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¿Cuán íntima es su relación con Dios?La Atalaya 1984 | 1 de agosto
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¿Cuán íntima es su relación con Dios?
RAFAEL, de tres años de edad, comenzó su oración de este modo sencillo: “¿Cómo estás, Jehová?”. Aunque no podríamos estar a favor de que personas adultas emplearan ese modo de abordar a Dios en oración, pudiéramos acoger con una sonrisa la sinceridad infantil de este jovencito. El hecho es que obviamente Rafael se siente allegado a Dios. Para él, Dios es más que una fuerza abstracta. Es una persona de la realidad. ¿Es Dios tan real para usted? ¿Cuán íntima es su relación con Él?
¡Qué extraño es que muchas personas que afirman creer en Dios no traten de aprender más de Él, ni de acercarse a Él! En el caso de algunas, la altivez les impide acercarse a Dios. Los “ojos [de Dios] están contra los altivos”, dijo el rey David (2 Samuel 22:28). Hay otras que son demasiado modestas y sencillas para pensar que sería posible entrar en una relación con Dios. Lo que necesita la persona altiva es cultivar receptividad como la de un niño. Jesús dijo: “Verdaderamente les digo: A menos que se vuelvan y lleguen a ser como niñitos, de ninguna manera entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 18:2-4). Y las que son demasiado modestas se beneficiarían, tal vez, de tener un poco más de la actitud inocente que a Rafael le permite abordar a Dios sin titubear.
Pero, aunque el tener la actitud correcta es un buen comienzo, se necesita más que eso para estar en relación íntima con Dios. En primer lugar, hay que tener conciencia de que él existe. Cuando usted mira las maravillosas obras creativas de Dios, ¿se siente movido a pensar en Él, alabarlo y darle gracias, como lo hizo el salmista David? Éste preguntó: “Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado, ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente, y el hijo del hombre terrestre que cuides de él?” (Salmo 8:3, 4). El tomar tiempo para meditar con aprecio en la creación de Dios de seguro fortalece el vínculo de amor que hay entre usted y Dios.
‘Acérquese a Dios’
Dos imanes, cuando están alineados apropiadamente, se atraen uno al otro. De hecho, mientras más cerca estén uno del otro, más fuerte es la atracción. Algo parecido puede suceder en nuestra relación con Dios, pues el discípulo Santiago dijo: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes”. (Santiago 4:8.)
El aprender acerca de Dios es una manera de ‘acercarse’ a Él (Juan 17:3). Solo si estudia la Palabra de Dios, la Biblia, puede uno aprender Su nombre, Jehová, y la verdad acerca de sus propósitos para la Tierra, y sus atributos, como amor, sabiduría, justicia y poder (Salmo 83:18). ‘Pero —pudiera usted decir— ya sé que Dios es todopoderoso, completamente justo y lleno de sabiduría y amor.’ Sin embargo, ¿es eso en sí mismo indicación de que usted tiene conocimiento verdadero y adecuado de Dios? No necesariamente.
En sí mismas, simples declaraciones acerca de Dios y sus cualidades pueden parecer carentes de significado, especialmente si usted no puede relacionarlas con su experiencia personal. Por ejemplo, ¿cómo pudiera una persona sorda de nacimiento comprender lo que es un sonido “alto” y uno “bajo”? ¿Cómo puede saber la diferencia entre el gorjeo de un gorrión y el arrullo de una paloma si no tiene manera alguna de hacer una comparación entre ambos sonidos? De igual manera, la declaración en sí de que “Dios es amor” pudiera parecer nada más que un hecho frío (1 Juan 4:8). Pero para captar plenamente el amor de Dios, tanto mental como emocionalmente, la persona tiene que considerar cómo se ha expresado ese amor hacia la humanidad (Juan 3:16). También tiene que poder relacionar con su propia experiencia personal el amor de Dios. “Gusten y vean que Jehová es bueno”, dijo el salmista (Salmo 34:8). A medida que el individuo hace eso, no puede menos que sentirse atraído a Dios.
Mirando fijamente a su padre, el pequeño Luis preguntó una vez: “Sé que debo amar a Jehová más que a cualquier otra cosa, pero ¿cómo puedo amarlo más que a ti? Puedo verte y amarte, pero no puedo ver a Jehová”. El padre tranquilizó al hijo al explicarle que un sentimiento como ése es bastante normal al principio. Y le aseguró al jovencito que después que aprendiera lo que la Biblia dice acerca de las maravillosas cualidades y obras de Jehová, y al experimentar personalmente el cuidado amoroso de Dios, ¡podría cobrarle más apego a Dios que a toda otra persona! (Mateo 22:37, 38.) Lo mismo puede sucederle a cualquiera de nosotros que tome tiempo para aprender de Jehová Dios.
Lo que significa “conocer” a Dios
A menudo usamos la palabra “conocer” para referirnos a una breve relación con alguien o al mero hecho de reconocer a una persona. Tal vez nos hallemos diciendo: ‘Si no me equivoco, la conozco’. Puede que hasta digamos esto si solo hemos visto momentáneamente en alguna parte a la persona o ya nos la ha presentado alguien brevemente.
El apóstol Juan nos ayuda a entender que “conocer” a Dios significa más que tener una relación de pasada con Él. Considere algunos de los argumentos que expone Juan en la primera carta que escribió bajo inspiración divina. En resumen, él dice en parte: El conocer a Dios es amar a Dios. El conocer y amar a Dios es guardar sus mandamientos. Significa dejar de andar en la oscuridad y poner en práctica la verdad. Es seguir la dirección de la Palabra de Dios y Su espíritu, y adherirnos a la verdad. Al conocer a Dios nos sentimos en libertad de acercarnos a él en oración, con la convicción de que nos oye y de que, en respuesta, nos dará todas las cosas que necesitamos para efectuar Su voluntad. (1 Juan 1:5-7; 2:3, 4, 13, 14; 3:19-24; 4:6-8, 13; 5:3, 14, 15.)
Obviamente, pues, el conocer a Dios no es algo pasivo. Se requiere mucho esfuerzo para llegar a conocer a Jehová Dios y disfrutar de una relación estrecha con él. Sin duda, se necesita más que efectuar mecánicamente ciertos ritos religiosos. El conocer a Dios tampoco es experimentar alguna clase de sensación emocional súbita, como la que alegan haber tenido muchos que afirman haber experimentado un “nuevo nacimiento” espiritual. El salmista dijo: “Hazme conocer tus propios caminos, oh Jehová; enséñame tus propias sendas. Hazme andar en tu verdad y enséñame, porque tú eres mi Dios de salvación. En ti he esperado todo el día” (Salmo 25:4, 5). ¡El “conocer” a Dios es, por tanto, todo un modo de vida!
Además, después de exhortarnos a ‘gustar y ver que Jehová es bueno’, el salmista dice: “Apártate de lo que es malo, y haz lo que es bueno; procura hallar paz, y sigue tras ella” (Salmo 34:8, 14). En algunos casos se necesita acción drástica para ‘apartarse de lo que es malo’.
Por ejemplo, Mari, que fue “hippie” durante la década de los sesenta, se había entregado al uso de drogas. Esto, a su vez, la llevó al robo, la inmoralidad, el aborto... hasta a la prostitución. Sin embargo, con el tiempo ella llegó a comunicarse con los testigos de Jehová y empezó a ver la necesidad de hacer cambios si quería estar en relación íntima con Dios. “Dejé el hábito de fumar de dos a tres cajetillas de cigarrillos al día y de usar drogas, y decidí en mi corazón seguir el mandamiento de Jehová relacionado con la fornicación. Tiré todos mis libros sobre sueños, astrología y espiritismo, y me deshice de todas mis estatuas, velas y cuadros idolátricos.” Con el tiempo ella hizo su dedicación a Dios y le sirve hasta el día de hoy.
Pero ¿hará usted el esfuerzo necesario para llegar a conocer a Dios? Aunque su estilo de vida no sea tan escandaloso como el de Mari, puede que usted tenga que hacer verdaderos cambios. No obstante, puede tener la seguridad de que Dios no decepciona a los que sincera y humildemente lo buscan con el anhelo, propio de niño, de aprender cuál es Su voluntad, y hacerla.
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Ayude a sus hijitos a estar en relación íntima con DiosLa Atalaya 1984 | 1 de agosto
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Ayude a sus hijitos a estar en relación íntima con Dios
CON menos de mil palabras, los escritores bíblicos describen los primeros 30 años de la vida de Jesús. Pero con decenas de miles de palabras hacen un informe sobre los últimos tres años y medio de su vida. Esto se debe a que el ministerio público de Jesucristo —no su nacimiento, niñez ni los primeros años como adulto— fue el tema dominante de los Evangelios. Sin embargo, las breves referencias que hace la Biblia a los primeros años de la vida de Jesús sí dejan claro que hasta los jovencitos pueden entrar en una relación íntima con Dios.
Cuando abrimos la Biblia en el capítulo 2 del relato de Lucas, encontramos a Jesús, de 12 años de edad, en el templo, “sentado en medio de los maestros” de la ley de Dios. Él estaba “escuchándoles e interrogándoles”, pero también los dejaba asombrados con ‘su entendimiento y sus respuestas’ (Lucas 2:46, 47). Además, leemos que, a medida que fue creciendo físicamente, también fue aumentando en sabiduría y entendimiento. (Lucas 2:40, 52.)
¿A qué podemos atribuir el que Jesús tuviera esa inclinación espiritual? Al menos parte del mérito hay que atribuirlo a sus padres. Como judíos, ellos tenían la obligación de seguir el consejo de Jehová sobre la crianza de los hijos. Moisés, profeta de Dios, había dicho: “Estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6, 7). No cabe duda de que Dios se propuso colocar a su Hijo en una familia que pusiera en práctica este consejo. Hoy día los padres deben mostrar el mismo interés en sus hijos. ¿Está usted ayudándoles a conocer a Jehová y a querer servirle?
“Desde la infancia”
La educación espiritual no es algo que sea apropiado posponer hasta que los hijos crezcan. Por ejemplo, Timoteo se convirtió en un cristiano sobresaliente. Pero “desde la infancia” había sido instruido en las Santas Escrituras (2 Timoteo 3:15). En armonía con esto, se ha observado que algunas madres cristianas piden audiblemente la bendición de Jehová antes de dar el biberón a su bebé. ¡No es de extrañar que dichos infantes no tarden mucho en decir “amén” al final de oraciones como ésa! Éste es uno de los primeros pasos que se dan para ayudarles a desarrollar aprecio por todos los dones espirituales y materiales que reciben de Dios.
Miguel y Zípora (de siete y ocho años de edad respectivamente) dejaron ver los resultados de la excelente educación que recibieron de sus padres. En cierta ocasión, cuando ellos y sus padres salieron de viaje, tomaron la iniciativa de pedir a Dios que los guiara y los protegiera. Y cuando llegaron a su destino, los niños se acordaron de dar gracias a Dios porque llegaron sanos y salvos.
Cristián y Eric (de tres y seis años de edad respectivamente) fueron a un parque con sus padres. Como sucede a veces con los jovencitos, se perdieron. ¿Cuándo los hallaron sus padres? ¡Cuando los muchachitos habían acabado de orar a Dios que los ayudara!
Hay muchas formas de entrenamiento que se pueden enseñar con éxito mientras los niños están bastante pequeños. En una gran asamblea cristiana que se celebró en Bélgica, se llevó a la plataforma a Gino, de tres años de edad, y se le sentó en un taburete alto. El orador le pidió que recitara al auditorio los nombres de los 66 libros de la Biblia. ¿Puede usted hacer eso? Bueno, ¡Gino pudo! Siguió progresando bajo la dirección de sus padres y hoy sirve de superintendente viajante de los testigos de Jehová. Por supuesto, no todos los niños tienen las mismas aptitudes para aprender, pero esto ilustra el beneficio de darles instrucción espiritual.
A los jovencitos hasta se les puede impartir entendimiento de las doctrinas bíblicas. En una guardería infantil del Gran Ducado de Luxemburgo, Kai, de cuatro años de edad, rehusó rezar junto con los demás niños. Cuando se le preguntó por qué, contestó: “¡No creemos en un dios hecho de tres!”. Ahora bien, puede que la idea que haya tenido Kai de la deidad trina y una de los católicos no haya sido del todo exacta, ¡pero para él era suficiente saber que no debía orarle! (Marcos 12:29.)
Que Dios forme parte de la vida de ellos
A veces los niños tienen problemas. En vez de negarse a considerarlos con alguien, deben confiar en sus padres. Pero a los niños también se les debe animar a ‘arrojar su carga sobre Jehová’ (Salmo 55:22). Se les puede ayudar a comprender que Jehová no tratará con desdén sus peticiones, pues su Hijo, Jesucristo, dijo: “Dejen que los niñitos vengan a mí; no traten de detenerlos” (Marcos 10:14). Y a los niños se les debe enseñar a orar a Dios por medio de Jesucristo. (Juan 14:6.)
Cuando los niños aprenden a contar con la ayuda de Jehová y ven los resultados de hacerlo, a menudo esto tiene efectos dramáticos en su fe. Jacquy, joven que ahora sirve en una de las sucursales de la Sociedad Watch Tower, habla de una experiencia que sucedió cuando él tenía 14 años de edad: “Aquel año nuestra asamblea de circuito se programó para el fin de semana antes de los exámenes finales. El problema que se presentó fue que nuestra maestra no nos dio el material que teníamos que repasar sino hasta el viernes. Después de considerar el asunto con mis padres, decidimos que yo no debería perderme el programa de la asamblea, aunque aquello significaría que dispondría de muy poco tiempo para estudiar [Hebreos 10:24, 25]. Oré a Jehová que me ayudara en mis esfuerzos por prepararme lo mejor posible para los exámenes.
”Llegó la mañana del lunes, y todos los estudiantes estaban muy nerviosos porque, por primera vez, los exámenes serían orales. Nuevamente oré a Jehová que estuviera conmigo. ¿Qué sucedió? De todos los estudiantes, yo recibí las calificaciones más altas en las asignaturas que se trataron aquel día. Un maestro que formaba parte del jurado hasta siguió haciéndome preguntas y comentó: ‘Quiero ver hasta dónde puede llegar’. Sin embargo, pude contestar sus preguntas”.
¿Qué aprendió Jacquy de este resultado excelente? “El experimentar la ayuda de Jehová me acercó aún más a él. Aprendí que no debemos inquietarnos por cosa alguna, sino que debemos recurrir a Jehová Dios con toda forma de oración y ruego.” (Filipenses 4:6, 7.)
Sí, es importante que ayudemos a nuestros hijitos a “conocer” a Jehová, a que lo hagan parte de su vida cotidiana. Cuando ellos perciban que Jehová está con ellos en los tratos que tienen con otros, ¿no tendrán muchísimo más incentivo para seguir sirviéndole fielmente que el que tendrían si solo oyeran y leyeran acerca de Él? Por supuesto, educarlos así no será fácil. Pero los jovencitos no olvidarán rápidamente el entusiasmo y la escrupulosidad con que sus padres les pasaron la herencia espiritual de conocimiento de Jehová que tenían. Tampoco olvidará Jehová tales esfuerzos fieles (Hebreos 6:10-12). Por lo tanto, que los que seamos padres nos esforcemos por ayudar a nuestros hijitos a alcanzar el galardón que ofrece nuestro Padre celestial a los que lo conocen y son conocidos por Él... “vida eterna”. (Juan 17:3.)
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Palabras que conmuevenLa Atalaya 1984 | 1 de agosto
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Palabras que conmueven
EL PADRE de Débora, niña de ocho años de edad, le preguntó: “¿Oras a Jehová?”. La respuesta de ella fue: “Sí, mucho”. “¿Cuándo?” “Cuando estoy sola.” “¿Por qué entonces?” “¡Para que nadie me moleste!”
La madre de Lorenzo, niño de seis años de edad, le preguntó: “¿Quieres que deje encendida la luz de tu habitación esta noche?”. (Lorenzo tenía miedo a la oscuridad, y se le había dicho que orara a Jehová con relación a ese asunto.) “No, ya no tengo miedo porque Jehová está conmigo.”
Una niñita de seis años de edad dijo en oración: “Gracias, Jehová, por la esperanza de la resurrección. ¡Es una buena idea!”. En otra oración, dijo: “Vas a tener mucho que hacer aquí en nuestro país cuando estemos en el Paraíso, Jehová, porque aquí llueve muchísimo”.
Hugo, de tres años de edad, oró: “¡Por favor, Jehová Dios, haz que mi padre lea la Biblia para que no muera en Armagedón!”. La puerta del dormitorio del niño estaba abierta, y su padre oyó la oración. Aquello hizo que él finalmente dejara de oponer resistencia a la verdad, y hoy es un siervo fiel de Jehová.
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