¿Se somete usted a la jefatura de Cristo hoy?
EN EL primer siglo de nuestra era común Jesucristo le dio al apóstol Juan una revelación divina. En ella reveló su jefatura activa sobre las congregaciones cristianas en aquel tiempo. La revelación mostró que Cristo personalmente estaba efectuando una inspección de las condiciones dentro de las congregaciones. Estaba intensamente interesado en la salud espiritual de éstas, y en sus obras y actividad cristianas. Pero no solo estaba inspeccionando. Estaba preparado para emprender acción apropiada según lo que revelara su inspección en cuanto al modo en que respondían a su consejo.—Revelación, capítulos 1 al 3; vea también La Atalaya del 15 de febrero de 1972, página 111.
Hoy Cristo Jesús continúa ejerciendo jefatura plena de la congregación cristiana verdadera en toda la Tierra. Y, tal como lo hizo en aquel entonces, emplea agencias terrestres para expresar esa jefatura. La congregación cristiana del primer siglo tenía un cuerpo gobernante compuesto de apóstoles y ancianos en Jerusalén. Ahora funciona un cuerpo similar de cristianos ungidos. Este cuerpo gobernante es la parte administrativa de la clase del “esclavo fiel y discreto” o “mayordomo” acerca del cual Jesús prometió: “Su amo . . . lo nombrará sobre todo lo suyo.” (Mat. 24:45-47; Luc. 12:42-44) Por lo tanto, hay que reconocer ese cuerpo gobernante y el lugar que ocupa en el arreglo teocrático de cosas de Dios para someterse a la jefatura del Hijo de Dios.
CUERPOS LOCALES DE ANCIANOS EN ARMONÍA
Sin embargo, como sucedió en el primer siglo, cada congregación tiene su cuerpo local de ancianos. De estos hombres, el apóstol Pablo escribió a los cristianos de su día: “Sean obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes y sean sumisos, porque ellos están velando por las almas de ustedes como los que rendirán cuenta.” (Heb. 13:17) O, traduciendo más literalmente la palabra griega que usó el apóstol, debían estar obedeciendo a los que los “gobiernan.” (Vea la Kingdom Interlinear Translation.) ¿Significa esto que cada cuerpo local de ancianos formaba un cuerpo gobernante separado que operaba independientemente del cuerpo gobernante de la clase del ‘mayordomo fiel y discreto’?
No, eso no podría ser. ¿Por qué no? Porque eso significaría desunirse de la jefatura de Cristo Jesús. Se asemeja la unión de todos los que componen la congregación cristiana con su Cabeza, Cristo Jesús, a las maneras en que los miembros de un cuerpo humano están unidos a la cabeza. De Jesús, el apóstol escribe: “De él todo el cuerpo, estando unido armoniosamente y haciéndosele cooperar por medio de toda coyuntura que da lo que se necesita, conforme al funcionamiento de cada miembro respectivo en la debida medida, contribuye al crecimiento del cuerpo para la edificación de sí mismo en amor.” (Efe. 4:16) De modo que, la Cabeza, Cristo Jesús, tiene varios arreglos para ‘unir’ a los miembros individuales de la congregación con él, y éstos no se pueden desatender.
¿Qué hay si alguno “se hinchara” debido a un estado de ánimo carnal, más bien que espiritual, y deseara pasar por alto estas provisiones? Encajaría en la descripción que el apóstol da de uno que “no está firmemente adherido a la cabeza, a aquel de quien todo el cuerpo, suministrado y armoniosamente unido por medio de sus coyunturas y ligamentos, sigue creciendo con el crecimiento que Dios da.” (Col. 2:18, 19) Por eso, para que cualesquiera de nosotros, seamos ancianos cristianos o no, estemos enlazados con Cristo Jesús como nuestra Cabeza es preciso que estemos en armonía con su congregación en conjunto. Es preciso que cooperemos con todas sus partes, por medio de las “coyunturas y ligamentos” que unen y atan a la congregación en un todo unido, es decir, los medios y arreglos para suministrar alimento espiritual y comunicación y coordinación. Esto es lo que produce el “crecimiento [espiritual] del cuerpo para la edificación de sí mismo en amor.” Sí, el amor produce humildad y el espíritu de unidad, no independencia ni un concepto exagerado de su propia importancia. ¿Muestra usted que reconoce a Cristo Jesús como su Cabeza, estando armoniosamente unido así y cooperando en amor?
DEJANDO QUE PREVALEZCAN LA ESCRITURA, EL ESPÍRITU Y EL EJEMPLO DE CRISTO
Los cuerpos de ancianos muestran que están ‘adhiriéndose a Cristo como Cabeza’ por su profundo respeto a la Palabra de Dios, que Jesús enseñó, dejando que ésta controle y dirija su pensar. Cuando hacen esto no se extravían por lo que superficialmente parezca ser “práctico” o por métodos que parezcan dar los mejores resultados en el mundo según está organizado en la actualidad. Además, buscan el espíritu de Dios y su guía al aplicar principios bíblicos. Tienen que estar en armonía con ese espíritu, produciendo su fruto, no “contristando” ese espíritu por obstinación.—Efe. 4:30.
Y de todavía otra manera tienen que manifestar su apego a Cristo como Cabeza. Tienen que imitar su ejemplo, reflejando su personalidad y modos de obrar. El ejemplo de los apóstoles de Cristo los ayuda a ver cómo hacerlo. (Compare con Filipenses 4:9.) Por estos medios pueden lograr la mayor armonía posible con sus compañeros ancianos y con todos sus hermanos y hermanas.
Cuando los ancianos acuden así a Cristo Jesús como Cabeza pueden confiar en recibir su dirección. Su devoción y sumisión sinceras muestran que estos ancianos verdaderamente ‘doblan la rodilla’ en el ensalzado “nombre” que Jehová Dios le ha dado a su Hijo. Aunque solo dos o tres de ellos se reúnan en el nombre de Jesús, tienen su promesa: “Allí estoy yo en medio de ellos.” (Fili. 2:9-11; Mat. 18:20) Reunidos así, estarán muy conscientes de la jefatura de Jesús en sus discusiones y deliberaciones.
El trabajar juntos como cuerpo requiere humildad y un interés profundo en hacer prosperar los intereses del Amo. Ningún anciano pensará, por lo tanto, que su manera, su punto de vista o preferencia tiene que prevalecer y que ‘de otra manera no se efectuará nada o nada saldrá bien.’ Quizás tenga mayor ‘antigüedad’ que otros como cristiano o quizás haya tenido más experiencia en pastorear que otros. Esto es para crédito de él. Debe añadir peso a su palabra en el juicio de sus compañeros ancianos. Pero no por ello llega a ser infalible. Su conocimiento, juicio y experiencia jamás pueden igualar a los del Cabeza, Cristo Jesús, ni sobrepasar la sabiduría que se halla en la Palabra de Dios. Su sumisión a la Cabeza se verá en su disposición a trabajar con otros ancianos como cuerpo y reconocer que el Cabeza de la congregación puede usar a éstos así como a él.—1 Cor. 3:5-9, 21-23; compare con Romanos 12:3-8.
La modestia y el estimar debidamente a otros, el conceder a cada uno el grado de dignidad humana que merece... estas cualidades resultan en discusiones fructíferas, productivas dentro de cualquier cuerpo de ancianos. La “sabiduría de arriba” es pacífica, amable y razonable y no da lugar a disputas vacías o a hacer alarde de los logros o habilidades de uno, cosas que muestran una falta del espíritu de Dios y un punto de vista carnal.—Sant. 3:13-18; 1 Cor. 3:3.
Cuando parece que una discusión entre ancianos vacila o le parece a uno que la dirección que va tomando tiende a desviarla del rumbo de la sabiduría verdadera, ¿qué puede hacer? Siempre puede orar en silencio pidiendo que el espíritu de Dios por medio de su Hijo se manifieste y prevalezca. Entonces sus contribuciones personales a la discusión deben reflejar su confianza en la jefatura de Cristo. Denotaría falta de fe en esa jefatura si pensara que le atañe forzar la aceptación de un asunto o si de alguna manera tratara de obligar a otros a aceptar su punto de vista. Sabiamente sigue el consejo del apóstol lleno de espíritu: “En cuanto a mostrarse honra los unos a los otros lleven la delantera.”—Rom. 12:10.
OBEDIENCIA A LA “LEY DEL CRISTO”
A los cristianos se les insta a ser “obedientes a los que llevan la delantera” entre ellos o que los gobiernan. (Heb. 13:17) Pero esto, por supuesto, no significa que los cuerpos de ancianos estarán promulgando sus propias leyes o formulando reglas según sus propios puntos de vista personales y luego requiriendo de todos en la congregación local que se conformen a éstos. Más bien, estos ancianos llevan la delantera poniendo un ejemplo de adherencia fiel a lo que el apóstol llamó “la ley del Cristo,” la “ley de fe,” que se encuentra en la Palabra de Dios. Es a esta ley que ellos exhortan a sus hermanos a que sean obedientes. (Gál. 6:2; Rom. 3:27) También reciben guía en la manera de aplicar esa ley de fe por medio del cuerpo gobernante y las agencias que éste utiliza.
Los ancianos, por ejemplo, deben ejercer buen juicio cuando invitan a miembros de la congregación a participar en presentar información desde la plataforma en las reuniones cristianas, y esto podría incluir el ejercer cuidado de que la apariencia del individuo no sea tal que le produzca un efecto adverso a la congregación en general. Pero ciertamente no deben tratar de controlar lo que los miembros de la congregación se pongan en sus propios hogares o en su actividad cotidiana, a menos que, por supuesto, su indumentaria sea tan exagerada que ocasione vituperio público en la comunidad.
Sí, se darán cuenta de que en los asuntos en que la conciencia personal dicta lo que uno hace, sabiamente deben seguir el ejemplo de Cristo, como lo siguió el apóstol Pablo. Cuando Pablo dijo, “Háganse imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo,” acababa de discutir asuntos de conciencia. En algunos casos Pablo sabía que otros tenían un punto de vista incorrecto debido a una conciencia débil, sin embargo no trató de sobreponerles su conciencia y aconsejó a otros contra el hacerlo, diciendo que en vez de eso debían “soportar las debilidades de los que no son fuertes.”—1 Cor. 10:25-33; 11:1; Rom. 14:1-23; 15:1.
En lo que toca a todos nosotros, hay necesidad de asegurarnos, no solo de que estamos en lo correcto en nuestra posición tocante a un asunto, sino también de que estamos procediendo de manera correcta, siguiendo el ejemplo de Cristo Jesús. El espíritu con el cual nos tratamos los unos a los otros contribuye mucho a lograr la amorosa armonía que produce crecimiento y aumento espirituales.
Cristo Jesús conduce ahora a todos sus discípulos en toda la Tierra en una poderosa obra de predicar el Reino y hacer discípulos. No solo están en juego vidas humanas, sino también la honra del nombre de Dios y del nombre de su Hijo. Ahora es el tiempo de todos los tiempos en que debemos ser “de la misma mente y [tener] el mismo amor, estando unidos en alma, teniendo presente el mismo pensamiento, no haciendo nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino . . . con humildad de mente.” Mostremos así que tenemos ‘la actitud mental que hubo en Cristo Jesús’ y que de veras nos sometemos a su jefatura hoy día.—Fili. 2:1-8.