Logrando buen éxito en el matrimonio
EL ARREGLO de ser esposo y esposa es la más antigua sociedad emprendedora del mundo. Por casi 6,000 años la institución del matrimonio ha estado en funcionamiento. Por lo tanto uno esperaría que para ahora todas sus arrugas estarían planchadas y sus dificultades resueltas. Sin embargo, cada año el número de divorcios continúa aumentando más mientras que el porcentaje de matrimonios con buen éxito baja más y más. ¿Por qué es esto? ¿Por qué será que tantos que entran en esta vocación pronto caen en bancarrota? A los jóvenes se les hace creer que el matrimonio es una condición dichosa de completa felicidad, contento y buen éxito. ¿Es posible evitar la multitud de penalidades y dificultades que a menudo hacen la vida matrimonial miserable? Estas son preguntas importantes, y tanto las personas casadas como las solteras deben saber las respuestas a ellas.
Se dice que las razones para separaciones y divorcios son muchas. Crueldad, abandono y falta de sostén, infidelidad marital, problemas económicos, posición social y reputación en la comunidad, enfermedad física y mental, y genios incompatibles son unas cuantas de ellas. La causa más frecuente se atribuye a relaciones sexuales entre esposo y esposa. Sin embargo, una mirada más estrecha revela que todas estas dificultades maritales surgen de causas mucho más profundas. Egoísmo y la ausencia de amor verdadero, una deficiencia en conocimiento, entendimiento y sabiduría, una falta de misericordia, perdón, paciencia y dominio de sí mismos, un sentido torcido de la justicia, abuso de poder y autoridad—todos éstos son motivos básicos, y de ellos surgen todas las tormentas superficiales que acarrean consecuencias funestas a los que navegan por el mar del matrimonio Tampoco debe pasarse por alto al grande y poderoso destructor de matrimonios, Satanás el Diablo, quien ha hecho y está haciendo todo lo posible para mofar y ridiculizar, disolver y destruir la santidad del matrimonio.
Muy bien, éstos son los motivos. Pero hoy la mayoría de la gente no está interesada particularmente en penetrar en los motivos y los porqués del asunto. Dejen eso para los especialistas y expertos, es su actitud. Lo que la gente desea saber es cómo escaparse de los resultados de estos motivos. La cosa importante en que la gente casada se interesa es en cómo irla pasando felizmente y lograr un buen éxito.
El matrimonio es de origen divino y, cuando se arregla y se lleva a cabo apropiadamente, tiene la aprobación de Dios. (Gén. 2:22-24; Pro. 18:22; Heb. 13:4) Fué Jehová Dios el que creó al hombre y a la mujer y los hizo complementarios el uno del otro. Por lo tanto sus características deberían completar el uno al otro, no hacerse competencia. No se trata de que uno o el otro sea la mejor “cara mitad”. La fuerza física, energía, iniciativa, determinación y poder de raciocinio del varón no deben ser antagónicos hacia las características femeninas de devoción, simpatía, intuición, y cualidades e instintos maternales. Ni viceversa. Nadie debe desaprobar o quejarse porque no nació del sexo opuesto. (Rom. 9:20, 21) Y debido a que el matrimonio fué constituído por Jehová Dios, si ha de producir resultados felices debe llevarse a cabo según sus leyes perfectas como se encuentran en la Biblia.
¡LEA EL CANON DEL MATRIMONIO!
Al estudiar el Canon de Dios, la Biblia, uno aprende que el pacto del matrimonio entre un hombre y una mujer dedicados al Señor es el más sagrado y obligatorio. El ingrediente más importante para cualquier matrimonio, según la infalible Palabra de verdad de Dios, es el amor. Sin amor ningún matrimonio tendrá éxito. Con él ningún matrimonio fracasará. Aparte de la definición del diccionario, se dice que el amor es la “expresión perfecta de altruísmo”. Pero no es un principio o verdad frío, abstracto e inerte. El amor se expresa en acción. Cuando existe amor verdadero hay una expresión calurosa de devoción y afecto desinteresados entre esposo y esposa. El amor es una cualidad semejante a Dios, el “fruto” del espíritu de Dios, porque Jehová mismo es la personificación del amor.—Gál. 5:22; 1 Juan 4:8.
El amor es paciente y sufrido y sabe perdonar. El amor es bondadoso, benévolo y compasivo. El amor es generoso, considerado y constantemente busca las oportunidades para hacer el bien al cónyuge. El amor no es indecoroso, resentido, enojadizo, desconsiderado, brusco, insolente, vulgar, descortés, o inmodesto. No, el amor no es egoísta en ningún sentido. No se deleita en la injusticia; no se regocija en el sufrimiento de otros. En consecuencia, si el amor es el móvil impulsor del corazón y mente del esposo y esposa, no existe problema entre ellos demasiado grande para resolverse.—1 Cor. 13:1-8, 13, NM.
Por ejemplo, considere el asunto de relaciones sexuales entre el hombre y la esposa que se dicen ser la causa principal del fracaso matrimonial. A menudo tales matrimonios resultan de un ardor extravagante de pasión egoísta. El acta matrimonial, en vez de representar un pacto sagrado de sociedad, se considera como una conveniencia que quita el estigma social y legaliza la sed lujuriosa y egoísta de la carne debilitada y pecadora. Con razón las personas que tienen tal motivo egoísta pronto se cansan uno del otro y comienzan a buscar cómo escaparse del vínculo del matrimonio. No teniendo ninguna consideración para la ley de amor de Dios, estos individuos tampoco tienen ninguna consideración para Sus mandamientos contra la codicia y adulterio, y en su lascivia cometen toda clase de abusos sexuales. ¿Qué les importa a ellos que el Israel infiel haya sido destruído por sus abominables prostituciones?—Éxo. 20:17; Jer. 5:7-9; 29:23; Mat. 5:27-30; Heb. 13:4.
¡Cuán diferente es cuando las parejas son impulsadas por una verdadera expresión de devoción y altruísmo el uno hacia el otro! Cada uno buscando el bienestar y placer del otro en todo. Cada uno deseando satisfacer y agradar a su cónyuge en vez de a sí mismo. Cada uno fiel y verdadero al otro. ¡Qué gozo y paz hay en tal familia! ¡Qué fuerza edificadora a favor del bien sería si la sociedad en general observara los preceptos y mandamientos de la Biblia en este asunto! Ningún hombre codiciaría la esposa de su prójimo. Ninguna mujer cometería fornicación.
ESPOSAS SUJETAS A ESPOSOS
El hombre y la mujer no fueron creados iguales en poder y gloria; el hombre fué creado primero y se le dieron prerrogativas especiales. (1 Cor. 11:8, 9) Al ser unido el hombre a su esposa, los dos vinieron a ser uno, pero la jefatura todavía perteneció al hombre. Así como Jehová es la cabeza de su organización esposa, y Cristo es la cabeza de su iglesia desposada, así también el ser cabeza de todo arreglo matrimonial correctamente pertenece al esposo. Esta es la regla teocrática y actúa para la unidad, paz y armonía, y si se altera, la confusión y discordancia resultarán, como aconteció con la rebelde reina Vasti del antiguo imperio persa.—1 Cor.11:3; Efe. 5:23; Ester 1:10-20.
Si el esposo es la cabeza, entonces resulta que la esposa debe estar sujeta a él. “Ustedes esposas, estén sujetas a sus esposos, como es propio en el Señor.” Aun si la esposa está dedicada al Señor y su esposo no, todavía aplica el principio. (Col. 3:18, NM; 1 Ped. 3:1) Pablo escribió esto bajo inspiración: “Que la mujer aprenda en silencio y en completa sumisión. Yo no permito que la mujer enseñe, ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que esté en silencio.” Y de nuevo dice: “Que las mujeres guarden silencio en las congregaciones.” Si ellas no entienden un asunto “que le pregunten a sus esposos en la casa, porque es indecoroso que una mujer hable en una congregación”. (1 Tim. 2:11, 12; 1 Cor. 14:33-35, 40, NM) ¿Significa esto que la mujer siempre debe permanecer callada? No. Pablo está tratando de asuntos de la congregación y dice que las mujeres no deben abiertamente disputar, debatir o contender sobre un asunto y de ese modo desafiar y deshonrar la posición de jefatura del hombre.
Faltándoles entendimiento, algunos hombres dicen que estos textos bíblicos quieren decir que las esposas son sólo adornos y conveniencias. Concluyen que la esposa no debe expresar su parecer en los asuntos domésticos y que es el derecho exclusivo del esposo decidir todo sin consultar a la esposa. Peor aun, algunos esposos cogen las palabras de Dios a Eva, “estarás bajo la potestad o mando de tu marido, y él te dominará,” como un edicto divino a ellos para dominar a sus esposas y tratarlas como esclavas o bestias de carga. (Gén. 3:16, TA) Nada está más lejos de la verdad. Absolutamente no existe apoyo en la Biblia para dictadura o brutalidad tiránica doméstica por parte del esposo.
Las mujeres no son vacas o bienes materiales que llegan a ser posesiones exclusivas de los esposos para hacer con ellas lo que gusten. La mujer no pierde todos sus derechos y libertades piadosas al casarse. En realidad, el matrimonio es un arreglo en el que las dos partes contrayentes ceden cierta cantidad de las libertades asociadas con la soltería: “La esposa no ejerce autoridad sobre su propio cuerpo, sino que su esposo la ejerce; de igual modo, también, el esposo no ejerce autoridad sobre su propio cuerpo, sino que su esposa la ejerce.” (1 Cor. 7:4, NM) En vez de engrandecer el esposo sus posesiones y dominar como un amo feudal, realmente debe compartir lo que él tiene con su consorte recién adquirida. De allí en adelante dos bocas deben ser alimentadas, dos cuerpos vestidos, y los peligros de enfermedad y accidente se duplican. Pero si hay amor, ¡hay el doble de manos para la carga!
ESPOSOS, ¡AMEN A SUS ESPOSAS COMO A SÍ MISMOS!
Note especialmente el consejo de Pablo: “Esposos, continúen amando a sus esposas, así como el Cristo también amó a la congregación y se entregó por causa de ella.” Cristo no fué dictador. Altruístamente entregó su vida por causa de la congregación. Los esposos deben de seguir su ejemplo. “De este modo los esposos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa se ama a sí mismo [los dos son una misma carne], porque nadie jamás ha odiado a su propia carne, sino que la alimenta y la cuida, . . . que cada uno de ustedes ame individualmente a su esposa así como se ama a sí mismo; por otra parte, la esposa debe tener respeto profundo por su esposo.”—Efe. 5:25, 28, 29, 33, NM.
El hombre nunca daña intencionalmente su propio cuerpo. Nunca se humilla delante de sus amigos, ni se sienta en un club chismeando acerca de sus defectos. Usted nunca encuentra a un hombre intimidándose a sí mismo. ¿Por qué no debería el esposo mostrar el mismo amor por su esposa, su propia carne? Cuando el hombre tropieza con el pie él nunca golpea el pie porque le hizo caer. No, él grita de dolor esperando que su esposa intimidada tiernamente le ponga ungüento calmante. ¿Por qué, entonces, debe este mismo sujeto bestial azotar a su esposa con la lengua, o con algo peor, si comete un error, tropieza o cae?
¡Cuán diferente es cuando la ley de Dios de amor y altruísmo se observa! “Ustedes esposos, continúen amando a sus esposas y no se enojen severamente con ellas.” (Col. 3:19, NM) “Ustedes esposos, continúen habitando de igual modo con ellas de acuerdo con el conocimiento, dándoles honra como a un vaso más débil, el femenino . . . Finalmente, todos ustedes sean del mismo ánimo, mostrando compasión mutua, ejerciendo amor fraternal, tiernamente afectuosos, humildes de ánimo, no devolviendo mal con mal ni injuria con injuria, sino, por lo contrario, dando una bendición.”—1 Ped. 3:7-9, NM.
Ah, sí, viva con su esposa de acuerdo con el conocimiento de los mandamientos de Dios y con el entendimiento de sus leyes fundamentales de la naturaleza. Considere la constitución biológica de la mujer, sus restricciones, sus períodos, sus vicisitudes, que afectan mucho sus procesos mentales, disposición y temperamento. Dios no pasa por alto estas restricciones femeninas; tampoco deben los esposos. (Lev. 18:19; 20:18) Ustedes esposos, consideren a sus esposas como instrumentos delicados, y trátenlas tan dulcemente como tratan los órganos delicados de su propio cuerpo. El mostrar amor y ternura no es exhibir debilidad masculina, ni es mostrar reverencia. ¡Olvídese de eso! “Dándoles honra como a un vaso más débil” no tiene nada que ver con la práctica incorrecta de colocar a las mujeres por encima de los hombres en un pedestal de adoración. El otorgar. afecto benévolo sobre una esposa hace que ella reaccione con “respeto profundo por su esposo”.
“Goza de la vida con tu mujer, a quien amas.” (Ecl. 9:9) El continuamente regañarla, censurarla y quejarse acerca de lo que hace o no hace no es el camino del amor. Recuerde, es tan irritante para una esposa vivir con un esposo quejoso y pendenciero como es difícil para un hombre estar encerrado con la incesante gotera verbal de una esposa contenciosa y sermoneadora.—Pro. 19:13; 27:15.
Todos los demás problemas que producen fricción en la vida matrimonial desaparecerán también si el consejo sencillo de la Biblia se observa. Ustedes esposas, cultiven los buenos hábitos que se prescriben en Proverbios 31:10-31 para retener a los esposos. Ustedes hijos, reconozcan y obedezcan a su padre como la cabeza de la familia. Ustedes padres, ‘presidan sobre su familia de manera correcta.’ (Deu. 6:7; 11:18, 19; Efe. 6:1-4; Col. 3:18; 1 Tim. 3:2-5, NM) Nadie es perfecto; todos cometen errores. Por lo tanto sean humildes, pidiéndose perdón uno al otro, y nunca dejen que el sol se ponga mientras estén todavía disgustados.—Efe. 4:26.
Verdaderamente la Biblia contiene más consejo e instrucción que valen la pena sobre el tema del matrimonio que todos los libros escritos por los hombres. Y además, habla del nuevo mundo de Dios que pronto quitará el dominio demoníaco y su influencia inicua sobre la vida matrimonial. ¡Cuán gloriosas oportunidades esperan a los sobrevivientes del Armagedón! De modo que ustedes que ahora están casados y esperan vivir en ese nuevo mundo—mientras más pronto vivan en conformidad con las reglas teocráticas de vida, más pronto empezarán a disfrutar de las bendiciones de un matrimonio con buen éxito.