprendiendo un estudio versículo por versículo de lo que Juan escribió.
4. ¿Puede la Biblia ser acusada de contradecirse en alguna parte? ¿Cómo pueden ser explicadas las contradicciones aparentes?
4 Algunos pudieran sentirse tentados a decir que él hace repeticiones y se contradice; pero, como a veces es verdad de los que son acusados así, Juan verdaderamente no dice la misma cosa dos veces, sino que considera el tema desde diferentes puntos de vista; como, por ejemplo, tocante al pecado. “Si hacemos la declaración: ‘No tenemos pecado,’ nos estamos engañando a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.” Pero unos cuantos versículos después Juan escribe: “Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no cometan un pecado. No obstante, si alguien comete un pecado, tenemos un ayudador con el Padre, Jesucristo, uno que es justo.” (1 Juan 1:8; 2:1, NM) Primero él muestra que pecaremos, luego escribe como si pudiéramos evitar el pecado; pero continúa para mostrar que pecaremos debido a las imperfecciones, razón por la cual se nos provee un ayudador. De modo que tenemos que considerar dichas declaraciones con su contexto. Aunque estas aparentes contradicciones, o paradojas, se encuentran de vez en cuando en la Palabra de Dios, un examen cuidadoso del contexto o las circunstancias que sirven de fondo a los acontecimientos disipará los problemas.
5. (a) ¿Qué tiene que recordarse con respecto a los escritos de Juan? (b) ¿En qué expresiones se resumen sus dos temas principales?
5 La razón por la cual Juan escribiera de la manera que lo hizo puede haber sido en parte que él sabía, cuando escribió su Evangelio y sus cartas casi al fin de su larga vida y largo ministerio, que sus lectores ya estaban familiarizados con los temas que a él le gustaba mucho tratar. De todos modos tenemos que recordar que él escribió bajo la guía del espíritu santo. Sus escritos son parte de la Palabra de Dios. Deseamos ahora emprender un estudio de esta parte de la Palabra de Dios, particularmente de los dos temas principales que resaltan en los escritos de Juan, (1) que “Dios es luz” y (2) que “Dios es amor”, de los cuales trata especialmente en su primera carta. Sin embargo, esto tiene que hacerse conjuntamente con el Evangelio de Juan, porque éste y los otros escritos de Juan están muy estrechamente enlazados.
6. ¿Por qué no necesitamos reprimirnos de aspirar a una estrecha unión personal con el Señor?
6 Al llegar a este punto quizás oímos a alguien decir: ‘Sí, tal estudio puede que sea muy provechoso, pero nadie puede entrar a la misma relación personal e íntima con Jesús que disfrutó el amado Juan.’ Pero no lleguemos a una conclusión precipitada. Es cierto que no podemos estar en contacto físico con el Señor, o reclinarnos sobre él, como lo hizo Juan. Pero ésa era sólo una expresión exterior, pasajera, de la verdadera armonía interior que subsistía entre los dos. Sea lo que fuere, cualquier remordimiento de envidia o compunción que podamos sentir a causa de esto se suprime cuando notamos que la primera razón que se da para la escritura de la primera carta de Juan concerniente a “esta comunión de nosotros” es la de “que nuestro gozo [el de él y el de usted] sea en plena medida”. Podemos tener compañerismo en el mismo gozo que Juan tuvo. Y ¿no expresó Jesús la misma idea cuando dijo: “Estas cosas se las he dicho para que mi gozo esté en ustedes y su gozo sea hecho pleno”? (1 Juan 1:3, 4; Juan 15:11, NM) Sin duda Jesús “prefirió” a Juan, como leemos varias veces (Juan 13:23; 21:7, 20, margen, NM); pero esto no quiso decir una amistad exclusiva con Juan a la manera que indicaría el significado egoísta algo común de esa palabra. No hay necesidad de que nos reprimamos. En verdad, existe todo estímulo en lo susodicho para creer que nosotros, también, podemos igualmente estar “en unión” con nuestro Maestro amado, dependiendo la estrechez y profundidad de dicha unión de cada uno de nosotros individualmente. ¿Cómo puede ser esto? Esto, a su vez, hace surgir otra pregunta importante. Es ésta:
¿DE QUIÉN ES USTED HIJO?
7. (a) ¿Qué recepción se le dió a Jesús al venir al mundo? (b) ¿Teniendo qué cosa como base fueron algunos autorizados para ser hijos de Dios?
7 Sí, es asunto de filiación. En su carta Juan no discute la filiación hasta el Jn tercer capítulo, pero en su Evangelio la filiación surge pronto en el Jn capítulo uno, en su orden lógico. Él indica que “la Palabra”, el único agente creativo de vida, también fué asignado por Dios para ser “la luz de los hombres”. Él vino a un mundo tenebroso, “pero el mundo no le prestó atención.” ¿Por qué no? Porque, como Juan explica al fin de su primera carta, “el mundo entero está yaciendo en el poder del inicuo.” Él hasta “vino a su propio hogar”, a los que deberían haberlo recibido con agasajo, pero no lo hicieron. Los de su propio pueblo, los judíos, simplemente no quisieron estar en unión con él. Sin embargo, hubo excepciones individuales, y es concerniente a éstas que Juan escribe: “A cuantos lo recibieron, a ellos les dió autoridad de llegar a ser hijos de Dios.” ¿Sobre qué base se hace esto? Primero y principalmente, “porque ellos estaban ejerciendo fe en su nombre.” Esto da énfasis a la importancia de la fe para llegar a ser hijos de Dios. Asegurémonos de que vemos su importancia desde el punto de vista correcto, el bíblico.—Juan 1:4, 10-12; 1 Juan 5:19, NM.
8. ¿Cómo da énfasis la Escritura a la importancia de la fe?
8 Todos los que están familiarizados con la Biblia saben con qué frecuencia se refiere Juan al mandato de que los hijos de Dios deben amarse mutuamente, y registra las propias palabras de Jesús sobre el tema; pero no todos se dan cuenta de que el que tengamos fe, particularmente fe en el nombre de Jesús, se menciona como mandato previo. Escribe Juan: “En verdad, éste es su mandamiento, que tengamos fe en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos mutuamente.” (1 Juan 3:23, NM) Si algo es mandado por Dios tiene que ser importante: un requisito justo, una responsabilidad que se nos impone, algo que no nos conviene tratar con ligereza. Es mucho más fuerte que una súplica o exhortación. No hay alternativa acerca de un mandato dado por Dios. Hay que obedecerlo.
9. ¿Dónde y cómo explica la Biblia el punto de vista correcto en cuanto a la fe en relación con las obras y la obediencia?
9 Los judíos reconocieron la importancia de obedecer los mandamientos de Dios abarcados por la Ley; pero ellos consideraron la obediencia desde un punto de vista incorrecto. Afianzaron su fe sobre lo que ellos mismos hacían para conseguir la justicia guardando las obras de la Ley; pero cuando le preguntaron a Jesús en una ocasión: “¿Qué haremos para obrar las obras de Dios?” Jesús resumió la respuesta completa en una oración: “Esta es la obra de Dios: que ustedes ejerzan fe en aquel a quien Ese envió.” Pablo discutió el mismo asunto con los gálatas, preguntando: “¿Recibieron ustedes el espíritu debido a obras de la ley o debido a oír obedientemente por fe?” Luego procede a manifestar “que los que se adhieren a la fe . . . son hijos de Abrahán” y reciben “bendiciones junto con el fiel [creyente] Abrahán”. Finalmente, precisamente sobre la cuestión de filiación, Pablo dice: “Todos ustedes, en realidad, son hijos de Dios por medio de su fe en Cristo Jesús. . . . porque todos ustedes son uno en unión con Cristo Jesús.” La fe es necesaria para conseguir la filiación. Se admite que estos textos tienen su aplicación estricta a los que son llamados al reino celestial con Cristo Jesús, la “manada pequeña”, pero el mismo ejercicio de fe se requiere de las “otras ovejas”, quienes pueden participar en orar “Padre nuestro”, con la esperanza de conseguir vida eterna sobre la tierra.—Juan 6:28, 29; Gál. 3:2, 7-9, 26-28, NM.
10. ¿Es la fe una dádiva que se da a unos y se niega a otros, o está al alcance de todos?
10 Otro punto acerca de que se nos manda tener fe es éste. Dios nunca expide un mandato que no le sea posible a la criatura obedecer. Hay amplia base para confiar en la posibilidad de ejercer fe. No hay excusa. Depende de la actitud de corazón, la ‘clase apropiada de terreno’. El individuo tiene la responsabilidad de ‘volver su fe’ hacia el Hijo de Dios. Si es necesario, como frecuentemente es el caso, uno puede experimentar un cambio de corazón con ese fin, como sucedió con los diez hermanastros de José, o como sucedió con el hijo menor, el hijo pródigo, quien “recobró el sentido”.—Rom. 1:20; Mar. 4:8; 1 Juan 5:10, NM; Gén. 44:18-34; Luc. 15:17, NM.
11. ¿Cómo queda uno identificado como hijo, ya sea de Dios o del Diablo?
11 Puede apreciarse, por lo tanto, que el asunto en cuanto a de quién es usted hijo no se determina de ninguna manera por el nacimiento carnal o por meras profesiones. Tampoco quiere decir esto que antes que volviera usted su fe al Hijo de Dios usted era uno de los hijos del Diablo. Uno no se identifica como hijo de Dios o como hijo del Diablo hasta que se manifieste que está en unión con uno o con el otro en un tiempo de juicio nacional o mundial; cuando por los frutos de uno se da prueba de que es un “árbol bueno” o un “árbol podrido”; ya sea practicando la justicia y amando a los hermanos de uno, u odiándolos y queriendo matarlos, como Caín.—Mat. 7:15-23; 1 Juan 3:10-12, NM.
12, 13. ¿Cómo tropiezan sobre Cristo tanto los judíos como la cristiandad, y de qué cosa muestran necesidad?
12 Por eso vemos que podemos gozar de la unión con Dios sólo llegando a ser sus hijos, mediante fe en su Hijo. Pero tiene que ser una fe iluminada fundada sobre la verdad, especialmente sobre la verdad concerniente a Cristo Jesús. Él es el punto eje, como Juan lo recalca repetidamente. No tropecemos sobre Jesús, como los judíos lo hicieron sobre su aparición como sacrificio propiciatorio, aunque pensaron que lo hubieran recibido como rey; o como la cristiandad, que tropieza sobre Cristo como el rey reinante presente, aunque piensan que lo aceptan como su redentor. Su fe no es una fe iluminada.
13 Este asunto de una fe iluminada nos conduce a una consideración de la palabra principal del presente tema de estudio—“LUZ”. ¡Cuán regocijadora palabra es!
14. ¿De qué manera se usa la luz como símbolo en las Escrituras?
14 “Dios es luz,” dice el apóstol; y en esas tres palabras concisas sentimos que debe haber una abundancia de significado. (1 Juan 1:5, NM) Es una de las definiciones, no de quién es Dios, sino de qué es él. ¿Cómo se usa la palabra “luz” en las Escrituras? En este caso y relación evidentemente se usa como símbolo, significando principalmente verdad divina y el esclarecimiento proveniente de ella, pero también incluye cosas estrechamente relacionadas, a saber, el favor y la bendición de Dios, especialmente la bendición coronante de vida eterna. “Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos luz.” Por eso pedimos a Dios: “Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me traerán a tu santo monte.” Sí, verdaderamente, la luz que mana del rostro de Jehová significa que habrá un fluir incesante de bendiciones, así como a Moisés se le instruyó que dijera a Israel: “¡Jehová te bendiga, y . . . haga . . . resplandecer su rostro sobre ti!” Estas bendiciones sólo se disfrutan ejerciendo fe iluminada, regocijándose con el primer rayo de luz, la verdad fundamental de la existencia de Dios, y luego hallando “que llega a ser el galardonador de los que con sinceridad le buscan”. Él es “el Padre de las luces celestiales”, de quien viene “todo don bueno y toda dádiva perfecta”.—Sals. 36:9; 43:3; Núm. 6:24, 25; Heb. 11:6; Sant. 1:17, NM.
15. ¿Qué apoyo bíblico se encuentra para unir la victoria con el Dios de la luz?
15 ¡Qué ventaja inconmensurable disfruta el Dios de luz, que es llamado “la Victoria de Israel”! (1 Sam. 15:29, AN, margen) ¡Imagínese! No hay una cosa o persona, ni circunstancia ni conspiración, concebida en los lugares recónditos de la mente o súbitamente puesta en acción, que pueda escaparse o esconderse de ese rayo omnipotente, omnipenetrante. “Los ojos de Jehová están en todo lugar, atalayando a los malos y a los buenos.” “El que guarda a Israel no dormita ni duerme,” y “no hay una creación que no esté manifiesta a su vista, sino que todas las cosas están desnudas y abiertamente expuestas a los ojos de aquel a quien hemos de dar cuenta”. Él nunca está desprevenido; no puede ser tomado por sorpresa, el que sabe y ‘declara el fin desde el principio’. Para él, la victoria final sobre todos sus enemigos es absolutamente segura, y a todo tiempo está enteramente sin temor.—Pro. 15:3; Sal. 121:4; Isa. 46:10; Heb. 4:13, NM.
16. ¿Acerca de qué punto en cuestión surgió el conflicto por primera vez, según lo expresó Jesús?
16 La victoria es uno de los temas inspirados e inspiradores de la Biblia. Hubo un tiempo cuando no había necesidad de tal palabra, porque victoria significa derrotar a un enemigo en batalla, o conflicto, sobre algún punto en cuestión que haya surgido. En ese tiempo no había ningún enemigo, ningún Satanás, ningún gobernante de las tinieblas. En este tiempo, sin embargo, existe el punto en cuestión de la luz contra las tinieblas. En contraste con la luz, las tinieblas se usan como símbolo principalmente del error y la mentira y los efectos oscurecedores de ellos, a saber, astucia y corrupción, conduciendo a la muerte. Juan cita el testimonio de Jesús en cuanto a por qué surgió el punto en cuestión. Jesús dijo del Diablo: “Ese era un asesino cuando principió, y no permaneció firme en la verdad, . . . él es un mentiroso y el padre de la mentira.”—Juan 8:44, NM; vea también 2 Corintios 11:3, NM.
17. ¿Cómo une estrechamente Juan la vida con la luz y la victoria?
17 Al llegar a este punto es interesante observar cómo Juan, introduciendo su registro de las buenas nuevas con el uso magistral de declaraciones breves y profundas, estrechamente une los tres temas mencionados: vida, luz y victoria. Juan nos dice que Jesús declaró: “Yo soy el camino y la verdad [la luz] y la vida.” Primero, Juan nos recuerda que toda vida debe su existencia a “la Palabra”. Luego nos dice que Jesús, “la vida,” es “la luz de los hombres”. Eso significa que la única manera que el hombre tiene de conseguir la vida es viniendo a la luz y permaneciendo para siempre en unión con ella. Finalmente, Juan hace sonar la nota de victoria, diciendo: “Y la luz está brillando en las tinieblas, pero las tinieblas no la han vencido.” ¡Una victoria para la luz!—Juan 1:1-5; 14:6, NM.
18, 19. ¿Qué primer paso nos introduce en la escena, conduciendo a qué otras cosas?
18 Antes de considerar más acerca de cómo las tinieblas hicieron cuanto pudieron para vencer la luz en el caso de Jesús, pero fracasaron completamente, veamos cómo nosotros, también, entramos en la escena, examinándolo bajo el título:
COMISIÓN Y RESPONSABILIDAD
19 Como ya se observó (§7), llegamos a ser hijos de Dios ejerciendo fe en el nombre de Jesús. En otras palabras, como Jesús dijo: “Ejerzan fe en la luz [queriendo decir la verdad], para que lleguen a ser hijos de la luz.” (Juan 12:36, NM) La fe es el primer paso que nos introduce en la escena. ¿Luego qué? El llegar a ser “hijos de la luz” nos trae las bendiciones y privilegios más ricos, pero éstos traen consigo responsabilidades sondeadoras. Para apreciar y penetrar en éstas, primero tenemos que tomar la medida a la comisión y responsabilidad de Cristo como el principal portador de luz de Dios.
20. ¿Cómo predijo Dios la comisión de Jesús, y cómo fué cumplida?
20 La fraseología de la comisión de Dios a Jesús como Su Siervo, registrada mucho antes, dice así: “Y o, Jehová, te he llamado . . . y te pondré . . . por luz de las naciones; para que abras los ojos de los ciegos, y saques del calabozo a los presos, y de la cárcel a los sentados en tinieblas.” (Isa. 42:1, 6, 7; vea también 49:6, 9) ¿Apreció Jesús la responsabilidad impuesta sobre él? Oiga su respuesta: “Yo soy la luz del mundo.” Y ¿cumplió fielmente su responsabilidad? Sí. Porque Jesús subió a Galilea a predicar, su apóstol Mateo cita y aplica a Jesús la profecía de Isaías, que “la gente [de Zabulón y Neftalí] sentada en tinieblas vió una gran luz”. (Juan 8:12, NM) Luego él dice: “Desde ese tiempo en adelante Jesús comenzó a predicar y decir: ‘Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado.’” (Mat. 4:15-17, NM) Pero con mucha mayor fuerza viene el propio testimonio de Jesús al fin de su vida terrestre. De hecho, no hubo expresión alguna respecto a su misión que saliera de sus labios con mayor fuerza que la declaración que él hizo a Pilato: “Con este propósito he nacido y con este propósito he venido yo al mundo, para dar testimonio a la verdad.”—Juan 18:37, NM.
21, 22. Como “hijos de la luz”, ¿se expone claramente también nuestra comisión?
21 ¿Participan los seguidores de Cristo, los “hjjos de la luz”, en esa misma comisión con su responsabilidad concomitante? Categóricamente sí. Las profecías de Isaías concernientes al “siervo” a menudo incluyen a estos miembros del cuerpo de Cristo en el cumplimiento mayor de ellas. (Vea Isaías 43:10, por ejemplo.) Tenemos, también, la palabra directa del Señor a sus discípulos: “Ustedes son la luz del mundo. . . . resplandezca su luz delante de la humanidad, para que vean sus obras rectas y den gloria a su Padre que está en los cielos.” (Mat. 5:14-16, NM) Y ahora sírvase observar la palabra de Pablo, manifestando tanto la bendición como la responsabilidad de estar nosotros en unión con la luz y cómo se nos introduce directamente en la escena. Primero, él menciona “este ministerio”, que es “las buenas nuevas que declaramos”. Luego explica por qué “están veladas entre los que están pereciendo”, a saber, porque “el dios de este sistema de cosas ha cegado la mente de los incrédulos, para que la iluminación [esclarecimiento] de las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo, que es la imagen de Dios [la fuente de toda luz], no penetre a través”. Luego Pablo forja un eslabón muy inesperado con ese primer gran mandamiento que resonó, “Haya luz.” (Gén. 1:3) Ese mandato parecía referirse sólo a la luz literal, pero Pablo ahora añade significado simbólico a él. Dice: “Porque Dios es el que dijo: ‘De las tinieblas resplandezca la luz,’ y él ha resplandecido en nuestros corazones para iluminarlos con el glorioso conocimiento de Dios en el rostro de Cristo.”—2 Cor. 4:1-6, NM.
22 Sí, es la verdad, el conocimiento glorioso de Dios, lo que es la luz, perfecta y plenamente reflejada “en el rostro de Cristo”, y es nuestra comisión que ‘todos nosotros, con rostros descubiertos, reflejemos como espejos la gloria de Jehová’; o, según lo expresó Pedro: “que declaren en público las excelencias de aquel que los llamó fuera de la oscuridad a su luz maravillosa”.—2 Cor. 3:18; 1 Ped. 2:9, NM.
23, 24. (a) ¿A qué aspecto de nuestra responsabilidad se nos llama la atención? (b) ¿Cómo da énfasis Juan a este aspecto?
23 Es el comprender la comisión que hemos recibido de Dios lo que recalca la responsabilidad práctica de estar en unión con la luz. Ciertamente no significa nuestro mero asentir mentalmente en cuanto a lo que es la verdad, sólo una aceptación plácida de luz, semejante a una superficie apagada, oscura, que absorbe todos los rayos de luz sin reflejar nada en cambio. No. Significa ser semejante a una piedra preciosa que refleja la luz a tal grado que parece que emite luz de dentro de sí misma.
24 El pensar en el aspecto práctico de nuestra responsabilidad nos lleva de regreso a la primera carta de Juan. Algunos pudieran decir que, de todos los escritores de la Biblia, Santiago recalcó más el lado práctico; y que, en contraste, Juan fué el apóstol de amor. Nada podría estar más lejos de la verdad. Cada vez que Juan enuncia una verdad inmediatamente después muestra tanto su aplicación práctica como los resultados horrendos que vienen de no obrar consistentemente con ella. Note, por ejemplo, las observaciones con que Juan sigue su declaración “Dios es luz”, las cuales muestran que no debemos únicamente creer y amar la verdad, sino continuar “practicando la verdad”. (1 Juan 1:5, 6, NM) En cuanto a mostrarnos cómo identificar a los del “anticristo”, “los que tratan de desviarlos” nadie podría haberlo hecho de una manera más enérgica y útil que Juan. (1 Juan 2:18-26, NM) Y en su tercera carta no titubea en mencionar de nombre a cierto malévolo charlador, Diótrefes, dando en seguida algún consejo conciso. No serviría de mucho tratar de esconder algo de la mirada penetrante de Juan.—3 Juan 9-11, NM.
25. ¿Por qué es tan esencial una manera de proceder consistente?
25 Mucho más podría decirse, por supuesto, acerca de nuestra responsabilidad como “hijos de la luz”, tanto concerniente a la mente como al corazón y la manera de proceder, y también de nuestro ministerio. Pero, sobre todo, tenemos que obrar consistentemente al ‘practicar la verdad’ para siempre estar en unión con el Dios de la luz, con quien jamás hay una “variación o sombra producida por una vuelta”.—Sant. 1:17, NM, margen. Vea también Lucas 11:33-36; Efesios 5:6-14.
26. ¿Se ve una relación estrecha entre el esclarecimiento y el amor?
26 Poéticamente, pensamos en la sonrisa de aprobación de nuestro Padre celestial como comparable a la cálida luz del sol. (Núm. 6:25, Mo; Knox) Y eso es cierto. La luz y el amor van de la mano, conduciéndonos a la brillante victoria y haciéndonos intrépidos en el servicio de Dios. Si hemos sido ayudados a una unión más estrecha con Dios y su Hijo por nuestra meditación sobre el tema “Dios es luz”, hay toda razón para creer que encontraremos todavía más provecho al considerar esa otra definición de lo que Dios es, a saber, “Dios es amor.”—1 Juan 4:16, NM.