Los animales, un regalo de Dios
¿HA IDO usted alguna vez al zoológico o al circo? ¿Sintió ganas de abrazar o acariciar a alguno de los hermosos animales que vio, quizás a un majestuoso león o a un enorme tigre siberiano? Puede que se haya emocionado al ver cómo lo hacía algún adiestrador o cuidador. De hecho, un escritor bíblico afirmó hace casi dos mil años: “Toda especie de bestias salvajes así como de aves y de cosas que se arrastran y de criaturas marinas ha de ser domada y ha sido domada por el género humano” (Santiago 3:7).
Los animales, sean del tipo que sean, responden al cuidado y al trato tierno, y puede resultar un verdadero placer ver cómo se relacionan con quienes los han domado. El autor romano Plinio el Viejo, contemporáneo del escritor bíblico Santiago, habló de diversos especímenes que habían sido adiestrados, como elefantes, leones, tigres, águilas, cocodrilos, serpientes e incluso peces.
En realidad, la domesticación de animales salvajes se originó mucho antes de que nacieran Plinio el Viejo y Santiago, pues los egipcios ya conocían esta técnica. En nuestros días, a muchos animales a los que se contempla en los zoológicos también se les puede encontrar en algunos hogares.
Primeros contactos con los humanos
La Biblia, el más antiguo documento escrito referente a la historia humana, explica que fue Adán, el primer ser humano, quien puso nombre a los animales. “Lo que el hombre la llamaba, a cada alma viviente —relatan las Escrituras—, ese era su nombre. De modo que el hombre iba dando nombres a todos los animales domésticos y a las criaturas voladoras de los cielos y a toda bestia salvaje del campo.” (Génesis 2:19, 20.) Es obvio que para elegir el nombre adecuado, Adán tuvo que familiarizarse bien con la fauna. Pero no necesitó protección, ni siquiera de las criaturas salvajes, pues se comportaban de forma pacífica, y no cabe duda de que él disfrutaba de su compañía.
Dios encargó tanto a Adán como a su esposa, Eva, que cuidaran de Su creación. Según el propósito divino, expuesto en la Biblia, los seres humanos debían tener “en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y los animales domésticos y toda la tierra y todo animal moviente que se mueve sobre la tierra” (Génesis 1:26).
Relación estrecha y duradera
Cuando se ejerce un dominio apropiado sobre los animales, los resultados pueden ser muy positivos. Algunas personas quieren tanto a su mascota que llegan a considerarla como parte de la familia. Tal relación se observa desde hace miles de años, como lo atestigua un relato bíblico acerca de un hombre pobre y “una cordera, una pequeña”. Según le contó el profeta Natán al rey David, la cordera “comía” del “bocado” del hombre pobre y “de su copa bebía, y en su seno yacía, y vino a serle como una hija” (2 Samuel 12:1-3).
Hoy día, muchas personas concuerdan en que un animal a veces se convierte en un compañero querido, un miembro más de la casa. Veamos lo que le sucedió a una familia que vive cerca de Harare, la capital de Zimbabue. Los padres le compraron a cada hijo un cachorro para que les hiciera compañía. Cierto día, uno de los niños, que tenía ocho años, salió a pasear con su perro. De repente bajó de un árbol una gran serpiente venenosa, una mamba, que se quedó frente a él. Cuando se lanzó a atacar al pequeño, el perro intervino como un rayo y salvó la vida del niño. ¿Se puede usted imaginar el cariño que la familia sentía por esa mascota?
Para los sordos son especialmente valiosos los perros adiestrados para brindarles ayuda. Una mujer explica: “Cuando Twinkie escucha el timbre, viene, me da un golpecito en la pierna y me lleva a la puerta. Cuando oye el timbre del reloj del horno, también acude corriendo a donde estoy y me hace seguirla. Si hubiera humo o sonara la alarma de fuego, Twinkie está entrenada para llamar mi atención y acostarse para indicarme el peligro”.
Particularmente interesante es la valiosa relación que se establece entre los ciegos y sus perros guía. Michael Tucker, autor del libro The Eyes That Lead (Los ojos que dirigen) y adiestrador de perros lazarillos, cree que estos abren un universo de posibilidades a los invidentes, dándoles “libertad, independencia, movilidad y compañía”. Siempre es un placer contemplar la compenetración existente entre esos animales y sus dueños.
Sucede lo mismo con otras personas que padecen ciertas discapacidades. Una mujer confinada a una silla de ruedas tiene un perro entrenado para llevarle el teléfono y lamer los sellos de correos. Otro ejemplar es capaz de responder a 120 órdenes e incluso puede recoger latas y paquetes de las estanterías del supermercado. Su propietario, que es discapacitado, solo tiene que señalar con un puntero láser los artículos que desea que el animal le lleve.
La compañía de las mascotas también beneficia a las personas mayores. Un veterinario aseguró que la relación con los animales (los perros, por ejemplo) “da propósito y sentido a [la vida de] las personas de edad avanzada en una etapa en la que por lo general viven aisladas de la sociedad”. Y el diario The Toronto Star afirmó: “La compañía de los animales guarda relación con la disminución del estrés y las visitas al médico, e incluso mejora las tasas de supervivencia después de ataques al corazón”.
The New Encyclopædia Britannica hace esta interesante observación: “El cuidado de las mascotas permite enseñar a los niños la estrecha relación que hay entre privilegios y responsabilidades, y también algo sobre la sexualidad. No se tarda en observar el proceso de apareamiento, seguido por los períodos de gestación y las dificultades que suponen el nacimiento y la atención de los cachorros”.
Devoción a las mascotas
La verdad es que la notable lealtad de los animales provoca que algunas personas los quieran más que a sus familiares. En casos de divorcio, la custodia de la mascota a veces forma parte del acuerdo de reparto de bienes. Incluso hay quienes le han dejado en herencia fortunas fabulosas.
No sorprende que los animales de compañía generen un gran negocio en la actualidad. Existen multitud de libros y revistas que aconsejan al respecto. Sabiendo que algunos dueños están dispuestos a suministrar lujos extravagantes a sus mascotas, los comerciantes ofrecen cualquier cosa que se pudiera desear.
Por ejemplo, es posible consultar a médicos altamente especializados que tratan todo tipo de enfermedades que afectan a los animales de compañía, e incluso psiquiatras que les prescriben antidepresivos. También ofrecen sus servicios abogados y agentes de seguros, así como salones de belleza y escuelas de adiestramiento para animales. Se celebran funerales especiales, y hay centros donde los clonan, aunque, por supuesto, todo eso tiene su precio.
Es obvio que el amor por los animales es algo muy común. En su libro The Animal Attraction, la doctora Jonica Newby expresa lo siguiente: “Cuando un perro se nos acerca corriendo, meneando la cola y lamiéndonos como si nuestra vuelta a casa fuera lo mejor que le ha ocurrido en todo el día, parece razonable llamar ‘amor’ a ese comportamiento”. Sin duda, resulta comprensible que muchos dueños de mascotas se sientan motivados a devolver ese “amor”.
No obstante, los intentos de tratar a los animales domésticos igual que a las personas pueden tener efectos negativos. Al fin y al cabo, una mascota no es capaz de satisfacer nuestras necesidades del mismo modo que los humanos. Por otra parte, la urbanización de los animales de compañía —es decir, su adaptación a los ambientes propios de la ciudad— les crea problemas tanto a ellos como a sus dueños. Examinaremos estos asuntos en el siguiente artículo.
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La doma de animales salvajes tiene una larga tradición
[Reconocimiento]
Detalle de The Great King of the Parthians Hunts With His Tame Panthers, de Giovanni Stradanno: © Stapleton Collection/CORBIS
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Los pastores israelitas trataban a los corderos con ternura
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Los animales de compañía pueden ayudar a los discapacitados y a las personas mayores