¿Qué propósito tiene el vivir?
¿SABÍA usted que a través del mundo más de diez mil personas se suicidan cada día? Multiplique esto por 365 y la cifra anual es pasmosa. Es mayor que la entera población de muchas ciudades. ¿Qué está conduciendo a tantas personas a tal estado de ánimo desesperado? ¿Ha llegado a ser la vida para ellas un vacío sin propósito ni fin determinado? ¿Han perdido todo sentido de obligación hacia ellas mismas, hacia sus semejantes, hacia Jehová Dios que es su Creador?
Se reconoce que el tener un propósito en la vida es esencial para el bienestar del hombre. Algunos tienen el propósito de hacer bien a otros, tratándolos bondadosamente y por lo general siendo útiles. Algunos hacen de su propósito en la vida el divertirse, absorbiéndose en las búsquedas de placer. Algunos consideran el trabajar hacia la meta de la seguridad financiera como su propósito en la vida. Otros centran su vida en torno de su hogar y familia. Pero, a juzgar por la falta de felicidad verdadera entre la gente que tiene tales metas, es evidente que hay algo defectuoso acerca de estas metas como el propósito principal para vivir. Se necesita un propósito más elevado. ¿Qué propósito más elevado hay que el que el Creador del hombre ha colocado delante del hombre?
La Palabra de Dios, la Biblia, muestra que nuestro verdadero propósito en vivir debería ser el hacer su voluntad divina. Así lo declaró el sabio Salomón: “Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque esto es el deber todo del hombre.” (Ecl. 12:13) Que el hacer la voluntad de Dios verdaderamente es el “deber todo del hombre” es lo que Simón Pedro, un apóstol de Jesucristo, escribió a los cristianos primitivos: “Puesto que Cristo sufrió en la carne, ustedes también ármense con la misma disposición mental; porque la persona que ha sufrido en la carne ha desistido de los pecados, con el fin de vivir el resto de su tiempo en la carne, ya no para los deseos de los hombres, sino para la voluntad de Dios. Porque basta el tiempo que ha pasado para que ustedes hayan obrado la voluntad de las naciones cuando procedían en hechos de conducta relajada, lujurias, excesos con vino, diversiones estrepitosas, partidas de beber e idolatrías ilegales.”—1 Ped. 4:1-3.
Puesto que nuestro propósito en vivir ya no debería ser “para los deseos de los hombres, sino para la voluntad de Dios,” es imprescindible que aprendamos qué es la voluntad de Dios. Eso no es algo que pueda determinarse sencillamente por la conciencia de cada individuo, o por costumbre, o por lo que diga una maestra de “escuela dominical.” Tampoco se aprende siempre la voluntad de Dios por entrenamiento de los padres. Dios ha provisto para nuestra instrucción sobre su voluntad las páginas de la Biblia inspirada, y las personas sabias harán de este Libro su compañero y guía constantes.
Ciertamente la Biblia muestra que la voluntad de Dios es que debemos ‘temer al Dios verdadero,’ Jehová, más bien que a los hombres. (Luc. 12:4, 5) Ella muestra que debemos ‘guardar sus mandamientos.’ Los mandamientos de Dios se relacionan con nuestra conducta y actividad, que él requiere que sean santas. De hecho, el apóstol Pedro, al principio de su primera carta, recalcó el ser uno santo en toda su conducta porque esto es la voluntad de Dios: “Como hijos obedientes, dejen de amoldarse según los deseos que tuvieron en otro tiempo en su ignorancia, sino, de acuerdo con el santo que los llamó, háganse ustedes mismos santos también en toda su conducta, porque está escrito: ‘Tienen que ser santos, porque yo soy santo.’” (1 Ped. 1:14-16) Eso significa que la voluntad divina para el hombre es una vida que se haya apartado para vivir de acuerdo con la norma santa de justicia de Dios. Por eso, quien hace la voluntad de Dios no puede estar andando en el camino de este impío sistema de cosas. El tiempo pasado en la vida de una persona cuando hacía la voluntad de las naciones, dijo Pedro, basta, es demasiado, de hecho; desde el tiempo que comienza a seguir tras el propósito correcto en la vida debe comprar el tiempo que queda y usarlo, junto con sus fuerzas y energías, en hacer la voluntad de Dios.
Pedro también dijo que quien quiere hacer la voluntad de Dios tiene que armarse. ¿Con qué? Con “la misma disposición mental” que Jesucristo tuvo. ¡Qué protección es esto en contra de este impío sistema de cosas, en contra del desaliento, la infelicidad y el modo de vivir sin propósito ni fin determinado! Para armarse uno con la disposición mental de Jesucristo, uno tiene que aprender acerca de lo que enseñó Jesús—el reino de Dios. Quien hace la voluntad de Dios pondrá ese reino en primer lugar en su vida, exactamente como Jesús lo hizo, obedeciendo su mandamiento: “Sigan, pues, buscando primero el reino y Su justicia, y todas estas otras cosas [las necesidades materiales] les serán añadidas.” (Mat. 6:33) Entonces abrazaremos la esperanza segura de vida eterna por medio del reino de Dios y el sacrificio de rescate de Cristo.
Parte del propósito del cristiano al vivir debe ser el enseñar la voluntad de Dios a otros; ciertamente eso envuelve el enseñar a otros acerca del reino de Dios establecido en los cielos y la manera en que éste traerá bendiciones a toda la humanidad obediente. Sí, es la voluntad de Dios que todos los cristianos verdaderos recomienden a otros el mensaje de salvación de Dios por medio de Jesucristo mediante su reino celestial, lo cual hará posible un justo nuevo orden de cosas.
Cuando Jesucristo estuvo en la Tierra declaró de esta manera su propósito al vivir: “Para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad.” (Juan 18:37) Este fue el propósito en torno del cual se amoldaron sus actividades. Él recomendó la voluntad de Dios a todas las personas a quienes encontró que eran humildes y estaban deseosas de aprender el propósito correcto de la vida. El vivir en conformidad con la norma de Jesús no es fácil, pero cada individuo tiene la responsabilidad de hacer lo que pueda en alabar a Dios de tal manera que otros aprendan la voluntad de Dios. Dios no es irrazonable; él acepta nuestros esfuerzos sinceros por vivir en conformidad con sus requisitos.
Por eso, es importante que hagamos todo lo que podamos al cumplir el buen propósito de ‘temer al Dios verdadero y guardar sus mandamientos,’ ya no viviendo “para los deseos de los hombres, sino para la voluntad de Dios.” Entonces tendremos el propósito correcto al vivir y estaremos disponiéndonos para un futuro de felicidad eterna bajo el reino de Dios.