Hay un futuro para los muertos
¿Puede usted estar seguro de que amados que han muerto volverán a vivir? ¿Qué futuro tendrán?
ERA el 11 de septiembre de 1965; era una ocasión de extremado dolor para un muchachito y su hermano y hermana adolescentes. Pero, realmente, la ocasión no era insólita ni la escena poco común. Millones de personas desde entonces se han reunido en funerales, y han visto a amados muertos. Quizás usted, también, conozca la sensación de vacío que se tiene al perder en la muerte a una persona a quien se ama. ¡Cuán deprimido y completamente inútil se puede sentir uno! Así exactamente se sentían estos tres jovencitos al mirar a su querida mamá que yacía inmóvil en una funeraria de la ciudad de Nueva York.
En tales ocasiones, uno se interesa mucho en cuanto al futuro de los muertos. ¿Verdaderamente hay esperanza para ellos? ¿Puede el Dios Todopoderoso realmente levantar de nuevo a la vida a amados que han muerto? ¿Realmente podrá uno disfrutar de la compañía de ellos, y disfrutar de gozosas ocasiones con ellos otra vez? Antes de morir la madre les había enseñado a sus hijos a creer que esto era posible. Ahora fue consolador oír al ministro ofrecer prueba segura de la Biblia tocante a que los amados que han muerto disfrutarán de un futuro feliz. ¡Cómo fortaleció la fe esto!
UNA PROMESA CONFIABLE
El ministro señaló la promesa que hizo el obrador de milagros Jesucristo, que electrizó la región de Galilea con sus hechos asombrosos en el primer siglo de nuestra era común. Durante una breve visita a Jerusalén en Judea para celebrar la Pascua en la primavera de 31 E.C., Jesús le había dicho a un auditorio judío: “Porque así como el Padre levanta a los muertos y los vivifica, así el Hijo también vivifica a los que él quiere. No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán.” ¡Qué maravillosa promesa!—Juan 5:21, 28, 29.
La idea de la resurrección no era nueva para los judíos congregados. De hecho, los que pertenecían a la secta popular de los fariseos declaraban públicamente la resurrección de los muertos. (Hech. 23:8) Estos evidentemente creían que el Padre, Jehová Dios, podía levantar a los muertos y, en tiempos pasados, había usado a sus profetas Elías y Eliseo para hacerlo. (1 Rey. 17:17-24; 2 Rey. 4:32-37) Sin embargo, no creían que Jesús tenía este poder. ¿Hay base sólida, entonces, para que hoy nosotros tengamos fe en la promesa de Jesús de sacar a los que están en sus tumbas conmemorativas?
Aunque hasta esta ocasión Jesús evidentemente no había resucitado a nadie, poco después ofreció asombrosas vistas por anticipado de lo que él efectuará al debido tiempo de su Padre. Después de regresar a Galilea, Jesús y sus seguidores viajaron hasta la aldehuela de Naín, situada en la llanura fértil de Esdrelón a unos cuantos kilómetros al sudoeste del mar de Galilea.
Al acercarse al poblado, Jesús y su grupo encontraron una escena conmovedora. Venía de la aldea hacia ellos una procesión funeral. Una viuda había perdido a su único hijo. El desconsuelo extremado de la mujer llenó de compasión a Jesús. Pero, ¿qué podía hacer él?
Después de mandar a la mujer que dejara de llorar, se acercó al féretro, y, dirigiéndose al cadáver, ordenó: “‘Joven, yo te digo: ¡Levántate!’ Y el muerto se incorporó y comenzó a hablar, y se lo dio a su madre.” ¡Qué asombroso hecho! ¡Aquí Jesús demostró su poder sobre la muerte! La noticia de este hecho maravilloso se esparció por todas partes.—Luc. 7:11-18.
Más tarde ese mismo año, mientras Jesús efectuaba su ministerio alrededor de la orilla noroeste del mar de Galilea, Jairo, un presidente de la sinagoga, lo instó a ir a su casa, donde su hija de doce años estaba muy enferma. Sin embargo, antes de que Jesús llegara la muchacha murió. No obstante, después de llegar a la casa, Jesús “la tomó de la mano y llamó, diciendo: ‘¡Muchacha, levántate!’ Y volvió su aliento, y se levantó al instante, y él ordenó que se le diese algo de comer. Pues bien, sus padres se quedaron fuera de sí.”—Luc. 8:40-56.
Aquí, por segunda vez, Jesús demostró que tenía poder para ‘vivificar a los que él quiere.’ En realidad, hay buena razón para que creamos en la promesa de Jesús de que él sacará a los muertos de las tumbas conmemorativas.
REFORZANDO SU PROMESA
Sin embargo, muchos del primer siglo rehusaron creer, así como hoy muchas personas no tienen fe en la promesa de la resurrección que hizo Jesús. Pero Jesús suministró aun mayor prueba de que estaba capacitado por Dios para cumplir su promesa.
Esto fue aproximadamente un año más tarde, no mucho tiempo antes de su propia muerte fuera de Jerusalén. Jesús evidentemente estaba efectuando su ministerio al otro lado del río Jordán, en Perea. Mientras estaba allí, se enteró de que allá en Betania su estimado amigo Lázaro, el hermano de María y Marta, estaba enfermo. Después de recibir el mensaje, se quedó donde estaba durante dos días, y entonces dijo a sus discípulos: “Vamos otra vez a Judea.” Para entonces Lázaro había muerto.
Cuando llegaron a las afueras de Betania, que era una aldehuela a unos tres kilómetros de Jerusalén, Lázaro “hacía ya cuatro días que estaba en la tumba conmemorativa.” Marta salió primero para recibirlo, y Jesús la consoló con la esperanza de la resurrección. Ella expresó fe, diciendo: “Yo sé que se levantará en la resurrección en el último día.” Entonces, cuando vino María, ésta cayó a sus pies y dijo llorando: “Señor, si tú hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.” Otros amigos, que habían seguido a María, también estaban llorando.
Jesús se conmovió por el despliegue de desconsuelo y gimió. Preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” Cuando le dijeron los parientes que lloraban: “Señor, ven y ve,” Jesús, también, cedió a las lágrimas. Fue algo triste aun para Jesús, que tiene facultades sobrehumanas, el pensar cómo la muerte podía robarle a la familia y a los amigos una persona a quien se amaba tanto.
Cuando llegaron a la tumba conmemorativa, que era una cueva con una piedra recostada a la entrada, Jesús mandó: “Quiten la piedra.” Sin embargo, Marta protestó: “Señor, ya debe heder, porque hace cuatro días que está muerto.” Pero cuando Jesús habló de ver “la gloria de Dios,” quitaron la piedra. Entonces Jesús oró a Dios, después de lo cual clamó con fuerte voz: “¡Lázaro, sal!” Dice el registro bíblico: “El hombre que había estado muerto salió con los pies y manos envueltos con envolturas, y su semblante estaba envuelto en un paño. Jesús les dijo: ‘Desátenlo y déjenlo ir.’”—Juan 11:1-44.
¡Ciertamente, Jesús puede levantar a los muertos! ¡Qué base sólida hay para tener confianza en su promesa de la resurrección! ¡Cuán fortalecedores de la fe son estos relatos bíblicos inspirados! Los tres jovencitos que estuvieron en el funeral de su madre en Nueva York fueron consolados con ellos. Absolutamente confían en que la verán otra vez, viva y sana.
AGUARDANDO LA RESURRECCIÓN
Ahora hay millares de millones de muertos que aguardan la “resurrección en el último día,” de la cual habló Marta. Pero, ¿cuál es su condición actual? ¿Están vivos en sufrimiento consciente, o disfrutando de gloria celestial? Bueno, ¿cuál fue la condición de Lázaro durante los cuatro días que estuvo muerto y en la tumba? Otros de la humanidad que han muerto se hallan en esa misma condición.
Por el registro bíblico usted notará que Lázaro no menciona el haber experimentado existencia consciente en otro lugar durante aquellos cuatro días. Ahora bien, piense: Si hubiera estado vivo en el cielo disfrutando de las muchas cosas maravillosas acerca de las cuales los humanos se interesan en saber, ciertamente habría dicho algo acerca de ellas, ¿no es verdad? Pero no, Lázaro no dijo absolutamente nada sobre el asunto. También, si él verdaderamente hubiera estado disfrutando de la gloria de la vida celestial, ¿no habría sido malicioso el que su amigo Jesús de repente lo sacara de allí, y lo trajera a la vida otra vez en la Tierra?
La razón por la que Lázaro no informó nada acerca de sus actividades durante aquellos cuatro días es que no sabía nada. Estaba inconsciente. Ninguna parte de él había sobrevivido y había estado viviendo en otro lugar. Realmente estuvo muerto, como explica la Biblia: “En cuanto a los muertos, ellos no están conscientes de nada en absoluto.” (Ecl. 9:5) La Palabra de Dios aclara que el hombre no tiene un alma inmortal que sigue viviendo después de la muerte. Dice, por ejemplo, que “el alma que esté pecando... ella misma morirá.”—Eze. 18:4; Isa. 53:12.
Los tres jovencitos entendieron esto. Sabían que su mamá no estaba viva en algún otro lugar, sino que estaba inconsciente, durmiendo en la muerte. Pero, ¿cómo regresarán los muertos? ¿Con qué cuerpo? ¿Dónde serán traídos de vuelta? ¿Cuándo?
LA PROMESA DE JESÚS SE CUMPLE
Jesús mismo fue levantado por Dios al tercer día después de su muerte. (Hech. 2:32; 10:40) Fue resucitado a la vida celestial como criatura espíritu. (1 Ped. 3:18) Así Jesús fue las “primicias” de los que experimentarían lo que se llama “la resurrección más temprana de entre los muertos,” o “la primera resurrección.” (1 Cor. 15:20-23; Fili. 3:11; Rev. 20:6) Esta es una resurrección a la vida espiritual para gobernar en gloria celestial con Jesucristo. (1 Cor. 15:43, 44) Sin embargo, la Biblia muestra que solo 144.000 personas participarán en esta “resurrección más temprana” a la vida celestial. (Rev. 14:1-3) ¿Qué hay, entonces, del resto de la humanidad muerta? ¿Cuándo y cómo será levantado?
“La resurrección en el último día,” de la cual habló Marta, es la resurrección general de millares de millones de humanos que serán sacados de sus tumbas a la vida terrestre. (Juan 11:24) Esta resurrección será “así de justos como de injustos.” Estos disfrutarán de la vida durante un glorioso Día del Reino de mil años. (Hech. 24:15; 17:31) Este milenio acontecerá después que el presente e inicuo sistema de cosas sea destruido en “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso,” que comúnmente se llama Armagedón, y después de atar y abismar a Satanás el Diablo. (Mat. 24:3; Rev. 16:14-16; 20:1-6) Entonces los muertos serán sacados a una Tierra limpia, restaurada a condiciones paradisíacas por el poder de Dios.—Luc. 23:43.
Estos resucitados recibirán cuerpos y mentes sanos, y tendrán plena oportunidad para aprender acerca de su magnífico Creador y crecerán a la perfección humana. Aunque no recibirán exactamente los mismos cuerpos, compuestos de idénticamente los mismos elementos que al tiempo de morir, no obstante serán las mismas personas. Jehová Dios producirá cada uno de los millones de rasgos y características del individuo, no solo los heredados, sino todos aquellos que son el resultado de un sinnúmero de influencias que afectaron al individuo durante su vida. Sí, Dios re-creará con exactitud infalible en un cuerpo la personalidad idéntica que amigos y parientes reconocerán como el amado que perdieron en la muerte.
¡Qué maravilloso! ¡Qué gloriosa ocasión cuando los amados se reúnan! ¡Felizmente, se cumplirá la promesa de Jesús! Sí, “todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio.”—Juan 5:28, 29.
Note de esto que la resurrección de algunas personas, debido a su conducta justa después de su resurrección, resultará en que sean declaradas dignas de la vida. Por otra parte, debido a que algunos no se amoldarán obedientemente a las leyes de Dios después de ser levantados, su resurrección resultará en juicio condenatorio y serán cortados eternamente. Un factor que afectará el derrotero que uno emprenda después de su resurrección es su modelo de vida previo. Jesús indicó esto cuando dijo que las cosas les serían más soportable en el Día de Juicio a algunos resucitados que a los galileos resucitados de Corazín, Betsaida y Capernaum, que obstinadamente lo rechazaron durante su ministerio terrestre.—Mat. 10:15; 11:20-24.
Hoy es especialmente vital el amoldarse a los principios justos de Dios, porque note lo que dice la Biblia que sucederá cuando Jesucristo se revele como ejecutor en la guerra del Armagedón de Dios: “Al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús. Estos mismos sufrirán . . . destrucción eterna.”—2 Tes. 1:7-9.
¡Sí, la humanidad se está enfrentando a una ejecución temprana de juicio divino! Los que sean destruidos con este sistema de cosas no volverán. Por eso, ¡dé los pasos necesarios ahora! Aprenda acerca de Dios, y obedezca las buenas nuevas acerca de Jesucristo. Entonces, es posible que usted tenga el placer indescriptible de darles la bienvenida a sus amados que vuelvan de entre los muertos.