Lo que se necesita para ser feliz en el matrimonio
EL APLICAR las normas de Dios en cualquier matrimonio hará que resulte mejor. Estas les suministran a las parejas de casados los instrumentos básicos con los cuales resolver problemas que para otras personas son insolubles.
No, el hacer las cosas a la manera de Dios no dará por resultado matrimonios perfectos. Esa no es una expectativa práctica en la actualidad. Pero mientras más nos apeguemos a las leyes y principios de Dios para el arreglo matrimonial, más felices seremos.
Entre las diferentes cosas que hay que considerar, una tiene que ver con la manera en que el hombre y la mujer fueron creados. El tener el entendimiento correcto de esto ayudará a eliminar algunas dificultades al mismo principio del matrimonio.
Cómo fueron creados
Es obvio que Dios creó al hombre y a la mujer con algunos rasgos físicos que son parecidos, y con otros que son diferentes. Fueron creados con algunas cualidades mentales y emocionales que son parecidas, pero con otras que son bastante diferentes.
¿Por qué las diferencias? Fueron diseñadas a propósito para ayudar a cada uno a cumplir con un papel diferente. Cada uno fue hecho con una necesidad que el otro tiene la capacidad para llenar. Así, aunque las dos personas no aportan al matrimonio las mismas fuerzas y capacidades, las diferencias se equilibran.
¿Significan estas diferencias que uno es “superior” o “inferior” al otro? No. Cada diferencia es superior para su propio propósito. Para ilustrarlo: ¿Es superior un martillo a una sierra porque es diferente? Si uno tratara de martillar con una sierra, o aserrar con un martillo, pronto descubriría que cada uno es superior de su propia manera individual, pero que el confundir los papeles acarrearía dificultades.
Aunque son diferentes, un martillo y una sierra se apoyan, o se complementan, el uno al otro. También lo hacen las diferencias creadas en el hombre y en la mujer. Cada uno tiene cualidades superiores que el otro no tiene, debido a sus papeles diferentes. Pero complementan, o apoyan las cualidades el uno del otro. Eso explica por qué Dios dijo que la mujer sería “una ayudante” para el hombre, hecha “como complemento de él.”—Gén. 2:18.
Por eso cuando el esposo y la esposa se entienden y se tienen aprecio y cooperan dentro de las diferencias que se les han asignado, cuadran el uno con el otro como una mano en un guante. Pero si pasan por alto las diferencias, o pelean contra ellas, es como tratar de meter un puño cerrado en un guante. Simplemente no cabe.
Aceptando los papeles
Un matrimonio o una familia precisa que alguien tome la delantera. Fundamentalmente, el hombre fue creado con el potencial de hacerlo, pues se le dio una medida mayor de las cualidades y fuerzas que se necesitan para ser cabeza de la familia. (Efe. 5:23) Esto es práctico, porque cuando no hay alguien que tome la delantera, hay discordia y confusión.
El que el matrimonio y la familia carecieran de esta jefatura sería como tratar de conducir un automóvil sin volante. O, si la esposa tratara de asumir dicha jefatura, sería como tener dos conductores en el automóvil, cada uno con un volante que controlara una de las dos ruedas delanteras. No se precisa mucha imaginación para ver la confusión que esto produciría.
Especialmente en tiempos modernos tanto los hombres como las mujeres han confundido y entendido mal este papel de jefatura. ¿El resultado? El Dr. Harold Voth de la Fundación Menninger de los Estados Unidos dice que el “confundir los papeles sexuales en la familia” está teniendo una consecuencia “desastrosa.” Recomendó: “Tenemos que empezar a mirar a la estructura familiar como existía en este país en los días de los colonizadores. El hombre era el cabeza indisputable de la familia. Era fuerte. Su familia podía confiar en él.”
Sin embargo, muchas mujeres se quejan de que sus esposos no toman la delantera como debieran hacerlo. Y esto es cierto. En algunos casos, el esposo es principalmente culpable, pues se ocupa más en sus propios intereses egoístas. En otros casos hasta puede ser holgazán. Algunos no quieren las responsabilidades que acompañan la jefatura, y por lo tanto la abandonan.
Pero, en otros casos, la actitud de la esposa pudiera contribuir en gran manera al problema. Cuando una esposa se hace demasiado agresiva y se pone a competir con la jefatura de su esposo, por lo general él se resiente. Puede que su reacción sea el dejar que su esposa haga lo que quiera, aunque él demuestre su desaprobación de muchas otras maneras.
El resentimiento de la esposa debido a la jefatura defectuosa del esposo y el resentimiento del esposo debido a la competición que recibe de su esposa constituyen grandes tropiezos en el camino a la felicidad marital. Pero ¿qué se puede hacer para asegurar que el arreglo funcione o marche de la manera en que fue diseñado para funcionar, la manera que será mejor para el matrimonio?
El esposo de la clase correcta
El esposo que quiere un matrimonio feliz, y una esposa feliz, necesita cultivar una actitud de la clase correcta para con su jefatura. Si el resultado ha de ser un matrimonio genuinamente feliz, entonces la jefatura correcta no se puede sustituir.
Algunos hombres, que no conocen los caminos de Dios, creen que el ser cabeza quiere decir ser el “patrono,” un “dictador.” El tener esa actitud es cometer un error grave. Producirá una reacción hostil en la mayoría de las mujeres normales.
La clase de jefatura que Dios requiere del esposo no le da licencia para oprimir o brutalizar a su esposa, o reducirla a la condición de ‘ciudadano de segunda categoría.’ Jamás se propuso Dios que el esposo fuera un cabeza de esa clase.
Al contrario, se le manda al esposo a aprender a ser bondadoso, amable, comprensivo, a interesarse activamente en el bienestar de su esposa. La norma de Dios es, “los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos,” y estar dispuestos a hacer sacrificios por ellas.—Efe. 5:28.
¿Hasta qué grado? Note: “Esposos, continúen amando a sus esposas, así como el Cristo también amó a la congregación.” ¿Hasta qué grado fue Cristo al cumplir con esto? Cuando se hizo necesario, “se entregó a sí mismo por ella,” contesta la Biblia. Sí, Jesucristo dio un ejemplo excelente, pues se dio cabalmente a los que amaba. Hasta estuvo dispuesto a morir por ellos.—Efe. 5:25.
El esposo de la clase correcta hará un esfuerzo consciente por hacer saber a su esposa que la ama y que aprecia su contribución. Debe hacerlo, no solo por lo que hace para ella, sino también por lo que le dice. “Los dichos agradables son un panal de miel, dulces al alma y una curación a los huesos,” dice Proverbios 16:24. Las mujeres fueron hechas con la necesidad emocional de que se les muestre que se les quiere, se les necesita y aprecia. Y el que el esposo muestre esto no es exhibir debilidad ni es característica indigna de hombre.
El esposo que deja saber a su esposa que él la ama por lo que dice y hace por lo general consigue una respuesta favorable de ella. La mayoría de las mujeres normales responden por medio de manifestar aún mayor amor y respeto al esposo que hace eso. Estarán más dispuestas a hacer cosas en beneficio de él. ¿A qué se debe esto?
A que Dios creó a las mujeres para que respondan a la bondad, ternura y cariño. Mientras más muestra el hombre que le tiene amor a su esposa, más probable es que ella responda. Y, es de interés que mientras más responda ella, más probable será que el esposo quiera continuar haciendo cosas para ella. Sí, es caso de ‘segar lo que se siembra.’
El “programa de acción” que la Biblia provee para el cabeza de familia hasta dice: “Ustedes, esposos, continúen morando con ellas de igual manera de acuerdo con conocimiento, asignándoles honra como a un vaso más débil, el femenino.”—1 Ped. 3:7.
¿Cómo se les ‘asigna honra’ a otras personas? Mostrándose atentos a sus opiniones, sus gustos y aversiones. Dándoles la preferencia cuando no está envuelta una cuestión primordial. Teniendo cuidado de no menospreciarlas ni abochornarlas, ya sea en privado o enfrente de otros. Sí, por medio de interesarse amorosamente en ellas, y demostrarlo.
Esta atención considerada también debe tener su lugar en el aspecto sexual del matrimonio. Cuando el esposo es tierno y considerado por lo general halla que su esposa responde mejor. No fue creada para responder a un cónyuge áspero, exigente, voraz, y le perderá respeto a esa clase de hombre.
Cuando el esposo es un cabeza de la clase correcta, su jefatura no le parece una carga a la esposa. Más bien, para ella es un alivio el no tener que luchar con cargas que no fue hecha para llevar.
Cuando la esposa pone de su parte
La esposa que pone de su parte puede hacer mucho para animar a su esposo a ser un cabeza de la clase correcta. Las esposas que hacen un sincero esfuerzo por estar ‘en sujeción a sus esposos’ a menudo se sorprenden de los resultados.—Col. 3:18; Tito 2:4, 5.
¿Cómo puede hacer esto la esposa? Para empezar puede mostrarse bien dispuesta a considerar a su esposo como cabeza de la familia ordenado por Dios. Debe evitar competir con él o importunarlo constantemente. Cuando surgen problemas, debe pedirle sugerencias y dirección. Así indica que cuenta con su liderazgo y estima sus opiniones. Cuando él comete errores, ella tendrá cuidado de no menospreciarlo. Cuando no se trata de una cuestión importante, ella no debe argüir en contra de sus decisiones. Y cuando él empieza a mostrarse dispuesto a tomar la delantera, la esposa debe expresar aprecio.
Una esposa que empezó a hacer esto dijo: “La diferencia es casi increíble. Hace unos cuantos meses mi esposo y yo estábamos a punto de separarnos. Pero hoy estamos como —bueno— como si estuviéramos en luna de miel, solo que mejor.” El cambio dramático se debió a la “sumisión propia de una esposa.”
Respecto a la sumisión propia de esposa, la revista Woman’s Day declaró: “Es una filosofía del matrimonio que se ha ganado miles de conversas devotas... mujeres tan satisfechas con los resultados” que no hallan inconveniencia en dejar que el esposo sea el cabeza. Lo prefieren, puesto que han descubierto que por lo general el esposo se hace mucho más atento a las necesidades de su esposa, más dispuesto a hacer concesiones en beneficio de ella.
En la mayoría de los casos, el que la esposa siquiera haga un esfuerzo parcial por cumplir con su papel de apoyar la jefatura de su esposo ha tenido un efecto notable en el matrimonio. Y con toda probabilidad mientras más se adapte la esposa al papel para el cual ella fue diseñada, mejores serán los resultados. El que ella proceda de otro modo solo puede resultar en conflicto, como sucedería si se tratara de conducir en la dirección opuesta en una calle de una sola dirección.
Enfrentándose a la imperfección
Otra realidad que debe tomarse en cuenta es la imperfección humana. Todos hemos nacido con la tendencia de cometer errores. “Todos tropezamos muchas veces,” dice la Biblia.—Sant. 3:2; Sal. 51:5; Rom. 5:12.
Al aceptar esta realidad desde el principio mismo, un cónyuge no exigirá lo que el otro no puede producir... la perfección. Al contrario, aceptará como natural el que el otro cometa errores. Por lo tanto, los cónyuges no esperarán felicidad perfecta, puesto que personas imperfectas no pueden producirla. Es como escribió el sicólogo Larry Cash en la revista Chatelaine del Canadá:
“Aunque soy parte del movimiento ‘potencial humano,’ tengo que confesar que este movimiento me tiene airado. Sin intención, hemos engañado a muchas personas al hacerlas esperar que pueden ser 99 44⁄100 por ciento felices, cuando en la vida real es verdaderamente extraordinario el que uno logre un 70 por ciento de felicidad.”
Por supuesto, el esposo y la esposa desearán hacer un esfuerzo sincero por evitar lo que irrita al otro cónyuge. No obstante, las fallas ocurrirán y los defectos resaltarán dolorosamente. ¿Cómo debe uno habérselas con éstos? ¿Haciendo ‘de una pulga un elefante’? No, el sano consejo de la Biblia es: “El amor cubre una multitud de pecados.” (1 Ped. 4:8) El amor no sigue exponiendo los errores ni “rearguyéndolos.” En sustancia, dice: ‘Sí, te equivocaste. Pero yo también me equivoco a veces. De modo que pasaré por alto tus errores, y tú puedes hacer lo mismo por mí.’
Cuando los cónyuges no tratan de hacer creer que son perfectos, o infalibles, no tratarán de ganar cada argumento que surge sobre diferencias. Uno pudiera ganar el argumento, pero perder la guerra, por decirlo así. El matrimonio debe tener como una de sus metas el resolver problemas, no el ganar argumentos.
Cuando las parejas están dispuestas a reconocer sus errores y tratar de corregirlos con humildad, es posible evitar una montaña de argumentos y angustias adicionales. Como dijo una señora:
“Me esfuerzo más por hacer que este matrimonio resulte bien. Evito hacer lo que irrita a mi esposo. Trato de no ser egoísta y de ver su punto de vista. Estoy dispuesta a avenirme. El ganar cada argumento, el salir con la mía, ya no tiene importancia. Somos considerados el uno con el otro.”
Libre elección
Hay otra razón por la cual esa clase de consideración es vital. Es porque Dios nos ha creado con libre albedrío. Es decir, dentro de los límites de sus justas leyes y principios nos permite ejercer libertad de elección en un campo extenso.
Por eso no debemos esperar que haya dos personas que tengan precisamente los mismos puntos de vista, gustos y aversiones. Al tomar en cuenta que habrá diferencias, no se sufrirá desilusión o irritación cuando la preferencia de un cónyuge no sea exactamente igual a la del otro.
Por ejemplo, puede que la esposa tenga ciertos gustos en cuanto a decorar el hogar que difieran de los de su esposo. Pero puesto que la mujer fue creada con una habilidad que generalmente es mayor en esta zona, el esposo prudente le concede mucha libertad en estas cosas. Así mismo, las preferencias del esposo no siempre son iguales a las de su esposa. Ella debe tener en cuenta estas preferencias, especialmente en las zonas que le corresponden más bien a él: como la jefatura, el hacer compras grandes, o decisiones respecto a dónde vivir y trabajar.
Pero, ¿qué hay si las diferencias existen en zonas donde los dos realmente tienen el “derecho” a sus propios deseos, como la selección de alimentos? Bueno, ¿por qué no servir una clase de comida un día, y la otra al día siguiente? O ¿un poco de las dos cada día? Así se tienen en cuenta las preferencias de los dos, y no se aplasta la individualidad.
El que cada uno considere así los sentimientos del otro está en armonía con los principios bíblicos, porque “el que tiene amor, tiene paciencia; es bondadoso y no envidioso . . . ni egoísta.” (1 Cor. 13:4, 5 Versión Popular) De modo que los cónyuges necesitan seguir la regla de “no [estar] vigilando con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás.”—Fili. 2:4.
Sin embargo, es probable que surjan cuestiones en el matrimonio que sean difíciles de resolver. Quizás ambos cónyuges abriguen fuertes sentimientos acerca de estos asuntos y quieran salirse con la suya. Pero, si después de poner en práctica todos los principios mencionados, todavía persiste una diferencia irreconciliable, ¿cómo debe procederse? Entonces la regla bíblica es: ‘Estén en sujeción las esposas a sus esposos en todo.’ (Efe. 5:24) En otras palabras, cuando hay que tomar una decisión final, la esposa que respeta el punto de vista de Dios tiene que dejar que su esposo tome esa decisión final, con tal que él no esté pidiendo que ella viole las leyes de Dios. Cierto, puede que él tome una decisión incorrecta. Pero ella también pudiera hacerlo. De todos modos, a él se le da la responsabilidad de tomar las decisiones finales.
No obstante, sin duda lo más usual será que una esposa amorosa, sumisa, halle que su esposo opta por favorecer las preferencias de ella. Por eso, en aquellas ocasiones en que él ejerce el derecho de tomar una decisión final que no concuerda con la preferencia de ella, la esposa debe cooperar.
Ayudas poderosas
Muchas veces la verdadera culpa de los problemas matrimoniales gravita sobre el mundo en que vivimos, mundo poco satisfactorio y lleno de frustraciones. Sin embargo, cuando uno conoce el propósito de Dios, muchas de estas frustraciones desaparecen.
La Biblia identifica nuestra generación misma como los “últimos días” del sistema actual. Indica que esta época, con sus “tiempos críticos, difíciles de manejar,” pronto llegará a un fin. (2 Tim. 3:1) Entonces Dios reemplazará este sistema en deterioro con un justo nuevo orden que él mismo hará. (2 Ped. 3:13) En ese nuevo orden, la gente tendrá oportunidades para la vida y felicidad con las cuales actualmente solo podemos soñar. Sí, “el mundo va pasando y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”—1 Juan 2:17.
Como dice la Biblia, los que no tienen este conocimiento del futuro ‘desmayan por temor’ debido a las condiciones en deterioro. Pero los que se han fortalecido con conocimiento exacto de los propósitos de Dios ‘se levantan erguidos y alzan la cabeza, porque su liberación se acerca.’ (Luc. 21:25-28) Este modo de ver las cosas ha producido una tremenda diferencia en los matrimonios de personas temerosas de Dios.
También, los cónyuges que acuden a Dios en busca de dirección pueden esperar algo más. La Biblia dice que Dios ‘obra por el que se mantiene en expectativa de él.’ (Isa. 64:4) La poderosa fuerza activa de Dios, la fuerza que creó este imponente universo, opera a favor de éstos.
Por lo tanto, pueden tener un “poder que es más allá de lo normal” ayudándolos en su vida matrimonial. (2 Cor. 4:7) Y ¿qué puede producir la fuerza activa o el espíritu santo de Dios en las parejas que se muestran dispuestas a responder a su influencia? “El fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo.” (Gál. 5:22, 23) ¡Qué asombrosa combinación de cualidades positivas son éstas, que pueden obrar para lograr la felicidad del matrimonio!
Se puede entender, pues, por qué las personas que reconocen a Dios como el originador del matrimonio, que dejan que sus leyes y principios sean su guía, y que reciben ayuda de él, tienen los matrimonios más felices y recompensadores que es posible tener en el día actual.
No. ¡El matrimonio no está a punto de desaparecer! Lo que está por desaparecer es este mundo actual nada satisfactorio con sus degradadas ideas acerca del matrimonio. Está por entrar un nuevo orden hecho por Dios. Y puesto que Dios creó el matrimonio, podemos confiar en que su propósito para este arreglo se realice cabalmente, tanto ahora como entonces.
Se ve pues que en lo que tiene que ver con el matrimonio, tenemos una elección. Podemos seguir las degradadas normas de este mundo y recoger su fruto amargo. O, podemos seguir las normas de nuestro Creador y recoger los beneficios de una vida marital feliz ahora y aún mayor felicidad en el futuro.
[Comentario de la página 18]
¿Pone usted de su parte para hacer feliz su matrimonio?
[Ilustración de la página 21]
Sí, el matrimonio puede sobrevivir y ser feliz si se...
...respeta el programa de acción de Dios para el matrimonio
...aceptan los papeles individuales
...cooperan en vez de competir
...tiene en cuenta que todos somos imperfectos
...deja lugar para la elección individual
...mantienen unidos en la esperanza futura