¿Paga usted por sus pecados después de la muerte?
Casi todas las religiones del mundo contestan que sí. Pero, ¿qué dice la Biblia?
¿PAGA usted por sus pecados después de la muerte, especialmente en un purgatorio? Sí, dicen muchísimas de las religiones del mundo. El chino devoto cree que “un espíritu vaga en el purgatorio durante dos años después de la muerte y hay que ayudarlo para que pueda entrar en el cielo.” Para ayudar a tales espíritus, en tiempos pasados los chinos solían ofrecer sacrificios, pero ahora queman casas hechas de papel especialmente con este propósito.1 Hay una descripción detallada del sufrimiento en el purgatorio en los escritos sagrados del budismo.2
En realidad, se nos dice que “una analogía del purgatorio puede hallarse en la mayoría de las religiones. Así, las ideas fundamentales de un estado medio después de la muerte y de una purificación preparatoria a la dicha perfecta se hallan en Zoroastro, quien hace que las almas pasen a través de doce etapas antes de que estén suficientemente purificadas para entrar en el cielo; y los estoicos concibieron la idea de un lugar medio de esclarecimiento,” que ellos llamaron empurosis, es decir, un lugar de fuego.3
En cuanto a la cristiandad, mientras que acá y allá algún clérigo protestante quizás concuerde con la enseñanza del purgatorio,4 es conocida especialmente como enseñanza de la Iglesia Católica Romana. Declaró su Concilio de Trento: “Puesto que la Iglesia Católica, instruida por el Espíritu Santo, ha enseñado por las Sagradas Escrituras y por la tradición de los Padres . . . que hay un purgatorio, y que las almas que están detenidas en él son ayudadas por los sufragios de los fieles, pero principalmente por el Sacrificio aceptable del Altar; el Santo Sínodo ordena a los obispos que procuren diligentemente hacer que la sana doctrina . . . respecto al purgatorio sea enseñada y predicada, retenida y creída en todas partes por los fieles.”5 De modo que es una enseñanza de la Iglesia Católica la de que usted sí paga por sus pecados después de la muerte.
Mientras que ésta es la posición oficial de la Iglesia Católica Romana, existe la vaguedad más grande respecto a los detalles de esta enseñanza. Precisamente, ¿dónde está ubicado el purgatorio? ¿Cuál es la duración del sufrimiento y cómo puede uno saber cuándo sus amados finalmente han llegado al cielo? Y particularmente hay vaguedad y diferencia categórica de opinión en cuanto a la naturaleza exacta del sufrimiento.
Dice el escritor jesuita R. W. Gleason: “Tenemos que comentar que a veces el purgatorio ha sido presentado como una verdadera antecámara del infierno; y esto por teólogos de no poco mérito. Las almas aprisionadas allí son torturadas por demonios, se nos dice; sus sufrimientos son más intensos que cualquier sufrimiento imaginable sobre esta Tierra.” Sin embargo, no todos están tan seguros. Como Gleason también nota: “Cuando Belarmino nos dice que es de veras cierto que el dolor del fuego existe en el purgatorio, pero que la palabra ‘fuego’ puede tomarse en sentido metafórico o apropiado, que quizás se refiera a dolor del sentido o al dolor de pérdida, él realmente nos deja sin mucho que sea bien definido en nuestras certidumbres.”5
De hecho, hay algunos católicos que hasta sostienen que los que están en el purgatorio están más felices que los que están en la Tierra. Realmente, “Catalina de Génova nos asegura enfáticamente que ningún gozo en la Tierra es comparable al gozo del purgatorio, ningún gozo en realidad salvo el gozo del cielo mismo.”5 Pero si esto es cierto, bien pudiera preguntarse, ¿qué clase de disuasivo se supone que es el purgatorio, y por qué se hacen oraciones por los que están en él si están en mejores circunstancias que los que están en la Tierra? Verdaderamente, hay mucha ambigüedad respecto al tema.
No sorprende, por lo tanto, el que el mismo Concilio de Trento que definió el purgatorio al mismo tiempo advirtiera al clero católico de que “no deben permitir que incertidumbres o cosas que tienen la apariencia de falsedad se promulguen o se traten, y han de prohibir como escandalosas y ofensivas tales cosas como las que ministran a la curiosidad o superstición o saben a lucro sucio. Vean los obispos que las oraciones . . . no se hagan de manera perfunctoria sino diligente y puntualmente.”6
¿LA VOZ DE LA TRADICIÓN?
“Los católicos dan a Dios gracias de que HAYA un purgatorio.” Así reza cierta publicidad auspiciada por los Caballeros de Colón. Entre las alegaciones que se hacen en estos avisos a favor de la existencia del purgatorio está la de que “los padres y doctores de la Iglesia hablan repetidamente de que los primeros cristianos oraban por los muertos.” También que “Tertuliano, del segundo siglo, exhortó a ‘la esposa fiel a orar por el alma de su marido difunto.’ El historiador Eusebio del cuarto siglo, San Cirilo de Jerusalén, San Efrén, San Ambrosio y San Juan Crisóstomo, todos hablan de oraciones por los difuntos.”
Pero el que estas alegaciones presumen más que lo que los hechos autorizan lo manifiesta el testimonio de una autoridad, de que “es imposible señalar en cualquier escrito de los primeros cuatro siglos pasaje alguno que describa el estado de cualquiera de los difuntos fieles como uno de sufrimiento agudo . . . Todavía menos sería posible mostrar que el estado intermedio se consideraba por ellos como uno en el cual se hiciera satisfacción por el pecado.”7 Esto se corrobora adicionalmente por la vaguedad con que la Iglesia Ortodoxa Oriental presenta su enseñanza del purgatorio. De modo que la voz de la tradición está lejos de ser conclusiva en este respecto.
Pero aun si la voz de la tradición no fuera ambigua, ella de sí no probaría la existencia de un purgatorio. ¿Por qué no? Porque los escritores de las Escrituras Griegas Cristianas advirtieron que habría una apostasía de la fe verdadera después de su partida, de hecho, que principió aun en el día de ellos. Además, se concede que parte de este testimonio primitivo que daba a entender que apoyaba la enseñanza del purgatorio tiene que acreditarse a “la supervivencia de costumbres precristianas.”5—Hech. 20:29, 30; 1 Juan 2:18.
BÍBLICA
También se afirma que la enseñanza del purgatorio tiene apoyo en las Escrituras. Entre los principales textos que se usan para probar esto se halla 1 Corintios 3:11-15, que dice: “Nadie puede colocar otro fundamento, sino el que ha sido colocado, el cual es Cristo Jesús. Pero si alguien edifica sobre este fundamento, oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja—la obra de cada cual será hecha manifiesta, porque el día del Señor la declarará, puesto que el día ha de ser revelado en fuego. El fuego probará la calidad de la obra de todo hombre; si su obra permanece, la cual él ha edificado sobre aquél, él recibirá recompensa; si su obra se quema perderá su recompensa, pero él mismo será salvo, empero como si fuera por fuego.”—Confrat. Cat.
¿Puede usarse este texto para probar que haya un purgatorio? No, no puede usarse así. En primer lugar, dado que las obras del cristiano no son literalmente oro y plata, heno o paja, tampoco sería literal el fuego. En segundo lugar, se dice que el fuego consume la obra de uno si no es de la clase correcta. Ciertamente que no son las obras las que van al purgatorio. Tercero, la declaración es que la persona será salva “como si fuera por fuego,” no verdaderamente por fuego. Aparentemente en un esfuerzo por hacer que este texto dijera más de lo que dice, Mons. Knox lo vertió: “No obstante, él mismo será salvo, aunque solo como los hombres se salvan mediante el pasar por fuego.”
Por lo tanto, ¿de qué está hablando Pablo en 1 Corintios 3:11-15? El oro, la plata y piedras preciosas perduran a través de llamas, pero no así la madera, el heno y el rastrojo. De igual manera las obras que Dios aprueba no son destruidas por sus juicios, empero las doctrinas y obras erróneas no pueden permanecer ante las pruebas ardientes de Jehová. Si el que hace estas últimas obras está preparado para sufrir la pérdida de ellas al confrontarse con juicio o consejo de la Palabra de verdad de Dios, entonces se salvará por medio de este limpiamiento, como si fuera por fuego. Es preciso que el ministro cristiano vigile cómo trabaja en su obra de plantar y regar, de modo que edifique con materiales durables, haciendo todas las cosas en armonía con la verdad y de acuerdo con el ejemplo puesto por Cristo Jesús.—1 Cor. 3:5-10.
Mateo 5:25, 26 (Confrat. Cat.) es otro texto que se cita para probar que hay un purgatorio: “Convente con tu oponente pronto mientras estés con él en el camino; no sea que tu oponente te entregue al juez, y el juez al oficial, y tú seas echado en la prisión. Amén te digo, tú no saldrás de ella hasta que hayas pagado el último centavo.” Pero lo que Jesús considera aquí no es el pago por pecados después de la muerte, sino la sabiduría de arreglar pleitos fuera de los tribunales. Por ningún esfuerzo de la imaginación puede usarse esto para probar que haya un purgatorio. Solo si el purgatorio mismo estuviera probado podría decirse que este principio aplicara a él. Además, las palabras de Jesús insinúan que cualquiera puede escaparse del castigo, lo cual es algo que niegan los que enseñan el purgatorio.
Todavía otro texto que se usa para enseñar el purgatorio contiene estas palabras de Jesús: “Cualquiera que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este mundo ni en el mundo venidero.” (Mat. 12:32, Confrat. Cat.) Se arguye que esto insinúa perdón en el mundo venidero, y que para que esto sea cierto tiene que haber un purgatorio. Pero no es así. Primero, el sentido básico del texto es sencillamente que tal pecado contra el espíritu santo es imperdonable en cualquier tiempo, y aun en “el mundo venidero” no habrá provisión para tal perdón. (Compare Marcos 3:29.) La Biblia sí habla de una resurrección de juicio para los que han hecho cosas viles pero no voluntariamente.
Cuando esa resurrección se efectúe habrá oportunidad para que los tales obtengan la vida eterna por medio de su obediencia, pero también será posible para ellos entonces, mediante la desobediencia, pecar contra el espíritu santo. Esto resultará ser un pecado imperdonable para ellos, y resultará en destrucción eterna.—Hech. 24:15; Juan 5:28, 29; Rev. 20:11-15.
LA RESPUESTA BÍBLICA
¿Paga usted por sus pecados después de la muerte? No según la Biblia, la Palabra de Dios. En primer lugar ella nos dice que el hombre no posee un alma sino que es un alma: “El Señor Dios formó al hombre del fango de la tierra, y sopló en su rostro el aliento de vida; y el hombre llegó a ser un alma viviente.” Segundo, la Biblia testifica que el alma es mortal, no inmortal: “El alma que pecare, la misma morirá.” “El [Jesús] ha entregado su alma a la muerte.” Y, tercero, nos asegura que los muertos están inconscientes: “Ellos viven bajo sentencia de muerte; y cuando llegue la muerte, de nada estarán enterados ya; ninguna recompensa pueden recibir, . . . ningún amor, ningún odio, ninguna envidia pueden sentir . . . Todo lo que yace en tu poder, hazlo mientras puedes; no te quedará ninguna obra, ningún proyecto, ninguna sabiduría ni habilidad en el sepulcro, que pronto será tu morada.”—Gén. 2:7; Eze. 18:20; Isa. 53:12, Dy; Ecl. 9:5, 6, 10, Knox.
De manera que si en vez de tener un alma el hombre es un alma, y si esa alma es mortal, y si al morir perecen sus pensamientos, entonces ¿cómo podría el hombre estar consciente en el purgatorio después de la muerte?
La idea de expiar uno sus pecados por medio de sufrir después de la muerte, o aun en esta vida presente, es ajena a las Escrituras. Cuando Jesús sanó al paralítico que había sido llevado hasta él, Jesús dijo sencillamente: “Cobra valor, hijo; tus pecados te son perdonados.” Eso fue todo. Jesús no dijo nada respecto a que él tuviera que sufrir por ellos. De igual manera cuando manifestó a sus discípulos que había de predicarse “el arrepentimiento y la remisión de pecados,” no dijo nada acerca del hacer penitencia o sufrir más tarde por los pecados de uno. Y así también aconsejó el apóstol Pedro a los judíos: “Por lo tanto, arrepiéntanse y sean convertidos, para que sean borrados sus pecados,” pero de nuevo nada acerca de penitencia o de sufrir por pecados. Testificando a la misma verdad, el apóstol Juan escribió: “Si andamos en la luz como él también está en la luz, tenemos compañerismo los unos con los otros, y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado.” Si la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado, eso no deja ninguno para ser limpiado por fuegos purgatoriales.—Mat. 9:2; Luc. 24:47; Hech. 3:19; 1 Juan 1:7, Confrat. Cat.
La Palabra de Dios no presenta como alternativas la vida encantada o la vida chamuscada, sino la vida o la muerte. Jehová Dios es amoroso y justo. La vida eterna es uno de sus dones. Si el hombre no aprecia ese don, Jehová Dios no lo tortura. El hombre simplemente no recibe la vida eterna. Cuando Adán mostró que no apreciaba la vida eterna, Dios no le dijo que iría a un purgatorio, ni, en cuanto a eso, a un infierno ardiente; tampoco le brindó esperanza alguna de que Adán llegara al cielo. Claramente le dijo a Adán: “Aun así ganarás tu pan con el sudor de tu rostro, hasta que vuelvas a la tierra de la cual fuiste tomado; polvo eres, y al polvo volverás.” Y tan claramente dicho por el apóstol Pablo: “El salario del pecado es muerte.”—Gén. 3:19, Knox; Rom. 6:23, Dy.
Pero tal vez objete alguien, diciendo: ‘¿Qué hay de tales expresiones como “donde su gusano no muere, y el fuego no se apaga,” “alzando los ojos, estando en tormentos,” “su porción será en el estanque que arde con fuego”? ¿No contradicen lo susodicho declaraciones como éstas?’ De ninguna manera. La Biblia, siendo la Palabra de Dios, no puede contradecirse y no lo hace. Todos usamos lenguaje metafórico o simbólico a veces, expresiones que no han de entenderse literalmente, y así también sucede con los escritores de la Biblia. Si tan solo examinamos el tema y el contexto de tales expresiones hallaremos que no han de tomarse literalmente.—Mar. 9:47; Luc. 16:23; Rev. 21:8, Confrat. Cat.
El testimonio de la Biblia es inequívoco, razonable y justo. La idea de que uno paga por sus pecados después de la muerte, y eso por medio de sufrir, es pagana, no es una enseñanza bíblica. El hombre paga por sus pecados mediante la muerte. Sí, “el pecado ofrece la muerte, como salario.”—Rom. 6:23, Knox.
REFERENCIAS
1 The World’s Great Religions, 1957, Time, Inc., pág. 90.
2 Harvard Classics, 1910, tomo 45, págs. 701-704.
3 The Encyclopædia Britannica, Ed. 11, tomo 22, pág. 660.
4 Our Sunday Visitor, 26 de octubre de 1952.
5 America, 1 de noviembre de 1958, págs. 135, 136.
6 The Encyclopædia Britannica, Ed. 9, tomo 20, pág. 120.
7 Ib., pág. 121.