SENAQUERIB
(del acadio, significa: “Sin [el dios-luna] Ha Restaurado a los Hermanos para Mí”).
Hijo de Sargón II; rey de Asiria. Aunque heredó de su padre un imperio de gran solidez, se vio obligado a pasar la mayor parte de su reinado sofocando sublevaciones, en particular de la ciudad de Babilonia.
Parece ser que Senaquerib fue gobernador o general de la región septentrional de Asiria durante el reinado de su padre. Después de heredar el trono, esta región debió causarle pocos problemas. Más bien, sus dificultades le vinieron principalmente del S. y del O. El caldeo Merodac-baladán (Isa 39:1) abandonó su refugio en Elam, al que le había obligado a ir Sargón, el padre de Senaquerib, y se proclamó rey de Babilonia. Senaquerib marchó contra él y sus aliados elamitas y los derrotó en Kish. Sin embargo, Merodac-baladán logró escapar y se escondió durante otros tres años. Senaquerib entró en Babilonia y puso en el trono a Bel-ibni como virrey. Posteriormente efectuó otras expediciones punitivas para contener a los pueblos de las regiones montañosas de los alrededores de Asiria.
Luego, en lo que Senaquerib califica como su “tercera campaña”, avanzó contra “Hatti”, término que en aquel tiempo debía referirse a Fenicia y Palestina. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 235.) Esta zona se había rebelado contra el yugo asirio. Entre los que habían rechazado esa dominación estaba el rey Ezequías de Judá (2Re 18:7), aunque no hay indicios de que se hubiese coligado con los otros reinos sublevados.
En el año decimocuarto de Ezequías (732 a. E.C.), las fuerzas de Senaquerib avanzaron hacia el O., capturaron Sidón, Aczib, Akkó y otras ciudades de la costa fenicia y a continuación se dirigieron hacia el S. Algunos reinos atemorizados, entre ellos Moab, Edom y Asdod, enviaron tributos en prueba de su sumisión. La recalcitrante Asquelón fue tomada por la fuerza, junto con las ciudades cercanas de Jope y Bet-dagón. Una inscripción asiria acusa al pueblo y a los nobles de la ciudad filistea de Eqrón de haber entregado a su rey Padi a Ezequías, quien según Senaquerib, “le mantuvo encarcelado, ilegalmente”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, págs. 235, 236; compárese con 2Re 18:8.) Se dice que los habitantes de Eqrón habían solicitado ayuda a Egipto y a Etiopía para evitar o frustrar el ataque asirio.
El registro bíblico indica que aproximadamente para este tiempo Senaquerib atacó Judá, y sitió y capturó muchas de sus ciudades y pueblos fortificados. Ezequías envió un mensaje a los asirios que estaban en Lakís, en el que les ofrecía pagar el tributo que Senaquerib impusiera. (2Re 18:13, 14.) La captura de Lakís por parte de Senaquerib se presenta en un friso, donde aparece sentado sobre un trono ante la ciudad vencida, aceptando los despojos que le llevaban de aquella ciudad mientras se torturaba a algunos de los cautivos.
El relato bíblico no indica si se liberó al rey Padi, en caso de que en realidad fuese un cautivo de Ezequías, pero muestra que este pagó el tributo de 300 talentos de plata (c. 1.982.000 dólares [E.U.A.]) y 30 talentos de oro (c. 11.560.000 dólares [E.U.A.]) que pidió Senaquerib. (2Re 18:14-16.) Sin embargo, Senaquerib envió un comité de tres oficiales para pedir al rey y al pueblo de Jerusalén que capitularan y con el tiempo se sometieran a ser enviados al exilio. El mensaje asirio despreciaba de manera particular la confianza de Ezequías en Jehová. Mediante su vocero, Senaquerib alardeó, diciendo que Jehová sería tan impotente como los dioses de los países que ya habían caído ante el poder asirio. (2Re 18:17-35.)
El comité asirio regresó a Senaquerib, quien a la sazón estaba luchando contra Libná, y se oyó decir “respecto a Tirhaqá el rey de Etiopía: ‘Mira que ha salido a pelear contra ti’”. (2Re 19:8, 9.) Las inscripciones de Senaquerib hablan de una batalla en “Elteqeh” (c. 15 Km. al NNO. de Eqrón), en la que afirma haber derrotado un ejército egipcio y las fuerzas del “rey de Etiopía”. Luego narra su conquista de Eqrón y cómo volvió a poner en el trono al liberado Padi. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, pág. 236.)
Jehová derrota al ejército de Senaquerib. En cuanto a Jerusalén, aunque Senaquerib había enviado cartas amenazadoras advirtiendo a Ezequías que no había desistido de su determinación de tomar la capital de Judá (Isa 37:9-20), el registro muestra que los asirios ni siquiera “[dispararon] allí una flecha”, “ni [alzaron] contra ella cerco de sitiar”. Jehová, de quien Senaquerib se había mofado, envió un ángel, que en una noche derribó a “ciento ochenta y cinco mil hombres en el campamento de los asirios”, lo que obligó a Senaquerib a regresar “con rostro avergonzado a su propio país”. (Isa 37:33-37; 2Cr 32:21.)
Las inscripciones de Senaquerib no mencionan nada respecto al desastre que sufrieron sus fuerzas. Pero, como comenta el profesor Jack Finegan, “en vista del tono jactancioso que impregna habitualmente las inscripciones de los soberanos asirios, [...] difícilmente cabría esperar que Senaquerib registrara tal derrota” (Light From the Ancient Past, 1959, pág. 213). No obstante, llama la atención la versión de Senaquerib, según se halla en lo que se conoce como el Prisma de Senaquerib, uno conservado en el Museo Británico (Prisma de Taylor) y otro en el Instituto Oriental de la universidad de Chicago. Dice en parte: “En cuanto a Ezequías el Judío, no se sometió a mi yugo. Puse sitio a 46 de sus ciudades fuertes, baluartes e innumerables aldehuelas de sus inmediaciones, y (las) conquisté mediante terraplenes bien construidos y arietes acercados (a los muros), (combinados con) el ataque de infantes, y (usando) minas, brechas y trabajo de zapa. Saqué (de ellas) 200150 personas, jóvenes y ancianos, varones y hembras, caballos, mulas, asnos, camellos, ganado mayor y menor sin cuento, y (los) consideré botín. A él mismo [Ezequías] hice prisionero en Jerusalén, su residencia real, como a un pájaro en una jaula. [...] Las ciudades que había pasado a saco desgajé de su país y las entregué a Mitinti, rey de Ašdod, a Padi, rey de Eqrón, y a Sillibel, rey de Gaza. [...] El propio Ezequías [...] me envió más tarde a Nínive, mi ciudad señorial, además de 30 talentos de oro, 800 talentos de plata, piedras preciosas, antimonio, grandes bloques de piedra roja, lechos (ataraceados) con marfil, sillas nīmedu (ataraceadas) con marfil, cueros de elefante, madera de ébano, madera de boj (y) toda clase de valiosos tesoros, sus hijas, concubinas, músicos y músicas. Para entregar el tributo y rendir obediencia como un esclavo envió su mensajero (personal)”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, págs. 236, 237.)
Aunque esta jactanciosa versión aumenta en gran manera la cantidad de talentos de plata enviados —pues en lugar de 300 dice 800—, y debe hacer lo mismo con otros detalles del tributo pagado, en otros aspectos confirma de manera extraordinaria el registro bíblico y muestra que Senaquerib no afirmó que había tomado Jerusalén. Debería notarse, sin embargo, que Senaquerib presenta el asunto del pago del tributo de Ezequías como posterior al sitio de Jerusalén, mientras que el relato bíblico muestra que fue anterior. Sobre la probable razón para esta inversión en el orden de los sucesos, nótese la observación que hace Funk and Wagnalls New Standard Bible Dictionary (1936, pág. 829): “El final de esta campaña de S[enaquerib] está velado en la oscuridad. Lo que hizo después de capturar Eqrón [...] todavía es un misterio. En sus anales, S[enaquerib] sitúa en estos momentos el castigo que infligió a Ezequías, su incursión en el territorio de Judá, y su reparto del territorio y las ciudades de Judá. Este orden en los acontecimientos parece un velo para cubrir algo que no desea mencionar”. El registro bíblico muestra que Senaquerib volvió rápidamente a Nínive después de lo que Dios hizo con sus tropas, así que el relato invertido de Senaquerib sitúa de manera conveniente el tributo de Ezequías como si se lo hubiera pagado por medio de un mensajero especial en Nínive. Ciertamente es significativo que las inscripciones antiguas y los registros no hablen de campañas posteriores de Senaquerib en Palestina, aunque los historiadores afirman que siguió reinando otros veinte años.
El historiador judío del siglo I E.C., Josefo, dice citar de Beroso, historiador babilonio (posiblemente del siglo III a. E.C.), cuando escribe: “Senaquerib, de la expedición de Egipto regresó a Jerusalén, donde encontró a las tropas comandadas por Rapsaces en gran peligro por la peste. Dios les envió una enfermedad que, en la primera noche en que sitiaron a la ciudad mató a ciento ochenta mil soldados, con sus capitanes y centuriones” (Antigüedades Judías, libro X, cap. I, sec. 5). Algunos comentaristas intentan explicar el desastre refiriéndose a un relato de Heródoto (Historia, II, 141), del siglo V a. E.C., en el que cuenta que sobre el campamento asirio “cayó durante la noche un tropel de ratones campestres que royeron sus aljabas, sus arcos y, asimismo, los brazales de sus escudos”, lo que los incapacitó para la invasión de Egipto. Este relato obviamente no coincide con el registro bíblico, ni tampoco armoniza con las inscripciones asirias. No obstante, los relatos de Beroso y Heródoto reflejan el hecho de que las fuerzas de Senaquerib sufrieron una repentina calamidad en esta campaña.
Sin embargo las dificultades de Senaquerib no habían terminado, pues cuando regresó a Asiria, tuvo que aplacar otra revuelta en Babilonia provocada por Merodac-baladán. Esta vez Senaquerib colocó a su propio hijo Asurnadinsumi como rey de Babilonia. Seis años más tarde, se embarcó en una campaña contra los elamitas, pero estos pronto se vengaron invadiendo Mesopotamia. Capturaron a Asurnadinsumi y colocaron a su propio rey en el trono de Babilonia. Siguieron varios años de lucha por el control de la región, hasta que finalmente Senaquerib, airado, se vengó de Babilonia arrasándola, una acción sin precedente en vista de que en toda Mesopotamia se consideraba a Babilonia una “ciudad santa”. Al parecer, los restantes años del reinado de Senaquerib no tuvieron mayores incidentes.
Se cree que la muerte de Senaquerib aconteció unos veinte años después de su campaña contra Jerusalén. Este dato depende de los registros asirios y babilonios, y su confiabilidad es dudosa. De todos modos, debería notarse que el relato bíblico no dice que la muerte de Senaquerib se produjese tan pronto como regresó a Nínive. “Más tarde entró en la casa de su dios” Nisroc, y sus hijos, Adramélec y Sarézer, “lo derribaron a espada”, y escaparon a la tierra de Ararat. (2Cr 32:21; Isa 37:37, 38.) Una inscripción de su hijo y sucesor, Esar-hadón, confirma esta declaración. (Ancient Records of Assyria and Babylonia, de D. Luckenbill, 1927, vol. 2, págs. 200, 201; véase ESAR-HADÓN.)
Edificación. El Imperio asirio, por consiguiente, no experimentó ninguna expansión particular bajo Senaquerib. Sin embargo, este monarca llevó a cabo un ambicioso proyecto de edificación en Nínive, ciudad a la que devolvió la capitalidad. El inmenso palacio que erigió en ella era un complejo de salones, patios y cuartos lujosos que abarcaban una zona de unos 450 m. de longitud por unos 210 m. de anchura. Introdujo en la ciudad agua que provenía de 48 Km. de distancia, construyendo un acueducto sobre el río Gómer conocido como el acueducto Jerwan. Sus aguas se utilizaron para el riego de jardines y parques, así como para llenar la fosa que rodeaba la ciudad, y de este modo reforzó sus defensas.