Ponderando las noticias
La iglesia y el totalitarismo
El Times Book Review, de Nueva York, recientemente publicó su análisis del nuevo libro The Papacy in the Modern World, de J. Derek Holmes, maestro de historia eclesiástica en un seminario católico de Inglaterra. Al considerar los tratos del Vaticano alrededor del tiempo de la II Guerra Mundial, el historiador eclesiástico naturalmente adopta un punto de vista comprensivo respecto a las normas papales. Por eso es interesante leer las siguientes admisiones: “Cuando los fascistas estaban en marcha en Italia,” dice el análisis, “la preocupación principal del Vaticano fue retener la lealtad de los jóvenes al movimiento de Acción Católica controlado por la iglesia. El padre Holmes plantea el caso de modo simple: ‘Pio XI estaba dispuesto a tratar con cualquier gobierno o régimen de cualquier tendencia o ideología política a favor de los intereses de la Iglesia.’”
Al Defender a la Iglesia contra las acusaciones de estar más allegada a las potencias del Eje que a los Aliados, el historiador eclesiástico señaló que el tono neutral que adoptó el Vaticano en 1940 “parecería sugerir que las autoridades eclesiásticas ya no tenían ninguna confianza en que los Aliados podrían derrotar o siquiera poner resistencia a las fuerzas Nazi y que la Santa Sede por lo tanto tenía que aprender a vivir en una Europa dominada por el nazismo y el fascismo.”
En conclusión, el crítico del Times hizo la siguiente observación: “El papado se las ha arreglado a través de los años para ser más inflexible ante el comunismo que ante el fascismo, pero la iglesia que trata de llegar a un arreglo con cualquier tipo de totalitarismo pone en peligro su afirmación fundamental. Pues la iglesia no puede permitir que el estado controle las creencias de los hombres, y esto es precisamente lo que exige el totalitarismo. El enfoque favorable de este reverendo historiador explica mucho acerca de las actividades del Vaticano antes y después de la II Guerra Mundial, pero ofrece muy poco para apaciguar el recuerdo de aquel tiempo cruel.”
Análisis de las experiencias de “la otra vida”
El sicólogo Ronald Siegel, de la Universidad de California, en Los Ángeles, ha analizado a cabalidad el asunto de las experiencias de “la otra vida.” “Como experto en alucinaciones,” informa la revista Psychology Today, “Siegel muestra que las descripciones que dan las personas moribundas son prácticamente idénticas a las descripciones que dan las personas que experimentan alucinaciones, ya sea que se produzcan por drogas u otras cosas. ... [La hipótesis] de que los pacientes moribundos en realidad experimentan vislumbres de la otra vida, no cuenta con la prueba necesaria que la apoye.” Al final de un artículo largo sobre el tema, Siegel declara: “Mediante la investigación que se consideró aquí hemos comenzado a entender la naturaleza de tales experiencias después de la muerte como alucinaciones, basadas en imágenes almacenadas en el cerebro.”—enero de 1981, págs. 65-75.
Estos hallazgos están en armonía con la descripción que la Biblia da acerca de la muerte. Está claro que no hay conocimiento después de la muerte, y que el alma muere. (Salmo 146:4; Eclesiastés 9:5, 10; Ezequiel 18:4, 20) Las alucinaciones sin duda son responsables de la gran mayoría de esas experiencias. Sin embargo, algunas quizás sean provocadas por fuerzas sobrenaturales que procuran perpetuar la mentira de que los seres humanos realmente no mueren. Estos “demonios” sobrenaturales pueden transmitir a personas información que éstas no podrían recibir por medios comunes.—Hechos 16:16; 2 Corintios 4:4; 11:14.
“Exhibición ostentosa”
“El ponerse unos pantalones vaqueros o cualquier otra cosa que lleve el nombre de algún diseñador,” dice el sicólogo Chaytor D. Mason, de la Universidad del Sur de California, “puede elevar a la persona insegura desde la calma de la insignificancia hasta el nivel de la fantasía de: ‘¡Soy alguien, y si no me crees, solo mira mi etiqueta!’”
Mason pasa a advertir: “Pero veo peligro emocional en pagar más por ropa o un automóvil o una corbata principalmente porque uno quiera hacer alarde de la marca de fábrica. Ante todo, uno aumenta su inseguridad por aficionarse a una condición artificial.” La Biblia también advierte contra esta tendencia a tal “exhibición ostentosa” artificial, cuando dice en 1 Juan 2:16, 17: “Todo lo que hay en el mundo —el deseo de la carne y el deseo de los ojos y la exhibición ostentosa del medio de vida de uno— no se origina del Padre, sino que se origina del mundo. Además, el mundo va pasando.”