“Tu palabra es la verdad”
Beneficios para la familia que obedece a la Biblia
LO QUE los humanos hacen puede tener un efecto bueno o malo sobre ellos mismos y también sobre otros. Esto subraya el hecho de que el hombre necesita pautas confiables para ayudarlo a llevar los asuntos de su familia de una manera que resulte en bien para todos. ¿Cuál, entonces, debe ser la fuente de estas pautas o leyes? ¿Puede el hombre mismo fijar las normas para gobernar su vida?
Mucha gente cree que los actuales estudios del comportamiento humano han capacitado a ciertos expertos en el campo de los asuntos de familia para suministrar las pautas necesarias. La gente a menudo deposita implícitamente su confianza en los consejos publicados de estos “expertos.” ¿Es éste un derrotero sabio? ¿Se puede confiar siempre en las conclusiones de los “expertos”? “Los padres y los maestros,” dice la publicación Youth and Parents, “no se pueden perdonar a sí mismos ni pueden ser perdonados por los niños por las consecuencias de seguir mal aconsejados caprichos del momento. Nuestra actitud para con el experto debe ser una de precaución cautelosa.”
Sí, las teorías y las conclusiones de los consejeros matrimoniales y de los psicólogos infantiles no son completamente confiables e infalibles. Con frecuencia estos “expertos” expresan puntos de vista opuestos. Por ejemplo, algunos dicen que a un niño no se le debe zurrar, pero otros están igual de convencidos de que a los hijos desobedientes sí se les debe zurrar. Así es que, ¿dónde puede el hombre encontrar una pauta confiable, una que él puede obedecer tranquilamente sin “precaución cautelosa”?
¿Qué hay de la Biblia? ¿Se benefician las familias al obedecer sus mandatos?
Considere lo que la Biblia les manda a los miembros de familia que hagan: “[Esposos,] que cada uno de ustedes individualmente ame a su esposa así como se ama a sí mismo; por otra parte, que la esposa le tenga profundo respeto a su esposo. Hijos, sean obedientes a sus padres en unión con el Señor, porque esto es justo. . . . Y ustedes, padres, no estén irritando a sus hijos, sino sigan criándolos en la disciplina y regulación mental de Jehová.”—Efe. 5:33–6:4, New World Translation.
¿No es cierto que muchos problemas matrimoniales no existirían si el esposo amara a su esposa como se ama a sí mismo y si la esposa respetara la jefatura de su esposo? Por cierto que una esposa que es tratada con consideración no tendría razón para quejarse del ejercicio de jefatura por su esposo. Ella no puede menos que respetar al hombre que se apega a principios justos y está dispuesto a negarse a ir en busca de actividades y gustos personales a fin de promover el bienestar y la felicidad de toda la familia.
La esposa, sin embargo, tiene que demostrar que es una mujer que merece la comprensión y consideración de su esposo. No debe sorprenderse si su esposo no responde de una manera amorosa cuando ella se muestra contenciosa, irritable y criticona. Como lo expresa la Biblia: “Mejor es morar en tierra desértica que con una esposa contenciosa junto con vejación.” (Pro. 21:19) También, el interés de un esposo por su esposa generalmente disminuye si ella no se interesa en los planes y actividades de él.
La actitud de la esposa para con la jefatura de su esposo puede tener un profundo efecto sobre los hijos. Si ella no hace caso de la ley de Dios de estar en sujeción y despliega un espíritu de independencia, los hijos a menudo llegan al punto en que no consultan a su padre. No acuden a él para guía, dado que el ejemplo puesto por la madre denota que la guía que el padre da no es confiable y no es en el mejor interés de la familia. Los desacuerdos entre esposo y esposa que surgen debido a que la esposa debilita la posición del esposo hacen dudoso el que el uno o la otra realmente se interesen en el bienestar de la familia. De modo que los hijos por lo general no tienen más razón para respetar a la madre que al padre. Todo esto obra en perjuicio de los hijos, porque necesitan guía y consejo para llegar a ser adultos equilibrados que podrán hacerse cargo de responsabilidades de una manera excelente.
Por lo tanto es vital que los padres, por palabra y ejemplo, demuestren que tienen un abnegado interés en la familia. La madre puede hacerlo permaneciendo sumisa a su esposo, mientras que el padre puede hacerlo ejerciendo su jefatura de una manera amorosa, como aconseja la ley de Dios.
La Biblia no estimula tampoco el ser permisivo con los hijos. Y cada vez más personas están dándose cuenta de que los “expertos” erraron al aconsejar que los padres no zurren a sus hijos. Ha habido repetida confirmación de la veracidad de Proverbios 29:15: “La vara y la censura son lo que da sabiduría; pero el muchacho que se deja a rienda suelta le estará causando vergüenza a su madre.”
Por supuesto, el padre que irrita a sus hijos con órdenes irrazonables y severidad innecesaria fácilmente puede perder la confianza de ellos. Si administra la disciplina estando airado, puede alejar a sus hijos. Puede que los hijos empiecen a sentir dentro de ellos ira en contra de su padre, porque la ira engendra ira. Cuando esto sucede, los hijos se someten a la disciplina, pero no lo hacen porque están convencidos de que es correcta, sino porque se ven obligados a ceder a la fuerza superior de su padre. En casos como éste la disciplina no produce los resultados deseados, puesto que no provee a los hijos con un verdadero incentivo para cambiar sus costumbres. Comúnmente hace que se resientan y a veces hasta se ponen rebeldes.
Por otra parte, cuando el padre se somete a la ley de Dios al tratar los asuntos de familia, los resultados son completamente distintos. Su enseñanza oral está respaldada por un excelente ejemplo en conducta cristiana. Esto puede ayudar a los hijos a comprender que su padre está vivamente interesado en ellos. Él quiere ver que les acontezca lo bueno, no lo malo. Cuando los hijos están convencidos de esto, responden con obediencia amorosa a su disciplina. El amor que le tienen a su padre también impide que hagan cosas que le acarreen oprobio a él.
Así se puede ver que cuando cada miembro de la familia se somete a la ley de Dios esto conserva la paz y la armonía de la familia. Pero cuando hay tan solo un miembro de la familia que deja de obedecer la ley de Dios, inevitablemente todos sufren hasta cierto grado.
Por lo tanto es muy imprudente pasar por alto cualquier mandamiento de Dios. Es la obediencia, no la desobediencia, a la ley de Dios lo que trae bendiciones. Esta obediencia promueve una buena relación con el prójimo y lleva a verdadera felicidad y contentamiento. Por eso las pautas expuestas en la Biblia realmente deben ser lo que los hombres querrán seguir, sí, que se deleitarán en seguir. Eso es lo que el salmista inspirado opinó sobre el asunto, cuando escribió: “La ley de Jehová es perfecta, hace volver el alma. El recordatorio de Jehová es fidedigno, hace sabio al inexperto. Las órdenes de Jehová son rectas, hacen regocijar el corazón; el mandamiento de Jehová es limpio, hace brillar los ojos.” (Sal. 19:7, 8) Las sabias pautas de la Biblia testifican que ésta es la Palabra de verdad de Dios.
Por lo tanto, si usted quiere disfrutar de la mejor vida ahora y en el futuro, esfuércese por conocer los mandamientos de la Biblia y haga suya la determinación de obedecerlos. Entonces, como el salmista, encontrará que este derrotero no es gravoso, sino refrescante. Lo protegerá de causarse daño a usted mismo y a otros, para su eterno pesar.