Crisis nerviosa... ¿cura o prevención?
A PRINCIPIOS de 1972 se hizo público que el coronel Edwin Aldrin, hijo, el segundo hombre que puso pie en la Luna, había sido sometido a un tratamiento psiquiátrico. Parece que no había podido soportar la presión de la publicidad asociada con su vuelo de la Apolo 11. Dijo: “La verdad del asunto es que iba en camino de tener una buena y anticuada crisis de nervios norteamericana.” Algunas personas prefieren describir esta condición como “un agotamiento crónico nervioso.”
La función que cumplen los nervios en nuestro cuerpo se podría asemejar a la función que cumple el sistema eléctrico en un automóvil. Un auto quizás tenga todas sus piezas mecánicas en buen estado y sin embargo no puede moverse si algo anda mal en su sistema eléctrico. La situación es similar si nuestro sistema nervioso no funciona apropiadamente. Es por eso que los médicos distinguen entre la enfermedad orgánica, en la cual algo anda mal con algún órgano o parte del cuerpo, y la enfermedad funcional, en la cual un examen físico no revela nada malo en los órganos.
Y si nos imaginamos un auto impulsado eléctricamente y capaz de ser conducido por un robot tendríamos una ilustración todavía más apta... correspondiendo el robot con la mente, en cuanto al resto del sistema eléctrico del auto se podría asemejar al resto del sistema nervioso de nuestro cuerpo. Tal como ni el robot ni el auto podrían funcionar apropiadamente si la energía eléctrica estuviera escasa, de igual modo cuando hay agotamiento nervioso ni la mente ni el cuerpo pueden funcionar apropiadamente.
Sin embargo, no deberíamos simplificar en demasía el asunto. Un impulso nervioso no es tan sencillo como una simple corriente eléctrica. Además, mientras que los cables en un auto meramente sirven como conductores, en el cuerpo humano los mismos nervios envían el impulso nervioso, tal como una mecha de pólvora lleva una chispa por medio de alimentarla. Sí, un impulso nervioso retiene su fuerza prescindiendo de lo lejos que viaje, porque continuamente se regenera al avanzar.
Sus síntomas
Una crisis nerviosa puede presentar muchos síntomas diferentes. Entre éstos está la fatiga, no relacionada con ningún esfuerzo físico; un sentimiento de estar cansado que puede variar desde leve hasta tan severo que impide que uno haga ningún trabajo en absoluto. La intranquilidad, el insomnio y la indigestión nerviosa son otros síntomas comunes, tal como lo son la pérdida de apetito, los dolores de cabeza y el estreñimiento. Una crisis nerviosa también puede presentar irregularidad en los latidos y palpitaciones de corazón, períodos de mareos o visión borrosa, erupciones en la piel, transpiración excesiva, dolores musculares y sensaciones de cosquilleo en las manos y los pies. De hecho, una crisis nerviosa puede simular prácticamente a todas las enfermedades físicas.
Es muy probable que también se manifiesten síntomas mentales y emocionales. Quizás haya incapacidad para tomar decisiones o hallarse a gusto con la gente. Los casos extremos están señalados por llanto, ser embargado por el pánico o casi la histeria. Quizás haya temor o aprensión excesivo sin ninguna razón aparente, grave depresión mental, un deseo de morir y hasta tendencias suicidas. Los cristianos que han tenido crisis nerviosas han dicho a veces que tenían temores de haber cometido ‘el pecado imperdonable’ y de que ya no había más esperanza para ellos.
Puesto que todos nuestros procesos mentales, emocionales y físicos y nuestras actividades consumen energía nerviosa, es fácil de ver por qué una crisis nerviosa puede manifestarse de tantas maneras diferentes. ¡Pero que nadie llegue a la conclusión de que tiene una crisis nerviosa sencillamente porque quizás tenga algunos de estos síntomas!
Sus causas
Bien se ha dicho que una crisis nerviosa es un desorden que surge de actitudes en conflicto, que se deben a dificultades mentales y emocionales. Alguien dijo una vez: “Puede que el Señor quizás perdone nuestros pecados, pero el sistema nervioso jamás lo hará.” Con más exactitud, la Biblia dice: “Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará.”—Gál. 6:7.
Una causa muy común del agotamiento nervioso es tener demasiada sensibilidad, lo cual frecuentemente se hereda junto con la excitabilidad y un genio vivo. Esto causa que uno haga ‘una montaña de un grano de arena, que se hiera indebidamente por desaires reales o imaginarios, y que espere demasiado de otros. Estrechamente relacionado con esto está el ser excesivamente exigente, nunca satisfecho con los propios esfuerzos y logros. Todos estos estados emocionales exigen un precio en energía nerviosa y pueden conducir a una crisis nerviosa.
Una crisis nerviosa también puede ser acarreada por lo que se llama un trauma. Este puede ser debido a un grave accidente, la pérdida en la muerte de un familiar querido, un romance infeliz, la pérdida de un trabajo o reveses económicos. O puede ser acarreada por el ambiente. Un matrimonio infeliz, desfavorables condiciones de trabajo, demasiada presión o responsabilidad, ser víctima de la discriminación o la arbitrariedad, así como el problema de que el sueldo le alcance ha cobrado vez tras vez un alto precio en energía nerviosa.
Además, el no usar el espíritu de buen juicio puede producir una crisis nerviosa. Un hombre puede trabajar excesivamente, debido a la ambición, exceso de escrupulosidad o porque se deja abusar muy fácilmente. Quizás esté tenso casi todo el tiempo, sin poder relajarse. Esto desperdicia energía nerviosa, y la preocupación hace lo mismo. De hecho, el exceso de preocupación perjudica a mucha más gente que el exceso de trabajo. La indecisión y la inquietud están muy relacionadas con la preocupación.
Las causas de la crisis nerviosa también incluyen lo que la Biblia denomina las “obras de la carne.” (Gál. 5:19-21) Estas son cosas como la conducta relajada, el uso imprudente de drogas, el entregarse con demasiada liberalidad a las bebidas alcohólicas y las actitudes mentales dañinas como la rebelión, el llevar conflictos con otros, guardar resentimientos y odios. Sin embargo se ha observado con discernimiento que una cosa singular acerca de la naturaleza humana es que rara vez ve una relación entre su tormento emocional y su enfermedad, y parece no haber límite a los modos ingeniosos con los que la gente se las arregla para engañarse a sí misma en estos asuntos. Una vez más un texto bíblico viene al caso: “El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa y es desesperado.”—Jer. 17:9.
Remedios físicos
Hoy día más y más personas recurren a las drogas para procurarse alivio cuando sufren de los nervios o de una crisis nerviosa. Pero como lo señaló una autoridad, las drogas solo proporcionan un alivio temporal y no aumentan la sabiduría o la percepción, lo cual es importante para lograr la curación. Como bien lo señala el Dr. W. C. Álvarez, después de años de sobregirar desconsideradamente la cuenta de la salud, hay que devolver los préstamos, por decirlo así, y, como resultado, uno entra en una especie de “bancarrota nerviosa.” De modo que se deduce que la curación requiere tiempo. En particular es de la máxima importancia reconocer el hecho de que una curación requiere gobierno de uno mismo. Pero “la mayoría de las personas tratan de restablecerse con remedios o una operación más bien que por medio de hacer el esfuerzo de ejercer gobierno de uno mismo.”
En vista del hecho de que tantas cosas diferentes podrían ser la causa de una crisis nerviosa, uno debería, ante todo, buscar la causa o causas en particular, pues frecuentemente más de un factor entra en el cuadro. ¿Se originó por ser excesivamente sensible, por alguna desgracia o trauma? ¿Es el resultado de las condiciones del ambiente en el que uno vive? ¿O pudo haber sido una causa emocional tal como la frustración, preocupación, temores? Trate de hacer un inventario, usted solo, o con la ayuda de un amigo maduro, un ministro cristiano o el médico de la familia. Algunas veces con solo llegar a reconocer la causa basta para conseguir alivio.
Y aunque en algunos sitios quizás esté de moda consultar a un psiquíatra cuando uno tiene una crisis nerviosa, muchos han podido obtener ayuda verdadera de un médico que practica medicina física, o de un quiropráctico o de un osteópata. Bien pudiera ser que un masaje lo ayude, siempre que esté en las manos de un masajista hábil, alegre y comprensivo.
Por supuesto, si la causa es el estar tenso, no pudiendo relajarse, entonces uno sencillamente tiene que aprender a relajarse si quiere recobrarse. Haga el esfuerzo, practique el relajamiento, tomando tiempo para ello. Mientras está acostado en una cama o diván firme trate de relajar una parte del cuerpo a la vez: las manos y los antebrazos, luego los pies, las piernas, los músculos del cuello, y así sucesivamente. También preste atención a relajarse cuando está trabajando. Trate de adoptar un paso parejo, regular más bien que uno apresurado. Aprenda a ir más despacio. En vez de correr todo el tiempo, en cambio aprenda a controlarse y a caminar. Especialmente tome tiempo para practicar relajamiento antes de acostarse por la noche; le ayudará a dormirse más pronto y más profundamente. El escuchar música melódica, arrullante y alegre también puede ser muy provechoso para sus nervios. Si es posible, durante los fines de semana tómese pequeñas vacaciones. Si es un ama de casa, trate de pasar en cama las mañanas por uno o dos meses. Ponga la buena salud primero que ser una buena ama de casa hasta que se recupere.
Además, si ciertos hábitos malos le acarrearon una crisis nerviosa, se deben abandonar para poder efectuar la curación. Es necesario reemplazar los malos hábitos de comer por buenos; la afición a las drogas debe romperse y se debe ejercer moderación y gobierno de uno mismo con respecto al uso de las bebidas alcohólicas.
Ayuda mental, emocional y espiritual
Muy probablemente, el solo usar los medios físicos no bastará. También hay que prestar atención al aspecto mental, emocional, sí, y espiritual. En esto ciertamente es digno de notarse cuán útiles son los principios bíblicos. En Filipenses 4:8 se halla una buena receta para la higiene mental, donde se nos aconseja a seguir considerando todas las cosas que son verdaderas, amables, de buena reputación, virtuosas y dignas de alabanza. La Biblia nos dice que “un corazón que está gozoso hace bien como sanador.”—Pro. 17:22.
¿Es usted alguien que se preocupa constantemente? Pregúntese, ¿es el problema que me preocupa realmente mi problema? ¿Puedo hacer algo acerca de ello ahora? Si no, despídalo de su mente. Solo cargue con el problema del día; no se preocupe acerca del problema de mañana. Aquí otra vez tenemos un consejo excelente en las Escrituras: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo por oración y ruego junto con acción de gracias dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera todo pensamiento guardará sus corazones.” Y como dijo Jesús: “Nunca se inquieten acerca del día siguiente, . . . Suficiente para cada día es su propia maldad.”—Fili. 4:6, 7; Mat. 6:34.
Otra gran ayuda es aprender a adaptarse. ¿Está uno casado con una esposa de mal genio? Adáptese por medio de tener extremado tacto. O uno puede tratar de adaptarse por medio de lograr un cambio en ella. Lo mismo es cierto si uno tiene un esposo que es un alcohólico brutal. Uno puede o tratar de evitar las confrontaciones acerca de la situación, o puede tratar de cambiar el ambiente. Como lo dijo una persona ingeniosa: “O Señor, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar; el valor para cambiar las cosas que sí puedo cambiar; y la sabiduría para reconocer la diferencia.” Sí, según reza el dicho: “Lo que no se puede curar se debe aguantar.” ¿Qué lo ayudará a aguantar? El amor, porque la Biblia dice que el amor “todas las cosas las soporta.”—1 Cor. 13:4-8.
Uno también debe aprender a distinguir entre lo que es importante y lo que no lo es. Evite cuestiones innecesarias siendo, ‘en cuanto dependa de usted, pacífico con todos los hombres.’ (Rom. 12:18) Además, todas las “obras de la carne,” como la conducta relajada y los arrebatos de ira, deben evitarse.—Gál. 5:19-21.
La prevención es mejor que curación
“Un gramo de prevención vale un kilo de curación” es un refrán que también aplica aquí. Casi es innecesario decir que la mayor parte de las cosas que ayudan a curar una crisis nerviosa si se hubieran practicado, la hubieran evitado en primer lugar. Así es que se nos dice que la lección más importante que uno debe aprender para la salud de los nervios es la de la cooperación. Ciertamente habrá cooperación si seguimos la amonestación de ‘hacer a otros lo que nos gustaría que otros nos hicieran a nosotros.’—Luc. 6:31.
Otra gran ayuda para evitar una crisis nerviosa es el contentamiento, una cualidad que la Biblia nos recomienda repetidamente. También es de mucho provecho su advertencia en contra de la codicia del dinero y el deseo de ser rico, porque estas cosas no solo pueden resultar en una pérdida espiritual sino también en ser ‘acribillados con muchos dolores,’ incluso con una crisis nerviosa.—1 Tim. 6:6-10.
Aunque la sabiduría práctica nos puede ayudar mucho a evitar o prevenir una crisis nerviosa, aun más lo hará el amor altruista. El principio bíblico de que “el amor edifica” aplica en cada manera, mental, física, emocional así como espiritualmente. (1 Cor. 8:1) Puesto que, como se demostró, las “obras de la carne” pueden acarrear una crisis nerviosa, se desprende que el cultivar exactamente lo contrario, los frutos del espíritu, también lo puede ayudar a uno a evitarla. ¿Y cuáles son éstos? “Amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo.” Más que ninguna otra cosa, el aplicar los principios bíblicos en la vida de uno ayuda a curar o prevenir una crisis nerviosa.—Gál. 5:22, 23.