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Superintendentes en tiempos apocalípticosLa Atalaya 1958 | 15 de junio
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alta que un candelero en la tierra. De igual manera, una persona que llena el puesto de superintendente encargado de tal congregación debe brillar sobre y por encima de los otros miembros de la congregación. Debe ser sobresaliente como una estrella en dejar que brille la luz de las buenas nuevas del reino de Dios para los miembros de la congregación y para las “otras ovejas,” las que ya han sido recogidas o las que todavía han de ser recogidas para formar “una sola manada” con el resto ungido. (Juan 10:16) En sentido general, por supuesto, todos los miembros de la congregación tienen que brillar con luz espiritual del cielo: “Lleguen a ser irreprensibles e inocentes, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación pervertida y torcida, entre quienes ustedes están brillando como lumbreras en el mundo.” (Fili. 2:15) Específicamente concerniente a este “tiempo del fin” del mundo el ángel de Dios profetizó a Daniel: “Los que sean sabios brillarán como el resplandor del firmamento, y los que hayan vuelto a justicia a muchos, como las estrellas para siempre y eternamente.” (Dan. 12:3, Mod) En fiel cumplimiento de esa profecía, todos los miembros sabios de la congregación deben brillar como estrellas, pero especialmente debe brillar su superintendente, así como brilla la luz de las estrellas en comparación con la luz de una lámpara. La luz de una lámpara no tiene mucho alcance; la luz de las estrellas sí. Los superintendentes tienen que ser ejemplos de dejar reflejar la luz.
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Superintendentes en la diestra de CristoLa Atalaya 1958 | 15 de junio
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Superintendentes en la diestra de Cristo
1. ¿A qué congregación se le mandó a Juan que escribiera primero, y qué palabras de despedida del apóstol Pablo posiblemente oyeron directamente algunos de los superintendentes de aquella congregación?
“AL ÁNGEL de la congregación de Éfeso escribe: Estas son las cosas que dice el que sostiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro.” (Apo. 2:1) En obediencia a este mandato del Cristo glorificado, Juan indudablemente le escribió al superintendente o al grupo de superintendentes encargado de la congregación que estaba en Éfeso. Es posible que en el día de Juan algunos de estos hombres de mayor edad hubieran conocido al apóstol Pablo años antes, cuando dijo estas palabras de despedida: “Presten atención a ustedes mismos y a todo el rebaño, entre quienes el espíritu santo los ha nombrado como superintendentes, para apacentar a la congregación de Dios, que él compró con la sangre del [Hijo] suyo. Yo sé que después de mi partida entrarán entre ustedes lobos opresivos y no tratarán al rebaño con ternura, y de entre ustedes mismos se levantarán hombres que hablarán cosas torcidas para arrastrar a
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