El amor edifica a la sociedad del nuevo mundo
1, 2. (a) ¿Por qué se les puede llamar apropiadamente a los testigos cristianos de Jehová una sociedad del nuevo mundo? (b) ¿Qué hechos y textos bíblicos muestran que es el amor el que edifica a la sociedad del nuevo mundo?
LOS testigos cristianos de Jehová son conocidos como una sociedad del nuevo mundo porque dan a conocer el nuevo mundo de Dios y se comportan como embajadores dignos del nuevo mundo. Son impelidos por el principio de amor del nuevo mundo, amor a Jehová y a su prójimo. Esto es tan obviamente cierto que vez tras vez la prensa pública comentó acerca de ello al informar acerca de sus asambleas del Reino Triunfante que se celebraron en Norteamérica y Europa durante 1955.
2 Así es exactamente como debe ser, pues su Caudillo, Jesucristo, dió el mayor énfasis al amor, aun declarando que por él podrían ser identificados sus seguidores verdaderos. “Les estoy dando un nuevo mandamiento: que se amen los unos a los otros; igual como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros. Por esto todos sabrán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre ustedes mismos.” El amor es el “vínculo perfecto de unidad,” que enlaza a los miembros de la sociedad del nuevo mundo, haciéndolos fuertes, capaces de presentar un frente unido contra todo el mundo y derrotando el ataque de dos filos de Satanás, el de persecución y materialismo. “Más valen dos que uno solo,” y “la cuerda de tres hilos no es fácil de romper.” Lo que el amor efectúa en edificar al grupo de la familia también lo efectúa con la sociedad del nuevo mundo y por las mismas razones.—Juan 13:34, 35; Col. 3:14, NM; Ecl. 4:9, 12, NC.
EL AMOR EDIFICA EN LAS REUNIONES
3, 4. ¿Cómo ve el amor el reunirse con el pueblo de Dios?, y por eso ¿qué hace hacia ese fin?
3 El amor edifica a la sociedad del nuevo mundo porque nos atrae a las diversas reuniones y asambleas de cristianos dedicados, donde recibimos luz aumentada sobre la Palabra de Dios, fuerza espiritual y estímulo para continuar sirviendo a Jehová. No sólo eso, sino que el amor nos hace ver todas esas reuniones como oportunidades para edificar a otros. El amor nos hace querer llegar temprano y extender una bienvenida calurosa a nuestros hermanos y al extraño de buena voluntad. El amor nos hace estar profundamente interesados en lo que se dice desde la plataforma, pues por medio de prestar atención cuidadosa edificamos al orador. El amor también nos hará querer quedarnos por algún tiempo en el lugar después de terminar la reunión para hablar de nuestras experiencias y oír de las de otros y para decir una palabra o hacer un ademán útil y animador a alguien que tal vez esté agobiado. Y al hacerlo nosotros también nos edificamos, porque nunca deja de ser cierto que “el que riega será él mismo regado.”—Pro. 11:25.
4 Y el amor buscará edificar a otros participando activamente en dichas reuniones según se presente la oportunidad. No sólo se trata de ‘no dejar de congregarnos, como algunos tienen por costumbre,’ sino también de ‘mantener firmemente la declaración pública de nuestra esperanza,’ de ‘considerarnos unos a otros para incitar al amor y a las obras rectas,’ y de ‘animarnos unos a otros, y tanto más al ver que el día se acerca.’ Como Pablo escribió a los romanos: “Tengo deseo de verlos, para impartirles algún don espiritual para que se hagan firmes; o, más bien, para que haya un intercambio de estímulo entre ustedes, por cada uno mediante la fe del otro, tanto la de ustedes como la mía.”—Heb. 10:23-25; Rom. 1:11, 12, NM.
5. Para edificarnos unos a otros eficazmente en las reuniones, ¿qué tenemos que hacer de antemano?
5 El amor a nuestros hermanos también nos incitará a preparar nuestras lecciones, para que podamos edificar a nuestros hermanos. Particularmente cuando recibamos asignaciones para hablar desde la plataforma nos prepararemos, dejando mediante ello que nuestro progreso sea manifiesto a todos para su edificación, así como se nos manda: “Que todas las cosas se efectúen para edificación. . . . para que todos aprendan y todos reciban ánimo.” Por más extraño que parezca, les es fácil a los siervos de la congregación descuidar sus privilegios en conexión con esto. Llegan a estar tan absortos en preparar sus propias reuniones particulares o asignaciones del programa que, a veces, descuidan la preparación anticipada para las reuniones que otros conducen, para que también allí ellos contribuyan a la edificación de los demás. Por eso que todo ministro en cada reunión preste atención al consejo de Pablo: “Pero hablando la verdad, crezcamos mediante el amor en todas las cosas en él quien es la cabeza, Cristo. De él todo el cuerpo, mediante el estar trabado armoniosamente y hecho para cooperar por medio de cada coyuntura que suministra lo que se necesita, de acuerdo con el funcionamiento de cada miembro respectivo en la debida medida, contribuye al crecimiento del cuerpo para la edificación de sí mismo en amor.”—1 Cor. 14:26, 31; Efe. 4:15, 16, NM.
EL AMOR PARTICIPA EN EL PROGRAMA DE ENTRENAMIENTO
6, 7. (a) ¿Qué ejemplos muestran la obligación de participar en entrenar a otros? (b) ¿Por qué tienen obligaciones especiales en este respecto los siervos, y cómo deben desempeñarlas?
6 Además el amor edifica a la sociedad del nuevo mundo porque nos hace tomar parte en el programa de entrenamiento ministerial, ya sea ayudando o siendo ayudados. Prescindiendo de cuáles sean sus deberes, ningún ministro maduro está demasiado ocupado para participar en este programa. Ciertamente ninguno de nosotros tiene más que hacer que lo que Jesucristo tuvo, y no obstante él tuvo tiempo para entrenar a otros. Conforme “fué viajando de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y declarando las buenas nuevas del reino de Dios. . . . los doce estaban con él.” ¡Y cuántos deberes tuvo Pablo! Sin embargo él también entrenó a otros. Sí, “no obstante, nosotros que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los que no son fuertes, y no estar agradándonos a nosotros mismos. Que cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para su edificación. Pues ni aun Cristo se complació a sí mismo.” Incidentalmente, aquí de nuevo note que el amor no es sentimentalismo. El sentimentalismo está satisfecho con simplemente agradar al prójimo de uno, quizás complaciéndolo en sus debilidades. Pero el amor agrada a su prójimo “en lo que es bueno para su edificación.”—Luc. 8:1; Rom. 15:1-3, NM.
7 Por supuesto, se requiere que los siervos nombrados de la congregación, por tener mayores dones y correspondientemente mayores oportunidades para edificar a sus hermanos, den más: “En verdad, a todo aquel a quien mucho le fué dado, mucho será exigido de él, y a aquel a quien la gente ha encargado mucho, exigirá más de lo acostumbrado de él.” Esa es la mismísima razón por la cual Jehová ha provisto siervos especiales para la congregación, como Pablo muestra: “Y él dió algunos como apóstoles, algunos como profetas, algunos como misioneros, algunos como pastores y maestros, teniendo como mira el entrenamiento de los santos para la obra ministerial, para la edificación del cuerpo del Cristo [así como para la edificación de las otras ovejas], hasta que todos lleguemos a la unidad en la fe y en el conocimiento acertado del Hijo de Dios, a un hombre ya crecido, a la medida de crecimiento que pertenece a la plenitud del Cristo.” Y ¿cómo ha de hacerse este entrenamiento para el trabajo ministerial? Con gozo, con anhelo, altruístamente y con humildad, así como Pedro manifiesta: “Pastoreen la grey de Dios bajo su custodia, no por fuerza, sino voluntariamente, tampoco por amor de ganancia deshonrosa, sino con anhelo, ni como enseñoreándose de los que son la herencia de Dios, sino haciéndose dechados de la grey.”—Luc. 12:48; Efe. 4:11-13; 1 Ped. 5:2, 3, NM.
8. ¿Por causa de quiénes deben aceptar ayuda los que la necesitan?
8 Por otra parte, si usted se hallara entre los que carecen de habilidad para dar sermones efectivos en las puertas o en las revisitas, el amor a Jehová, a los hombres de buena voluntad y a su hermano lo hará aceptar de buena gana la ayuda que se le ofrece, lo cual lo edificará a usted. Sólo el orgullo le haría rechazar esa ayuda y éste no es tiempo para orgullo, porque el destino eterno de los hombres de buena voluntad está implicado y lo que ese destino sea en ciertos casos puede depender de cuán efectivamente ‘prediquemos la palabra.’ Si se necesita humildad para aceptar la ayuda que le ofrecen, recuerde que también se necesita humildad para extender ayuda a otros. Por eso que el amor que se le tiene a Jehová, y al “extraño” y el amor de unos a otros hagan que cada ministro de la sociedad del nuevo mundo extienda ayuda a otros o acepte ofertas de ayuda, todos sometiéndose gozosamente unos a otros.—1 Ped. 5:5.
PRIVILEGIOS DE LA MUJER EN LA EDIFICACIÓN
9, 10. (a) ¿Qué privilegios tienen las hermanas en conexión con edificar a otros, y cómo pueden sacar el mejor partido de ellos? (b) ¿A qué cualidades asigna gran valor, considerándolas dignas de recompensa, la posición bíblica de la mujer, y por quiénes se ilustra esto?
9 Aunque las mujeres cristianas no tienen todas las diferentes oportunidades para edificar a sus hermanos que los hombres cristianos tienen, el amor y la sabiduría celestial las harán apreciar los privilegios que ellas tienen y sacar el mejor partido de ellos. Por medio de preparación cabal y por anticipado las hermanas de la congregación podrán escoger bien sus palabras, hacer con confianza ‘declaraciones públicas’ que vayan al grano, con lo cual también dejan que tantos como sea posible se expresen para la edificación mutua de todos los presentes. Esto incluye la escuela del ministerio teocrático, en la cual podría haber mucha más participación del auditorio por las hermanas que la que generalmente hay. Además, por medio de hacerse expertas en el ministerio del campo podrán presentar demostraciones interesantes mostrando cómo presentar eficazmente el mensaje del Reino en las puertas y cómo vencer objeciones, y también tendrán interesantes experiencias que contar. De dichas maneras ellas pueden tener una parte vital en edificar a sus hermanos, aunque no tienen el privilegio de decir a sus hermanos lo que deben hacer. Y ¿no tienen todas las hermanas maduras el privilegio de entrenar a otras hermanas? ¡Ciertamente que sí!
10 Este mismo principio aplica en cuanto a otras cosas. Las hermanas pueden ayudar grandemente a edificar a sus hermanos simplemente siendo teocráticas, mostrando ‘devoción piadosa junto con suficiencia en sí mismas.’ Por medio de hacer humilde y sinceramente lo que se predica desde la plataforma ellas ilustran y subrayan el valor de dicha predicación. Seguramente la cosa más preciada a nuestro corazón es el traer honra al nombre de Jehová y edificar a nuestros hermanos, y el papel bíblicamente circunscrito de la mujer no le niega esto, sino que simplemente considera cosa de gran valor y digna de recompensa su paciencia, prudencia y sabiduría. Así notamos que Débora, aunque era una profetisa ungida, no dió órdenes bruscamente a Barac, sino que usó la forma interrogativa al notificarle concerniente a las instrucciones de Jehová: “¿No ha dado la orden Jehová el Dios de Israel?” Y otra vez: “¿No es Jehová quien ha salido delante de ti?,” como si simplemente le estuviera recordando. ¡Una manera excelente que pueden usar las hermanas hoy al dirigirse a los hermanos! Y note también que el deseo de la reina Ester de salvar a su pueblo no pudiera haber tenido mayor éxito si ella pudiera haber dado órdenes a su esposo, el rey Asuero. Sin disputa las hermanas pueden hacer mucho para ayudar a edificar la sociedad del nuevo mundo sin salirse de su libertad relativa teocrática; en realidad, ellas no pueden ayudar a edificar a menos que permanezcan dentro de ella.—1 Tim. 6:6; Jue. 4:6, 14, NM.
OTRAS MANERAS EN QUE EL AMOR EDIFICA
11. En cuanto a ofensas, ¿qué obligaciones tenemos?
11 El amor también edifica a nuestros hermanos porque nos hace dispuestos a perdonar, a ser misericordiosos y ejercer gran paciencia. Si carecemos de amor nos ofendemos fácilmente, estamos listos para castigar al ofensor, lo cual, sin embargo, posiblemente sólo lo haga más débil y lo desanime tanto que finalmente no consiga la vida eterna. Pero por medio de perdonar amorosamente a nuestro hermano lo fortalecemos, lo edificamos, lo ayudamos a vencer su debilidad, y de tal modo llega a ser “como una ciudad fortificada; se mantiene firme como la reja de un castillo.” A pesar de lo que nos haga un hermano, no podemos guardarle rencor. Si no podemos pasar por alto la ofensa, olvidarnos de ella, tenemos que dirigirnos a la persona en armonía con el mandato de Jesús registrado en Mateo 18:15-17. Tampoco podemos hacer a un lado un asunto cuando se hace patente que hemos ofendido a otro, simplemente porque nosotros no abrigamos resentimiento. No, tenemos que dirigirnos humildemente al hermano ofendido y tratar de recobrar su confianza. (Mat. 5:23, 24) De modo que revistámonos “de los tiernos afectos de la compasión, la bondad, la humildad de mente, la apacibilidad y la gran paciencia. Continúen tolerándose y perdonándose mutuamente sin reserva si alguno tiene causa de queja contra otro. Como Jehová sin reserva” nos perdonó, perdonemos nosotros también. Y aquí de nuevo nos edificamos, dado que a los misericordiosos “se les mostrará misericordia.”—Pro. 18:19, UTA; Col. 3:12, 13; Mat. 5:7, NM.
12. Para no hacer tropezar a otros, ¿qué obligación bíblica se recuerda donde hay amor?
12 El amor además edifica a la sociedad del nuevo mundo porque está más interesado en el bienestar de otros que en sus propios “derechos.” El amor es atento y considerado para no hacer tropezar a otros; sigue tras “las cosas que contribuyen a la paz y las cosas que sirven para edificarse unos a otros.” No derriba el trabajo de Dios por causa de alguna preferencia personal. Fué en conexión con este mismo asunto que Pablo escribió: “El amor edifica.” Sí, “todas las cosas son lícitas; pero no todas las cosas edifican. Siga buscando cada uno, no su propia ventaja, sino la de la otra persona.” Mediante el así ‘llevar las cargas mutuamente cumplimos la ley del Cristo,’ edificándonos unos a otros.—Rom. 14:19, 20; 1 Cor. 8:1; 10:23, 24; Gál. 6:2, NM.
13. ¿Cómo pueden usarse los recursos materiales para la edificación?
13 También podemos edificar a nuestros hermanos mostrando amor por medios materiales, ‘compartiendo con los santos según sus necesidades, siguiendo la senda de la hospitalidad.’ Como el amado apóstol Juan indica tan bien: “Cualquiera que tiene los recursos de este mundo para el sostén de la vida y contempla a su hermano pasando necesidad y sin embargo le cierra la puerta de sus tiernas compasiones, ¿de qué manera permanece el amor de Dios en él? Hijitos, amemos, no [sólo] de palabra ni con la lengua, sino en hecho y verdad.” Y dado que el sostener un Salón del Reino, como centro de dirección local de la sociedad del nuevo mundo, así como la actividad mundial de predicar las buenas nuevas en 162 países, acarrea gastos, el amor también edifica al impulsar a hacer contribuciones financieras, y así honramos a Jehová con nuestra hacienda.—Rom. 12:13; 1 Juan 3:17, 18, NM; Pro. 3:9.
14. También, ¿por medio de no hacer qué cosas edificará el amor?
14 Por razón de lo que no hace, el amor también edifica. El amor no destruye la unidad de la organización mediante competencia celosa: “El amor no es celoso, no se jacta, no se hincha.” Tampoco el amor pone en aprietos a otros ni los tienta a hacer el mal por comportamiento indecoroso, él “no se porta indecentemente.” Tampoco pierde la paciencia, no ‘pierde la chaveta.’ El amor “no se irrita.” Tampoco el amor se rebaja a mentir, no se deleita en las injusticias, “no se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad.” Sí, para edificar a otros no sólo tenemos que amar y hacer lo correcto sino aborrecer y evitar lo malo o incorrecto.—1 Cor. 13:4-6, NM.
EL AMOR EDIFICA AL “EXTRAÑO”
15. El amor al extraño hará que nos ocupemos ¿en qué actividades, a qué grado y bajo qué circunstancias?
15 Así como el amor edifica al grupo que compone la familia y a la sociedad del nuevo mundo también edifica al “extraño” de buena voluntad. El amor nos hace apreciar el hambre y sed de justicia que tiene el extraño y nos impele a hacer algo acerca de ello, a cazar y pescar con el fin de encontrarlo yendo regularmente de casa en casa y tomando nuestro lugar en las esquinas de las calles, ofreciendo el mensaje del Reino, y haciéndolo tanto en tiempo malo como en tiempo bueno. Nos hará predicar tanto en tiempo favorable o cuando las cosas marchan bien como cuando el trabajo está proscrito, ‘en tiempo desfavorable,’ y nos hará alerta a predicar incidentalmente siempre que se presente la oportunidad (no predicación “fuera de tiempo”), en la casa, en el lugar donde trabaja uno seglarmente, cuando anda de compras o de viaje. Y el amor nos hará perseverar, ‘desde la mañana hasta la noche,’ nunca desistiendo de hacer lo que es correcto.—2 Tim. 4:2, NM; Ecl. 11:6; 2 Tes. 3:13.
16. ¿Cuál es nuestra meta al predicar a otros?
16 Sin embargo, si queremos edificar al “extraño,” jamás debemos perder de vista nuestra meta. Aunque las horas y las colocaciones de literatura son importantes, éstas sólo son diferentes medios de lograr nuestra meta, la de ayudar al extraño a hacerse miembro de la sociedad del nuevo mundo, participar en la vindicación del nombre de Jehová y conseguir la vida en el nuevo mundo. Debemos tener un interés verdadero y sincero en estas personas, así como Jesús lo tuvo: “Al ver las muchedumbres sintió tierno afecto por ellas, porque estaban despellejadas y arrojadas acá y allá como ovejas sin pastor.” Puede que seamos muy eficaces en usar la “espada del espíritu” y en comprar el tiempo oportuno en época favorable y en tiempo dificultoso, pero a menos que, a semejanza de Jesús, tengamos ese tierno afecto por aquellos a quienes ministramos, y lo mostremos por nuestras palabras y hechos, los extraños de buena voluntad no recibirán edificación.—Mat. 9:36; 23:37; Juan 11:35, NM.
17. El amor hará que prediquemos ¿de qué manera?
17 El amor hará sincera, amigable y afectuosa nuestra presentación en las puertas y en las revisitas. Si no encontramos al extraño de buena voluntad en casa la primera o segunda vez que tratamos de visitarlo, entonces el amor nos hará tratar una tercera y hasta una cuarta vez. Recuerde, el amor no se desalienta, persevera. Si nos interesamos amorosamente en el extraño habrá más probabilidad de que comencemos un estudio bíblico de casa con él.
18. ¿A qué se debe la gran diferencia entre el número de personas con quienes se condujeron estudios bíblicos de casa y el número de personas que se bautizó durante 1955?
18 De modo que estamos conduciendo regularmente un estudio bíblico con el extraño de buena voluntad. ¿Significa eso que estamos seguros de alcanzar nuestra meta con él? ¡Absolutamente no! El Anuario de 1956 (en inglés) de la Sociedad muestra que cada mes durante el año de servicio de 1955 se condujeron 337,456 estudios bíblicos de casa. Sin embargo, sólo una quinta parte de ese número simbolizó su dedicación por medio de inmersión. Dado que no conducimos estos estudios por un promedio de cinco años, se desprende que muchos de estos estudios fueron descontinuados. ¿Por qué? La ilustración que Jesús usó del sembrador y su semilla nos lo dice: Algunos “pájaros” o agentes de Satanás arrancaron algo de la semilla; las espinas de este mundo, sus ansiedades y placeres y riquezas engañosos, ahogaron más de ella; y el calor ardiente de la persecución hizo el resto. Para contrarrestar estos factores destructivos tenemos que continuar manifestando un interés genuino en el bienestar del “extraño,” tenemos que perseverar en mostrar amor.—Luc. 8:4-15.
EL AMOR PERSEVERANTE EDIFICA
19, 20. (a) El amor nos incitará a conducir nuestros estudios bíblicos ¿de qué manera edificante? (b) ¿Cómo ilustra lo susodicho la experiencia de Pablo con los tesalonicenses?
19 Por lo tanto, al conducir nuestros estudios bíblicos de casa jamás lleguemos a ser rutineros, haciendo del estudio un asunto mecánico, de modo que ni siquiera notemos si el extraño está obteniendo el sentido de lo que se estudia o no. A menos que la persona realmente entienda o perciba el sentido de ello no puede recibir edificación. Recuerde, en la ilustración del sembrador los que produjeron fruto ante todo ‘percibieron el sentido’ del asunto. Y así como la semilla necesita que sol y lluvia vengan con regularidad, así seamos nosotros regulares, puntuales y confiables, poniendo el ejemplo correcto. El hacer las cosas a la ventura no manifiesta mucho amor; no cultivará apreciación en el extraño de buena voluntad. No podemos escaparnos de ello: tenemos que mostrar amor al extraño, tenemos que llegar a ser para él “como escondedero contra el viento, y como abrigo contra la tempestad; como corrientes de aguas en un lugar de sequía, y como la sombra de una peña grande en tierra de cansancio,” si él ha de cobrar suficiente fuerza para hacer frente a la oposición religiosa, para desestimar las tentaciones del mundo y para persistir bajo la tensión que le sobrevendrá por razón de asociarse con la sociedad del nuevo mundo.—Mat. 13:19-23, NM; Isa. 32:1, 2.
20 El apóstol Pablo manifestó este amor a las personas a quienes él había llevado la verdad. Él las recordaba en sus oraciones y cuando no podía visitarlas les escribía cartas animadoras. (¿Menciona usted en sus oraciones a aquellos con quienes estudia?) Note, por ejemplo, cómo mostró amor a los que estaban interesados en la verdad en Tesalónica: “Nos hicimos afables en medio de ustedes, como cuando una madre que cría acaricia a sus propios hijos. Por eso, teniéndoles tierno afecto, mucho nos complacimos en impartirles, no sólo las buenas nuevas de Dios, sino también nuestras propias almas, porque ustedes llegaron a ser amados para nosotros.” Apenas habían aceptado la verdad estos tesalonicenses y se habían declarado de parte de ella cuando estalló persecución violenta y Pablo tuvo que dejarlos. Tanto se preocupó por el bienestar espiritual de ellos que cuando ya no pudo aguantar más envió a Timoteo (prescindiendo de cuán valiosa le era su ayuda a Pablo) para poder enterarse de cómo estaban progresando. Pablo se regocijó al saber que, habiéndolos edificado por medio del amor, como acaricia una madre al hijo que cría, y habiendo continuado ‘exhortándolos como un padre exhorta a sus hijos,’ pudieron permanecer tan firmes que su fe llegó a ser notable. ¡Allí está la clave! Para que los extraños de buena voluntad sean edificados a fin de que lleguen a ser ministros maduros de la sociedad del nuevo mundo, nosotros no sólo tenemos que alimentarlos con las verdades del Reino, sino que tenemos que impartirles también algo de nuestras propias almas, nuestro amor.—1 Tes. 2:7, 8, 11, NM.
21. De modo que el amor edifica ¿a quiénes? y ¿por qué?
21 Verdaderamente el amor edifica a los miembros del grupo de la familia teocrático, a los de la sociedad del nuevo mundo y a los extraños de buena voluntad. El amor edifica porque Dios es amor, porque el amor guarda los mandamientos de Dios, y porque todos necesitamos dar y recibir amor. El amor edifica porque el amor oye y ve las buenas cualidades de otros, ve sus necesidades y las oportunidades de proveer lo necesario para satisfacer esas necesidades; edifica porque hace cosas y da, altruísta y generosamente, y porque es benigno, afectuoso y tierno. Y el amor edifica porque no se desanima, sino que persevera, es de gran paciencia, soporta, espera y aguanta todas las cosas. Sí, el amor edifica porque “el amor nunca se acaba.”