Sea sabio... evite la avaricia
“MANTENGAN abiertos los ojos y guárdense de toda suerte de codicia, porque aun cuando uno tenga en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee.”—Luc. 12:15.
¿Qué suceso dio ocasión para que Jesucristo dijera esto? Una muchedumbre grande le estaba escuchando cuando un hombre gritó: “Di a mi hermano que divida conmigo la herencia.” (Luc. 12:13) En realidad no debería haber habido ningún fundamento para tal petición, porque la ley mosaica estipulaba que el hijo primogénito debería recibir dos partes de todo lo que le hubiera pertenecido a su padre. Evidentemente, por lo tanto, había codicia envuelta en el caso del hombre que quiso que Jesucristo fallara a su favor.
Las palabras de Jesús en cuanto a la codicia, ya citadas, se dirigieron a la muchedumbre que había oído la petición de aquel hombre. Estas palabras revelaron que uno tiene que evaluar apropiadamente las cosas para poder evitar la codicia o avaricia. Uno no debe perder de vista el hecho de que sea cual sea el objeto del deseo incorrecto de uno, de ninguna manera puede contribuir a preservarle la vida. De hecho, la avaricia puede resultar en calamidad.
Una buena ilustración de esto está en lo que le sobrevino a Guejazi, el servidor del profeta hebreo Eliseo. Por medio de Eliseo, el jefe del ejército sirio, Naamán, fue sanado de una repugnante lepra. Naamán quiso hacerle a Eliseo un presente en aprecio por la curación milagrosa. Pero el profeta rehusó aceptarlo, pues no quería aprovecharse del puesto y las facultades que Jehová Dios le había dado. Sin embargo, Guejazi codició el regalo; razonó que era apropiado aceptarlo. Corrió tras de Naamán y, en el nombre de Eliseo, pidió un talento de plata y dos mudas de prendas de vestir, con la falsa alegación de que el profeta había cambiado de parecer en vista de la llegada de dos jóvenes de los hijos de los profetas. Naamán se alegró de complacerlo, y le presentó al ávido Guejazi, no solo uno, sino dos talentos de plata y dos mudas de prendas de vestir.—2 Rey. 5:15, 16, 20-23.
Aparentemente la avaricia de Guejazi dio resultado. Pero en realidad no fue así. Perdió el privilegio de seguir como servidor de Eliseo. Por su avaricia, por usar incorrectamente el nombre de su amo en busca de ganancia falta de honradez y por representar en falsos colores al profeta, Guejazi acarreó calamidad sobre sí y sobre su prole. Pronunciando el juicio de Dios, Eliseo le dijo a Guejazi: “La lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu prole hasta tiempo indefinido.” La ejecución de ese juicio no tardó. Continúa el relato: “Inmediatamente salió de delante de [Eliseo], leproso, blanco como la nieve.”—2 Rey. 5:27.
Ciertamente Jehová Dios no considera a la ligera a los que tratan de obtener ganancia egoísta de los dones que él da. Esto incluiría el uso del puesto de responsabilidad de uno en la congregación cristiana con provecho egoísta. De hecho, un requisito para los individuos a los cuales se nombra a una asignación particular de servicio en la congregación es que ‘no sean ambiciosos de ganancia falta de honradez.’ (1 Tim. 3:8) A los ancianos se les exhorta: “Pastoreen el rebaño de Dios bajo su custodia, no como obligados, sino de buena voluntad; tampoco por amor a ganancia falta de honradez, sino con verdaderas ganas.”—1 Ped. 5:2.
Hay buena razón para lo que manda la Biblia. Por ejemplo, es posible que siervos nombrados de una congregación tengan que manejar fondos. Esto requiere que sean dechados en cuanto a estar libres de avaricia. De otra manera, si se les nombra a pesar de tener una debilidad seria en este punto, pudieran verse tentados a usar incorrectamente lo que se les confía y apropiarse de cosas a las cuales no tienen derecho. En cuanto a los ancianos, ellos, también, tienen que ejercer cuidado para no usar su posición para alguna clase de lucro o ganancia. No solo sería incorrecto que ellos trataran de obtener ganancia material, sino que también sería incorrecto el obtener otras ventajas personales en virtud de su puesto, autoridad, prestigio o prominencia.
Si un anciano u otro siervo nombrado de la congregación cayese víctima de la avaricia, él, como Guejazi, perdería su posición de confianza. Lo que es más serio, hasta podría perder su relación con Jehová.
Este asunto de evitar la avaricia debe ser de gran interés, no solo para los hombres que tienen una mayordomía en la congregación cristiana, sino para todos los cristianos verdaderos. La Biblia pone a los “avarientos” entre los que ‘no heredarán el reino de Dios.’ (1 Cor. 6:9, 10) Esa avaricia se puede manifestar de una variedad de maneras. Puede ser amor al dinero, deseo de poder o fama, el darse al comer o beber en exceso, relaciones sexuales ilícitas o cosas semejantes.
Para evitar el caer víctima de la avaricia, uno tiene que vigilar en qué piensa y de qué habla. (Fili. 4:8; Efe. 5:3) Entre los cristianos verdaderos no debe haber lugar alguno para la avaricia. No debe existir.
Por eso, si usted desea tener o mantener una buena relación con Dios, evite la avaricia. En vez de permitir que los deseos incorrectos se vigoricen en su corazón, haga un esfuerzo diligente por espaciarse en cosas buenas y edificantes. Esto puede hacer que usted disfrute mucho más de la vida ahora y puede asegurarle un futuro seguro. Sí, la vida no proviene del objeto de la avaricia de uno, sino de resistir toda inclinación hacia la avaricia y de mantener con Jehová Dios una relación que cuente con la aprobación de él.