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¿Hasta qué punto es Dios una realidad para usted?La Atalaya 1981 | 1 de julio
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necesidades en cuanto al recreo, lo mental y lo espiritual. Por eso, el hijo tiene razones prácticas para obedecer a su padre, además de una obligación moral de hacerlo y de preocuparse por no desagradarle. El hijo sabio ejerce cuidado para no incurrir en el desagrado de su padre, y, cuanto más aprecia todo lo que su padre está haciendo por él, tanto más tiene un verdadero deseo de agradar a su padre.
Pues bien, así deberían comportarse todos los que se dirigen a Dios con las palabras: “Padre nuestro que estás en los cielos.” (Mat. 6:9) Toda cosa buena viene de él. (Sant. 1:17) Un incidente en la vida de José, hijo del patriarca Jacob, muestra que el que Dios verdaderamente sea una realidad para nosotros nos infunde un temor sano de desagradarle. Mientras José estaba sirviendo en la casa de Potifar, un funcionario de la corte egipcia, la esposa de Potifar trató de seducir al hermoso joven José. ¿Qué ayudó a José a resistir esta gran tentación? El que Dios fuera una realidad para él, como lo muestran las palabras de José a la esposa de Potifar: “¿Cómo podría yo cometer esta gran maldad y realmente pecar contra Dios?” No hay lugar a duda; Dios era una realidad vívida para José. El que Dios verdaderamente sea una realidad para nosotros nos ayudará a nosotros también a resistir con buen éxito las tentaciones.—Gén. 39:9.
Volvamos a nuestra ilustración: Supongamos que el padre tenga que viajar y permanecer lejos de su familia periódicamente por razones de negocio. Claro, él todavía estaría proveyendo el sostén para su familia y sin duda estaría escribiéndoles cartas, incluso a su hijo. Este leería las cartas con entusiasmo, pues éstas servirían para asegurarle que su padre sigue pensando en él. No obstante, debido a que su padre está lejos de la casa, el hijo podría tender a descuidarse en cuanto a no incurrir en el desagrado de su padre. Pero aquellas cartas seguirían recordándole su obligación para con su padre, ¿no es verdad?
En el caso de los cristianos hoy en día podría decirse que, en cierto sentido, nuestro Padre también está lejos, en los cielos de los cielos. Pero, conforme a su promesa, él nos provee todas las cosas que necesitamos, y nos ha enviado cartas en forma de los 66 libros de la Biblia. Si realmente amamos a nuestro Padre que está en los cielos y apreciamos todo lo que ha hecho, está haciendo y hará por nosotros, tendremos sumo aprecio por esas cartas inspiradas. Las leeremos a menudo y con interés sincero. Es más, ¿no deberían estas cartas inspiradas servirnos también de ayuda para que vigilemos nuestra conducta, y no hagamos nada que tal vez resulte en que Dios se enoje con nosotros? ¡Ciertamente que sí!
Es de notar que hay muchas más maneras de mostrar hasta qué punto Dios es una realidad para nosotros, entre ellas el hablar con él frecuentemente por medio de la oración y el hablar a otros acerca de las maravillosas cualidades de él. Así podemos hacer que Dios verdaderamente sea una realidad para otras personas a la misma vez que él se hace una realidad más y más perceptible para nosotros.
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El escitaLa Atalaya 1981 | 1 de julio
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El escita
CUÁNDO estaba enfatizando que las diferencias carnales no afectan la posición del cristiano como miembro del cuerpo de Cristo, el apóstol Pablo escribió: “No hay ni griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, extranjero, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todas las cosas y en todos.” (Col. 3:11) Es digno de atención el que incluyera a los escitas, puesto que éstos eran un feroz pueblo nómada y se les consideraba entre los peores bárbaros. Sin embargo, mediante el poder que ejerce el espíritu santo de Dios, hasta ellos pudieron vestirse de una personalidad semejante a la de Cristo, y desechar su manera de ser anterior. (Col. 3:9, 10) ¡Qué poderoso es el espíritu de Dios!
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