El amor es costoso... ¡pero vale la pena!
EL MUNDO está lleno de buscadores de gangas. Entre éstos siempre hay muchos que desean conseguir algo por nada. Pero muy a menudo se llevan una desilusión. Esto aplica no solo a cosas materiales sino también a cosas intangibles, como el amor y el afecto.
El sentimiento fundamental de la mayoría de las canciones de “amor” de la actualidad es que éste es agradable y libre. Claro está, a lo que se refieren es al amor romántico o gratificación sexual. Se dice poco, o nada, del amor que cuesta algo o de si uno es merecedor de amor. Y así los jóvenes se precipitan al matrimonio. O empiezan a vivir juntos sin el beneficio del matrimonio... “amor libre,” lo llaman algunos. Pero tarde o temprano una gran cantidad de ellos se separan o se divorcian. ¿Por qué? Porque no fueron prácticos, no fueron lo suficientemente maduros para estar dispuestos a pagar lo que cuesta el amor.
El amor duradero, ya sea amor romántico, amor a la familia o amigos de uno, o amor basado en un sentido del deber y un amor de justicia, invariablemente cuesta algo... pero vale la pena.
Varias clases de amor
Los griegos tenían una palabra especial para cada diferente clase de amor. Es interesante que los escritores bíblicos no emplearon eros, la palabra que designa el tipo de amor romántico que se basa en la atracción sexual. Sin embargo, sí emplearon storgé cuando se referían a la clase de amor que existe entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas. También emplearon filía con referencia a un tipo de amor de amistad que existe entre personas que tienen mucho en común, en cuanto a cultura o ideales. Pero muy frecuentemente usan una palabra que los escritores griegos antiguos raramente emplearon, agape, refiriéndose al amor basado en principios, un amor que puede ser una expresión ejemplar de altruismo.
Aun del amor de la clase romántica se puede decir que es cierto que es costoso pero vale la pena... es decir, si se mantiene dentro de los límites establecidos por el Creador. La Biblia misma muestra esto. En un relato de Génesis, el primer libro de la Biblia, se halla un ejemplo. Nos cuenta del amor que Jacob tuvo por Raquel. Sirvió durante siete años para poder hacerla su esposa. ¿Parece esto un precio muy alto para pagarlo? Sin embargo, dice el relato: “A sus ojos resultaron como unos cuantos días debido al amor que le tenía.” Sintió que valía la pena. Y ella y sus hijos José y Benjamín llegaron a estar muy allegados a su corazón.—Gén. 29:20; 37:3; 44:18-34.
La clase de amor que existe entre padres e hijos, así como entre hermanos y hermanas también cuesta algo. Esas relaciones tienen que ser alimentadas para tener buen éxito o prosperar. Hay que cumplir con las obligaciones. Pero el hacerlo así vale la pena. Piense tan solo en la satisfacción que tenemos al hacer algo por una persona a quien amamos, también cuánto significa tener a alguien que realmente nos quiere. La soledad es la porción de muchos en el mundo porque, tal como lo ven, nadie los quiere realmente.
También hay que pagar un precio para tener el amor de los amigos. La amistad entre personas maduras requiere, entre otras cosas, consideración, cuidado, buenos modales, buen tacto e interés genuino por el bienestar de la otra persona. Cuando la amistad vacila es porque una persona o la otra ha tratado de tomar demasiado sin dar lo suficiente. Un excelente ejemplo bíblico de verdadera amistad es el que existió entre David y Jonatán. Jonatán amaba a David “como a su propia alma,” y David dijo que el amor de Jonatán ‘excedía el amor de las mujeres.’ Su relación fue ricamente recompensada, pero les costó algo. Entre otras cosas, Jonatán arriesgó su vida por David. (1 Sam. 18:1; 20:30-34; 2 Sam. 1:26) ¿Significan tanto sus amigos para usted?
Amor basado en principios
Sobre todo es cierto del amor agape, el amor basado en principios, que aunque es costoso vale la pena. Jehová mismo nos da el más grande ejemplo de esto. De Él leemos que “tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16) ¿Le costó algo eso a Jehová... ver a su Hijo sufrir resistencia, ser calumniado y morir una muerte dolorosa en un madero de tormento? Sí, le costó, pues aunque es omnipotente, Jehová Dios tiene sentimientos. Le fue angustioso ver la angustia de su pueblo escogido Israel. ¡Cuánto se debe haber adentrado en los sufrimientos de su Hijo unigénito!—Isa. 63:9; Mat. 27:1-50.
Pero todo ello valió la pena. Tal como puede verse de los Job capítulos 1 y 2 del libro de Job, el Diablo había dicho en desafío que podía apartar de Dios a todas sus criaturas. De este modo cuando Jesús vino a la Tierra, Satanás se esmeró hasta el límite en la maldad por apartar al Hijo de Dios del proceder de integridad. Pero el Diablo fracasó. Jehová Dios resultó fiel y merecedor de devoción exclusiva y Satanás resultó un mentiroso. Y por consiguiente, puesto que Dios estaba dispuesto a pagar por lo que el amor le costó, su propósito original con respecto a la Tierra y al hombre todavía se realizará: hacer de la Tierra un paraíso lleno de criaturas perfectas, todas unidas en la adoración del Dios verdadero.
Jesucristo también pagó el costo del amor y halló que bien valía la pena pagarlo. Jesús descendió de una posición muy exaltada en los cielos para morar en la Tierra bajo condiciones imperfectas y entre personas egoístas, todo por amor. Soportó toda forma de abuso de parte de sus enemigos y los egoísmos mezquinos de sus propios discípulos. ¡No solo dijo él que nadie tiene mayor amor que el que alguien entregue su alma a favor de sus amigos, sino que él hasta la entregó por sus enemigos!—Juan 15:13; Fili. 2:5-8.
¿Valió la pena? ¡Absolutamente! Jesús le dio a su Padre una resonante respuesta a los desafíos del Diablo. (Pro. 27:11) Obtuvo para sí mismo la dignidad real en el reino mesiánico y una “novia” compuesta de 144.000 coherederos que participarán con él en la obra de traer a la humanidad a la perfección y hacer de toda la Tierra un paraíso. Además, debido a que Jesús estaba dispuesto a pagar el costo, Jehová le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre aparte del de Dios mismo.—Fili. 2:9-11; Rev. 14:1-3.
El costo del discipulado cristiano
Los verdaderos cristianos imitan al Hijo de Dios en el amor que manifiestan. Representativo de ello es el precio que muchos están dispuestos a pagar para poder dedicarse a Jehová Dios y bautizarse. Por ejemplo, hubo una señora argentina que fue abandonada por su marido después de quince años de matrimonio porque ella decidió, después de estudiar la Biblia, adorar a Jehová Dios y servir los intereses de Su reino. Él se fue, no ella; pero ella no abandonó su fe para impedirlo. Una relación aprobada con Dios bien valía lo que pudiera costar. Se bautizó en el mes de enero de 1974 en la Asamblea “Victoria Divina” de los Testigos de Jehová.
Para otros, el amor a Dios ha requerido que limpien su vida. (1 Cor. 6:9-11) Han abandonado los hábitos de abuso de drogas, el uso del tabaco, así como el juego, el alcoholismo y las prácticas comerciales faltas de honradez. Típico de esto último es el mecánico de automóviles de Nueva York que fue despedido de un trabajo tras otro porque no estaba dispuesto a ser parte de las prácticas faltas de honradez de ciertos talleres de reparación de automóviles. El amor a Dios y sus justos caminos cuesta algo, pero él estaba firmemente convencido de que bien valía la pena.
El ser un discípulo incluye aprender. Eso requiere estudio. Uno de los modos que tienen los cristianos para expresar su amor por Jehová Dios es aplicándose a aprender acerca de su personalidad, su voluntad y sus propósitos. Cuesta algo efectuar un estudio personal de la Biblia. Cuesta tiempo y esfuerzo, lo cual significa que hay que tomar éstos de otras actividades que pudieran ser más agradables a las inclinaciones carnales de uno. Pero cuando pagamos el costo, ¿no somos ricamente recompensados por el aumento del entendimiento, la fe y la esperanza? Sí, y también el gozo, pues esa clase de estudio hace que uno se sienta como el salmista: “Ando alborozado a causa de tu dicho tal como uno hace al hallar mucho despojo.”—Sal. 119:162.
Y lo mismo es cierto cuando nos asociamos con compañeros cristianos. A veces se requiere verdadero esfuerzo, porque estamos cansados después de un día de trabajo, o quizás tengamos un dolor de cabeza, o un ligero resfriado, o el tiempo quizás sea malo, o quizás haya otras cosas que parecen necesitar atención urgente. Pero cuando se paga el precio, somos ricamente recompensados, y cuanto mayor el esfuerzo que desplegamos para asociarnos con compañeros cristianos mayores son las bendiciones.—Rom. 1:11, 12.
Expresando amor por medio de la testificación cristiana
Los testigos cristianos de Jehová también aplican este principio al compartir con otros las buenas nuevas del reino de Dios. Vez tras vez quizás pasen una hora o dos o aun más al ir de casa en casa y solo hallan algunos pocos en casa y a nadie con oídos dispuestos a escuchar. Pero el hecho de que puedan encontrarse solamente con oposición o indiferencia no los hace sentirse frustrados. ¿Por qué no? Porque no ha sido en vano, por ser una obra de amor.—1 Cor. 15:58.
Entre otras cosas, un cristiano nunca sabe cuánto bien pueden haber hecho unas pocas palabras para lograr que un amo de casa comience a pensar acerca de Dios y su reino. Además, puesto que los cristianos tienen la obligación de advertir a los inicuos, al predicarles así, aunque no puedan verse los resultados, el individuo se libra de la culpabilidad de sangre. Y, si no sucede nada más, su fe y esperanza han sido fortalecidas por sus esfuerzos. Se hace espiritualmente fuerte cuando soporta oposición y persevera a pesar de la indiferencia. Sí, una persona sencillamente no puede obrar en armonía con sus convicciones, su fe y esperanza sin fortalecerlas de manera significativa.—2 Ped. 1:5-8.
Pero esa es solamente la parte menor de la recompensa que se recibe por expresar amor. La porción mayor es la recompensa que Jehová Dios les da a todos los que le sirven altruistamente, porque él ‘no es injusto para olvidar nuestra obra y el amor que mostramos para con su nombre.’ (Heb. 6:10) A los que le sirven fielmente les promete vida eterna en el justo nuevo orden.
Siendo perdonador
Que el amor es costoso pero vale la pena también se puede demostrar en las relaciones entre los miembros de una familia o congregación. Cuesta algo escuchar la amonestación inspirada: “Háganse bondadosos los unos con los otros, tiernamente compasivos, libremente perdonándose unos a otros así como Dios también por Cristo libremente los perdonó a ustedes.” (Efe. 4:32) Se requiere paciencia, implica un esfuerzo en los nervios el tolerar a otros que puedan fastidiarnos, y ser perdonador con los que nos han ofendido; ello puede significar tragarse su propio orgullo y manifestar humildad. Hasta puede implicar una pérdida material.—1 Cor. 6:1-8.
¿Vale la pena? El valor de la concordia y la paz en nuestra familia o en la congregación cristiana vale todo lo que pueda costar en incomodidades personales. Además, el que seamos perdonadores también nos asegura la compasión de Dios, como Jesús puso en claro. (Mat. 6:14, 15) Nos hace ser más amorosos y amables. Y puede resultar en una amistad agradecida, porque la Biblia dice: “El que encubre la transgresión está buscando amor.”—Pro. 17:9.
Se informa que fue Jesús quien dijo: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.” (Hech. 20:35) Cuando una persona está ‘dando,’ está mostrando amor. Cierto, eso cuesta algo. Pero, en todos los aspectos de la vida, en toda actividad y en toda relación humana, aunque el amor es costoso, ¡vale la pena!