Portándose como ministro de la clase correcta
JEHOVÁ Dios es el gran Amo y Señor. Desde que empezó a crear se ha valido tanto de lo animado como de lo inanimado, de lo visible y lo invisible, para llevar a cabo sus propósitos. Le es un deleite que criaturas inteligentes le sirvan voluntariamente como ministros suyos, y el primero de éstos fué su Hijo unigénito, Miguel o la Palabra, sin quien “ni siquiera una cosa vino a la existencia.”—Juan 1:1-3, NM; Dan. 12:1.a
Desde el tiempo de Abel en adelante Jehová ha tenido ministros fieles que le han obedecido inflexiblemente. A su tiempo envió a su Hijo a la tierra, el ministro más grande de todos. Después de prepararse cabalmente por su estudio y ayuno de cuarenta días en el desierto, Jesús emprendió el ministerio para el cual Jehová lo había enviado a la tierra, y esto frente a gran oposición. Portándose como ministro de la clase correcta, Jesús dió testimonio en cuanto a la verdad, retuvo su integridad a pesar de la persecución y por fin entregó su vida como rescate en vindicación del nombre de su Padre. Durante su ministerio de tres años y medio entrenó a otros.—Luc. 8:1.
Aunque siempre ha sido un privilegio ser ministro de Dios, lo es especialmente ahora porque el Reino ha sido establecido y el nuevo mundo está a la puerta. Hoy día el ministerio de Jehová requiere que se lleven las buenas nuevas del Reino a los hogares de la gente, que se halle y se alimente a las ovejas, así como que se haga una proclamación pública desde la tribuna y en las calles. Son buen consejo para todo ministro cristiano hoy día las palabras de Pablo a Timoteo: “[Sé] un ministro de la clase correcta de Cristo Jesús.”—1 Tim. 4:6, NM.
Igual que en todo otro tiempo, requiere fe y obediencia el ser ministro de la clase correcta. También requiere estudio y preparación; nótese esto especialmente en los ministerios de Jesús y el apóstol Pablo. Tenemos que valernos de las ayudas que Dios provee, estudiando solos y en asociación con otros; el reunirnos sirve para animarnos mutuamente.
El ser ministro de la clase correcta incluye el recordar lo que hemos aprendido y practicarlo. Sí, tenemos que ser hacedores de la palabra y no sólo oidores. Y al ir progresando tenemos la obligación de ayudar a otros, entrenándolos para que sean ministros, lo cual requiere la capacidad para enseñar y un deseo altruísta de ayudar.—Sant. 1:22.
Hasta los ancianos y enfermos pueden portarse como ministros de la clase correcta, predicando a los que vienen a su casa y escribiendo cartas. Ellos, junto con los demás, muestran su interés en el ministerio orando que Jehová lo bendiga.
Entonces, que todo siervo de Jehová se porte como ministro de la clase correcta, teniendo presente los cuatro aspectos del fruto de su trabajo: la vindicación del nombre de Jehová, el traer vida a los hombres de buena voluntad, el amonestar a los inicuos, y para el ministro mismo las bendiciones de vida eterna en el nuevo mundo de Jehová.
[Notas]
a Para los detalles vea La Atalaya del 15 de noviembre de 1954.