El punto de vista bíblico
¿Mujeres en el púlpito?
“‘Mujeres que predican’... sigue la lucha enconada”
‘Iglesia Episcopal autoriza ordenación de mujeres’
“VATICANO: SACERDOCIO SOLO PARA HOMBRES”
“MUJERES ATESTAN LOS SEMINARIOS CONCILIARES”
ESOS titulares revelan que hay una controversia creciente. Recientemente varias religiones protestantes han cambiado la ‘norma de su iglesia’ para permitir que las mujeres sirvan de “ministros” o “sacerdotes.” Entre éstas están la luterana, la episcopal y la anglicana.
Por el contrario, el 27 de enero de 1977, el Vaticano volvió a declarar su posición de que solo los hombres podrían ser sacerdotes católicos romanos. Muchos ‘activistas católicos’ dijeron en el acto que seguirían arguyendo a favor de la ordenación de las mujeres.
En vista de todo esto, uno naturalmente se pregunta: ‘Después de centenares de años en que solamente los varones ocuparon el púlpito, ¿a qué se debe el debate actual?’ Por lo general se conviene en que la fuerza principal ha sido el movimiento de liberación de las mujeres. Las escritoras feministas insisten en que las mujeres están igualmente capacitadas y que “parece imperativo un cambio en la tradición.”
En realidad, parece que gran parte de la controversia tiene que ver con la cuestión de si se debe “abolir la tradición” o no. Pero, más bien, no debiera el punto de primera importancia ser éste: ¿A quién da Dios la responsabilidad de instruir a la congregación? Sí, en vez de explorar las tradiciones hechas por el hombre, consideremos el punto de vista bíblico.
Jesús amaba a la gente, incluso a las mujeres. En contraste con los fariseos y otros, él trataba a las mujeres con respeto y de buena gana las instruía. Las mujeres lo atendían lealmente y fueron las primeras que lo vieron después de su resurrección.—Juan 4:27; Luc. 10:39; Mat. 27:55, 56; 28:1, 9.
Nada en los Evangelios indica que Jesús haya desanimado a las mujeres de hablar con otros acerca de las “buenas nuevas” de salvación. De hecho, después del derramamiento del espíritu de Dios sobre los 120 hombres y mujeres reunidos en el Pentecostés, Pedro cita la profecía de Joel donde Dios dice: “Derramaré algo de mi espíritu sobre toda clase de carne, y profetizarán sus hijos y sus hijas.” (Hech. 1:14; 2:1-18; Joel 2:28, 29) Por lo tanto, en la congregación primitiva, hombres y mujeres gozosamente compartieron su nueva esperanza con todo el que escuchara.
Por otra parte, es menester que consideremos cuidadosamente el uso bíblico de la palabra griega diáconos. A veces se usa en el sentido general de “servir” o “ministrar a” otros un individuo de un sexo o el otro. Evidentemente es de esta manera que Pablo se refiere a “Febe nuestra hermana, que es ministra [que ha estado sirviendo, VP].” (Rom. 16:1; Luc. 8:1-3) Sin embargo, hay muchos pasajes en que la palabra obviamente se refiere a un puesto por nombramiento en la congregación... a un auxiliar ministerial.
La lista de requisitos que debe satisfacer el que ocupa este puesto oficial incluye: “Que los siervos ministeriales sean esposos de una sola mujer.” Se dice lo mismo acerca de los que tienen la superintendencia espiritual, a los cuales se les llama “ancianos” o “superintendentes.” El que es un anciano de la congregación tiene que ser un “hombre que presida su propia casa excelentemente.” (1 Tim. 3:2-4, 8, 12) De modo que los varones bautizados son los que han de tomar los puestos de dirección de anciano y siervo ministerial.
Las Escrituras Griegas Cristianas se expresan con gran claridad sobre este asunto. Pablo escribe: “No permito que la mujer enseñe [a la congregación], ni que ejerza autoridad sobre el hombre.” (1 Tim. 2:11, 12) No obstante, Pablo también dice que las mujeres están capacitadas para enseñar, porque exhorta a las mujeres maduras a ser “maestras de lo que es bueno” para con las “mujeres jóvenes.” (Tito 2:3-5) ¿Por qué pueden las mujeres enseñar a los que están fuera de la congregación pero no se les permite llevar la delantera dentro de ella? ¿Fue el apóstol Pablo un “anti-mujer,” como algunos afirman?
El razonar así es pasar por alto una enseñanza fundamental de la Biblia: jefatura. Pablo estaba en armonía con Pedro y otros escritores bíblicos cuando escribió: “Mas quiero que sepan que la cabeza de todo varón es el Cristo; a su vez la cabeza de la mujer es el varón; a su vez la cabeza del Cristo es Dios.”—1 Cor. 11:3; 1 Ped. 3:1.
Dios es el único que no tiene cabeza sobre él. Pero al considerar el modo en que muchos hombres han abusado de su jefatura, no extraña mucho el que algunas mujeres clamen amargamente por la igualdad. Sin embargo, la verdad es que Dios dispuso este arreglo de jefatura para el bien de todos. ¿Cómo?
Jehová diseñó el arreglo de familia para las relaciones más íntimas de la vida. Para asegurar la felicidad y seguridad de todos, la estabilidad y unidad serían esenciales. Obviamente, tendría que haber un miembro que diera la dirección. Jehová le dio esta responsabilidad al hombre. También mandó al esposo a ‘amar a su esposa así como se ama a sí mismo’... teniéndola en tierna estima y honrándola.—Efe. 5:28-33.
Por lo tanto, si le corresponde a la mujer buscar la dirección de su esposo en el hogar, ¿cómo pudiera asumir la jefatura sobre hombres y mujeres en la congregación? ¿Qué sucedería si un anciano de congregación se casara con una “anciana”?
Los que porfían en pro de mujeres “en el púlpito” quisieran hacernos creer que la única razón por la cual Jesús no tuvo mujeres entre sus doce apóstoles fue debido a la costumbre social del día. Pero Jesús obró en armonía con el propósito original de Dios. En Edén, Adán fue la cabeza de Eva, aun antes de que cayeran en el pecado.—Gén. 2:18, 22, 24; 1 Cor. 11:7-9.
Ahora bien, ¿impide este patrón divino el desarrollo cristiano de las mujeres, las hace “cristianas inferiores”? Hoy muchos enlazan la palabra “sumisión” con “inferioridad.” Pero, según la Biblia, solo si nos sometemos a la voluntad de Jehová —buscando nuestro lugar en su arreglo— podemos hallar felicidad.
Además, con frecuencia tergiversan la actitud de Pablo respecto a las mujeres. No solo escribió extensamente acerca de amarlas y respetarlas, sino que repetidas veces saludó por nombre y alabó a hermanas individuales. (Rom. 16:3, 4, 6, 12) Pablo también escribió el versículo que más citan los que abogan por mujeres como “sacerdotes”: “No hay judío ni griego, no hay ni esclavo ni libre, no hay ni macho ni hembra; porque todos ustedes son una persona en unión con Cristo Jesús.”—Gál. 3:28.
El estudiar este versículo bíblico en su contexto revela una verdad profunda. La clase celestial no está limitada a hombres, sino que incluye a mujeres. Ciertamente esto, más que toda otra cosa, proclama el modo favorable en que Dios ve a las mujeres... un modo que reflejaron fielmente Cristo y Pablo.
Por eso, aunque las iglesias tomen muchos diferentes rumbos respecto a este asunto, las mujeres cristianas hacen bien al atenerse a la enseñanza bíblica. El hacerlo no las “reprime.” Hallan verdadera felicidad al ofrecer “sacrificios espirituales aceptos a Dios.” Y, lo de más importancia, reciben la bendición de Dios.—1 Ped. 2:5.