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JudáPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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La gobernación no se perdió. Sin embargo, este fin calamitoso del reino de Judá no significó que el cetro y el bastón de mando se habían apartado para siempre de la tribu. Según la profecía de Jacob en su lecho de muerte, la tribu de Judá tenía que producir al heredero real permanente, Siló (que significa “Aquel de Quien Es; Aquel a Quien Pertenece”). (Gé 49:10.) Por consiguiente, antes de que se acabara con el reino de Judá, Jehová le dirigió las siguientes palabras a Sedequías por medio de Ezequiel: “Remueve el turbante, y quita la corona. Esta no será la misma. Póngase en alto aun lo que está bajo, y póngase bajo aun al alto. Ruina, ruina, ruina la haré. En cuanto a esta también, ciertamente no llegará a ser de nadie hasta que venga aquel que tiene el derecho legal, y tengo que dar esto a él”. (Eze 21:26, 27.) El que tiene el derecho legal, como lo indicó en su anuncio el ángel Gabriel a la virgen judía María unos seiscientos años después, no es otro que Jesús, el Hijo de Dios. (Lu 1:31-33.) Por lo tanto, es apropiado que Jesucristo lleve el título: “el León que es de la tribu de Judá”. (Rev 5:5.)
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