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La humildad... una cualidad sumamente deseableLa Atalaya 1977 | 1 de diciembre
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cría acaricia a sus propios hijos. Así, teniéndoles tierno cariño, tuvimos mucho gusto en impartirles, no solo las buenas nuevas de Dios, sino también nuestras propias almas, porque ustedes llegaron a sernos amados.” (1 Tes. 2:6-8) Tal humildad al estar uno anuente a servir sin ningún deseo de “gloria” y ese dar del tiempo y las energías de uno, en expresión de amor abnegado, llegan al corazón de otros y hacen que uno sea un excelente instrumento en las manos de Jehová, para la bendición de sus congéneres.
Además de ayudarnos a reflejar el espíritu del que sirve a otros, la humildad también acrecienta el aprecio a los compañeros de creencia. El apóstol Pablo aconsejó a los filipenses que ‘no hicieran nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino considerando con humildad de mente que los demás son superiores a usted.’ (Fili. 2:3) La persona que sigue este consejo puede ver en otros cualidades excelentes, cualidades que en ciertos respectos pueden ser superiores a las suyas. Su evaluación modesta de sí le impide apresurarse a insistir en su modo de ver las cosas o tratar de pasar por encima de las recomendaciones de otros. Comprende que puede haber varias maneras de manejar un asunto y que su juicio no necesariamente tiene que ser el mejor. Por lo tanto, está dispuesto a considerar los sentimientos y el punto de vista de otros. Ejerce cuidado para no aceptar toda la honra por haber hecho algo en lo cual otros han participado. Su humildad hace que sea un asociado deseable.
La humildad ciertamente es vital para conservar una buena relación con Dios y con nuestros congéneres. Por lo tanto es una cualidad que todos nosotros como siervos dedicados de Jehová querremos cultivar a mayor grado.
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Asambleas Internacionales “Fe Victoriosa”La Atalaya 1977 | 1 de diciembre
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Asambleas Internacionales “Fe Victoriosa”
DESPUÉS de más de 60 años de fiel servicio, el apóstol Juan pudo escribir: “Lo que nos hace alcanzar victoria sobre el mundo es nuestra fe.” (1 Juan 5:4, Sagrada Biblia, Editorial Herder) Hoy nos encontramos más de 60 años dentro de la “conclusión del sistema de cosas,” y nos regocijamos de que todavía estén con nosotros algunas personas de la generación de 1914 que, como el apóstol Juan, son ejemplos vivientes de perseverancia en fidelidad. (Mat. 24:3, 34) Además, por toda la Tierra ahora hay otros siervos de Dios, más de dos millones de ellos, que están desplegando “la cualidad probada de su fe” mientras ansiosamente esperan que Jesús se revele en la “grande tribulación.”—1 Ped. 1:7; 2 Tes. 1:6-8; Rev. 7:9, 14.
Las Asambleas Internacionales “Fe Victoriosa” de los Testigos de Jehová, que comenzarán a fines de la primavera de 1978, suministrarán a todo el mundo un testimonio de que hay un pueblo que está desplegando fe invencible durante estos turbulentos “últimos días.” (2 Tim. 3:1) Puede ser que algunos hayan preguntado: ¿Qué propósito tienen estas asambleas tan grandes? ¿Por qué se les necesita? ¿Vale la pena la abnegación que se exige de muchos de los que asisten a ellas? Bueno, miremos al pasado y examinemos algunas de estas asambleas.
¿Estuvo usted entre las 253.922 personas que concurrieron a la Asamblea Internacional “Voluntad Divina” en la ciudad de Nueva York, el 3 de agosto de 1958? ¡Qué magnífica culminación hubo entonces para los ocho días de banqueteo espiritual! ¡Y qué emocionante fue ser parte de aquella muchedumbre, tan unida en efectuar la voluntad divina! Aunque hubo penalidades envueltas en viajar a aquel lugar, y en estar allí, desaparecieron en la insignificancia al comparárseles con las bendiciones espirituales que se recibieron. Estas bendiciones son lo que todo el mundo recuerda, junto con el gozo de ser parte del pueblo de Dios congregado.—Pro. 10:22.
Piense, además, en el extenso testimonio que dan las grandes asambleas mundiales. Por todo el mundo las asambleas internacionales
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