Creciendo en la bondad inmerecida
CONSIDERADO en la debida luz, todo lo que disfrutamos, la vida, la luz del sol, la lluvia y cuántas cosas más, todas son expresiones de la bondad inmerecida de Jehová. En el principio, cuando Dios creó al hombre, dándole un hogar hermoso, una compañera hermosa y el mandato de ser fructíferos, de multiplicarse, llenar la tierra y sojuzgarla y ejercer dominio sobre los animales inferiores, todo eso no fué ninguna otra cosa sino favor inmerecido, bondad inmerecida; así como lo fué el que Dios permitiera que nuestros primeros padres vivieran por muchos años después que se rebelaron.
Fué una bondad inmerecida el que la raza humana, representada por Noé y su familia, fuera salvada al tiempo del gran diluvio. Y las promesas y tratos de Dios con Abrahán y sus descendientes, la nación de Israel, fueron expresiones adicionales de su bondad inmerecida. Sin embargo, la mayor expresión de la bondad inmerecida de Jehová fué la dádiva de su Hijo unigénito para que fuera nuestro Salvador y Redentor. La mayor expresión tanto en lo que le costó al Dador—sí, le costó algo a Jehová el que su Hijo viniera a la tierra, sufriera y muriera, como él bien lo ilustró en el drama profético que él hizo que Abrahán desempeñara al ofrecer a su hijo Isaac como mayor también en el beneficio en que resulta para los recipientes, porque querrá decir vida eterna para nosotros.—Efe. 1:7, NM.
Secundaria solamente a esa dádiva está la expresión de la bondad inmerecida de Jehová que nos ha llegado en la forma de un entendimiento de su Palabra, la Biblia; el conocimiento tocante a Jehová, de quién es él y cuáles son sus atributos y propósitos; y particularmente el conocimiento tocante a la vindicación de su gran nombre y supremacía mediante su reino. Esta verdad ha traído consigo otras expresiones de la bondad inmerecida de Jehová, tales como la libertad relativa de los hijos de Dios, la esperanza del nuevo mundo de justicia y las bendiciones que vienen de servir a Dios por medio de honrar su nombre y consolar a los de buena voluntad.
NECESIDAD DE CRECER
Habiendo recibido tanta de la bondad inmerecida de Jehová, ¿debemos quedarnos satisfechos con eso, pasando por alto o rehusando aceptar las expresiones adicionales de su bondad inmerecida que él sigue ofreciéndonos? ¿Podemos estar satisfechos con la medida de crecimiento a la que hemos llegado? ¿Podemos permanecer inmóviles?
No, no debemos permanecer inmóviles. No nos conviene contentarnos con la medida de crecimiento a que hemos llegado, sea que todavía seamos bebés, como eran aquellos a quienes Pablo dirigió sus palabras en Hebreos 5:11-14 (NM), o más desarrollados. No podemos sentirnos satisfechos con tal bondad inmerecida como la que hemos recibido, sino que tenemos que seguir creciendo en ella así como el apóstol Pedro nos amonesta: “Estén alerta para que no sean desviados con ellos por el error de las personas desafiadoras de ley y caigan de su propia firmeza. No, sino que sigan creciendo en la bondad inmerecida y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.”—2 Ped. 3:17, 18, NM.
Puesto que Jehová continúa extendiendo expresiones adicionales de su bondad inmerecida a nosotros, el no aceptar éstas mostraría falta de apreciación. Tal falta de apreciación pronto resultaría en que despreciáramos toda su bondad inmerecida. Lo debemos a nuestro gran Benefactor el seguir creciendo.
Y también lo debemos a nuestro prójimo el seguir recibiendo siempre más de la bondad inmerecida de Jehová. ¿Por qué? Porque tenemos la obligación de ayudar a todo aquel con quien nos ponemos en contacto a caminar en la senda de justicia, y mientras más bondad inmerecida hayamos recibido nosotros mismos, más podremos ayudar a otros. “En proporción al don que haya recibido cada uno, úsenlo para ministrar los unos a los otros como la clase correcta de mayordomos sobre la bondad inmerecida de Dios que se expresa de diferentes maneras.”—1 Ped. 4:10, NM.
Además, nos debemos a nosotros mismos el seguir creciendo en la bondad inmerecida de Jehová. Vivimos en tiempos peligrosos. La iniquidad abunda. El amor de muchos se ha enfriado. Satanás siempre ha andado como león rugiente tratando de devorar a alguien, pero ahora, desde que ha sido arrojado del cielo, su furor no conoce límites para con los que observan los mandamientos de Dios. La oposición y las tentaciones están aumentando. Todo el que piensa que ha adquirido una posición firme, con seguridad caerá. A menos que sigamos creciendo no podremos permanecer firmes. Si no progresamos recaeremos a la ceguera, la inactividad y el pecado. No se nos permite permanecer inmóviles.—Mat. 24:12; 1 Cor. 10:12; 2 Tim. 3:1-7; 1 Ped. 5:8; Apo. 12:17, NM.
Sin embargo, el crecer en la bondad inmerecida de Jehová no sólo es asunto de seguridad sino también de gozo. Las generosidades de Jehová nos han de traer deleite; si las pasamos por alto por no crecer en su bondad inmerecida simplemente no sabemos lo que estamos perdiendo. Los goces que vienen de adquirir conocimiento y crecer en entendimiento exceden por mucho los beneficios y goces que se reciben del alimento material. (Sal. 119:162; Job 23:12) Y ¡cuán interesantes experiencias y satisfacción nos aguardan en el ministerio si sólo crecemos en cantidad y calidad en nuestro servicio! Y ¡qué goces de asociación, de cooperación, de cariño fraternal pueden ser nuestros si sólo crecemos en habilidad para llevarnos bien con otros! (Salmo 133) Y ¡qué recompensas pueden ser nuestras a manera de victorias en el ejercicio de templanza si progresamos en nuestro amor a la justicia y nuestro odio a la iniquidad!—Tito 1:15, NM.
CRECIENDO DE CUATRO MANERAS
Para crecer en conocimiento y entendimiento tenemos que usar todas las ayudas que Dios ha provisto—su Palabra, su organización y su fuerza activa o espíritu santo. Necesitamos estudiar privadamente, tanto la Biblia como las ayudas bíblicas, y también reunirnos en estudios de congregación. Todo eso nos hará crecer en conocimiento, pero para crecer en entendimiento tenemos que adquirir una apreciación de corazón de lo que aprendemos, lo que nos hará obrar en armonía con nuestro conocimiento. Por tanto debemos preguntarnos continuamente, ¿Cómo me aplica esto?
Luego tenemos que crecer en la cantidad y calidad de nuestra actividad ministerial. ¿Cuánta de la bondad inmerecida de Jehová podemos esperar sentir cuando sólo dedicamos una hora a la semana a su servicio? Seguramente eso en sí mismo parecería indicar una falta de crecimiento, cuando podemos encontrar únicamente una hora en 168 para predicar las buenas nuevas del Reino.
Ni es la cantidad de tiempo el único ni tampoco el principal criterio en cuanto a qué tanto estamos creciendo en la bondad inmerecida. Lo que es de mayor importancia es el mejorar la calidad de nuestro servicio. Si usamos las publicaciones y reuniones y las oportunidades provistas podremos crecer en la eficacia con que predicamos; en nuestra habilidad para colocar literatura, refutar argumentos con cordura, establecer estudios bíblicos en los hogares de la gente.
Y puesto que debemos a Jehová Dios, a nuestro prójimo y a nosotros mismos el crecer en la bondad inmerecida de nuestro Dios, no temamos aceptar privilegios adicionales de servicio cuando se nos ofrecen. Más bien, afiancémonos ansiosamente de los tales y cumplamos lo mejor posible con ellos. Sí, es verdad que el aprender a trabajar en esferas ensanchadas de servicio quizás requiera educación e implique errores de parte nuestra; pero ¿qué importa eso? ¿Daremos más importancia a nuestro orgullo que a mayores oportunidades de hacer el bien? No digamos que no somos aptos. Que esa responsabilidad descanse en el que nos asigna más responsabilidades y privilegios. Recuerde que mientras mayores sean nuestros privilegios y mientras más los cuidemos, más bondad inmerecida de Jehová podremos disfrutar.
El seguir creciendo en la bondad inmerecida de Jehová también significa progresar en nuestra habilidad de llevarnos en armonía con nuestros hermanos. Pablo dijo a los hermanos corintios que los celos y la contienda eran evidencias de que ellos todavía eran bebés. (1 Cor. 3:1-3, NM) Sí, es pueril hacer una cosa grande de cada desaire u ofensa, guardar rencores, tratar de vengarse. Si queremos disfrutar siempre de más bondad de Jehová tenemos que pasar por alto todas esas insignificancias y tratar de ayudar al hermano equivocado, en vez de tratar de castigarlo.
Y finalmente, para seguir creciendo en la bondad inmerecida de Jehová tenemos que progresar tanto en nuestra habilidad para discernir lo que es bueno y lo que es malo como en nuestra actitud hacia estos principios. Tenemos que crecer en el dominio de nuestro espíritu, expresando siempre mayor amor a la justicia y siempre mayor odio a la iniquidad.—Heb. 1:9, NM.
ÍMPETU PARA CRECER
Aunque poco puede hacerse para estimular el crecimiento natural, ése no es el caso con respecto al crecimiento espiritual. Este último depende de nuestro celo, que se determina por nuestro amor, el cual a su vez depende de nuestra apreciación. Y la manera más provechosa de expresar nuestra apreciación, amor y celo es ayudando a otro a crecer.
En este respecto observe a los siervos en una congregación de testigos de Jehová. ¿No son todos ellos asignados con el verdadero propósito de ayudar a otros a crecer? Con toda seguridad. Y ¿no resulta el ayudar a otros a crecer en que ellos mismos crezcan? No hay duda acerca de ello. Por ejemplo, el hermano que conduce el estudio de La Atalaya ¿no saca gran provecho él debido a la preparación cabal que hace de la lección para poder ayudar a otros?
Lo mismo aplica a los otros siervos de la compañía. Para poder ayudar a otros ellos tienen que prepararse, tienen que estar presentes en todas las reuniones y en los lugares de reunión para testificar. Al ayudar a otros a crecer en conocimiento y entendimiento, en la cantidad y en la calidad de su servicio, en amor fraternal y en dominio de sí mismos, ellos automáticamente se ayudan a sí mismos.
Jehová Dios le ha otorgado mucha bondad inmerecida a la raza humana y especialmente a los que se han dedicado a su servicio. Él tiene mucho más almacenado para nosotros, y nosotros debemos a él, a nuestro prójimo y a nosotros mismos aprovecharnos de ello, y seguir creciendo en su bondad inmerecida. Con ese fin, valgámonos de toda oportunidad para ensanchar en conocimiento y entendimiento, en la calidad y cantidad de nuestra actividad ministerial, en habilidad para cooperar con nuestros compañeros ministros, y en nuestro amor a la justicia y odio a la iniquidad.