¿Considera usted a los demás?
LA CONSIDERACIÓN es la atención cuidadosa o benévola para las opiniones y acciones de otros. Esto es lo que estamos expresando cuando hablamos en voz baja en los pasillos o cuando disminuimos el volumen a nuestros radios por la noche o cuando escribimos una nota de gracias o una carta de condolencia. En realidad, estamos siendo considerados cada vez que decimos “¿Me permite?” o “Gracias” o “Por favor” o “Lo siento.” La verdad es que es tan sencillo ser considerado que muchos de nosotros expresamos consideración centenares de veces cada día sin siquiera estar conscientes de que lo estamos haciendo. No obstante, la consideración es tan esencial y básica que sin ella la vida no sería de valor alguno. El diariamente estar tratando con otros nos dejarían despellejados si no fuera porque otros nos muestran alguna consideración.
Quizás la mejor manera de probarse usted mismo para discernir si considera o no a los demás es examinar su actitud para con otras personas y la manera en que las trata, especialmente las personas que le sirven o trabajan para usted. En su artículo “Libro moderno de buenos modales” el autor Francisco Benton hace una declaración interesante. Él dice: “Un viejo axioma declara que debemos ser más corteses, más considerados, más cuidadosos en todas nuestras relaciones con los que se emplean para darnos servicio que en nuestras relaciones con cualquiera otra persona. Esto por supuesto aplica a la manera en que uno trata a su sirvienta, a la vendedora que lo atiende, a la mesera que lo atiende en el mostrador del café, a su peinador, al mandadero. Esto también aplica a la manera en que cada una de esas personas trata a las personas que le sirven. Cualquier rudeza a uno de tales empleados es inexcusable porque el empleado podría poner en peligro su subsistencia si le contestara a uno en la misma forma. Es imposible observar a un hombre discutir impertinentemente con su mesero o a una mujer fustigar con la lengua a un vendedor sin poner en tela de juicio el entero código de conducta y propiedad de la persona.”
Otros que nos sirven y que merecen más que nuestra consideración acostumbrada son los maestros, conferenciantes y ministros de Dios. Los que tienen el hábito de llegar tarde a las clases o a las reuniones, los que garrapatean o las personas que se permiten dormir profundamente o dormitar durante los discursos o servicios religiosos generalmente muestran falta de consideración. También, aquellos que vagan por los corredores durante sesiones de asambleas, cuando deberían estar sentados escuchando, muestran esta misma falta de consideración tanto para el conferenciante como para lo que se dice.
Otra expresión de nuestra consideración básica es la manera en que actuamos en el hogar. Hay personas que usan sus mejores modales para con los extraños, pero pasan por alto a sus más allegados y amados del círculo de la familia. Muchas de esas personas se sacuden los zapatos antes de entrar en la casa de su vecino, pero nunca hacen lo mismo cuando entran en su propia casa. Tienen los mejores modales a la mesa cuando no están en casa pero los descartan cuando están en casa. Ellos no pensarían en dejar un baño desordenado en la casa de un amigo, pero en el hogar son desaseados. Obligan a otros a hacer la limpieza después. Piense en el cambio que se haría en casa si ellos fueran constantes e imparciales en su consideración. La casa estaría más nítida y las relaciones serían mucho más amistosas. Cada uno estaría vigilando por los intereses de la otra persona. Así debería ser, de acuerdo con la Biblia. Pablo, el apóstol, escribe: “Siga buscando cada uno, no su propio provecho, sino el de la otra persona.” De nuevo él aconseja: Siga “vigilando, no con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás,” porque el amor “no busca sus propios intereses.” Si se muestra tal interés en casa, entonces a la mesa uno no esperaría que el otro pidiera que se le pase el alimento, sino que observaríamos lo que necesitaran los demás. El anfitrión preguntaría antes de servir, apreciando que no todos tienen los mismos hábitos en el comer. Así la consideración contribuye a una vida más feliz, más plena.—1 Cor. 10:24; Fili. 2:4; 1 Cor. 13:5.
Todavía otras expresiones de nuestra consideración básica se pueden ver en la manera en que nos conducimos en público. El hacer una exhibición de uno mismo no es considerar a los demás. El hablar en voz alta en un ascensor atestado o el monopolizar una conversación no solo es inconsiderado sino grosero. El fumar en vehículos públicos o donde los demás no pueden huir de uno es muy descortés e inconsiderado. El toser en la cara de otras personas cuando uno está resfriado no habla muy favorablemente de uno y de su respeto a otras personas. Hay otras cosas que uno podría hacer inconscientemente por costumbre, tales como el peinarse o el limpiarse las uñas a la mesa o el quitarse la dentadura postiza en público. Pero, con respecto a los hábitos personales, recuerde, no es considerado hacer en público algo que pudiera molestar, poner en aprieto, disgustar o incomodar a otros.
Las personas consideradas no atestan la acera por medio de caminar tres o cuatro a la vez de modo que otros no pueden pasar fácilmente o por medio de sostener una conversación precisamente en medio de la acera. Ellas se hacen a un lado si encuentran a un amigo a quien quieren hablar. La consideración para otros sugiere que uno no se pare o se siente en frente de una entrada para obligar a otros a saltar sobre uno o a empujarlo a un lado para entrar.
Un buen consejo para todos es considerar el deseo de otras personas de tener soledad. Las Escrituras declaran: “Haz cosa rara tu pie en la casa de tu semejante, para que no tenga lo bastante de ti y ciertamente te odie.” No destruya su buen recibimiento haciendo visitas demasiado frecuentes a la casa de su prójimo, es el consejo del proverbio.—Pro. 25:17.
Tenga presente que el considerar a los demás es en realidad amor en acción, nuestra demostración de amor al prójimo. Siendo éste el caso, deberíamos buscar maneras de expresar esta cualidad. Podemos mostrar consideración a todos los hombres por medio de ser prudentes en nuestra habla y considerados en nuestras acciones, haciendo así la vida más feliz a todos los implicados.