¿Instituyó Cristo la misa?
“EL MÁS perfecto acto de adoración que puede hacerse a Dios.” Así se describe la misa de la Iglesia católica romana en el National Catholic Almanac (1951). Citamos además: “La misa es la renovación incruenta del Sacrificio de nuestro Señor sobre la cruz. En ella el sacerdote, como el representante de Cristo ofrece a Dios el pan y el vino, los cuales él cambia en el Cuerpo y Sangre de nuestro Señor en la Consagración, y luego completa el sacrificio consumiendo la Hostia y bebiendo el caliz en la Comunión.” La misa, se nos asegura además, “es la perpetuación del sacrificio del Calvario,” “es idéntica al sacrificio de la cruz.”
¿Instituyó Jesucristo el sacrificio de la misa en esa última noche que pasó con sus apóstoles en el cuarto superior, después que habían celebrado la pascua? Hubo un tiempo cuando el hacer tal pregunta era correr el riesgo de ser quemado en la hoguera. La historia registra que un sastre inglés, un lolardo (seguidor de Wiclef), Juan Badby de nombre, fué quemado en la pira en Smithfield Market, Londres, en el año 1410, porque se adhirió a la opinión de que ‘Cristo estando sentado a la cena no podía dar su cuerpo vivo a sus discípulos para que lo comieran.’—England in the Age of Wycliffe, página 335.
Discutiendo la misa, la Catholic Encyclopedia (vol. X) declara que lo que Jesús instituyó en la noche antes de su muerte no sólo fué un sacramento o una observancia de su muerte sino también un sacrificio real. Aunque admite que el apoyo más fuerte que esta creencia tiene es el testimonio de la tradición, esta autoridad sí reúne algunos textos bíblicos para apoyar su declaración, los principales de los cuales son Malaquías 1:11 y las palabras de Jesús: “Este es mi cuerpo,” “esta es mi sangre.” (Mat. 26:26, 28, TA; NC) Examinemos esta alegada prueba bíblica.
“LA TRANSUBSTANCIACIÓN” ANTIBÍBLICA
Según los teólogos católicos, cuando Cristo dijo: “Porque esta es mi sangre . . . del nuevo testamento, la cual será derramada por muchos para remisión de los pecados,” él estaba expresando las palabras de la “Consagración,” que tuvieron el efecto de cambiar realmente el pan y el vino en el cuerpo y sangre literales de Cristo, el cual cambio se llama “transubstanciación”; es decir, el cambiar una substancia en algo diferente. (Mat. 26:28, TA) Se pretende que todo sacerdote católico ordenado, y nadie más, tiene el poder de ejecutar el milagro de la transubstanciación.
Pero ¿se indica algún cambio? ¿Instituyó Cristo un arreglo sacrificatorio en ese entonces o sólo un memorial de su muerte? Más bien lo último, como veremos. Al ofrecer el pan y el vino a sus apóstoles, ¿dijo él: “Hagan esto en sacrificio mío”? No, él dijo: “Haced esto en memoria mía.” (Luc. 22:19, TA) Y si el vino era en ese tiempo realmente su sangre, entonces su sangre ya había sido derramada. Pero él se refirió al derramamiento de ella como todavía en el futuro, “la cual SERÁ derramada por muchos.” Ese vino sólo representaba, pero realmente no era, su sangre. Además, si el vino hubiera sido transubstanciado en su sangre ¿lo hubiera él llamado todavía el “fruto de la vid”?—Mar. 14:23-25, TA.
Si la transubstanciación real se efectúa, del vino a sangre bona fide, entonces ¿por qué se habla de la misa como un “sacrificio incruento”? No puede ser ambas cosas, no puede ser carne y sangre reales y al mismo tiempo un sacrificio incruento. Además, si es incruento, entonces ¿cómo puede tener algún valor de quitar pecados, puesto que Pablo nos asegura que “sin derramamiento de sangre no se hace la remisión”? (Heb. 9:22, TA) Y si verdaderamente es incruento, ¿por qué se anima a los católicos de las tierras menos instruídas a creer que si pincharan la hostia que reciben en la misa con un alfiler saldría sangre? Por derramar la sangre literal de Jesús la nación judía fué considerada culpable ante Dios y sufrió castigo severo. (Mat. 21:33-46; 23:33-38; 27:25; Luc. 23:28-31) ¿Están dispuestos los sacerdotes católicos que pretenden sacrificar la sangre de Cristo a incurrir en la misma culpa y castigo? Ni hay alguna evidencia de que dicho milagro se efectuó al tiempo que Jesús habló las palabras “éste es mi cuerpo,” “ésta es mi sangre.” Cuando Jesús cambió el agua en vino en la boda en Caná, estuvo fuera de duda el milagro que se ejecutó. Esa agua cambiada a vino supo mejor que el vino regular que habían estado bebiendo. Si Jesús hubiera ejecutado realmente un milagro, entonces sus apóstoles hubieran sido culpables de quebrantar la ley de Dios, que prohibía beber sangre.—Gén. 9:4; Lev. 17:10-14; Juan 2:1-10; Hech. 15:20.
Cierto, Jesús dijo: “éste es mi cuerpo” y “ésta es mi sangre,” al referirse al pan y al vino; pero ¿es razonable tomar esas palabras en sentido literal? ¿No es más bien el pensamiento que este pan y este vino quieren decir, representan o significan mi cuerpo y mi sangre? Cuando él dijo: “Yo soy la verdadera vid,” “Yo soy el buen pastor,” etc., él obviamente usó expresiones metafóricas. Y ¿no está escrito concerniente a él: “no les hablaba nada sin parábolas [ilustraciones]”?—Mat. 13:34, NC; Juan 10:14; 15:1, TA.
El apóstol Pablo usa una expresión idéntica al comparar a Jesús con una roca. Después de contar de la liberación de los israelitas de Egipto declara que “todos comieron el mismo pan espiritual [el maná], y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca ERA Cristo.” ¿Fué la roca de la cual los israelitas obtuvieron agua en el desierto realmente Cristo, o significó, representó o quiso decir Cristo? Reconociendo que la roca sólo representó a Cristo, la Versión de Torres Amat añade las palabras “figura de,” haciendo que el texto lea: “La cual piedra era figura de Cristo,” poniendo las dos palabras en letras cursivas para dar a conocer que son añadidas. Entonces ¿por qué insistir en que cuando Jesús usó una expresión idéntica él se refería a su cuerpo real? Claramente por las palabras “éste es mi cuerpo,” “ésta es mi sangre,” Cristo no estuvo instituyendo un sacrificio de la misa.—1 Cor. 10:1-4, NC.
El otro texto bíblico en que confían muchos teólogos católicos para apoyar el sacrificio de la misa es Malaquías 1:11 (BC), que dice: “Pues desde el levante del sol hasta su ocaso, grande es mi nombre entre los pueblos, y en todo lugar ha de sacrificarse, ha de ofrendarse a mi nombre, y ha de ser una oblación pura; pues grande es mi nombre entre los pueblos, dice Yahveh Sebaot.” Pero ¿se desprende que se hace referencia aquí al sacrificio de la misa sólo porque se celebra globalmente? ¿Nos es posible entenderlo de esta manera en vista de todo lo que ya hemos notado? Más bien, ¿no está hablando Malaquías de la misma cosa de que Pablo habla en Hebreos 13:15 (BC), a saber, el “sacrificio de alabanza, esto es, fruto de labios que bendicen su nombre”? Los cristianos verdaderos ofrecen sacrificios de alabanza espirituales, no sacrificios de carne y sangre como los que ofrecieron los sacerdotes bajo la ley mosaica.—1 Ped. 2:5.
LA MISA OPUESTA AL RESCATE
Prueba adicional de que Cristo no instituyó algún sacrificio de la misa aparece al notar nosotros cómo está en pugna con la enseñanza bíblica del rescate, una de las más fundamentales enseñanzas de la religión cristiana. Concerniente a ella Pablo declaró: “Porque uno es Dios, uno también el Mediador de Dios y de los hombres, un hombre, Cristo Jesús, que se dió a sí mismo como precio de rescate por todos; divino testimonio dado en el tiempo oportuno.” (1 Tim. 2:5, 6, BC) El rescate se basa en la ley de justicia de Dios, la cual exigía vida por vida.—Deu. 19:21.
Jesucristo ofreció ese sacrificio de una vez por todas, y no se necesita repetición. Por lo tanto leemos: “Cristo ha sido una sola vez inmolado u ofrecido en sacrificio para quitar de raíz los pecados de muchos.” (Heb. 9:28, TA) “Mas éste, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, está sentado para siempre á la diestra de Dios. Porque con una sola ofrenda [de sacrificio] hizo perfectos para siempre á los que ha santificado.” Y después de mostrar cómo el nuevo pacto (testamento) hará que los pecados del pueblo de Dios sean perdonados, Pablo sigue diciendo: “Pues en donde hay remisión de estos, no es ya menester ofrenda por el pecado.”—Heb. 10:12, 14-18, Scío.
En la comparación que Pablo hizo de los sacrificios animales de la ley mosaica con el sacrificio de Cristo se destaca otra debilidad de la misa. El sacrificio de Cristo no tenía que ser repetido, porque realmente quitaba el pecado, pero los sacrificios bajo la ley eran repetidos porque éstos quitaban el pecado sólo en un sentido pictórico. El mismísimo hecho de que la misa necesita ser repetida muestra que es como los sacrificios animales, incapaz de quitar el pecado realmente.
El hecho de que el sacerdote católico no puede aparecer en la presencia de Dios para presentar su sacrificio es prueba adicional de que Cristo no instituyó el “sacrificio de la misa.” Pablo muestra que así como el sumo sacerdote entraba en el compartimiento santísimo del templo con la sangre de los sacrificios hechos por el pecado, así Cristo entró “en el mismo cielo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros.”—Heb. 9:24, Scío.
Pero puesto que “la carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción,” fué necesario que Cristo fuese levantado como criatura espiritual; lo cual fué. (1 Cor. 15:50, NC; 1 Ped. 3:18, NM) Si fué necesario que el sumo sacerdote judío apareciera en la presencia típica de Dios con la sangre de los sacrificios típicos, y fué necesario que Cristo apareciera en la presencia real de Dios con el mérito de su propio sacrificio para quitar los pecados, entonces el sacerdote también tiene que aparecer en la presencia de Dios si sus sacrificios de la misa han de remover los pecados. ¿Aparece él? ¡Naturalmente que no!
FRUTOS Y ORIGEN
Que Cristo no instituyó la misa también se ve del hecho de que en la misa sólo el ministro oficiante participa del vino. Esforzándose por justificar esta desviación del ejemplo e instrucciones de Cristo, el catecismo católico de Baltimore (1949) declara: “Cristo está enteramente presente bajo las apariencias del pan, y también enteramente presente bajo las apariencias del vino. Por lo tanto, nosotros lo recibimos a Él completo y entero bajo las apariencias del pan solo o del vino solo.”
Aun si fuéramos a conceder, por llevar el argumento a un extremo, que la Iglesia católica superó el método de Cristo, ¿qué justificación puede haber para la acción del papa Pío II, el 31 de marzo de 1462, de amenazar excomulgar a todos los que administraran tanto el vino como el pan a los legos, que era lo que muchos de los seguidores de Huss hacían en ese tiempo y contra quienes se dirigió esta amenaza? (Schaaf-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, página 1046) Sobre esa base todos los cristianos primitivos, los apóstoles, incluyendo a Pedro, de quien el papa se supone que sea sucesor, deberían haber sido excomulgados, porque ninguno de ellos hizo tal distinción; en realidad, ni siquiera reconocieron una distinción de clérigos y legos, sino que apreciaron que “uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.” (Mat. 23:8, NC) No sólo eso, sino que aun Cristo Jesús hubiera estado sujeto a la excomunión, puesto que él administró tanto la copa como el pan a los once apóstoles, después que Judas se fué.
En vez de que Cristo instituyera la misa, o que ella encuentre su precedente en los sacrificios de la Ley, los hechos muestran que la misa es de origen pagano. Según el cardenal Newman, kirie eleison, “¡Señor, ten piedad de nosotros!,” las cuales palabras, puestas en música, comienzan el primer movimiento de la misa de la Iglesia católica romana, son de origen pagano y han sido “santificadas por su adopción en la Iglesia.”—An Essay on the Development of Christian Doctrine, página 373.
La característica incruenta del sacrificio de la misa se remonta hasta la antigua Babilonia. (The Two Babylons, Híslop, páginas 156-158) Las hostias usadas en la misa tienen que ser redondas. Aquí de nuevo no hay nada en las Escrituras que apoye este requisito, pero sí encontramos un precedente en el antiguo Egipto. Dice Wílkinson, en su obra Egyptians, vol. 5, página 353: “La delgada tortita redonda aparece en todos los altares” y era un símbolo del sol. El requisito de que la persona tiene que haber ayunado desde medianoche hasta el tiempo de la misa tampoco encuentra apoyo en las Escrituras, porque los apóstoles acababan de comer la pascua cuando Jesús les ofreció el pan y el vino. (Mat. 26:26) Pero tal costumbre sí predominaba en tiempos antiguos entre los pueblos paganos.
El tratar de injertar tales enseñanzas y prácticas paganas resulta en muchas inconsistencias, como ya hemos visto. Dos más de ellas pueden notarse. Cristo Jesús es el sumo sacerdote. (Heb. 8:1) No obstante en la misa está a la disposición de todo sacerdote católico. Según la enseñanza católica Cristo Jesús es un miembro de un Dios trino y uno, de la trinidad, ¡lo cual significaría que en la celebración de la misa la gente se está comiendo a su Dios!