Los tres mundos
La Biblia habla acerca de tres mundos. Ya no es necesario que persona alguna esté confusa acerca de . . . El mundo que en un tiempo era, el mundo actual y el mundo venidero
CASI todo el mundo sabe de las palabras de Jesús registradas en Juan 3:16 (NM), a saber: “Dios amó tanto al mundo que dió a su Hijo unigénito, para que todo aquel que ejerza fe en él no sea destruído sino tenga vida eterna.” Sin embargo, este mismísimo escritor de la Biblia, el apóstol Juan, escribió en su epístola estas palabras: “No estén amando al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del padre no está en él.” (1 Juan 2:15, NM) ¿Nos diría Dios que no amemos aquello que él ama? ¿Contradicción en la Biblia? No; si acaso hubiera contradicción, sólo existiría en la mente de los que no saben nada acerca de los tres mundos.
¿Dónde aprendemos acerca de los tres mundos? En la Biblia, en el capítulo tres de 2 Pedro. Aquí el apóstol habla acerca de (1) “el mundo de ese tiempo” o de que “en tiempos antiguos había cielos y una tierra” que sufrieron la destrucción en el día de Noé; (2) “los cielos y la tierra actuales” y (3) los “nuevos cielos y una nueva tierra.”—2 Ped. 3:5-13, NM.
Llamativo es el hecho de que los tres mundos están asociados con unos cielos y una tierra. ¿Significa esto que ha habido o que habrá otros planetas terráqueos? No. En la Biblia la palabra “tierra,” igual que la palabra “cielos,” no siempre se usa en su sentido literal. En el Salmo 96:1 (Val), por ejemplo, la Biblia dice: “Cantad á Jehová, toda la tierra.” Aquí la palabra “tierra” se usa simbólicamente para referirse a los siervos de Dios en la tierra.
Cuando la Biblia habla acerca de una tierra que perece, pues, no se refiere a la tierra literal. Porque la Palabra de Dios dice acerca del globo terráqueo: “La tierra, la que cimentó para siempre.” (Sal. 78:69) De manera que cuando la Biblia dice que una tierra fué destruída o ha de ser destruída, quiere decir la “tierra” simbólica, es decir, la parte visible humana de un mundo, la sociedad humana bajo su arreglo social.
De igual modo el vocablo “cielos” a menudo se usa simbólicamente para referirse a los gobernantes invisibles de un mundo—criaturas espirituales, sean inicuas o justas.
EL “MUNDO ANTIGUO”
Cuando Adán se unió a Eva en la rebelión contra su Dios y Creador, comenzó un mundo corrupto. Bajo la influencia invisible de una poderosa criatura espiritual que llegó a ser conocida como Satanás el Diablo, la iniquidad aumentó sobre la tierra. Relatando acerca del aumento que hubo en la iniquidad, el registro bíblico dice: “La tierra llegó a estar arruinada a la vista de Dios y la tierra llego a estar llena de violencia.”—Gén. 6:11, NM.
¿Por qué se había apoderado de la tierra la violencia? Una razón fué que un número no revelado de santos ángeles del cielo desobedeció a Dios. ¿Cómo? Dejando su lugar apropiado de habitación celestial para vivir sobre la tierra. “Acaeció que cuando los hombres comenzaron a crecer en números sobre la superficie del suelo y les nacieron hijas, entonces los hijos de Dios comenzaron a observar las hijas de los hombres, que eran bien parecidas, y se pusieron a tomar esposas para sí.” (Gén. 6:1-3, NM) Poco después que los hijos de Dios se materializaron como hombres y se casaron con las hijas de los hombres las condiciones se hicieron peores.
Esto se debió a que la prole que les nació a las uniones impías era híbrida, fenómenos humanos, monstruos. Eran más grandes que el hombre de término medio, y poseían una cantidad increíble de vitalidad debido a que tenían padres angelicales. Se llamó nefilim a esta prole fenomenalmente poderosa. Estos aterrorizaron a los habitantes de la tierra, llenándola de violencia.
¿Quiénes componían los “cielos” de ese mundo antiguo? Puesto que los hijos de Dios o los padres de los nefilim realmente dominaron la tierra, ellos con Satanás el Diablo formaban un cuerpo de control celestial, unos “cielos” simbólicos sobre la humanidad. También había una “tierra” simbólica perteneciente a ese mundo antiguo. Esta fué la sociedad humana moralmente corrupta. Así que “en tiempos antiguos había cielos y una tierra.”—2 Ped. 3:5, NM.
Esos cielos y tierra antiguos eran inicuos. Dios determinó que tenían que pasar: “Voy a borrar de sobre la superficie del suelo a hombres que yo he creado.” (Gén. 6:7, NM) Dios le reveló este hecho a Noé, hombre que detestaba las condiciones inicuas de ese mundo y que amaba la justicia. Dios le dió a Noé la instrucción de construir una gran arca de tres pisos. Noé hizo como Dios le mandó. Noé se mantuvo activo también como predicador de justicia. Pero la gente de ese tiempo, a excepción de la esposa de Noé, sus tres hijos y sus esposas, no se interesaba en condiciones justas. En cuanto al propósito de Dios de borrar a los hombres por medio de un diluvio, el mundo inicuo no creía que eso sucedería. El mundo se mofaba de Noé y lo ridiculizaba por construir el arca.
Pero un día en noviembre en 2370 a. de J.C., llegó el tiempo para el fin del “mundo antiguo.” Dice la Biblia: “Las compuertas de los cielos fueron abiertas. Y el aguacero sobre la tierra siguió por cuarenta días y cuarenta noches. Y las aguas se hicieron abrumadoras y siguieron aumentando mucho sobre la tierra, pero el arca siguió yendo por la superficie de las aguas. Y las aguas anegaron la tierra tanto que todas las altas montañas que estaban bajo todos los cielos llegaron a estar cubiertas. Así él borró toda cosa existente que había sobre la superficie del suelo, desde el hombre hasta la bestia.” Los mofadores, que se mofaron de la idea de que Dios fuera a destruir a un mundo inicuo, ya no se mofaron más.—Gén. 7:11, 12, 18, 19, 23, NM.
El fin de ese mundo antiguo abarcó tanto cielos como tierra. La “tierra” simbólica, la parte visible humana de ese mundo antiguo corrupto, pereció, pero el planeta tierra permaneció. Los “cielos” simbólicos igualmente fueron destruídos, puesto que los hijos de Dios espirituales fueron forzados a desmaterializarse y regresar al reino espiritual.
Respecto al Traedor de ese diluvio destructor del mundo, la Biblia dice: “No se contuvo de castigar a un mundo antiguo, pero mantuvo a Noé, predicador de justicia, en seguridad con siete otros cuando trajo un diluvio sobre un mundo de gente impía.”—2 Ped. 2:5, NM.
“ESTE PRESENTE MUNDO INICUO”
Algún tiempo después del diluvio del día de Noé comenzó el mundo en que nosotros vivimos. Noé le dió a la tierra un comienzo limpio. Pero no mucho tiempo después del diluvio la iniquidad brotó de nuevo. ¿Qué pasó? Bajo la influencia del Diablo los hombres se desviaron del ejemplo correcto que les puso Noé.
El diluvio global no había destruído al Diablo ni a los desobedientes hijos de Dios. Debido a su desobediencia no se les permitió a los hijos espirituales de Dios volver a la santa organización de Dios. Dejados en la obscuridad al ser excluídos de los consejos iluminadores de Dios, los desobedientes hijos de Dios eran ahora “espíritus en prisión.” (1 Ped. 3:19, NM) El Diablo se hizo gobernante de los “espíritus en prisión” y vino a ser el gobernante de los demonios. El Diablo y sus demonios por tanto constituyen los “cielos” de este mundo inicuo.
Aptamente, un apóstol de Cristo Jesús llamó a este mundo “este presente mundo inicuo.” (Gál. 1:4, VA) De manera que este mundo presente no se origina de Dios. Lo domina el Diablo, de quien las Escrituras dicen: “El mundo entero está yaciendo en el poder del inicuo.”—1 Juan 5:19, NM.
¿Está destinado a continuar hasta tiempo indefinido este “presente mundo inicuo”? No, Dios ha fijado una fecha para su fin. Según la señal de los últimos días, ese fin vendrá durante esta generación. El medio por el cual Dios borrará este presente mundo es una guerra en el cielo y en la tierra. La Biblia da a esta guerra invisible y visible el nombre simbólico “Armagedón.”—Apo. 16:16.
La Palabra de Dios contiene numerosas referencias a esta guerra que el cielo peleará, la cual pondrá fin a este mundo inicuo. Por ejemplo, se refiere a ella como “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso,” eso es, “el día grande y tremendo de Jehová,” “el día de la ira de Jehová,” “el día de la venganza de nuestro Dios,” “el día de ira y de la revelación del justo juicio de Dios,” “el día de juicio y de la destrucción de hombres impíos.” Significa “la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante,” “destrucción repentina,” y “grande tribulación como no ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a acontecer.”—Apo. 16:14, NM; Mal. 4:5; Sof. 2:2; Isa. 61:2; Rom. 2:5; 2 Ped. 3:7; 2 Tes. 1:7, 8; 1 Tes. 5:3; Mat. 24:21, NM.
Así como ocurrió en los días de Noé durante el tiempo del fin de ese mundo, así será hoy en día. El gran Profeta Cristo Jesús dijo: “Así como estaba la gente en aquellos días antes del diluvio, comiendo y bebiendo, casándose y dándose en matrimonio, hasta el día que Noé entró al arca; y no notaron nada hasta que vino el diluvio y los barrió a todos, así será la presencia del Hijo del hombre.” (Mat. 24:38, 39, NM) Absorta como está en las ocupaciones de la vida, la gente hoy día no quiere oír la amonestación acerca del fin de este presente mundo; ella, igual a la gente del “mundo antiguo,” se burla de la idea de que un mundo inicuo vaya a ser destruído. De manera que la mayor parte de la gente ‘no nota nada’ ni le presta atención a la advertencia que la sociedad del nuevo mundo de los testigos de Jehová ahora proclama acerca del fin de este mundo. Algunas personas se burlan y se ríen de la idea de que Dios intervenga y ponga fin a este mundo.
No es raro el que la gente ridiculice la señal de los “últimos días” y de la segunda presencia de Cristo. Con certeza tenía que ser así. “En los últimos días,” dijo el apóstol Pedro, “vendrán burladores con sus burlas, procediendo de acuerdo con sus propios deseos y diciendo: ‘¿Dónde está esa prometida presencia de él? Pues, desde el día que nuestros antepasados se durmieron en la muerte, todas las cosas continúan igual como ha sido desde el principio de la creación.’”—2 Ped. 3:3, 4, NM.
Pero, ¿por qué se burlan los burladores? ¿No debiera la destrucción del “mundo antiguo” servir de amonestación de que Dios puede hacerlo otra vez? ¡Sí, debiera! Pero los hombres no quieren que se les haga recordar el fin de este mundo; ellos evitan pensar en ello adrede; quieren creer que todas las cosas continuarán “igual como ha sido desde el principio de la creación.” Por motivos egoístas tratan de borrar toda memoria del “mundo antiguo” y su fin por medio de agua.
Pero de nada les servirá pasar por alto la verdad, como explica el apóstol: “De acuerdo con su deseo, este hecho escapa a su atención, que en tiempos antiguos había cielos y una tierra situada sólidamente fuera de agua y en medio de agua por la palabra de Dios, y por esos medios el mundo de ese tiempo sufrió la destrucción cuando fué anegado con agua. Pero por la misma palabra los cielos y la tierra actuales están guardados para fuego y se están reservando para el día de juicio y de la destrucción de hombres impíos.” (2 Ped. 3:5-7, NM) ¡Sí, Dios lo volverá a hacer! Lo ha prometido en su Palabra.
“NUEVOS CIELOS Y UNA NUEVA TIERRA”
La destrucción de los simbólicos cielos y tierra de este mundo no dejará un vacío. No, sino que hará lugar para un mundo enteramente nuevo: “Pero hay nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos de acuerdo con su promesa, y en éstos la justicia habrá de morar.”—2 Ped. 3:13, NM.
El nuevo mundo nunca se corromperá; para siempre seguirá siendo un mundo justo. El Diablo y los demonios, los cuales constituyen los cielos de este mundo, nunca llegarán a ser los cielos del nuevo mundo. En el Armagedón el Diablo y sus demonios serán abismados por mil años; entonces, al fin del reinado de mil años de Cristo, serán arrojados en el lago de fuego, símbolo de la destrucción eterna.
Los nuevos cielos, compuestos de Cristo Jesús y 144,000 cristianos fieles rescatados de entre los hombres, nunca se volverán corruptos. Y la nueva tierra permanecerá justa para siempre. Usted puede ser habitante de aquella nueva tierra justa y gozar de sus bendiciones eternas. Acerca de la nueva tierra la Palabra de Dios dice: “La muerte no será más, ni tampoco habrá más duelo ni lloro ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”—Apo. 21:4, NM.
Nunca, nunca a través de toda la eternidad terminará el nuevo mundo ni cesarán de fluir sus bendiciones a todos los hombres y mujeres perfectos que estarán viviendo en la tierra. Jehová garantiza esto: “Porque así como los nuevos cielos y la nueva tierra que voy a hacer, permanecerán delante de mí, dice Jehová, así también permanecerá vuestro linaje y vuestro nombre. Y sucederá que de novilunio en novilunio, y de sábado en sábado, vendrá toda carne para adorar delante de mí, dice Jehová. Y saldrán, y mirarán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí.”—Isa. 66:22-24.
Después del Armagedón los sobrevivientes saldrán y contemplarán los cuerpos muertos de aquellos a quienes Jehová habrá muerto. ¡Más de dos mil millones de muertos! ¡Los cadáveres de los que rehusaron amar al nuevo mundo que Dios amó tanto que dió a su Hijo unigénito! Los cadáveres de los que amaron a este presente mundo inicuo, respecto al cual se nos manda que no lo amemos. Sus cuerpos muertos no serán enterrados; serán alimento para los gusanos, aves y bestias. Serán objetos repugnantes a toda carne justa que sobreviva. Entonces a través del tiempo interminable, durante todas las estaciones del año, de mes en mes, de semana en semana, toda carne humana vendrá a adorar a Jehová y a darle gloria al Dios del justo nuevo mundo.