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DiluvioPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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La crónica del Diluvio. El Diluvio no se produjo de repente, sin previa advertencia. Se emplearon años en la construcción del arca, un tiempo que Noé, el “predicador de justicia”, dedicó a advertir a aquella generación inicua. (2Pe 2:5.) Finalmente llegó el tiempo fijado para el Diluvio en “el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, en el día diecisiete del mes”. Noé y su familia, los animales —“macho y hembra de toda clase de carne”— y un abastecimiento de víveres en cantidad suficiente para todos, ya estaban en el arca cuando “Jehová cerró tras él la puerta”. A continuación, “las compuertas de los cielos fueron abiertas” (Gé 7:11, 16)
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Noé y su familia entraron en el arca en el año seiscientos de la vida de Noé, en el día 17 del segundo mes (octubre-noviembre). (Gé 7:11.)
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El registro que Noé llevó se basó en meses de 30 días, pues dice que 150 días equivalen a cinco meses (Gé 7:11, 24; 8:3, 4); doce meses equivaldrían entonces a 360 días. De esta manera evitó las complicadas fracciones que se hubieran producido de haber usado estrictamente meses lunares, que duraban un poco más de 29 1/2 días.
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Las aguas del Diluvio. Se ha dicho que si toda la humedad de la atmósfera de repente se liberase en forma de lluvia y se esparciese sobre la superficie terrestre, no alcanzaría ni siquiera una profundidad de cinco centímetros. Por lo tanto, ¿de dónde vino el inmenso Diluvio del día de Noé? Según el libro de Génesis, Dios le dijo a Noé: “En cuanto a mí, aquí voy a traer el diluvio [o: “el océano celestial”; heb. mab·búl] de aguas sobre la tierra”. (Gé 6:17, nota.) El siguiente capítulo narra así lo que ocurrió: “En este día fueron rotos todos los manantiales de la vasta profundidad acuosa, y las compuertas de los cielos fueron abiertas”. (Gé 7:11.) Fue tan intensa la precipitación de aguas, “que todas las altas montañas que estaban debajo de todos los cielos quedaron cubiertas”. (Gé 7:19.)
¿Cómo se explica la existencia de este “océano celestial”? En el relato de Génesis sobre la creación se menciona que en el segundo “día” Jehová hizo que hubiese una expansión (llamada “Cielo”) en torno a la Tierra, que separara las aguas que estaban debajo, es decir, los océanos que había sobre la superficie terrestre, de las que estaban sobre la expansión. (Gé 1:6-8.) Las aguas que quedaron suspendidas sobre la expansión debieron quedar retenidas allí desde el segundo “día” creativo hasta el Diluvio. A estas aguas debió referirse el apóstol Pedro cuando dijo que “hubo cielos desde lo antiguo, y una tierra mantenida compactamente fuera de agua y en medio de agua por la palabra de Dios”. Dios empleó las aguas que estaban sobre y debajo de esos “cielos” y “por aquellos medios el mundo de aquel tiempo sufrió destrucción cuando fue anegado en agua”. (2Pe 3:5, 6.) Se han dado varias explicaciones en cuanto a cómo se contuvieron las aguas sobre la expansión y lo que ocasionó su precipitación, pero son solo especulaciones. La Biblia dice sencillamente que Dios hizo la expansión y retuvo las aguas que quedaron sobre ella y que después trajo el Diluvio. Su ilimitado poder podía realizar algo así sin dificultad alguna.
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Efecto en la Tierra. El Diluvio ocasionó grandes cambios. Por ejemplo, la expectativa de vida del hombre se acortó rápidamente. Se ha llegado a pensar que las aguas que se hallaban sobre la expansión antes del Diluvio protegían de los efectos dañinos de la radiación, pero que con la desaparición de ese dosel de agua, aumentó la radiación cósmica perjudicial para la composición genética del hombre. Sin embargo, la Biblia no se pronuncia a este respecto. Y, dicho sea de paso, cualquier cambio en el nivel de radiación hubiese incidido de tal modo en el porcentaje de formación del carbono-14 radiactivo, que podría invalidar todas las dataciones basadas en radiocarbono de objetos antediluvianos.
Al romperse de repente “los manantiales de la vasta profundidad acuosa” y abrirse “las compuertas de los cielos”, miles de millones de toneladas de agua inundaron la Tierra. (Gé 7:11.) Este suceso provocó enormes cambios en la superficie del planeta. La corteza terrestre es relativamente delgada y varía en grosor, y se extiende sobre una masa blanda de miles de kilómetros de diámetro. Por lo tanto, es probable que bajo el peso del agua caída se produjeran grandes cambios en la corteza terrestre. Con el tiempo se formaron nuevas montañas, montañas ya existentes se elevaron a nuevas alturas, cuencas marítimas poco profundas se ahondaron y cambió la configuración de las costas, de manera que en la actualidad alrededor de un 70% de la superficie del planeta está cubierto de agua. Este cambio en la corteza de la Tierra explica muchos fenómenos geológicos, como la elevación a nuevas alturas de los antiguos litorales. Algunos han calculado que solo las presiones de las aguas equivalían a 310 Kg. por cada centímetro cuadrado, suficiente para fosilizar con rapidez la fauna y la flora. (Véase The Biblical Flood and the Ice Epoch, de D. Patten, 1966, pág. 62.)
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En épocas pasadas hubo pueblos primitivos (en Australia, Egipto, Fiji, islas de la Sociedad, Perú, México y otros lugares) que conservaron un posible vestigio de la tradición diluviana en la celebración de una ‘fiesta en honor a los antepasados’ o ‘festividad de los muertos’, celebrada en noviembre. Estas costumbres eran una especie de evocación de la destrucción ocasionada por el Diluvio. Según el libro Life and Work at the Great Pyramid, en México la fiesta se celebraba el 17 de noviembre debido a que “la tradición decía que en esa fecha el mundo había sido destruido con anterioridad, y ellos temían que al fin de un ciclo una catástrofe similar aniquilase a toda la raza humana” (del profesor C. Piazzi Smyth, Edimburgo, 1867, vol. 2, págs. 390, 391). Por otra parte, el libro The Worship of the Dead dice: “Esta festividad [de los muertos] se [...] celebraba en o en torno a la misma fecha en la que, según el relato de Moisés, tuvo lugar el Diluvio, es decir, el día 17 del segundo mes, mes que corresponde más o menos con noviembre” (de J. Garnier, Londres, 1904, pág. 4). Merece mencionarse que la Biblia dice que el Diluvio dio comienzo “el segundo mes, en el día diecisiete del mes”. (Gé 7:11.) Ese “segundo mes” corresponde en nuestro calendario a la última parte de octubre y la primera de noviembre.
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