La educación... lo que cuesta, lo que ofrece
¿QUISIERA usted que sus hijos recibieran una buena educación? ‘Claro que sí,’ dice usted. ‘Una buena educación prepara a uno para una mejor vida. La persona bien educada tiene muchas ventajas que la persona poco educada no tiene.’ Esto es cierto. Los padres cristianos, como otras personas también, quieren que sus hijos reciban la mejor educación posible.
Pero, ¿qué encierra el recibir la “mejor educación posible”? El cristiano sabe que ello consiste en aprender tanto acerca de asuntos seglares como espirituales. La educación en cuanto a lo espiritual continúa durante toda la vida, pero, ¿hasta qué punto debería extenderse la educación formal seglar? ¿Debería el joven cristiano contentarse con una educación seglar básica? O, ¿debería asistir a un colegio o universidad? Esta no es una pregunta fácil de contestar debido a que, aunque toda forma de educación ofrece ciertos beneficios, también cuesta algo. ¿En qué sentido?
Una educación básica
La educación empieza antes de que el niño vaya a la escuela. El padre cristiano que es sabio entrena a su hijo desde la mismísima infancia. ¿En qué debería consistir dicho entrenamiento? El apóstol Pablo recordó a Timoteo que a él le habían enseñado “desde la infancia” a conocer “los santos escritos,” la porción de la Biblia que existía en aquel entonces. (2 Timoteo 3:15) Por lo tanto, los padres pueden enseñar a sus hijos acerca de Jehová Dios, Jesucristo, la importancia del reino de Dios, y otras verdades de las Sagradas Escrituras, mientras que los niños todavía estén jóvenes.
Si el pequeñuelo puede aprender dichas cosas, entonces evidentemente también puede empezar a aprender a leer y escribir, y los padres que son sensatos sacan tiempo para enseñarle estas cosas también. Así, la educación del niño debería empezar desde temprana edad.
¿Tiene esto un precio? Cuesta muy poco dinero, pero el costo consiste mayormente en tiempo y energía. No obstante, vale la pena. Con dicha educación a temprana edad, el hijo puede desarrollar un amor profundo para con Jehová y rápidamente desarrollar las aptitudes básicas que se necesitan para aprender.
En la mayor parte de los países, el estado proporciona una educación seglar básica para los niños cuando éstos llegan a más o menos los seis años de edad. Aunque la educación se paga mayormente con el dinero que se recibe de los impuestos, bien puede ser que acarree otro costo. La influencia que ejercen ciertos factores que los padres no pueden controlar empieza a moldear el modo de pensar del hijo. El jovencito, por primera vez en la vida, se ve separado de sus padres por varias horas al día. Quizás se asocie con niños a quienes no se les ha enseñado a comportarse de manera verdaderamente cristiana, y, por lo tanto, los padres tienen que asegurarse de que él no olvide el entrenamiento que recibió a temprana edad.
¿Vale la pena hacer esto? A la mayor parte de los padres les parece que sí. En las escuelas, los niños reciben una educación amplia que abarca muchas ramas de conocimiento. Tal vez también empiecen a aprender oficios que les serán valiosos durante toda la vida. Y aunque estén viviendo con sus padres, tienen la oportunidad de demostrar su amor para con Jehová mientras estén lejos del ojo vigilante de ellos.
No obstante, hay un precio que los padres cristianos que son sabios no están dispuestos a pagar. Ellos no ejercen presión en sus hijos para que éstos estudien tanto que les quede poco tiempo y energía, o nada de tiempo y energía, para estudiar los “sagrados escritos” o servir a Dios. ¿Por qué no? Porque, aunque la educación seglar tiene cierto valor, solo la educación basada en los “sagrados escritos” puede hacer que la persona sea ‘sabia para la salvación.’ (2 Timoteo 3:15) ¿Cuál es de mayor importancia: una educación seglar que equipe a uno para unos cuantos años de vida, o una educación que prepare a uno para la vida eterna?
Los colegios y las universidades
En muchos países, después de la escuela primaria, los jóvenes normalmente van a la escuela secundaria para continuar su educación. Muchos padres cristianos, cuando sus hijos alcanzan este nivel de educación, recuerdan que Jesús recibió entrenamiento para ser carpintero, y por eso animan a sus hijos a obtener alguna clase de entrenamiento vocacional. (Marcos 6:3) Saben que cuando los jóvenes lleguen a ser adultos, tendrán responsabilidades, y ahora es un buen tiempo para empezar a equiparles de manera que puedan desempeñarlas.—1 Timoteo 5:4, 8.
Algunas personas se preguntan si deberían hacer que sus hijos fijen la vista en una educación universitaria. ¿Por qué? En países pobres, el obtener una educación universitaria tal vez parezca la mejor manera de mejorar su situación. Tal vez parezca ofrecer seguridad financiera, y hasta otras ventajas más. Un educador de Nigeria dijo: “Los padres ... quieren que sus hijos se hagan médicos, ingenieros, arquitectos, contables, a fin de que la familia alcance un nivel social más elevado.”
Pero, ¿son éstas las cosas que el padre cristiano debería poner en primer lugar al planear la educación de su hijo? A muchos padres les parece que no. Prefieren investigar otras maneras de preparar a sus hijos para la vida. ¿Por qué? Debido a que los beneficios de una educación universitaria no siempre valen la pena.
El costo
En el Nigeria Daily Times se hizo referencia al costo financiero de dicha educación: “Comunidades han incurrido en impuestos ... gravosos; padres se han privado de artículos de lujo y a veces de cosas que realmente necesitaban, y jóvenes con trabajos remuneradores han invertido una buena parte de sus ingresos, todo ello para asegurarse de que sus hijos, pupilos y ellos mismos puedan disfrutar de los frutos de una educación superior.”
¿Sería sabio que los padres cristianos hicieran tales sacrificios para mandar a sus hijos a la universidad? Tal vez usted pueda permitirse contraer el gasto desde el punto de vista financiero. ¿Hay otro costo que tiene que tomarse en consideración? En muchos casos, sí. Por ejemplo, los padres de cierto joven permitieron que éste viajara a Europa para que asistiera a la universidad. ¿Resultó eso en que su familia tuviera seguridad financiera o una posición social más elevada? No. Bajo la instigación de sus nuevos “amigos” de la universidad, él tomó drogas y murió de una dosis excesiva. Otro joven africano fue a una universidad de los Estados Unidos. Le hicieron regresar a casa porque se sospechaba que había sufrido daño cerebral debido a las drogas y el alcohol. ¡Qué precio pagaron los padres de estos jóvenes!
Otros padres cristianos también han pagado un precio muy alto. Cierto joven se matriculó en una universidad de su propio país, pero ésta quedaba lejos de su hogar. El dejó de asociarse con sus compañeros cristianos y dejó de servir a Jehová. Olvidó todo lo que había aprendido “desde la infancia,” y ahora hasta pone en tela de juicio las enseñanzas de la Biblia.
Es triste decirlo, pero este joven no es el único. Hay otros que fueron criados en el servicio de Dios y que ahora son evolucionistas, ateos y críticos de la verdad bíblica. ¿Se debe esto a que la Biblia esté errada y que la filosofía moderna tenga la razón? De ninguna manera. Se debe a que en el colegio, mientras estuvieron separados de otros cristianos, se les atacó constantemente con ideas impías. Por consiguiente, su fe se debilitó y finalmente murió. Lo triste es que en muchos casos los padres fueron quienes los metieron en tal situación.
“Las malas asociaciones echan a perder los hábitos útiles,” dijo el apóstol Pablo. (1 Corintios 15:33) Algunas de las peores asociaciones que el cristiano pudiera tener —desde el punto de vista espiritual y moral— han sido halladas en recintos universitarios. Los casos que se relatan arriba muestran lo que puede suceder cuando jóvenes sin experiencia, que están lejos de su familia, se encuentran de repente en un ambiente lleno de inmoralidad, abuso de drogas y alcohol, perversión e ideas políticas de rebelión. ¿Vale la pena pagar tal precio para tener mayor prestigio como familia o para tal vez tener un trabajo que pague más?
Un punto de vista equilibrado
Pero quizás algunos objeten que no todos los que van a la universidad pierden la fe cristiana o mueren de una dosis excesiva de drogas. Esto es cierto. Algunos graduados de universidad han llegado a ser miembros apreciados de la congregación cristiana y buenos trabajadores. Pero considere que también es cierto que no todo niño que juega en una calle muy transitada muere atropellado por un automóvil. Algunos sobreviven y llegan a ser adultos. Pero, ¿permitiría usted por eso que sus hijos jugaran en la calle, en medio del tráfico?
¿Significa esto que es malo asistir a la universidad? Esto es algo que cada padre debe decidir para su propio hijo. Pero, al hacerlo, debería considerar los hechos mencionados arriba. Tal vez el estudiante pueda permanecer en casa y asistir al colegio. O quizás pueda quedarse con parientes que vigilen estrechamente sus asociaciones y le animen enérgicamente a que siga desempeñando sus responsabilidades como cristiano. Pero, si se consideran todos los factores, ¿valdrá la pena desde el punto de vista del tiempo y esfuerzo que esto requerirá? ¿Estará él o ella mejor equipado para servir a Dios?
A muchos padres les parece que los beneficios que pudieran resultar de una educación universitaria no valen la pena cuando se considera el terrible costo que pudieran tener que pagar, especialmente si los hijos tienen que ir a otra ciudad o a otro país sin que haya alguien que los vigile. Más bien, animan a sus hijos a aprender algún oficio. Por ejemplo, en la escuela secundaria, ¿hay ciertos cursos relacionados con diversos oficios que pudieran ayudar a un joven a adquirir aptitudes que le permitirían ganarse la vida después de salir de la escuela? En ciertos países hay universidades laborales especializadas que tienen programas de estudio de más o menos un año, en los que el alumno puede aprender oficios o desarrollar a mayor grado los que empezó a aprender en la escuela secundaria.
Tales padres también han considerado seriamente cómo quieren que sus hijos usen su vida. ¿Quieren que proporcionen honra a la familia?, ¿que se hagan ricos?, ¿que puedan cuidar de los padres en su vejez? Es fácil comprender por qué una familia sin fe cristiana pudiera tener dichas metas. Pero ciertamente el cristiano tiene metas más elevadas.
El apóstol Pablo advirtió: “Los que están determinados a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y dañinos, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina.” (1 Timoteo 6:9) Jesús también advirtió: “No pueden ustedes servir como esclavos a Dios y a las Riquezas.” (Mateo 6:24) ¿No le parece a usted que muchos estudiantes universitarios pierden la fe debido a que están ‘sirviendo como esclavos a las Riquezas,’ o están “determinados a ser ricos”? Al no tomar a pecho el consejo bíblico en cuanto a la actitud que debemos tener para con las posesiones materiales, se hacen vulnerables a otras ideas y formas de conducta que destruyen la fe.
El apóstol Juan dijo: “El mundo va pasando y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1 Juan 2:17) Si usted cree esto, usted proporcionará a su hijo una educación que lo equipe principalmente para hacer la voluntad de Dios. ‘Pero,’ dirán algunos, ‘la vida hoy es dura, y un joven —especialmente si viene de familia pobre— necesita toda la ayuda que pueda recibir.’ Cierto. Pero Dios nos ha prometido que si ponemos Su reino en primer lugar en nuestra vida, todas las cosas que necesitamos nos serán añadidas. (Mateo 6:33) ¿Podemos pedir que se nos dé mejor ayuda que ésta?
El rey David, antes de llegar a ser rey, se vio obligado a vivir como fugitivo en el desierto. Por eso, sabía lo que era sufrir privación. No obstante, él dijo: “Un joven era yo, también he envejecido, y sin embargo no he visto a nadie justo dejado enteramente, ni a su prole buscando pan.” (Salmo 37:25) Dios puede ayudarnos hoy al mismo grado que ayudó a David con tal que pongamos Su reino en primer lugar en nuestra vida.
Ciertamente, entonces, la mejor educación que podemos dar a nuestros hijos es una que mantenga un equilibrio entre la educación espiritual y la seglar. La educación seglar es valiosa. Pero si el ir en pos de ella significa sacrificar las cosas espirituales, entonces no vale la pena. En lo que tiene que ver con la educación de nuestros hijos, es bueno seguir el consejo del apóstol Pablo: “El tiempo que queda está reducido. En adelante que ... los que hacen uso del mundo [sean] como los que no lo usan plenamente; porque la escena de este mundo está cambiando.”—1 Corintios 7:29-31.
Los resultados de una educación equilibrada hacen feliz a todo padre cristiano. Los hijos se ponen fuertes en la fe, alaban a Dios y honran a sus padres. Muchos jóvenes cristianos que han sido criados así sirven ahora de predicadores de tiempo completo o de misioneros, y llevan una vida verdaderamente satisfaciente. ¡Qué orgullosos se sienten los padres de tales hijos! Estos realmente ‘se acuerdan de su Magnífico Creador en los días de su mocedad,’ y así muestran fe en El, más bien que en este mundo.—Eclesiastés 12:1.
Cuando este sistema finalmente termine, los jóvenes que hayan recibido una educación equilibrada y piadosa y que hayan respondido favorablemente a ésta sobrevivirán junto con sus padres temerosos de Dios para servir a Dios eternamente. ¿Es esto lo que usted quiere para su hijo? Entonces ayúdele a adquirir una educación que le será de beneficio para siempre.—Juan 17:3.
[Comentario en la página 13]
¿Valdría la pena el precio que tal vez se pagaría por los beneficios que pudieran obtenerse de una educación universitaria?
[Comentario en la página 14]
Padres, ¿cómo esperan ustedes que sus hijos usen su vida?
[Comentario en la página 15]
Si el ir en pos de la educación seglar significa sacrificar las cosas espirituales, entonces no vale la pena