El fruto del espíritu
“El fruto del espíritu es amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo.”—Gál. 5:22, 23, NM.
1. ¿Por qué es que a menudo los esfuerzos de los hombres por desarrollarse a sí mismos se descarrían, y qué texto bíblico arroja luz sobre esto?
DESDE tiempos inmemoriales el hombre ha estado profundamente interesado en el desarrollo y mejoramiento de sí mismo en todo aspecto de su constitución, física, mental y moralmente. Con motivo de la imperfección a sus esfuerzos en esta dirección frecuentemente les ha faltado equilibrio, y al mismo tiempo han tendido a ser exagerados. Hay hombres, por ejemplo, que se glorían grandemente en su desarrollo muscular, o en ejecutar hazañas físicas que consiguen admiración y aplausos. Lo que no se comprende, sin embargo, es que frecuentemente esto es a costa de buena salud más tarde en la vida, y a menudo significa el descuidar las cosas más excelentes, aunque intangibles, que tienen que ver con la mente y el corazón. Como el apóstol dice: “Porque el entrenamiento corporal es provechoso por un poco, pero la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, ya que contiene promesa de la vida ahora y de la que ha de venir.”—1 Tim. 4:8, NM.
2. (a) ¿Cómo ha fomentado la religión en general la idea del desarrollo y mejoramiento de uno mismo? (b) ¿Qué dijo Pablo tocante a esto en relación con el judaísmo?
2 Esta falta de equilibrio y tendencia a exagerar también se han manifestado cuando los hombres han tratado de desarrollarse y mejorarse mental y moralmente, a menudo gloriándose grandemente en sus logros, ya sean verdaderos o imaginados. Frecuentemente esto se ha hecho bajo la influencia y dirección de alguna de las muchas religiones que forman parte del presente sistema de cosas, las cuales pretenden que el que se adhiere estrictamente al curso prescrito conseguirá para sí mismo cierto mérito y beneficios, que afectarán tanto su vida presente como la futura. Tampoco se han escapado de esta artimaña las religiones que han profesado reconocer al único Dios verdadero. ¿Cómo sucedió que Pablo escribiera acerca del “fruto del espíritu” en contraste con las “obras de la carne,” en su carta a los gálatas? ¿No fué debido a esta misma cuestión, suscitada por algunos que todavía se adherían al sistema del judaísmo, pretendiendo que la justicia podía conseguirse en la carne por “obras de ley,” y eso “de acuerdo con la práctica judía”? Pablo sabía muy bien a lo que se enfrentaba, porque, como él dice de su antiguo modo de proceder: “Estaba haciendo mayor progreso en el judaísmo que muchos de mi propia edad en mi raza.” Por eso, con exasperación, escribe: “¿Tan faltos de sentido son ustedes? Después de comenzar en el espíritu ¿están ahora siendo completados en la carne?”—Gál. 5:19, 22; 2:14, 16; 1:14; 3:3, NM.
3. ¿En qué respecto, en este asunto, existe una semejanza entre la cristiandad y el judaísmo?
3 Ideas y pretensiones muy semejantes a las propuestas por los partidarios del judaísmo también se encuentran entre las muchas sectas de la cristiandad. Generalmente se sostiene como una creencia fundamental que los cristianos están bajo la ley de los Diez Mandamientos, incluyendo la ley del sábado, y que un estado de justo puede conseguirse mediante una estricta observancia exterior de los requisitos detallados en ella. De nuevo, tal como en el sistema del judaísmo, se ha añadido una multitud de tradiciones hechas por el hombre, por ejemplo: penitencias autoimpuestas, ayunos, abnegación, una forma de vida monástica y austera, todo lo cual supuestamente contribuye a la santidad personal de la persona y de esa manera suministra el entrenamiento disciplinario y la calificación necesarios para la vida futura con Cristo en la gloria celestial. Pues, algunos hasta han llegado al grado de pretender que han podido lograr la santidad absoluta, la impecabilidad, mientras todavía están en la carne. ¡Cuán insensato! Sí, especialmente en vista de la amonestación del apóstol precisamente sobre este punto, cuando dice: “Esas mismas cosas, en verdad, dan una apariencia de sabiduría consistente en una forma autoimpuesta de adoración y humildad ficticia, un tratamiento severo del cuerpo, pero no son de ningún valor en combatir la satisfacción de la carne.”—Col. 2:23, NM.
4. ¿Qué no entienden y aprecian los maestros de la cristiandad?
4 Los maestros religiosos de la cristiandad en general no entienden la enseñanza bíblica de que los cristianos ‘no están bajo ley sino bajo bondad inmerecida,’ y que ellos son declarados justos o justificados en conexión con el nuevo pacto mediante su Mediador Cristo Jesús. Por consiguiente esos maestros tampoco aprecian que el poder para la obtención de la justicia bajo el nuevo pacto no es los abolidos Diez Mandamientos, sino que es el espíritu de Dios, el cual transforma a los cristianos haciendo que se asemejen a Dios, y, como dice Pablo: “Si están siendo guiados por espíritu, no están bajo ley.”—Rom. 6:15; Gál. 5:18, NM. Vea también Efesios 2:15; 2 Corintios 3:5-18, NM.
5. (a) ¿Por qué han sido trabajo gradual la revelación de la verdad y la remoción del error? (b) ¿Cómo se ve esto con relación al fruto del espíritu?
5 No es extraño, entonces, que en los primeros años de nuestro movimiento del día presente, antes de 1914, y por algún tiempo después, los que entonces respondieron al mensaje de verdad y abandonaron la religión falsa de la Babilonia moderna, como se manda hacer en Apocalipsis 18:4, continuaran estando influídos a algún grado por la enseñanza que anteriormente aceptaban como verdadera. Siempre tenemos que recordar que la revelación de la verdad y la consecuente remoción de toda contaminación babilónica, tanto en doctrina como en práctica, han sido trabajo gradual. (Pro. 4:18; Isa. 52:11) En aquellos años anteriores se daba mucha atención al tema del desarrollo de los “frutos y gracias del espíritu,” como generalmente se le llamaba. Con Gálatas 5:22, 23 como base, era un tema favorito escogido para muchos discursos, a menudo en forma de una colección de discursos. Invariablemente, sin embargo, en la presentación que se hacía se mostraba que cada individuo tenía que cultivar dentro de sí mismo en armonía con el “desarrollo de carácter” las diversas cualidades detalladas por el apóstol. De hecho, algunos que entonces estaban en la verdad dieron tanto énfasis a la importancia suprema de desarrollar estas cosas, y exageraron tanto el asunto, que resultó en que prestaran demasiada atención a ellos mismos. Cada pequeña experiencia o circunstancia se consideraba como una que desempeñaba algún papel en la prueba y desarrollo del carácter. En muchos casos esto dió por resultado que esas personas se hicieran concentradas en sí mismas y egotistas, de una manera humilde, naturalmente. En otras palabras, pudiéramos decir que se pusieron demasiado maduras y cayeron del árbol.
6. ¿Qué nos es importante comprender, y qué peligro en particular ha de evitarse?
6 ¿Significa esto que nos estamos burlando del tema? Eso no sería propio, porque ocupa un lugar muy definido en la Palabra de Dios. No, aunque pudiéramos mostrar el lado risible de los que se consideran a sí mismos con demasiada seriedad, la cosa importante que queremos recalcar es la necesidad de conseguir el punto de vista correcto de nosotros en relación con esta cuestión de dar fruto. En lo que toca al peligro de hacerse egotista, el contexto inmediato de Gálatas, capítulo 5, manifiesta que esto es nuestro peor enemigo interno. Dice Pablo: “Si estamos viviendo por espíritu, continuemos andando ordenadamente también por espíritu. No nos hagamos egotistas, provocando competencia unos con otros, envidiándonos los unos a los otros.”—Gál. 5:25, 26, NM.
7. (a) ¿Desde qué punto de vista debemos de considerarnos? (b) ¿Cómo describe Isaías nuestra prosperidad presente?
7 ¿Cómo, entonces, vamos a ser ayudados a conseguir el punto de vista correcto de nosotros para evitar este peligro? Tenemos que considerarnos desde el punto de vista y manera que Jehová nos considera. ¿Y cómo es eso? En este día nos ve y trata con nosotros principalmente como un pueblo recogido, recogido a su organización teocrática, Sión. Muchas profecías hablan de este pueblo recogido, y en un lugar Isaías lo relaciona con el espíritu de Dios y el fruto resultante. Después de hablar de un tiempo de esterilidad y condiciones improductivas, entonces Isaías dice que estas condiciones prevalecerían hasta la restauración de la organización teocrática, con estas palabras: “Hasta que sea derramado sobre nosotros el Espíritu desde lo alto, y el desierto se convierta en campo fructífero, y el campo fructífero sea reputado como selva. Entonces morará la rectitud en el desierto, y la justicia habitará en el campo fructífero; y la operación de la justicia será la paz, y el resultado de la justicia, calma y confianza para siempre. Y mi pueblo habitará en mansión de paz, en moradas seguras, en descansaderos tranquilos.” (Isa. 32:15-18) ¡Cuán atractivo cuadro de bendiciones y aumento! ¡Cuán exquisito fruto!
DIFERENTES CLASES DE FRUTO
8. ¿Es todo fruto el mismo, literal y figuradamente? No obstante, ¿qué idea se halla expresada en todas las dichas referencias bíblicas?
8 Pero quizás alguien pregunte ahora si el fruto mencionado en esa profecía es el mismo que se describe por Pablo en Gálatas 5:22, 23. ¿Y qué hay del fruto de la vid en la ilustración bien conocida del capítulo 15 de Juan, cuando Jesús dijo: “Mi padre es glorificado en esto, que ustedes sigan produciendo mucho fruto”? (Juan 15:8, NM) ¿Quiso decir Jesús el seguir produciendo mucho amor, y mucho gozo, etc.? ¿Es todo fruto el mismo fruto? La respuesta, naturalmente, es no. La palabra fruto aparece muchas veces en las Escrituras, refiriéndose a muchas cosas diferentes, tanto buenas como malas. Pero todas las referencias tienen esto en común: que fruto siempre comunica la idea de algo producido, el resultado natural y lógico, o consecuencia, o producto, que resulta de ciertas causas o manera de proceder.
9, 10. ¿Cómo puede considerarse el fruto del Reino desde diferentes puntos de vista, y con qué apoyo bíblico?
9 En vista del hecho de que estamos viviendo en el día en que el reino de Dios ha sido establecido en los cielos y una organización del Reino ha sido edificada sobre la tierra, en la cual el pueblo de Dios ha sido recogido, todo el fruto que producimos, por la ayuda del espíritu de Dios como siervos suyos, apropiadamente puede llamarse fruto del Reino. Pero aun este fruto bueno puede verse desde diferentes puntos de vista. Como Jesús manifestó en una de sus parábolas, la semilla que el gran Sembrador disemina es la Palabra de verdad, el mensaje del Reino. Dijo Jesús: “En cuanto a lo que está sobre la tierra apropiada, éstos son los que, después de oír la palabra con un corazón recto y bueno, la retienen y dan fruto con aguante.” (Luc. 8:15, NM) Por eso, entonces, dado que cada variedad de semilla produce de su propia clase, y dado que nosotros mismos llegamos a un conocimiento de la verdad por la predicación que otra persona hizo acerca del mensaje del Reino, entonces se desprende que el fruto que tenemos que producir es el de dar testimonio a todavía otros acerca de ese mismo mensaje y así ayudar a multiplicar los intereses del Reino. Ese es un punto de vista, y ése es el principal que gobierna el uso de la ilustración de dar fruto en las referencias citadas del capítulo 32 de Isaías y el capítulo 15 de Juan.
10 Pero ése no es el único punto de vista. El apóstol, al escribir a los que han sido iluminados por la Palabra de verdad, dice: “Sigan andando como hijos de la luz, porque el fruto de la luz consiste en toda clase de bondad y justicia y verdad.” (Efe. 5:8, 9, NM) Una clase es la que debe manifestarse en nuestra vida cotidiana, en “toda clase de bondad.” La otra clase es la que debe manifestarse en conexión con la proclamación de la verdad, en “toda clase” de servicio del campo. Realmente, ambas clases van juntas y son inseparables, como veremos. Pero en este estudio presente estamos prestando atención particular a la clase que atañe a nuestra vida cotidiana y personalidad, a nuestra disposición. Y no olvidemos aplicar estas cosas a nosotros mismos de manera práctica, siendo “hacedores de la palabra, y no solamente oidores.”—Sant.1:22, NM.
AMOR—EL PRINCIPAL FRUTO DEL ESPÍRITU
11. ¿Cuál es el principal fruto del espíritu, y qué pregunta surge concerniente a éste?
11 En la lista de nueve cosas que constituyen el fruto del espíritu, como se menciona en Gálatas 5:22, 23, la primera y principal es el amor, y así es como debe ser también. Ahora, hagámonos la pregunta de manera personal y práctica. ¿Qué se quiere decir, en lo que a mí toca, cuando se dice que “el fruto del espíritu es amor”? ¿Quiere decir que tengo que someterme a un ejercicio mental y decirme a mí mismo como primera cosa cada mañana: ‘Tengo que tratar de ser más amoroso. Resuelvo que seré más amoroso’? Bueno, si lo emprendiéramos de esa manera, siguiendo un curso de desarrollo propio, entonces cualquier cosa que lográramos desarrollar en esa dirección realmente sería el fruto de nuestro propio espíritu, ¿no es verdad? Pero el apóstol se refiere al espíritu de Dios, no al nuestro. ¿Cómo, entonces, surte efecto?
12. ¿De qué manera manifiestan las Escrituras que el amor de Dios nos afecta y opera dentro de nosotros?
12 Primero, cuando comenzamos a aprender la verdad, es el gran amor a Dios el que nos atrae, su benignidad y bondad. A medida que aprendemos más acerca de la verdad, más aprendemos a apreciar el amor altruísta de Dios hasta que llegamos al punto en que respondemos a su invitación: “¡Hijo mío, dame tu corazón!” (Pro. 23:26) Eso significa que con el espíritu de devoción nos dedicamos a Jehová para hacer su voluntad, y así llegamos a ser cristianos verdaderos. Obviamente eso no es a causa de amor que hayamos desarrollado de nuestra propia iniciativa. Más bien, como Pablo dice, es “porque el amor de Dios ha sido derramado dentro de nuestro corazón por medio del espíritu santo.”—Rom. 5:5, NM.
13. ¿Cómo afecta este amor nuestra relación con nuestros hermanos?
13 Al mismo tiempo comprendemos que hemos sido traídos a asociación con otros que han procedido de la misma manera y han dado los mismos pasos. Estos por lo tanto son compañeros cristianos con nosotros y, en este día, todos somos miembros juntos de la sociedad del Nuevo Mundo. Nuestra relación con estos hermanos y hermanas nuestros sigue natural y lógicamente, así como el fruto es un producto natural, y no forzado o manufacturado. En apoyo de esto Juan escribe: “El amor consiste en esto, no que nosotros hayamos [primero] amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio para nuestros pecados. . . . [y] si Dios nos amó de esta manera, entonces nosotros mismos estamos obligados a amarnos unos a otros” del mismo modo ardiente, bondadoso, altruísta. (1 Juan 4:10, 11, NM) Naturalmente, debemos amarnos unos a otros. Cuando llegamos a ser cristianos verdaderos, con el corazón lleno del amor de Dios y la mente llena del conocimiento y la esperanza del Reino, pues, inevitablemente eso debe cambiar y transformar nuestra entera vida y disposición.
14. ¿Recalcan las Escrituras la responsabilidad personal en cuanto al fruto del espíritu?
14 ¿Hay alguien que al leer esto obtenga la impresión de que el dar el fruto del espíritu es asunto sumamente sencillo y fácil? Pues no, no lo es. Aunque este fruto no es asunto de autocultivación, no significa ni por un momento que todo lo que tenemos que hacer es sentarnos y abandonarnos en las manos de Dios, inertes y acomodadizos. Como dijimos antes, consigamos el debido punto de vista en cuanto a nosotros mismos y la parte que nos toca desempeñar. En la ilustración de la vid Jesús dijo: “Mi Padre es el cultivador.” (Juan 15:1, NM) Sí, Jehová es el gran Cultivador de fruto de todo el fruto del Reino, y todo el crédito es para él. Bajo su dirección, sin embargo, nosotros hacemos algún trabajo de cultivación, como Pablo manifiesta, a manera de plantar y regar y desyerbar, pero jamás olvidemos que es “Dios que lo hace crecer.” Sin embargo, como el apóstol continúa, aunque individualmente no somos nada en nosotros mismos “cada uno siga cuidando” cómo está llevando a cabo sus responsabilidades, porque “la obra de cada uno se hará manifiesta, porque el día [este día de juicio] la pondrá al descubierto.”—1 Cor. 3:6, 7, 10, 13, NM.
15. ¿Cuál es nuestra responsabilidad individual y cuál es la mejor manera de cumplirla?
15 Entonces, ¿qué, exactamente, es nuestra parte en cuanto al cultivo del fruto del espíritu en lo que toca a amor? Esa pregunta no es difícil de contestar. A medida que apreciamos más y más lo que el amor verdadero es, como se ve en Jehová, la mismísima fuente de amor, y al llegar a estar siempre más cerca de él en la unión con él, entonces tenemos un deseo profundo y ardiente de expresar esa misma cualidad. Así es el amor. Quiere expresarse, quiere ser activo. Es altruísta, de modo que deseamos ver que otros disfruten y participen de las mismas cosas que significan tanto para nosotros. Y ahora preguntamos: ¿Cómo puede el amor llegar a su fruto pleno de mejor manera que mediante el que participemos tan plena y estrechamente como nos sea posible con ese cuerpo de personas dedicadas que Jehová ha recogido en una sociedad del Nuevo Mundo? Y ¿cómo podemos obedecer de mejor manera el mandato de “háganse imitadores de Dios, como hijos amados y sigan andando en amor” que mediante el asistir y activamente participar en todas las reuniones de nuestra congregación local y en las diferentes actividades del servicio del campo directo? Al proceder de esta manera, ¡cuán infinitas y excelentes oportunidades tenemos de ejercer amor, benignidad y bondad altruístas y parecidos a los de Dios! Pues, no hay límite, porque, como Pablo dijo: “Contra tales cosas no hay ley” que diga: ‘Usted no puede seguir más allá en esta dirección.’—Efe. 5:1, 2; Gál. 5:23, NM.
16. ¿Cuáles son nuestras obligaciones como miembros de la sociedad del Nuevo Mundo?
16 Note usted, esto es muy diferente de sólo ir a las reuniones para obtener una bendición, sentándose allí silenciosamente semana tras semana y simplemente absorbiendo todo lo bueno, u ocupándose en la obra de servicio como un asunto de rutina por un sentido del deber. Estamos de acuerdo, los árboles frutales embeben todo lo bueno que pueden del sol, el aire y la tierra. Pero ¿por qué? Para que puedan dar fruto para el beneficio y refrigerio de otros. Y eso aplica al fruto de nuestra vida cotidiana y disposición, así como al fruto de la predicación del Reino. Nuestra personalidad debe ser disfrutada y apreciada por nuestros compañeros cristianos y por personas del mundo dispuestas a lo decente, también, con motivo de dichas cualidades excelentes. ¿Se disfruta de su personalidad por ese motivo?
17. ¿Qué se da a entender por “viviendo por espíritu y “andando ordenadamente también por espíritu”?
17 En apoyo de la idea de que la mejor manera de producir el fruto del espíritu es mediante el participar tan plenamente como sea posible con el pueblo recogido de Dios, consideremos otra vez la expresión ya citada: “Si estamos viviendo por espíritu, continuemos andando ordenadamente también por espíritu.” (Gál. 5:25, NM) Allí tenemos el secreto de nuestra parte en el cultivo y producción de este fruto deseable. El apóstol no dice nada acerca de un curso de entrenamiento por uno mismo mediante un proceso de ejercicio mental. No. Es un asunto de ‘vivir por espíritu’ y ‘andar ordenadamente también por espíritu.’ Eso significa vernos a nosotros mismos como un pueblo recogido, recogido a Sión, donde Jehová ha derramado su espíritu sobre su clase del siervo y donde ha puesto su palabra en nuestra boca y es nuestro Maestro, enseñándonos, no individualmente, sino como pueblo, a vivir por espíritu, su espíritu. Entonces, con nuestros pies puestos en el camino correcto, el asunto es lograr progreso constante, ordenado, bajo dirección teocrática y, no tema, el fruto del espíritu será producido para alabanza de Jehová y la bendición de otros y para nuestra propia salvación para vida en el nuevo mundo.—Isa. 54:13; 59:21.
18. ¿De qué maneras prácticas nos ayuda la organización en este asunto?
18 De parte de lo práctico, la organización de Jehová suministra muchas ayudas para andar ordenadamente y lograr buen progreso. Mediante La Atalaya y el Informador, también las reuniones donde se consideran las verdades y el consejo contenido en estas publicaciones, de continuo se nos ayuda, tanto por estímulo como por corrección, a ver claramente y apegarnos al debido modo de proceder en cuanto a comportamiento y servicio. En estos tiempos malos y críticos a menudo encontramos problemas que nos hacen preguntarnos justamente qué actitud debemos adoptar y de qué manera debemos proceder. En este sentido, también, nos es de verdadero beneficio el apegarnos estrechamente a la organización, porque mediante ella se suministran en este día, como en el día del apóstol, siervos maduros y confiables, cuya conducta y disposición ponen un buen ejemplo y los cuales están allí con el mismísimo propósito de ayudarnos, aunque su consejo no siempre sea lo que queríamos o pensábamos que íbamos a recibir. Como Pablo escribió a los filipenses: “Hasta donde hemos progresado, sigamos caminando ordenadamente en esta misma rutina. Unidamente háganse imitadores de mí, hermanos, y vigilen a los que andan de la manera que va de acuerdo con el ejemplo que ustedes tienen en nosotros.”—Fili. 3:16, 17, NM.
19. ¿Es posible y necesario un cambio de personalidad al hacerse uno cristiano?
19 Al concluir esta parte de nuestra discusión, queremos decir unas cuantas palabras más acerca del cambio de disposición y personalidad que ya ha sido mencionado. Esto es algo que cada uno de nosotros debe entender claramente. A ninguno de nosotros le conviene decir: ‘Bueno, no creo que hubiera algo muy malo acerca de mi conducta o personalidad antes de entrar en la verdad. No veo ninguna gran necesidad de hacer algún cambio en particular. Después de todo, tenemos que ser naturales, ¿no es verdad?’ Está bien, admítase que su vida cotidiana era tan buena y su personalidad tan encantadora como deben haber sido en el caso de aquel rico y bien educado gobernante joven a quien Jesús amó, y quien sinceramente guardaba todos los mandamientos desde su juventud, y quien quiso saber qué faltaba. ¿Recuerda usted lo que faltaba? Pues, le faltaba la mismísima esencia del fruto del espíritu, el amor altruísta. (Mar. 10:17-22) Así que, ¡venga! Seamos honrados con nosotros mismos y humildes ante Jehová. Cada uno de nosotros debe ponerse lado a lado con sus hermanos de Éfeso a quienes Pablo escribió: “Deben despojarse de la vieja personalidad [el antiguo propio yo egotista] que se conforma a su manera de proceder anterior y que está corrompiéndose conforme a sus deseos engañosos; pero . . . [sean] renovados en la fuerza que impulsa su mente, y deben revestirse de la nueva personalidad que fué creada [no desarrollada por uno mismo] de acuerdo con la voluntad de Dios en verdadera justicia y bondad amorosa.”—Efe. 4:22-24, NM.