Cómo se entrena a los animales
LOS animales amaestrados, sean pájaros, osos, focas, caballos, elefantes o un sinnúmero de otros, continúan deleitando a personas de toda edad. Uno siente cierta fascinación al ver a estas criaturas hacer cosas que jamás las observaría ejecutar en el estado silvestre. ¿Precisamente cómo se entrena a estos animales?
Considere lo que sucede durante un espectáculo. Una cacatúa pedalea una pequeña bicicleta sobre un alambre elevado por unos 15 metros de distancia. Una vez terminado su acto, el ave, casi imperceptiblemente, recibe un bocado sabroso de la mano de su amaestrador. Con una pelota balanceada cuidadosamente sobre la punta de su nariz, una foca salta sobre un palo elevado sobre la superficie del agua. Terminada su hazaña, el animal recibe un pescado de comer. Sí, el sistema de recompensar desempeña un papel vital en el amaestramiento airoso de los animales.
Además, el amaestrador necesita muchísima paciencia, y también es preciso que haya una buena relación entre él y el animal. Una mirada más detenida a lo que hacen los amaestradores nos da alguna idea de la mucha paciencia que requieren.
Un dispositivo que se usa comúnmente para amaestrar las aves es la “caja de Skinner” que recibió el nombre de su inventor. La caja es un cubo de un metro con agujeros que le permiten al amaestrador observar al ave y tiene un tubo para transmitir el alimento. También tiene un arreglo por el cual el amaestrador puede controlar con luces y sonidos el ambiente del ave en el interior de la caja.
El amaestrador pudiera poner un ave en la caja con un útil, tal vez un carro pequeño. Cada vez que el ave hace algo deseable con el carrito, el amaestrador deja caer un bocadillo sabroso en el tubo de alimentación y oprime un botón para producir un sonido agradable en el interior de la caja. Pero, si el ave hace algo que no se desea, no hay recompensa. En el interior de la caja, el ave oirá zumbidos fuertes a medida que se prenden y apagan las luces. Con el tiempo la criatura queda acondicionada a hacer lo que le aporta un galardón.
Entonces llega el momento en que el ave ha de ejecutar fuera de la “caja de Skinner.” Las sesiones de adiestramiento pueden trasladarse al suelo o a una mesa. De nuevo se emplea el sistema de recompensar. Si el ave hace algo correcto, recibe algo de comer que le agrada. Pero si hace lo indebido, no hay recompensa. Así el ave llega a asociar la ejecución correcta y el alimento con su amaestrador.
Se pueden aplicar los mismos principios al entrenar los animales mimados de casa como, por ejemplo, un perro. Cuando el animal hace algo que no debiera hacer, sería correcto regañarlo. Algunas personas han descubierto que después de regañar severamente al animal es beneficioso darle una palmadita suave, puesto que esto le asegura que no ha sido rechazado. En el caso de portarse muy mal, pudiera ser apropiado darle al perro unos cuantos golpes en las caderas con un periódico doblado. Por otra parte, cuando el perro hace algo correcto, se le debe dar algún galardón. Por ejemplo, el dirigirle unas cuantas palabras en un tono de voz alegre y darle unos cuantos golpecitos suaves puede producirle placer al animal. El ser constante en cuanto a otorgar recompensas y dar regaños acondiciona el perro a hacer lo que su dueño desea que haga.
Hace mucho que el hombre ha amaestrado a los animales para su uso y disfrute. Hace más de 19 siglos que el discípulo cristiano Santiago escribió: “Toda especie de bestias salvajes así como de aves y de cosas que se arrastran y de criaturas marinas ha de ser domada y ha sido domada por el género humano.” (Sant. 3:7) El naturalista romano Plinio, también del primer siglo E.C., mencionó el amaestramiento de elefantes, leones, tigres, águilas, cocodrilos, serpientes y varios peces. El hecho de que esto ha sido posible corrobora la declaración bíblica de que al hombre se le dio dominio sobre la creación animal. (Gén. 1:28) Cuando se ejerce ese dominio del modo correcto, se trata a los animales bondadosamente. Esto les permite dar todo aquello de lo que son capaces a la vez que le proveen a la humanidad tanto deleite como servicio.