ALIANZA
Unión de diferentes grupos, familias, personas o estados, ya sea por matrimonio, acuerdo mutuo o convenio legal, con el fin de conseguir ciertos beneficios mutuos o para la búsqueda conjunta de un propósito deseado. El término hebreo ja·vár, cuyo significado literal es “unir”, se usa en sentido figurado con el significado de “aliarse; asociarse”. (Éx 28:7; Sl 94:20; 2Cr 20:35.) Otro término afín al anterior, ja·vér, comunica el concepto de un aliado o socio. (Jue 20:11; Sl 119:63.)
Abrahán formó una alianza con los amorreos Mamré, Escol y Aner poco después de su llegada a Canaán. Aunque no se especifica la naturaleza de esa confederación, el registro dice que se unieron a Abrahán para rescatar a su sobrino Lot de unos reyes invasores. (Gé 14:13-24.) En aquel entonces Abrahán residía como forastero en una tierra de pequeños reinos, y quizás tuvo que hacer algún tipo de declaración formal a manera de pacto para poder vivir pacíficamente en medio de ellos. No obstante, Abrahán evitó comprometerse sin necesidad con esos gobernantes políticos, tal como se manifiesta en su declaración al rey de Sodoma registrada en Génesis 14:21-24. Más tarde, el rey filisteo Abimélec le recordó a Abrahán en Guerar su condición de forastero en la tierra de Filistea y que residía allí gracias a su consentimiento, por lo que le pidió que hiciese un juramento como garantía de su fidelidad. Abrahán consintió y, más tarde, después de discutir sus derechos con respecto a un pozo de agua, hizo un pacto con Abimélec. (Gé 20:1, 15; 21:22-34.)
Isaac, el hijo de Abrahán, también llegó a morar en Guerar, aunque con el tiempo Abimélec le pidió que se mudara de aquellas inmediaciones, a lo que accedió. Volvieron a surgir disputas en cuanto a sus derechos sobre el agua, por lo que Abimélec y sus principales asociados más tarde le pidieron a Isaac que hiciese un “juramento de obligación” y un pacto, seguramente como renovación del que habían hecho con Abrahán. Ambas partes hicieron declaraciones juradas, asegurándose recíprocamente que observarían una conducta pacífica. (Gé 26:16, 19-22, 26-31; compárese con Gé 31:48-53.) El apóstol Pablo dice que estos patriarcas primitivos declararon en público que eran extraños y residentes temporales en la tierra, esperando una ciudad que tiene fundamentos verdaderos, cuyo edificador y hacedor es Dios. (Heb 11:8-10, 13-16.)
La situación era distinta cuando la nación de Israel entró en Canaán, la Tierra Prometida. El Dios Soberano le había concedido el derecho total a esa tierra, en cumplimiento de la promesa que había hecho a sus antepasados, y por lo tanto, no entrarían en ella como residentes forasteros. Por consiguiente, Jehová prohibió que hicieran alianzas con las naciones paganas de esa tierra. (Éx 23:31-33; 34:11-16.) Solo se sujetarían a las leyes y estatutos de Dios, no a los de aquellas naciones destinadas a desaparecer. (Le 18:3, 4; 20:22-24.) Se les advirtió en especial que no formaran alianzas matrimoniales con tales naciones, ya que dichas alianzas no solo propiciarían el matrimonio con esposas paganas, sino que además los vincularían con parientes paganos y con sus prácticas y costumbres religiosas falsas, lo que resultaría en apostasía y en un lazo. (Dt 7:2-4; Éx 34:16; Jos 23:12, 13.)
Alianzas matrimoniales. El verbo hebreo ja·thán, traducido “forma una alianza matrimonial”, está relacionado con los términos jo·thén (suegro), ja·thán (yerno, novio), jo·thé·neth (suegra) y jathun·náh (casamiento). (1Sa 18:22; Éx 3:1; 4:25; Gé 19:14; Dt 27:23; Can 3:11.)
Abrahán había insistido en que Isaac no tomase esposa de entre los cananeos (Gé 24:3, 4), y este dio instrucciones similares a Jacob. (Gé 28:1.) Después que Siquem el heveo violó a Dina, Hamor, el padre de este, instó a la familia de Jacob a entrar en alianzas matrimoniales con su tribu. Aunque los hijos de Jacob fingieron aceptar esa propuesta, no cumplieron con sus términos, pues más tarde, después de vengar el honor de Dina, se llevaron cautivos a las mujeres y los niños heveos. (Gé 34:1-11, 29.) Tiempo después, Judá se casó con una mujer cananea (Gé 38:2); José, con una egipcia (Gé 41:50), y Moisés, con una madianita, Ziporá, seguramente la “cusita” mencionada en Números 12:1. (Éx 2:16, 21.) Estos matrimonios se contrajeron antes de que se diera la Ley, así que no se les podría considerar como una violación de esta.
En la batalla contra Madián, los israelitas solo conservaron vivas a las mujeres y muchachas vírgenes. (Nú 31:3, 18, 35.) La Ley permitía tomar como esposas a esas mujeres huérfanas y cautivas de guerra. (Dt 21:10-14.) En cambio, en la Tierra de Promisión con frecuencia se pasó por alto la advertencia de Dios concerniente a las alianzas matrimoniales con paganos, lo que resultó en dificultades y apostasía. (Jue 3:5, 6.)
Las alianzas matrimoniales a veces tenían por objeto el logro de determinados fines, como cuando Saúl invitó a David a formar una alianza matrimonial con él tomando a su hija Mical por esposa. (1Sa 18:21-27.) Una de las seis esposas que más tarde le dio hijos a David en Hebrón fue la hija del rey de Guesur. (2Sa 3:3.) Hay quien opina que ese enlace era una alianza matrimonial en la que David entró con el propósito de debilitar la posición de su rival Is-bóset, puesto que Guesur era un pequeño reino situado al N. de Mahanaim, la capital de este. A comienzos de su reinado, el rey Salomón formó una alianza matrimonial con Faraón tomando a su hija como esposa. (1Re 3:1; 9:16.) Este matrimonio y los demás que contrajo con esposas paganas (moabitas, ammonitas, edomitas, sidonias e hititas) con el tiempo hicieron que Salomón sucumbiera a la práctica de la idolatría. (1Re 11:1-6.) La alianza matrimonial del rey Acab con el rey de Sidón al casarse con Jezabel, hija de este último, le trajo resultados desastrosos similares al reino septentrional de Israel. (1Re 16:31-33.) Tiempo después, el rey Jehosafat entró en una alianza matrimonial imprudente con la casa idolátrica de Acab, con consecuencias perjudiciales perdurables para el reino de Judá. (2Cr 18:1; 21:4-6; 22:2-4.)
Después del exilio, Esdras se escandalizó al descubrir que incluso los sacerdotes y los levitas habían hecho alianzas matrimoniales con los cananeos y otros pueblos, situación a la que se puso fin de inmediato. (Esd 9:1-3, 12-14; 10:1-5, 10-14, 44.) Sin embargo, en tiempos de Nehemías, Tobías el ammonita se valió de alianzas matrimoniales para unirse a la familia sacerdotal de Jerusalén, y de este modo consiguió muchos aliados entre los nobles de Judá, hasta el extremo de lograr que, contrario a lo que mandaba la Ley (Dt 23:3), el sacerdote Eliasib hiciese un comedor para él en el patio del templo. No obstante, Nehemías arrojó con indignación todos sus muebles fuera del comedor. (Ne 6:18; 13:4-9, 25-27; véase MATRIMONIO.)
Pactos. Otro tipo de alianzas, aparte de las matrimoniales, eran los pactos. Aunque el pacto que Israel hizo con los gabaonitas se debió a un engaño (Jos 9:3-15), una vez hecho, Israel lo respetó y estuvo dispuesto a pelear para proteger a los gabaonitas. (Jos 9:19-21; 10:6, 7.) Entre Jonatán y David existió una alianza personal mediante un pacto (1Sa 18:3; 20:11-17), una relación que Saúl condenó por considerarla una conspiración. (1Sa 22:8.) El rey Hiram de Tiro fue amigable con David cuando este sucedió a Saúl como rey, y llegó a ser un “amador de David”. (2Sa 5:11; 1Re 5:1.) Las relaciones amistosas continuaron, y cuando Salomón subió al trono, hizo una alianza con el rey Hiram a fin de que le suministrara muchos de los materiales que se necesitaban para la construcción del templo. (1Re 5:2-18.) Por este contrato se permitió que miles de trabajadores israelitas entraran en el Líbano y sus bosques. Hiram incluso se dirigió a Salomón como “hermano mío”. (1Re 9:13.) Tiro proveyó marineros para la flota de naves de Salomón que tenía su base en Ezión-guéber. (1Re 9:26, 27.) Cuando, más tarde, el reino de Tiro se volvió contra Israel y entregó a los exiliados israelitas a Edom, se le acusó de haber violado el “pacto de hermanos”. (Am 1:9.)
Alianzas imprudentes con otras naciones. En tiempos de peligro, o movidos por ambición, los reyes de Judá e Israel con frecuencia pasaron por alto las fuertes advertencias de los profetas de Dios contra formar alianzas con otras naciones. (Isa 30:2-7; Jer 2:16-19, 36, 37; Os 5:13; 8:8-10; 12:1.) Los siguientes ejemplos muestran que este proceder nunca produjo buenos resultados.
El rey Asá de Judá usó los tesoros reales para conseguir que el rey Ben-hadad I de Siria rompiera su pacto con el rey Baasá de Israel. (1Re 15:18-20.) Debido a que Asá ‘se apoyó en Siria’ más bien que en Jehová, el profeta Hananí le reprendió con las palabras: “Has actuado tontamente respecto a esto, pues desde ahora en adelante existirán guerras contra ti”. (2Cr 16:7-9.) Más tarde, el rey Acab de Israel hizo un pacto con Ben-hadad, a quien había derrotado, y recibió una condenación similar de un profeta de Dios. (1Re 20:34, 42.) Jehosafat se alió con Acab para atacar a Siria, y después del fracaso de este ataque, el profeta Jehú le preguntó: “¿Es a los inicuos a quienes se ha de dar ayuda, y es para los que odian a Jehová para quienes debes tener amor? Y por esto hay indignación contra ti procedente de la persona de Jehová”. (2Cr 18:2, 3; 19:2.) Más tarde, Jehosafat colaboró con el inicuo rey Ocozías de Israel en la construcción de naves; por esta acción se le condenó proféticamente, condena que se cumplió cuando las naves fueron destrozadas. (2Cr 20:35-37.) En obediencia al consejo divino, Amasías de Judá decidió sabiamente no hacer uso de las tropas mercenarias de Israel, a pesar de que eso le significó perder los cien talentos de plata (660.600 dólares [E.U.A.]) que les había pagado. (2Cr 25:6-10.)
Cuando en el siglo VIII a. E.C. Asiria comenzó a sobresalir como potencia mundial, su sombra amenazante llevó a los reinos más pequeños a muchas alianzas y conspiraciones. (Compárese con Isa 8:9-13.) Las naciones construyeron nuevas armas de guerra, y eso también aumentó el temor. (Compárese con 2Cr 26:14, 15.) Menahem de Israel sobornó a su atacante, el rey Pul (Tiglat-piléser III) de Asiria. (2Re 15:17-20.) Rezín de Siria y Péqah de Israel se aliaron para conspirar contra Acaz de Judá, quien, a su vez, usó los tesoros reales y los del templo para comprar la protección de Tiglat-piléser III de Asiria, lo que resultó en la caída de la ciudad siria de Damasco. (2Re 16:5-9; 2Cr 28:16.) Con la vana esperanza de librarse del yugo del rey asirio Salmanasar V, Hosea de Israel conspiró contra él, para lo que se alió con el rey So de Egipto. A pesar de todo, Israel cayó ante los asirios en 740 a. E.C. (2Re 17:3-6.) En contraste, el fiel Ezequías de Judá, aunque se le acusó falsamente de cifrar su confianza en Egipto, solo se apoyó en Jehová y se le salvó del ataque de Senaquerib de Asiria. (2Re 18:19-22, 32-35; 19:14-19, 28, 32-36; compárese con Isa 31:1-3.)
En sus últimos años, el reino de Judá fluctuó entre Egipto y Babilonia, ‘prostituyéndose’ con ambas potencias. (Eze 16:26-29; 23:14.) Llegó a estar bajo la dominación de Egipto durante el reinado de Jehoiaquim (2Re 23:34), pero pronto fue hecho súbdito de Babilonia. (2Re 24:1, 7, 12-17.) El último rey, Sedequías, intentó inútilmente liberar a Judá de Babilonia mediante una alianza con Egipto, pero este intento resultó en la destrucción de Jerusalén. (2Re 24:20; Eze 17:1-15.) No habían aceptado el consejo inspirado de Isaías: “Por volver y descansar se salvarán ustedes. Su poderío resultará estar simplemente en mantenerse sosegados y en confianza plena”. (Isa 30:15-17.)
Durante el tiempo de los macabeos se hicieron muchos tratados y alianzas con los sirios y los romanos a fin de obtener beneficios políticos, pero Israel no consiguió liberarse de su servidumbre. En un período posterior, los religiosos saduceos se distinguieron por buscar la colaboración política como medio de conseguir la independencia de la nación. Ni ellos ni los fariseos aceptaron el mensaje del Reino proclamado por Cristo Jesús, sino que se aliaron con Roma, y declararon: “No tenemos más rey que César”. (Jn 19:12-15.) No obstante, su alianza religioso-política con Roma terminó definitivamente en la desastrosa destrucción de Jerusalén en 70 E.C. (Lu 19:41-44; 21:20-24.)
Los simbolismos de Revelación 17:1, 2, 10-18; 18:3 tienen que ver con alianzas políticas y religiosas. (Compárese con Snt 4:1-4.) De modo que todo el registro bíblico pone de relieve el principio declarado por Pablo: “No lleguen a estar unidos bajo yugo desigual con los incrédulos. Porque, ¿qué consorcio tienen la justicia y el desafuero? ¿O qué participación tiene la luz con la oscuridad? [...], sálganse de entre ellos, y sepárense”. (2Co 6:14-17.)