¿Cuál es el punto de vista bíblico?
¿Fueron al cielo Elías y Enoc?
PARA responder a esta pregunta, primero hay que considerar ciertos factores bíblicos. Entre éstos están los siguientes: Por su manifestación en la Tierra hace diecinueve siglos, el Hijo de Dios arrojó “luz sobre la vida y la incorrupción por medio de las buenas nuevas.” (2 Tim. 1:10) Por medio de él Dios les dio a muchas personas “un nuevo nacimiento a una esperanza viva . . . a una herencia incorruptible e incontaminada e inmarcesible . . . reservada en los cielos.” (1 Ped. 1:3, 4) Jesucristo mismo fue el primero que fue resucitado a la plenitud de la vida, el primero resucitado a los cielos.—Rev. 1:5.
Por lo tanto Jesús fue el “precursor” de los que reciben vida en el cielo. El inspirado escritor cristiano dijo de la esperanza celestial: “Esta esperanza la tenemos como ancla del alma, tanto segura como firme, y entra hasta dentro de la cortina [en el Santísimo del templo, que representa la propia morada celestial de Dios], donde un precursor ha entrado a favor nuestro, Jesús, que ha llegado a ser sumo sacerdote a la manera de Melquisedec para siempre.” (Heb. 6:19, 20) El mismo escritor muestra que la cortina del compartimiento del Santísimo en el tabernáculo del desierto representaba la carne de Jesús. (Heb. 10:20; compare con Éxodo 26:1, 31, 33.) Mientras Jesús estuvo en la carne, no pudo entrar en el cielo, porque “carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios.” (1 Cor. 15:50) Al entregar su carne, que dio “a favor de la vida del mundo,” y al ser resucitado “en el espíritu,” el camino para los que serían invitados al reino de los cielos quedó abierto.—Juan 6:51; 1 Ped. 3:18.
Lo que es más, se dice que la resurrección de Cristo es para “todos los hombres la garantía” de que Dios resucitará a otros. (Hech. 17:31; 24:15) Esto no sería cierto si Dios hubiera estado resucitando y llevando al cielo a hombres justos durante todos los siglos previos.
Entonces, ¿cómo hemos de entender el relato bíblico acerca del profeta Elías, que dice: “Mientras ellos [Elías y Eliseo] iban andando, hablando al andar, pues, ¡mire! un carro de guerra de fuego y caballos de fuego, y procedieron a hacer una separación entre los dos; y Elías fue ascendiendo a los cielos en la tempestad de viento”? (2 Rey. 2:11) ¿Verdaderamente fue Elías a los cielos de Dios? ¿O murió?
Tenemos las palabras del más grande profeta de Dios, Jesucristo, que residió en los cielos con su Padre por incontables siglos antes de venir a la Tierra. Él dijo: “Ningún hombre ha ascendido al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre.” (Juan 3:13) Hablando de Juan el Bautista, Jesús dijo: “Entre los nacidos de mujer no ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista; mas el que sea de los menores en el reino de los cielos mayor es que él.” (Mat. 11:11) Por consiguiente, Elías, que no fue mayor que Juan, no podría estar en el cielo.
Bueno, pues, ¿qué fueron los “cielos” a los cuales Elías fue llevado por la tempestad de viento? Estos fueron los cielos físicos, la atmósfera, la “expansión,” que también se llama “Cielo” en Génesis 1:6-8. Una tempestad de viento solo podría existir en esta expansión atmosférica, no en el dominio espiritual de la presencia celestial de Jehová. Elías fue transportado fuera de la vista de Eliseo por la tempestad de viento.
La Biblia no dice que Elías murió en esa ocasión. En realidad, Elías todavía estaba vivo y activo como profeta por lo menos cinco años más tarde, evidentemente allá en el territorio de Judá. La Biblia nos dice: “Al fin le llegó un escrito [a Joram, rey de Judá] de Elías el profeta.” Esta carta predijo la enfermedad y muerte de Joram debido a su derrotero malo, idolátrico. (2 Cró. 21:12-15) Otra evidencia de que Elías no murió al ser llevado a los “cielos” es el hecho de que su siervo y sucesor Eliseo no celebró en esa ocasión el acostumbrado período de duelo por su amo.—Compare con 2 Samuel 19:1; 1 Crónicas 7:22; 2 Crónicas 35:24.
¿Qué se puede decir de Enoc, el séptimo hombre en la línea desde Adán? De él, la Biblia dice: “Siguió andando Enoc con el Dios verdadero. Entonces no fue más, porque lo tomó Dios.” (Gén. 5:24) Enoc, como profeta de Jehová, predijo la venida de Dios con sus miríadas de ángeles para ejecutar juicio en contra de los impíos. (Jud. 14, 15) Es muy probable que se desencadenó la persecución en su contra debido a que profetizó. No obstante, Dios no permitió que los opositores de Enoc lo mataran. En cambio Dios “lo tomó,” evidentemente queriendo decir que acortó la vida de Enoc cuando era de una edad mucho menor que la edad de la mayoría de sus contemporáneos. Parece que, como en el caso del cuerpo de Moisés, Jehová dispuso del cuerpo de Enoc, porque “no fue hallado en ningún lugar.”—Heb. 11:5; Deu. 34:5, 6; Jud. 9.
Así es que, en vista de la llana declaración de Jesús en Juan 3:13, Enoc no fue llevado al cielo de la residencia de Dios. Él murió, como lo aclara el apóstol Pablo al decir, después de nombrar a Enoc y a otros antiguos fieles testigos de Dios: “En fe murieron todos éstos, aunque no consiguieron el cumplimiento de las promesas, pero las vieron desde lejos y las acogieron y declararon públicamente que eran extraños y residentes temporales en la tierra.” (Heb. 11:13) Estos hombres sabían que su recompensa les esperaba en el futuro lejano. Los profetas de la antigüedad sabían que sus profecías mesiánicas no aplicaban a ellos mismos, sino que tendrían cumplimiento más adelante. Por lo tanto, el apóstol Pedro les dice a los que son seguidores de las pisadas de Jesucristo, el Precursor celestial: “Respecto de esta misma salvación [prometida a los coherederos de Jesús y que es una esperanza celestial] los profetas [que incluyen a Enoc y Elías] que profetizaron acerca de la bondad inmerecida propuesta para ustedes hicieron una indagación diligente y una búsqueda cuidadosa. Siguieron investigando qué época en particular o qué suerte de época indicaba respecto de Cristo el espíritu que había en ellos cuando de antemano daba testimonio acerca de los sufrimientos para Cristo y acerca de las glorias que habían de seguir a éstos. A ellos les fue revelado que, no a sí mismos, sino a ustedes, servían ellos las cosas que ahora han sido anunciadas a ustedes por medio de los que les han declarado las buenas nuevas.”—1 Ped. 1:10-12.
Pedro, hablando a los judíos congregados en el día del Pentecostés, poco después de la resurrección de Jesús, se refirió al fiel rey David, un “varón agradable a mi corazón [de Jehová]” y dijo: “De hecho David no ascendió a los cielos, sino que él mismo dice: ‘Jehová dijo a mi Señor: “Siéntate a mi diestra, hasta que coloque a tus enemigos como banquillo para tus pies.”’” (Hech. 13:22; 2:34, 35) Así es que Elías y Enoc, junto con otros, están en el sepulcro, esperando la acción del Señor Jesucristo de poner a sus enemigos bajo sus pies al destruirlos. (Hech. 2:29) Entonces, el glorioso Cristo entronizado resucitará de entre los muertos a estos hombres fieles, y los hará “príncipes en toda la tierra.” (Sal. 45:16; Rev. 20:11-13) Estos hombres confiables trabajarán bien con el Rey celestial para administrar rectitud y justicia en la Tierra.