¿Qué “señal” buscan los cristianos?
DURANTE diecinueve siglos los cristianos han esperado la venida de Cristo en poder.
Algunos han esperado una súbita y milagrosa aparición visible en el cielo, o han creído que los que ‘nacen otra vez’ como hermanos espirituales de Cristo súbita y milagrosamente desaparecerán de la faz de la Tierra, siendo llevados al cielo.
Este punto de vista es algo parecido al de los escribas y fariseos religiosos de hace diecinueve siglos. Querían una señal de Jesucristo, para que los convenciera de que él era el Mesías. Requerían que hiciera una aparición visible en el cielo, una de gran poder y gloria, de modo que todos pudieran ver con sus ojos naturales. Pero rehusó.—Mat. 12:38; compare con Daniel 7:13, 14; Mateo 26:64.
EVITE EXPECTATIVAS INCORRECTAS
Nosotros pudiéramos estar equivocados al tener tal expectativa, esperando algún milagro espectacular, para que nos convenciera. Esto es contrario a la declaración del apóstol de que “andamos por fe, no por vista.” (2 Cor. 5:7) Tal como hubo abundancia de evidencias cuando Jesús estuvo en la Tierra para que los que tenían fe en Jehová Dios aceptaran a Jesús como el Mesías, así hoy existe fuerte prueba de que actualmente está activo en los asuntos de la Tierra. El apóstol dice: “Fe es . . . la demostración evidente de realidades aunque no se contemplan.” (Heb. 11:1) De modo que las cosas que establecen la fe no siempre son las cosas visibles, obvias, y hasta pueden ser cosas bastante diferentes de las que nos han llevado a esperar las ideas o deseos personales.
Por consiguiente, es bueno examinar cuidadosamente para ver lo que dice la Biblia que son las evidencias de la presencia de Cristo y la proximidad de su gobierno de mil años sobre la Tierra.
El gobierno del reino de Cristo de mil años promete las condiciones más excelentes... condiciones que la humanidad jamás ha conocido. Por lo tanto, todos deberían buscar evidencias de su proximidad con el mayor interés y expectación. El libro bíblico de Revelación (capítulos 20 y 21) revela muchas de las cosas buenas que traerá el gobierno de mil años. También nos dice que este milenio tiene que ser antecedido inmediatamente por la más destructiva guerra de toda la historia humana. Ya podemos ver que los gobernantes políticos o “reyes de toda la tierra habitada” están siendo reunidos, bajo fuerzas fuera del control humano, para esa Guerra de todas las guerras, en el lugar que se llama Har-Magedón.—Rev. 16:13-16.
CRISTO REINA POR UN TIEMPO ANTES DEL GOBIERNO DE MIL AÑOS
Describiendo la formación de batalla para esa guerra, la Revelación revela que de parte de Dios el Todopoderoso estará el Caudillo de los ejércitos celestiales de Jehová. Se llama Fiel y Verdadero, la Palabra de Dios. Se muestra que ya está reinando como Rey antes de comenzar la guerra en Har-Magedón. El relato describe a Cristo procediendo a la guerra: “Sobre su prenda exterior de vestir, aun sobre su muslo, tiene un nombre escrito: Rey de reyes y Señor de señores.” (Rev. 19:11-16; compare con Revelación 12:5, 10-12.) De modo que está reinando como Rey antes de entrar en ese período de mil años de reinar con sus 144.000 coherederos cristianos.—Rev. 14:1-4; 20:4-6.
Se da prueba adicional, en otro cuadro, de que Cristo estaría activo como Rey y estaría “presente,” en el sentido de dirigir su atención y ejercer poder real hacia la Tierra. (Compare con el ‘bajar’ de Jehová en Miqueas 1:3; 2 Samuel 22:10.) En el capítulo seis de Revelación el apóstol Juan registra su visión en la cual vio al Cordero de Dios, Jesucristo, empezar a abrir los siete sellos con los cuales estaba cerrado el “rollo” que había recibido de la mano de Dios. Juan escribe: “Y vi cuando el Cordero abrió uno de los siete sellos, y oí a una de las cuatro criaturas vivientes decir con voz como de trueno: ‘¡Ven!’ Y vi, y, ¡miren! un caballo blanco; y el que iba sentado sobre él tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo y para completar su victoria. Y cuando abrió el segundo sello, oí a la segunda criatura viviente decir: ‘¡Ven!’ Y salió otro, un caballo de color de fuego; y al que iba sentado sobre él se le concedió quitar de la tierra la paz para que se mataran atrozmente los unos a los otros; y le fue dada una gran espada.”—Rev. 6:1-4.
Este cuadro profético simboliza las cosas que le sobrevinieron a la Tierra empezando con la I Guerra Mundial en 1914 E.C. A Jesucristo se le muestra coronado como Rey, cabalgando sobre el caballo blanco de guerra justa. El jinete del caballo de color de fuego representa la prosecución de guerra terrestre, que de veras ha asolado la Tierra desde ese año 1914 E.C.
También, el inspirado salmista predijo con claridad que Jesucristo comenzaría a gobernar como Rey algún tiempo antes que los “reyes de la tierra” fueran destruidos y él empezara su reinado de mil años. Escribió, proféticamente: “¿Por qué han estado en tumulto las naciones y los grupos nacionales mismos han seguido hablando entre dientes una cosa vacía? Los reyes de la tierra toman su posición y los funcionarios encumbrados mismos se han reunido en masa como uno solo contra Jehová y contra su ungido [su Cristo, Versión de los Setenta griega], diciendo: ‘¡Rompamos sus ataduras y echemos de nosotros sus cuerdas!’ El Mismísimo que se sienta en los cielos se reirá; Jehová mismo hará escarnio de ellos. En aquel tiempo les hablará en su cólera y en su ardiente desagrado los perturbará, diciendo: ‘Yo, sí, yo, he instalado a mi rey sobre Sión, mi santa montaña.’”—Sal. 2:1-6; compare con Hechos 4:24-30.
Por lo tanto, después del principio de la presencia de Cristo en poder y gloria del Reino, ha de haber un período de tiempo en el cual él estará ocupado en conducir el juicio de este sistema de cosas y finalmente lo arruinará por completo. (Sal. 2:8-12; 110:2-6) Durante este período será invisible a los ojos humanos, porque ahora es “la representación exacta” del Dios invisible, a quien ‘ningún hombre jamás ha visto.’ Cristo ahora “mora en luz inaccesible,” y ‘ninguno de los hombres lo ha visto ni puede verlo.’—Heb. 1:3; Juan 1:18; 1 Tim. 6:16.
Puesto que Cristo habría de ser invisible a los ojos humanos al tiempo de su presencia en poder del Reino desde 1914 E.C. en adelante, bondadosamente dio a sus discípulos una “señal” por la cual podrían saber y entender cuándo había llegado ese tiempo. Predijo esta “señal” justamente después de haber predicho la destrucción del templo de Jerusalén. La ocasión en que describió la “señal” llegó poco después de haber dicho a los líderes religiosos judíos que lo rechazaron: “¡Miren! Su casa se les deja abandonada a ustedes. Porque les digo: No me verán de ningún modo de aquí en adelante hasta que digan: ‘¡Bendito es el que viene en el nombre de Jehová!’”—Mat. 23:38, 39.
Esta fuerte declaración de Jesús indicó que partiría, y que habría quienes abrazarían las palabras proféticas del Salmo 118:26 y dirían: “Bendito sea Aquel que viene en el nombre de Jehová.” Pero no sería en aquel templo material de Jerusalén que se hablarían estas palabras. Las siguientes palabras de Jesús aclararon esto. El relato dice: “Partiendo en seguida, Jesús se iba del templo, pero sus discípulos se acercaron para mostrarle los edificios del templo. En respuesta él les dijo: ‘¿No contemplan todas estas cosas? En verdad les digo: De ningún modo se dejará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada.’”—Mat. 24:1, 2.
“VENIDA” O “PRESENCIA”... ¿CUÁL?
Entonces Jesús y sus doce apóstoles salieron de Jerusalén y subieron al monte de los Olivos que estaba cerca de allí. Sentados en una posición donde podían obtener una excelente vista de todo el complejo del templo, se conmovieron profundamente. Finalmente cuatro de los apóstoles plantearon la pregunta en la cual todos se interesaban. Según el modo de verter de la Traducción del Nuevo Mundo, su pregunta fue: “Dinos: ¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia [parusía, griego] y de la conclusión del sistema de cosas?”—Mat. 24:3; Mar. 13:3, 4.
Otras traducciones de las Escrituras Griegas Cristianas reconocen de igual manera que el término parusía significa “presencia.” El Nuevo Testamento de Nuestro Señor Jesucristo de Besson dice: “Dinos cuándo serán estas cosas, y ¿qué es la señal de tu presencia y de la consumación del siglo?” La Literal Translation of the Holy Bible de Young dice: “Dinos, ¿cuándo serán éstas? ¿y cuál es la señal de tu presencia, y del fin completo de la era?” The Emphasised Bible de Rotherham dice: “Dinos cuándo serán estas cosas,... y cuál la señal de tu presencia y la conclusión de la era.”
Note que los apóstoles preguntaron en cuanto a la Parusía del Señor Jesucristo. ¿Preguntaban en cuanto a su “venida” o su “advenimiento,” como algunos lo llaman? No. Observe el término con el cual el mártir cristiano Esteban habló de la primera venida o advenimiento de Cristo cuando habló al Sanedrín judío: “¿A cuál de los profetas no persiguieron sus antepasados? Sí, mataron a los que de antemano hicieron anuncio respecto a la venida [éleusis, griego] del Justo, cuyos traidores asesinos ustedes ahora han venido a ser.” (Hech. 7:52) Note que se usó la palabra éleusis, no la palabra parusía. Son dos palabras griegas diferentes en forma y derivación, y también en significado.
¿Cuál es la acepción y significado de la palabra griega parusía? Literalmente significa “un estar al lado,” pues se forma la expresión con la preposición griega pará (“al lado”) y ousía (un “estar”). Veamos lo que dicen los lexicógrafos.
A Greek-English Lexicona de Liddell y Scott da como primera definición de parusía la palabra “presencia.” Da como segunda definición de ella “llegada,” luego agrega: “Esp[ecialmente] visita de un personaje real u oficial.”
De acuerdo con esto, el Theological Dictionary of the New Testament (editado por Gerhard Friedrich)b da como “El significado general” la palabra “Presencia.” Luego, como “El uso técnico de los términos,” en helenismo, da “1. La visita de un gobernante.” Dice concerniente a “El uso técnico de páreimi [verbo] y parusía en el NT.”: “En el NT los términos nunca se usan para la venida de Cristo en la carne, y parusía nunca tiene el sentido de regresar. La idea de más de una parusía se halla por primera vez en la Iglesia posterior.”
Por lo tanto, los discípulos de Jesús no estaban preguntando en cuanto a su “llegada” futura, sino en cuanto a después de su llegada. Preguntaban en cuanto a su “presencia.” Y si, en vez de usar la palabra “presencia,” recurrimos a “el uso técnico de los términos” en helenismo, se entendería que los discípulos le preguntaron a Jesús: “¿Cuál será la señal de tu [visita como personaje real] y de la conclusión del sistema de cosas?” Una “visita” incluye más que una “llegada.” Incluye una “presencia.”
En el llamado Nuevo Testamento la palabra griega parusía aparece veinticuatro veces, y en todas las veces que aparece allí, no solo la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras traduce la palabra cada vez como “presencia,” sino también otras traducciones lo hacen, como El Nuevo Testamento de Nuestro Señor Jesucristo de Besson, de 1948 E.C.; la Literal Translation of the Holy Bible de Young, de 1862 E.C.; The Emphatic Diaglott de Wilson, de 1857-1863 E.C.; y The Emphasised Bible de Rotherham, de 1897 E.C. Notamos cuán apropiadamente se establece un contraste entre “presencia” y “ausencia,” en Filipenses 2:12, donde el apóstol Pablo dice: “Siempre han obedecido, no durante mi presencia solamente, sino ahora con mucha más prontitud durante mi ausencia.”
La “presencia” de Cristo, acerca de la cual preguntaron los discípulos, no pudo haber acontecido al tiempo de la destrucción de Jerusalén por los romanos en 70 E.C. ¿Por qué no? Aunque es cierto que el sistema de cosas judío terminó entonces, el sistema de cosas más grande del cual aquel sistema judío solo era un modelo o tipo profético no terminó entonces. Esto habría de suceder durante la parusía de Cristo, que habría de culminar en una “grande tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder.” (Mat. 24:21) La tribulación de Jerusalén en 70 E.C. fue la peor para ella, pero ciertamente no fue peor que el diluvio global del día de Noé y es mucho menos catastrófica de lo que será la conclusión de todo este presente sistema de cosas mundial.
NECESIDAD DE ESTAR ALERTA
La parusía o “presencia” del Señor Jesucristo es, por lo tanto, su presencia o visita como Rey, invisiblemente, en poder y gloria reales. De consiguiente se requiere una “señal” para que las personas en la Tierra disciernan esa presencia. Jesús, según su modo característico de prestar atención bondadosa a todas las preguntas que le hacían sus discípulos, les dio una respuesta aun más completa de lo que esperaban. Los capítulos veinticuatro y veinticinco de Mateo, junto con relatos paralelos en Marcos, capítulo 13, y Lucas, capítulo 21, suministran muchos rasgos de la “señal” de su presencia.
Por ende, nos será provechoso considerar cuidadosamente las cosas que Jesús indicó que suministrarían prueba completa y suficiente de su presencia invisible. La “señal” con sus muchos rasgos, que bosquejó Jesús, no es una señal de que él está en camino —que viene— sino de que está presente, dirigiendo su atención y poder invisibles hacia la Tierra.
Los que tienen entendimiento, usando los ‘ojos del corazón,’ discernirán ese hecho. Como escribió el profeta Daniel: “los que tengan perspicacia entenderán.” (Dan. 12:10) Si Cristo apareciera en forma visible, con un despliegue deslumbrador, o produciendo acontecimientos milagrosos en todo el mundo, ¿en qué sentido se necesitaría perspicacia? Por lo tanto, los cristianos verdaderos no serán como aquellos que tienen una expectativa incorrecta; sino que tendrán perspicacia y discernimiento, y ‘alzarán su cabeza, porque su liberación de este sistema de cosas se acerca.’—Luc. 21:28, 36.
[Notas]
a Tomo II, página 1343.
b Tomo V, páginas 859, 865.