Por qué expulsó Jehová tanto a los cananeos como a los israelitas
UN HOMBRE dijo: “Me encanta criticar a otros. Hace que me sienta tan bien”. Con semejante actitud, ¡qué superiores deben sentirse los que gustan de criticar a Jehová Dios! La alta crítica bíblica frecuentemente acusa a Jehová de ser un dios tribual de los judíos sediento de sangre. Un clérigo lo acusó de ser un vil pendenciero. Para justificar este insulto, los presuntuosos críticos se remontan a cuando Jehová expulsó a los cananeos de su tierra a fin de dársela a los judíos.
Semejante acusación refleja crasa ignorancia. Moisés, en su calidad de portavoz de Jehová, dejó clara ante los judíos la razón por la que Dios hacía aquello: “No es por tu justicia ni por la rectitud de tu corazón por lo que vas a entrar para tomar posesión de su tierra; de hecho, es por la iniquidad de estas naciones por lo que Jehová tu Dios las va a expulsar de delante de ti”. (Deuteronomio 9:5.)
Fue la propia iniquidad de los cananeos lo que hizo que se les echase. Después de identificar a Baal y a su esposa Astoret como sus dioses principales, la obra Compendio Manual de la Biblia dice: “Los templos de Baal y de Astoret generalmente se hallaban juntos. Las sacerdotisas eran prostitutas sagradas; y los sodomitas, prostitutos de los templos. La adoración de Baal, Astoret y otros dioses cananeos consistía en las orgías más extravagantes; sus templos eran centros de vicio”. (Página 156.)
En las ruinas de un “lugar alto” de tiempos cananeos, los arqueólogos hallaron “gran cantidad de urnas que contenían los restos de niños que habían sido sacrificados a Baal. Todo el recinto entero resultó ser un cementerio de niños recién nacidos”. También se encontraron “cantidades de imágenes y placas de Astoret, con los órganos sexuales toscamente exagerados para excitar los sentimientos sensuales. Los cananeos, pues, adoraban cometiendo excesos inmorales en presencia de sus dioses, y luego asesinando a sus hijos primogénitos como sacrificio a estos mismos dioses”. (Página 157.)
A continuación, la obra citada dice: “¿Nos preguntamos todavía por qué Dios mandó a Israel que exterminara a los cananeos? ¿Tenía derecho a seguir viviendo una civilización de semejante inmundicia y brutalidad? [...] Los arqueólogos que cavan en las ruinas de las ciudades cananeas se preguntan por qué Dios no las destruyó mucho antes”. (Página 157.)
Una traducción bíblica de J. B. Rotherham, The Emphasized Bible, dice lo siguiente en su página 259: “¿Quién podría decir que el Altísimo no tiene el derecho de aniquilar a unos contaminadores de la Tierra y la humanidad como estos?”.
Jehová explicó a los israelitas la razón por la que iba a echar a los cananeos: “No se hagan inmundos por medio de ninguna de estas cosas, porque por medio de todas estas cosas se han hecho inmundas las naciones que voy a enviar de delante de ustedes. En consecuencia la tierra está inmunda, y traeré sobre ella castigo por su error, y la tierra vomitará a sus habitantes”. Luego dio a Israel una advertencia contundente: “Y ustedes tienen que guardar todos mis estatutos y todas mis decisiones judiciales y ponerlos por obra, para que no los vomite la tierra a la cual los llevo para que moren en ella”. (Levítico 18:24-26; 20:22.)
El mensaje era claro: los cananeos habían sido expulsados de su tierra porque la contaminaban con su escandalosa inmoralidad: su adulterio, su homosexualidad y su derramamiento de sangre inocente, la sangre de criaturas recién nacidas. Si la nación de Israel imitaba el baalismo de esta religión cananea, también sería desposeída de su tierra.
Y eso es precisamente lo que hizo Israel. En los estratos que corresponden al tiempo en que Israel ocupó aquella tierra, los arqueólogos excavaron en las ruinas de un templo de Astoret, y “a pocos pasos de este templo de Astoret había un cementerio, en el cual había muchas urnas con restos de niños sacrificados en el templo. [...] Los sacerdotes de Baal y de Astoret eran asesinos oficiales de niños”. (Compendio Manual de la Biblia, página 185.)
La ley que Jehová dio mediante Moisés prohibía explícitamente tales perversiones sexuales. Levítico 20:13 declara: “Y cuando un hombre se acuesta con un varón igual a como uno se acuesta con una mujer, ambos han hecho una cosa detestable. Deben ser muertos sin falta”.
La ley mosaica también dictaba lo que se registra en Deuteronomio 23:17, 18: “Ninguna de las hijas de Israel puede hacerse prostituta de templo, ni puede hacerse prostituto de templo ninguno de los hijos de Israel. No debes introducir el alquiler de una ramera ni el precio de un perro [nota al pie de la página de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, con referencias: “Probablemente un pederasta; alguien que practica la cópula anal, especialmente con un muchacho”] en la casa de Jehová tu Dios por voto alguno, porque son cosa detestable a Jehová tu Dios, aun ambas cosas”.
Jehová envió a los profetas para que advirtiesen a Israel: “Y Jehová les envió todos sus siervos los profetas, madrugando y enviándolos, pero ustedes no escucharon”. (Jeremías 25:4.) En lugar de escuchar, los israelitas “siguieron edificándose lugares altos y columnas sagradas y postes sagrados sobre toda colina alta y debajo de todo árbol frondoso. Y hasta el prostituto de templo [nota al pie de la página de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, con referencias: “hombres afeminados”] se hallaba en el país. Actuaron conforme a todas las cosas detestables de las naciones que Jehová había expulsado de delante de los hijos de Israel”. (1 Reyes 14:23, 24.)
El profeta Isaías pronunció esta advertencia: “Sobre un monte alto y elevado colocabas tu lecho; allá subías a ofrecer sacrificios. Tras las jambas de la puerta colocabas tu emblema [imagen fálica]; prescindiendo de mí, te desnudabas, subías al lecho y hacías sitio; sacabas partido de tus amantes, con los que te gustaba acostarte; mirando el falo [órgano masculino], fornicabas con ellos sin cesar”. (Isaías 57:7, 8, Nueva Biblia Española.)
Las mujeres se hacían imágenes de órganos sexuales masculinos y tenían relaciones con ellas, como leemos: “Hiciste figuras de hombres para prostituirte con ellos”. (Ezequiel 16:17, Versión Popular.) O como lo vierte la Nueva Biblia Española: “Con las que fornicabas”.
Los israelitas mezclaban la adoración verdadera con la falsa. En el monte Sinaí adoraron al becerro de oro, cometieron inmoralidad sexual y al mismo tiempo celebraron lo que llamaron una “fiesta a Jehová”. (Éxodo 32:5, 6.) Siglos más tarde, todavía seguían mezclando lo falso con lo verdadero. El profeta Elías los denunció por ello con las siguientes palabras: “‘¿Hasta cuándo irán cojeando sobre dos opiniones diferentes? Si Jehová es el Dios verdadero, vayan siguiéndolo; pero si Baal lo es, vayan siguiéndolo a él’. Y el pueblo no dijo una palabra en respuesta a él”. (1 Reyes 18:21.) Cuando Manasés rectificó su proceder, quitó los dioses extranjeros y ofreció sacrificios de comunión y de acción de gracias a Jehová. No obstante, como dice 2 Crónicas 33:17, “el pueblo todavía estaba sacrificando sobre los lugares altos; solo que era a Jehová su Dios”.
Durante siglos, Israel contaminó la adoración verdadera de Jehová con el baalismo y de ese modo violó el principio que posteriormente el apóstol Pablo expresó en forma de pregunta: “¿Qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos?”. (2 Corintios 6:16.) Por esa razón, en el año 740 a. E.C. el reino de diez tribus de Israel fue llevado cautivo por los asirios, y en el año 607 a. E.C. le sucedió lo mismo al reino de dos tribus de Judá, esta vez a manos de los babilonios. Ambas naciones habían contaminado la tierra del mismo modo que lo habían hecho los cananeos, y a ambas naciones las vomitó la tierra como había hecho con los cananeos.
¿Qué puede decirse de las naciones de hoy día? ¿Están sus iglesias contaminadas de inmoralidad? ¿Están ellas contaminando la Tierra? ¿Serán también vomitadas de la Tierra?
[Comentario en la página 6]
“Los sacerdotes de Baal y de Astoret eran asesinos oficiales de niños”
[Fotografía en la página 5]
Urna sepulcral con restos de un niño
[Reconocimiento]
Lawrence E. Stager/Cortesía del Instituto Oriental de la universidad de Chicago