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ÉxodoPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Cuántas personas salieron en el éxodo. En Éxodo 12:37 se da el número redondo de 600.000 “hombres físicamente capacitados a pie”, además de los “pequeñuelos”. En el censo real que se tomó alrededor de un año después del éxodo, tal como se registra en Números 1:2, 3, 45, 46, la cantidad ascendió a 603.550 varones de más de veinte años de edad, además de los levitas (Nú 2:32, 33), quienes contaban con 22.000 varones de más de un mes. (Nú 3:39.) La palabra que se usa aquí en hebreo para “hombres físicamente capacitados”, gueva·rím, no incluye a las mujeres. (Compárese con Jer 30:6.) El vocablo “pequeñuelos” traduce el término hebreo taf y hace referencia a los pequeños que andan con pasos cortos y menudos. (Compárese con Isa 3:16.) A la mayor parte de estos niños habría que llevarlos, ya que no podrían hacer todo el trayecto andando.
“En la cuarta generación.” Debemos recordar que Jehová le dijo a Abrahán que sus descendientes regresarían a Canaán en la cuarta generación. (Gé 15:16.) En el transcurso de los cuatrocientos treinta años que iban desde que entró en vigencia el pacto abrahámico hasta el éxodo, hubo más de cuatro generaciones, incluso considerando, de acuerdo con el registro, la longevidad de los hombres de aquellos tiempos. No obstante, los israelitas no estuvieron realmente en Egipto más de doscientos quince años. Las ‘cuatro generaciones’ que siguieron a su entrada en Egipto pueden calcularse, usando como ejemplo a una de las tribus de Israel, la tribu de Leví, tal como sigue: 1) Leví, 2) Qohat, 3) Amram y 4) Moisés. (Éx 6:16, 18, 20.)
El hecho de que saliesen de Egipto 600.000 hombres físicamente capacitados, sin contar las mujeres y los niños, puede indicar que el número total quizás haya sobrepasado los tres millones de personas. Esta conclusión no es de ningún modo exagerada, a pesar de que hay quien la discute. Si bien tan solo transcurrieron cuatro generaciones desde Leví hasta Moisés, cuando se toma en cuenta la longevidad de estos hombres, es posible que cada uno de ellos hubiera visto nacer varias generaciones a lo largo de su vida. Aun en nuestros días, un hombre de sesenta o setenta años a menudo tiene nietos e incluso hasta puede tener bisnietos, lo que haría que cuatro generaciones fuesen contemporáneas.
Aumento extraordinario. El registro dice: “Y los hijos de Israel se hicieron fructíferos y empezaron a pulular; y siguieron multiplicándose y haciéndose más poderosos a muy extraordinaria proporción, de modo que el país llegó a estar lleno de ellos”. (Éx 1:7.) Llegaron a ser tantos que el rey de Egipto dijo: “¡Miren! El pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y poderoso que nosotros”. “Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y tanto más seguían extendiéndose, de modo que los egipcios sintieron un pavor morboso como resultado de los hijos de Israel.” (Éx 1:9, 12.) Además, si se tiene en cuenta que se practicaba la poligamia y el concubinato y que algunos israelitas se casaron con mujeres egipcias, no es de extrañar que la población alcanzara los 600.000 varones adultos para el tiempo del éxodo.
Setenta almas de la casa inmediata de Jacob se mudaron a Egipto o nacieron allí poco tiempo después. (Gé 46.) Si excluimos a Jacob mismo, a sus doce hijos, a su hija Dina, a su nieta Sérah, a los tres hijos de Leví y tal vez a otros de los varios cabezas de familia que empezaron a multiplicarse en Egipto, podemos quedarnos con solo cincuenta de los setenta. (Se excluye a los hijos de Leví puesto que no se contó a los levitas en la cifra posterior de 603.550.) Si partimos de la cifra moderada de cincuenta cabezas de familia, y tomando en consideración la declaración bíblica de que “los hijos de Israel se hicieron fructíferos y empezaron a pulular; y siguieron multiplicándose y haciéndose más poderosos a muy extraordinaria proporción, de modo que el país llegó a estar lleno de ellos” (Éx 1:7), es fácil demostrar que era factible que hubiese 600.000 hombres en edad militar, entre veinte y cincuenta años, para el tiempo del éxodo. Examine lo siguiente:
En vista del gran tamaño de las familias de aquellos tiempos y del deseo de los israelitas de tener hijos para cumplir la promesa de Dios, no es irrazonable calcular que cada cabeza de familia tuviera, entre los veinte y los cuarenta años de edad, un promedio de diez hijos (más o menos la mitad de los cuales serían varones). Para ser moderados, podríamos considerar que los cincuenta primeros que llegaron a ser cabezas de familia no empezaron a tener hijos sino hasta unos veinticinco años después de haber llegado a Egipto. Podemos, asimismo, reducir en un 20% la cantidad de varones nacidos, debido a que la muerte u otras circunstancias impedirían que algunos tuvieran hijos o que los tuvieran hasta la edad de cuarenta años que hemos propuesto. En otras palabras, esto significaría que en un período de veinte años, los cincuenta cabezas de familia habrían tenido unos doscientos hijos, en vez de doscientos cincuenta, quienes, a su vez, podrían tener familia.
El decreto de Faraón. Otro factor que debe tenerse en cuenta es el decreto de Faraón de dar muerte a todos los varones hebreos que nacieran. Parece ser que este decreto no fue muy efectivo ni duró mucho tiempo. Aarón nació unos tres años antes que Moisés (en 1597 a. E.C.), y al parecer aún no se había emitido el decreto. La Biblia dice de forma explícita que no tuvo mucho éxito. Las mujeres hebreas Sifrá y Puá, posiblemente las encargadas de las parteras, no cumplieron la orden del rey. Parece ser que no instruyeron a las parteras que estaban bajo su supervisión según se les había ordenado. Como resultado, ‘el pueblo siguió haciéndose más numeroso y llegó a ser muy poderoso’. Luego Faraón mandó a su pueblo que arrojara al río Nilo a todos los hijos varones que les nacieran a los hebreos. (Éx 1:15-22.) Sin embargo, no parece que la población egipcia odiara a tal grado a los israelitas. Incluso la propia hija de Faraón rescató a Moisés. Es posible que Faraón llegara pronto a la conclusión de que perdería valiosos esclavos si el decreto seguía en vigor. Sabemos que más tarde rehusó dejar salir a los hebreos porque no quería perderlos como esclavos.
No obstante, para que la cifra sea aún más moderada, podemos reducir en una tercera parte la cantidad de varones que sobrevivieron durante un período de cinco años, a fin de reflejar los posibles efectos del infructuoso edicto de Faraón.
Un cálculo. Aún con todas estas concesiones, el aumento de la población se aceleraría con la bendición de Dios. La cantidad de hijos nacidos durante cada uno de los períodos de cinco años desde 1563 a. E.C. (es decir, cincuenta años antes del éxodo) hasta 1533 (o veinte años antes del éxodo) sería como sigue:
AUMENTO DE LA POBLACIÓN MASCULINA
a.E.C.
Hijos nacidos
De 1563 a 1558
47.350
De 1558 a 1553
62.300
De 1553 a 1548
81.800
De 1548 a 1543
103.750
De 1543 a 1538
133.200
De 1538 a 1533
172.250
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Total 600.650*
* Población masculina teórica entre los veinte y cincuenta años de edad al tiempo del éxodo (1513 a. E.C.)
Debe notarse que una pequeña variación en el cálculo, como, por ejemplo, aumentar en uno el promedio de los hijos que le nacen a cada padre, elevaría esta cifra a más de un millón.
¿De qué importancia era la cantidad de personas que salió de Egipto con Moisés?
Además de los 600.000 hombres físicamente capacitados que menciona la Biblia, hubo una gran cantidad de hombres de edad avanzada, una cantidad todavía mayor de mujeres y niños y “una vasta compañía mixta” de personas que no eran israelitas. (Éx 12:38.) De modo que quizás fueron más de tres millones los que salieron de Egipto. No sorprende que la realeza egipcia no estuviera dispuesta a perder un contingente de esclavos tan importante, pues supondría un duro golpe para su economía.
El registro bíblico muestra que la cantidad de hombres en edad militar era temible: “Y Moab se atemorizó mucho del pueblo, porque era numeroso; y Moab empezó a sentir un pavor morboso a causa de los hijos de Israel”. (Nú 22:3.) Por supuesto, el temor de los moabitas se debía en parte a los milagros que Jehová había realizado a favor de Israel, pero también era debido al tamaño del pueblo. Difícilmente se hubieran sentido así ante un pueblo de unos cuantos miles de personas. La población israelita varió poco durante su peregrinaje por el desierto debido a que muchos murieron a causa de su infidelidad. (Nú 26:2-4, 51.)
En el censo que se hizo poco después del éxodo, se contó a los levitas por separado, un total de 22.000 de un mes de edad para arriba. (Nú 3:39.) Puede surgir la pregunta de cómo es que solo había 22.273 primogénitos varones de un mes de edad para arriba en las otras doce tribus. (Nú 3:43.) Es fácil de entender si tenemos en cuenta que no se contaron los cabezas de familia, que debido a la poligamia un hombre podía tener muchos hijos aunque solo un primogénito y que se contaba el primogénito del varón y no el de la mujer.
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ÉxodoPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Ruta del éxodo. Parece ser que los israelitas iniciaron la marcha para salir de Egipto desde distintos lugares. Algunos tal vez se hayan unido al grupo principal a medida que este avanzaba. El punto de partida fue Ramesés, ya sea que este nombre aplique a una ciudad o a un distrito, y en la primera etapa del viaje llegaron hasta Sucot. (Éx 12:37.) Algunos doctos opinan que si bien Moisés comenzó la marcha desde Ramesés, los israelitas llegaron desde toda la tierra de Gosén y se encontraron en Sucot como punto de reunión. (MAPA, vol. 1, pág. 536.)
Aunque los israelitas se marcharon de Egipto apresuradamente, instados por los egipcios, no puede afirmarse que lo hicieran de modo desorganizado: “Fue en orden de batalla como subieron los hijos de Israel de la tierra de Egipto”, es decir, tal vez como un ejército de cinco cuerpos: vanguardia, retaguardia, cuerpo principal y dos alas. Además de la hábil dirección de Moisés, Jehová manifestó su propia dirección, por lo menos desde que estuvieron acampados en Etam, proveyendo una columna de nube durante el día, que se convertía en una de fuego para iluminarlos durante la noche. (Éx 13:18-22.)
Por el camino más corto, hubiera sido un viaje por tierra de unos 400 Km. desde el N. de Menfis hasta, por ejemplo, Lakís, en la Tierra Prometida. No obstante, esta ruta hubiera llevado a los israelitas por la costa mediterránea y la tierra de los filisteos, con quienes sus antepasados Abrahán e Isaac habían tenido problemas tiempo atrás. Como Dios sabía que podían descorazonarse ante un ataque filisteo, pues no conocían la guerra y además tenían a sus familias y rebaños con ellos, les mandó volverse y acampar delante de Pihahirot, entre Migdol y el mar, a vista de Baal-zefón. Acamparon en este lugar, al lado del mar. (Éx 14:1, 2.)
En la actualidad no se puede trazar con certeza la ruta que siguieron los israelitas desde Ramesés hasta el mar Rojo, debido a que no es posible localizar con exactitud los lugares mencionados en el registro. La mayoría de las obras de referencia dicen que debieron cruzar por lo que hoy se conoce como Wadi Tumilat, en la región del Delta de Egipto. Sin embargo, esta ruta se ha propuesto principalmente porque se ha identificado a Ramesés con un lugar situado en el extremo NE. de la región del Delta. No obstante, como dice el profesor de Egiptología John A. Wilson, “desafortunadamente, los eruditos no están de acuerdo en cuanto a la ubicación exacta de Ramesés. Los faraones llamados Ramsés, en particular Ramsés II, ponían su nombre a ciudades con bastante generosidad. Además, se han desenterrado referencias a esta ciudad en poblaciones del Delta de las que no puede alegarse con seriedad que fuesen ese lugar”. (The Interpreter’s Dictionary of the Bible, edición de G. A. Buttrick, 1962, vol. 4, pág. 9.)
Se han sugerido varios lugares como posible ubicación; estos han gozado de popularidad durante un tiempo y luego se les ha desestimado en favor de otra posibilidad. Tanis (hoy San el-Hagar), a 56 Km. al SO. de la ciudad mediterránea de Port Said, es uno de los lugares apuntados, así como Qantir, unos 20 Km. más al S. En cuanto al primer lugar, debe notarse que un texto egipcio habla de Tanis y (Per-)Ramesés como lugares distintos, y que parece ser que al menos parte del material desenterrado en Tanis procede de otros lugares. Por ello, John A. Wilson dice más adelante que “no hay ninguna garantía de que las inscripciones que llevan el nombre de Ramesés fueran originalmente del lugar donde se encontraron”. Puede decirse que las inscripciones de Ramsés II encontradas tanto en Tanis como en Qantir solo demuestran cierta relación de estos lugares con Faraón, pero no prueban que cualquiera de estos sitios fueran la Ramesés bíblica construida por los israelitas como lugar de depósito antes del nacimiento de Moisés. (Éx 1:11.) Como se muestra en el artículo RAAMSÉS, RAMESÉS, la opinión de que Ramsés II fue el Faraón del éxodo tiene poco fundamento.
También se ha propuesto la ruta de Wadi Tumilat, debido a la teoría moderna y popular de que el paso del mar Rojo no ocurrió en realidad en dicho mar, sino al N. del mismo. Algunos eruditos incluso han defendido la idea de que los israelitas pasaron por el lago Serbonis, situado a lo largo de la costa mediterránea, o cerca de este, de modo que después de salir de Wadi Tumilat, se encaminaron hacia el N. en dirección a la costa. Esta opinión contradice directamente la declaración específica de la Biblia de que Dios no guió a los israelitas por el camino de la tierra de los filisteos. (Éx 13:17, 18.) Otros se inclinan asimismo por la ruta de Wadi Tumilat, pero dicen que cruzaron el “mar” por la región de los lagos Amargos, al N. de Suez.
Mar Rojo, no ‘mar de cañas’. Esta última opinión se basa en el argumento de que la palabra hebrea yam-súf (traducida “mar Rojo”) significa literalmente “mar de juncos, o cañas, espadañas”, y que, por lo tanto, los israelitas no cruzaron el brazo del mar Rojo conocido como el golfo de Suez, sino un mar de cañas, un terreno pantanoso, como la región de los lagos Amargos. No obstante, esta idea no concuerda con la antigua Versión de los Setenta griega, que traduce yam-súf por la expresión e·ry·thrá thá·las·sa, cuyo significado literal es “mar Rojo”. Y lo que es más importante, tanto Lucas, el escritor de Hechos (citando a Esteban), como el apóstol Pablo, usaron este mismo nombre griego cuando relataron los acontecimientos del éxodo. (Hch 7:36; Heb 11:29; véase MAR ROJO.)
Además, no hubiera sido un gran milagro si tan solo se hubiera cruzado una zona pantanosa, y los egipcios no hubieran sido “tragados” por el mar Rojo cuando “las aguas agitadas procedieron a cubrirlos” de modo que “como piedra bajaron a las profundidades”. (Heb 11:29; Éx 15:5.) No solo se refirieron a este espectacular milagro Moisés y Josué, sino que el apóstol Pablo dijo que los israelitas habían sido bautizados por medio de la nube y del mar, lo que indicaba que estuvieron rodeados de agua por completo: a ambos lados, el mar, y por encima y por detrás, la nube. (1Co 10:1, 2.) Esto también muestra que las aguas eran demasiado profundas para vadearlas.
La ruta del éxodo depende fundamentalmente de dos factores: determinar en qué lugar se encontraba en aquel entonces la capital egipcia e identificar por dónde se cruzó el mar. Puesto que las Escrituras Griegas Cristianas inspiradas usan la expresión “mar Rojo”, hay base para creer que ese fue el mar que Israel cruzó. En cuanto a la capital egipcia, la ubicación más verosímil parece ser Menfis, la sede principal del gobierno durante la mayor parte de la historia de Egipto. (Véase MENFIS.) De ser así, el punto de partida del éxodo debe haber estado lo suficientemente cerca de Menfis como para que se pudiera llamar a Moisés a la presencia de Faraón la noche de la Pascua después de la medianoche y, a pesar de eso, él llegara a Ramesés con tiempo suficiente como para comenzar la marcha hacia Sucot antes de que acabase el 14 de Nisán. (Éx 12:29-31, 37, 41, 42.) La tradición judía más antigua, registrada por Josefo, apoya la idea de que la marcha comenzó en un lugar cercano al N. de Menfis. (Antigüedades Judías, libro II, cap. XV, sec. 1.)
Una ruta por Wadi Tumilat estaría tan al N. de Menfis que no serían posibles las circunstancias antedichas. Por esta razón, muchos comentaristas han sugerido una de las rutas de los “peregrinos”, como la ruta el Haj, que va de El Cairo a Suez (antigua Clysma, más tarde llamada Kolzum), en la cabecera del golfo de Suez.
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