ARQUITECTURA
Arte de proyectar y construir edificios. De un examen del registro bíblico se trasluce que en el transcurso de los mil seiscientos cincuenta y seis años previos al Diluvio del día de Noé, hubo una diversificación tanto de los estilos de construcción de viviendas como de las costumbres domésticas. Después del asesinato de Abel, se dice que Caín “se puso a morar” en un determinado lugar y que allí “se ocupó en edificar una ciudad”. (Gé 4:16, 17.) Jabal, uno de sus descendientes, llegó a ser el “fundador de los que moran en tiendas y tienen ganado”, mientras que otro de sus descendientes fue “forjador de toda clase de herramienta de cobre y de hierro”. (Gé 4:20, 22.) Si bien los descendientes de Caín perecieron en el Diluvio, las aptitudes manuales y el empleo de herramientas no desaparecieron con ellos.
No obstante, la obra de construcción realmente sobresaliente de ese período antediluviano —el arca que Noé y sus hijos edificaron— la llevaron a cabo descendientes de Set. Aunque Dios proporcionó la estructura básica y sus dimensiones, es de justicia reconocer las aptitudes arquitectónicas de Noé, el maestro de obras. Las dimensiones del arca fueron: 300 codos de longitud (133,5 m.), 50 codos de anchura (22,3 m.) y 30 codos de altura (13,4 m.), y es posible que haya tenido unos 9.000 m.2 de superficie hábil. Para que una estructura como esa —con tres pisos y una techumbre con voladizo— pudiese soportar todo su peso y tuviese suficiente estabilidad, necesitaba, además de los “compartimientos”, un entramado de columnas y travesaños de madera. Aunque se calafateó con alquitrán, fue necesario además casar y ajustar bien los maderos a fin de conseguir la máxima impermeabilidad posible. (Gé 6:13-16; véase ARCA núm. 1.)
Primeras edificaciones postdiluvianas. Después del Diluvio, la Biblia menciona a Nemrod, destacado edificador de varias ciudades. (Gé 10:8-12.) Por entonces se emprendió otra construcción de grandes proporciones: la Torre de Babel, una obra que Dios desaprobó. En su construcción se emplearon nuevos materiales, como ladrillos de arcilla cocida y argamasa de betún. La intención de los edificadores era hacer de esa torre la edificación más alta conocida hasta entonces. (Gé 11:3, 4.)
Seguramente Abrahán, el antepasado de los israelitas, vio en Ur de los caldeos estilos arquitectónicos bastante avanzados. (Gé 11:31.) Las excavaciones practicadas en ese emplazamiento han puesto al descubierto el trazado de calles, edificios de dos plantas con escaleras de ladrillos y conjuntos de templos y palacios que, según estimaciones, datan del III milenio a. E.C. En estos edificios se hallaron también los indicios más antiguos del empleo de arcos voladizos (se construían entre dos paredes, haciendo avanzar hiladas sucesivas hasta cerrar el vano) y arcos de medio punto con piedra clave.
Más tarde, durante su estancia en Egipto (Gé 12:10), es posible que Abrahán observara las maravillas arquitectónicas de aquella tierra. Se cree que la pirámide escalonada de Saqqara, construida para el rey Djeser (Zoser), data del III milenio a. E.C., y es uno de los ejemplos más antiguos que quedan de edificaciones monumentales en bloques de piedra labrada. (GRABADO, vol. 1, pág. 530.) La gran pirámide de Khufú (Keops), construida en Guiza algún tiempo después y cuya inmensa base ocupa una superficie de unas 5,3 Ha., fue erigida con 2.300.000 bloques de piedra caliza, cada uno de los cuales tenía un peso aproximado de 2,3 Tm. Al tiempo de su construcción, su altura debió ser de 147 m.; sin embargo, a los arquitectos de nuestra época no solo les impresiona por su altura y tamaño, sino por la gran precisión en la ejecución de la obra. Algunos siglos después, los egipcios edificaron más hacia el N., en la orilla oriental del Nilo, el templo de Karnak, el templo más grande conocido que jamás haya construido el hombre. Su techumbre se sostenía sobre 134 grandes columnas que tenían un diámetro de 3 m. y estaban decoradas con relieves en vivos colores.
Arquitectura israelita. Durante el período de sometimiento a esclavitud en Egipto, los israelitas participaron en numerosos trabajos de construcción bajo la dirección de capataces egipcios. (Éx 1:11-14.) Algún tiempo después, Jehová les dio instrucciones en el desierto para que erigiesen el tabernáculo a base de armazones, pedestales con encajaduras, barras y columnas, una estructura cuya ejecución también requeriría gran ingenio arquitectónico. (Éx 25:9, 40; 26:15-37; Heb 8:5.) Si bien es cierto que la mayoría de los que realizaron este trabajo (y que en Egipto habían participado en labores de construcción) murieron antes de llegar a la Tierra Prometida, la generación que les sucedió llevó consigo el concepto y los métodos de construcción, así como el conocimiento del manejo de las herramientas destinadas a ese fin. (Compárese con Dt 27:5.) La ley mosaica prescribía al menos un requisito aplicable a la construcción. (Dt 22:8.) Como era de esperar, cuando los israelitas conquistaron la tierra, tomaron pueblos y ciudades enteras con sus edificaciones intactas, aunque también llevaron a cabo labores de construcción. (Nú 32:16; Dt 6:10, 11; 8:12.) Por aquel entonces (1473 a. E.C.), en Canaán había muchas ciudades amuralladas y fuertemente fortificadas. (Nú 13:28.)
Aunque el pueblo de Israel no ha dejado restos arquitectónicos impresionantes que demuestren su originalidad e ingenio en este campo, no se debe suponer que carecía de esos conocimientos. A diferencia de las naciones paganas, Israel no erigió grandes monumentos en honor de sus gobernantes o sus héroes militares. Por otra parte, aun cuando se construyó un único templo ubicado en Jerusalén, la apostasía dio lugar a la edificación de otros centros de adoración falsa. Hoy nada queda ni del primer templo ni del que le sucedió. Entre las ruinas más impresionantes que se han descubierto se hallan las puertas que daban entrada a las ciudades de Meguidó, Hazor y Guézer, todas ellas de idéntica construcción y edificadas, según se cree, durante el reinado de Salomón. (1Re 9:15.) La extensión del muro exterior de cada una de estas tres puertas era de unos 20 m. y había sido levantado con piedras colocadas cuidadosamente. El paso de entrada tenía a cada lado tres pilastras equidistantes que hacían de jambas y permitían la formación de seis cámaras, tres a cada lado, que lo flanqueaban, donde se solían materializar algunas operaciones comerciales o se apostaban soldados con el fin de repeler el intento de los ejércitos enemigos de abrirse paso al interior de la ciudad. (Véase PUERTA, PASO DE ENTRADA.) En Meguidó y en Samaria se han encontrado ejemplos de mampostería de gran calidad, piedras cinceladas con meticulosidad y colocadas en su lugar, unidas con tal precisión, que en algunos casos ni siquiera ha sido posible introducir entre dos de ellas la hoja delgada de un cuchillo. Con toda seguridad, la construcción del templo de Salomón se llevó a cabo con la misma alta calidad. (1Re 5:17; 6:7.)
Los hallazgos arqueológicos nos permiten deducir que las casas israelitas debieron ser, por lo general, de construcción muy modesta, o incluso muy toscas, según afirman algunos investigadores. Sin embargo, las pruebas en las que se basan esas opiniones son muy exiguas. A este respecto, The Interpreter’s Dictionary of the Bible dice: “El conocimiento que hoy se tiene del tema se halla limitado tanto por la escasa atención que los escritores antiguos le dedicaron a la arquitectura, como por los pocos restos de edificaciones que han quedado, la mayoría de las cuales han sido destruidas con el paso del tiempo y debido a la acción de generaciones posteriores de edificadores” (edición de G. A. Buttrick, 1962, vol. 1, pág. 209). En consecuencia, es infrecuente topar con más de una o dos hiladas de mampostería sobre la cimentación de los restos de las edificaciones halladas en Palestina. Por otra parte, también es razonable suponer que las mejores casas hayan sido el blanco principal del saqueo y la acción depredadora de buscadores de materiales de construcción.
Materiales y métodos de construcción en la antigüedad. Desde tiempos antiguos ha sido común emplear la cimentación de piedra para las edificaciones. Cuando se usaban piedras sin labrar, se alineaban y unían a una piedra angular, que se alisaba y ajustaba convenientemente. (Compárese con Sl 118:22; Isa 28:16.) En Levítico 14:40-48 se hace referencia al mortero de barro que empleaban los israelitas para enlucir sus casas de piedra. Si el resto de la casa, aparte de la cimentación, no se acababa en piedra, se levantaban las paredes con ladrillos de argamasa de barro sobre el fundamento pétreo. (Compárese con Isa 9:10.) A veces se combinaba la madera con la construcción a base de ladrillos. El uso de determinados materiales dependía de la materia prima disponible en la zona. Por ejemplo, como en el S. de Mesopotamia se carecía de madera y piedra, se utilizaba sobre todo el ladrillo de adobe, mientras que en Palestina solía abundar la piedra caliza y otros tipos de piedra. El zarzo emplastecido era un método primitivo y económico de levantar una pared: se clavaban en tierra unas estacas, a las que se iba entretejiendo un entramado de cañas o mimbres sobre el que se aplicaba arcilla. Seca y endurecida esta al calor del Sol, la pared formada se enlucía cada cierto tiempo con el fin de protegerla de los elementos. (Véase MUROS.)
El techo de una edificación solía hacerse colocando travesaños de madera o piedra entre dos paredes maestras, aunque también podían colocarse postes o pilares entre las dos paredes, apoyando sobre estos los travesaños, para ampliar el vano de la techumbre. Como desde tiempos antiguos ya se conocían y empleaban el arco voladizo y el arco de medio punto, capaces de aguantar mucho más peso, es probable que se utilizase este recurso en edificaciones más grandes para sostener techumbres planas. En estas construcciones se acostumbraba a colocar dos hileras de columnas de madera o piedra, cada una sobre un basamento o plinto. Se ha afirmado que eran de este tipo las columnas de la casa de Dagón, adonde los filisteos llevaron a Sansón después de cegarlo. En aquella ocasión, había unas tres mil personas sobre el techo observando a Sansón, aparte de los que se hallaban reunidos en la casa, cuando este juez derribó las dos columnas y toda la casa se vino abajo. (Jue 16:25-30.)
El techo de las casas y las edificaciones más pequeñas solía hacerse de atados de ramajes o juncos que se colocaban apretados de una viga a otra y se recubrían con una capa de arcilla, que luego se alisaba. Al techo se le daba una ligera pendiente para que vertiese el agua. Este tipo de techumbre aún se encuentra en las viviendas actuales del valle del Jordán.
Las edificaciones de Palestina seguían básicamente el modelo rectangular. Si se trataba de una vivienda familiar, la distribución interior seguía una disposición algo irregular a base de pequeñas habitaciones rectangulares. El poco espacio disponible en las ciudades, por lo general superpobladas, determinaba el tamaño y la forma de los edificios. Si se tenía suficiente espacio, podía hacerse un patio interior, en torno al que se disponían las habitaciones —todas ellas con acceso a este— y con una única puerta de entrada desde la calle. El mismo concepto de edificación de estilo rectangular, normal en las viviendas familiares, se usó también en la construcción de residencias reales, almacenes, centros de reunión —como las sinagogas—, tumbas y en la construcción de la casa de Dios: el templo.
Obras que realizaron los reyes de Judá e Israel. Cierto es que el registro bíblico dice que David edificó casas en Jerusalén (1Cr 15:1), pero, al parecer, la única edificación mencionada específicamente que se levantó durante el reinado de David fue la “casa de cedros”, construida con materiales y mano de obra aportados por el rey fenicio Hiram de Tiro. (1Cr 14:1; 17:1.) David también hizo grandes preparativos para la construcción del templo que se erigió durante el reinado de su hijo Salomón. Entre otras cosas, mandó labrar piedras cuadradas, forjar clavos de hierro, almacenar cobre y madera de cedro “en gran cantidad” y, con el mismo fin, guardó un abastecimiento de oro, piedras preciosas y piedrecitas de mosaico. (1Cr 22:1-4; 29:1-5.) Además, fue el medio que Dios usó para inspirar el “plano arquitectónico” de todo el templo y su equipamiento. (1Cr 28:11, 19.) La palabra hebrea para la expresión “plano arquitectónico” (tav·níth) proviene de la raíz ba·náh (“edificar”; 1Cr 22:11), y en otros lugares se traduce por “modelo” y “representación”. (Éx 25:9; 1Cr 28:18.)
La arquitectura israelita alcanzó su máximo esplendor durante el reinado de Salomón. (2Cr 1:15; Ec 2:4-6.) Si bien es verdad que fueron los obreros fenicios del rey Hiram quienes cortaron la madera de cedro de los bosques del Líbano que se empleó en la construcción del templo, el registro bíblico no apoya el punto de vista generalizado de que el templo de Jerusalén fue principal y fundamentalmente una obra de los fenicios. El registro menciona a un fenicio-israelita llamado Hiram que contribuyó en la obra de edificación, pero su trabajo tuvo que ver, sobre todo, con labores decorativas y de metalistería, trabajos realizados después que el templo había sido construido, siguiendo los planos proporcionados por David. (1Cr 28:19.) El rey Hiram de Tiro reconoció que entre los israelitas también había “hombres hábiles”. (1Re 7:13-40; 2Cr 2:3, 8-16; compárese con 1Cr 28:20, 21.) Por otra parte, fue el propio Salomón quien dirigió las obras de edificación del templo (1Re 6:1-38; 2Cr 3:1–4:22), como también el que construyó el patio del templo, la Casa del Bosque del Líbano —singular por sus cuarenta y cinco columnas de madera de cedro y su especial diseño para la iluminación—, el Pórtico de las Columnas, el Pórtico del Trono, su propia casa y la casa para la hija de Faraón, todo a base de piedra labrada costosa ‘conforme a medida’. (1Re 7:1-12.)
Otros reyes que se destacaron por sus edificaciones fueron Asá (1Re 15:23), Baasá (1Re 15:17), Omrí (1Re 16:23, 24), Acab (1Re 22:39), Jehosafat (2Cr 17:12), Uzías (2Cr 26:6-10, 15), Jotán (2Cr 27:3, 4) y Ezequías (2Re 20:20). El túnel de Siloam (533 m. de largo), atribuido a Ezequías, y los túneles descubiertos en Lakís, Gabaón, Guézer y Meguidó, fueron verdaderas proezas de ingeniería.
Edificaciones postexílicas en Palestina. Parece que durante este período el pueblo judío solo llevó a cabo construcciones modestas. Sin embargo, en el siglo I a. E.C., tanto Herodes el Grande como sus sucesores emprendieron grandes obras arquitectónicas, que incluyeron la reconstrucción del templo de Jerusalén (Mr 13:1, 2; Lu 21:5), el puerto de Cesarea, un gran viaducto que atravesaba la parte central de Jerusalén, edificios administrativos, teatros, hipódromos y baños públicos. Una de las proezas arquitectónicas más sobresalientes de Herodes el Grande fue la fortaleza de Masada, construida sobre una montaña que se eleva unos 400 m. sobre el nivel del mar Muerto. Aparte de las zonas fortificadas, Herodes hizo construir un elegante palacio con tres gradas escalonadas colgantes, un jardín y varias piscinas. Además, levantó un segundo palacio, que tenía un baño romano, sistema de calefacción en las paredes y una vasija con conducción de agua para hacerse lavados íntimos sentado. Además, dotó a aquella inmensa fortaleza pétrea con doce grandes aljibes, que en conjunto tenían capacidad para almacenar casi cuarenta millones de litros de agua. (GRABADO, vol. 2, pág. 751.)
Arquitectura asiria, babilonia y persa. Como resultado de la caída del reino septentrional de Israel (740 a. E.C.) y la derrota del reino meridional de Judá (607 a. E.C.), el pueblo judío tomó contacto con las espléndidas realizaciones arquitectónicas de los imperios asirio, babilonio y persa. El palacio de Jorsabad, levantado por Sargón II, era notable por su uniformidad y simetría, sus magníficos relieves, ladrillos vidriados y pinturas en baldosas al esmalte. El palacio que Senaquerib hizo edificar en Nínive era una inmensa estructura que tenía unas setenta habitaciones y más de 3.000 m. lineales de muros con losas esculpidas. (2Re 19:36; compárese con Jon 3:2, 3.) Se cree que fue Senaquerib quien hizo construir un acueducto de 48 Km. de recorrido, para llevar el agua desde el río Gómer hasta los jardines de Nínive. En la región oriental de Siria se hallaba el palacio real de Mari, una enorme edificación que tenía trescientas habitaciones y ocupaba una superficie de 6 Ha. Las ruinas de la antigua Babilonia, con sus impresionantes murallas, avenidas otrora famosas y numerosos palacios y templos, también son un testimonio mudo de una magnificencia extinta.
Es posible que los judíos que se hallaban en Susa bajo la dominación persa hayan contemplado el esplendor del palacio de Darío I y sus recintos interiores, ornamentados con ladrillos vidriados de rico colorido. (GRABADO, vol. 2, pág. 330.) En Persépolis, el fasto tal vez era aún más imponente (GRABADO, vol. 2, pág. 329), desde la Puerta de Jerjes, custodiada por dos colosales toros, hasta el palacio, con las amplias salas de audiencias de Darío y Jerjes, y la Sala de Jerjes. Las columnas persas eran más elegantes y estilizadas que las conocidas columnas jónicas de los griegos. La proporción entre la altura y el diámetro de las que se hallaban en la Sala de las Cien Columnas era de 12 a 1, mientras que la proporción máxima de las columnas corintias era de 10 a 1, y solo de 6 a 1 en el caso de las egipcias. Además, el espacio entre columnas en los edificios persas era dos veces más que el que se dejaba en los griegos, con lo que se conseguía crear una mayor sensación de espacio, de la que carecían edificaciones antiguas similares.
Estilos y métodos griegos y romanos. En el siglo VII a. E.C., la arquitectura griega entró en su “época dorada”, un período dilatado que duró hasta el siglo IV a. E.C. La ciudad de Atenas se convirtió en centro de majestuosos templos y edificios erigidos en honor de las deidades griegas, como el Partenón, el templo de la Victoria y el Erecteion. Algunas de las construcciones destacadas de Corinto eran el templo de Apolo y la amplísima plaza de mercado (a·go·rá). El estilo arquitectónico por lo general recibe el nombre de uno de los tres órdenes de hermosas columnas griegas: dórico, jónico y corintio.
La arquitectura romana debe mucho a los estilos griegos, aunque en términos generales era más funcional y en cierto modo carecía de su sutil belleza. Los romanos también se nutrieron de la arquitectura etrusca, conocida por el arco etrusco, montado a base de piedras cortadas en cuña. En el siglo VI a. E.C. se empleó este tipo de arco de forma notable en la construcción de la Cloaca Máxima de Roma. Se atribuye a los arquitectos romanos la difusión del arco de medio punto y la bóveda, elementos empleados en la construcción de rotondas grandes y diáfanas y de espaciosos corredores. Los mamposteros griegos erigieron majestuosas edificaciones sin necesidad de argamasa o cemento, gracias a su singular habilidad y precisión al igualar las juntas de los grandes bloques de mármol que utilizaron. Los romanos usaron una mezcla de tierra volcánica y cal, llamada puzolana, que actuaba como cemento hidráulico de gran fuerza y cohesión. Con el empleo del mortero de puzolana pudieron ampliar el vano de los arcos y construir edificios de varios pisos, como el gigantesco Coliseo, edificación de cuatro pisos que fue construida en el siglo I E.C. y que según diversas estimaciones tenía un aforo de 40.000 a 87.000 personas sentadas. Entre las construcciones romanas de más valor se hallan las grandes vías de comunicación por carretera, de uso militar, y los formidables acueductos, cuyo desarrollo dio comienzo en particular a partir del siglo III a. E.C. El apóstol Pablo dio un buen uso al sistema de carreteras romano, y en su viaje a Roma seguramente vio el acueducto del emperador Claudio, levantado junto a la vía Apia.
Arquitectura cristiana. Así como la nación de Israel no se distinguió por una arquitectura fastuosa, tampoco fue este el caso de los cristianos primitivos o israelitas espirituales, cuyas edificaciones fueron más bien modestas. A este respecto, el Unger’s Bible Dictionary (1965, págs. 84, 85) dice: “Hacia el siglo III había en existencia algunas edificaciones que ellos habían erigido, pero no eran ni relevantes ni costosas”. Hubo que esperar a la época del emperador Constantino —cuando se favoreció a todos los que estaban predispuestos a relacionarse con el Estado—, para que los cristianos nominales comenzaran a desarrollar un estilo arquitectónico propio, del que con el tiempo saldrían algunos de los edificios más recargados y pomposos que se han conocido.
La arquitectura en la profecía; uso figurado. En las profecías bíblicas se emplean numerosos términos arquitectónicos, y también se usan en sentido figurado. Las profecías sobre la restauración tienen mucho que ver con la edificación (o reedificación) del pueblo de Dios y sus ciudades. (Isa 58:12; 60:10; 61:4; Eze 28:26; 36:36.) Se predice que a Sión se la edificaría sobre piedras con argamasa dura, fundamentos de zafiros, almenajes de rubíes y puertas de piedras relumbrantes como el fuego. (Isa 54:11, 12.) Respecto a la sabiduría se comenta que ha edificado su propia casa (Pr 9:1) y que, junto con el discernimiento y el conocimiento, es esencial para la edificación de la familia. (Pr 14:1; 24:3, 4.) A Jehoiaquim se le condena por haber edificado su palacio con injusticia y no haber pagado a los obreros su salario, y a los caldeos, por su parte, por haber edificado una ciudad con derramamiento de sangre y el duro trabajo de pueblos subyugados. (Jer 22:13-15; Hab 2:12, 13.) A los que sin fundamento se imaginan que disfrutan de paz con Dios se les compara a quien construye y enluce un tabique, que Jehová derriba en su furor con una ráfaga de tempestades de viento y piedras de granizo, de manera que lo destroza y pone al descubierto su fundamento. (Eze 13:10-16.) El salmista asegura que a menos que Jehová edifique la casa, en vano trabajan los edificadores. (Sl 127:1.) Asimismo, los que no hacen caso a Dios edificarán casas antes de que venga “el gran día de Jehová”, pero no las ocuparán. (Sof 1:12-14; compárese con Am 5:11.) En cambio, se dice que los siervos de Dios “edificarán casas, y las ocuparán” y “usarán a grado cabal” la obra de sus manos. (Isa 65:17-23; compárese con Ec 3:3.)
En las Escrituras Griegas Cristianas, Jesús hizo referencia a la importancia de calcular el costo antes de iniciar una obra de construcción, cuando animó a los que le escuchaban a evaluar con detenimiento el compromiso de llegar a ser uno de sus seguidores. (Lu 14:28-30.) En varias ilustraciones se pone de relieve la necesidad de colocar un fundamento sólido. (Mt 7:24-27; Lu 6:48, 49; 1Ti 6:17-19; 2Ti 2:19; Heb 11:10.) Jesús también habla de edificar su congregación sobre una “masa rocosa” (pé·tra) (Mt 16:18); y del propio Jesús se dice que es el fundamento aparte del cual “nadie puede poner ningún otro”, aunque también se afirma que es “la piedra que los edificadores rechazaron”. (1Co 3:11; Mt 21:42; Hch 4:11; Sl 118:22.) Siendo él la principal piedra angular, todas las demás “piedras vivas” que constituyen el templo se colocan y alinean sobre él, utilizando por “cordel de medir” el derecho y por “instrumento de nivelar”, la justicia. (Ef 2:20, 21; 1Pe 2:4-8; Isa 28:16, 17.) Jesús comparó su propio cuerpo con un templo que sería levantado “en tres días”, en contraste con el templo de Jerusalén de su día y el conjunto de edificios que lo rodeaban, cuya construcción había tardado unos cuarenta y seis años y aún no había terminado. (Jn 2:18-22.) El apóstol Pablo, “como sabio director de obras”, recomendó que al edificar sobre el fundamento de Cristo, se emplearan materiales de alta calidad, incombustibles. (1Co 3:10-17.) De la cualidad del amor se dice que es un material de construcción básico. (1Co 8:1; compárese con Sl 89:2.) En su visión de la Nueva Jerusalén, el apóstol Juan la describe como una ciudad radiante, formada de piedras preciosas, cuyos muros se apoyaban sobre piedras de fundamento que tenían inscritos los nombres de “los doce apóstoles del Cordero”. (Rev 21:9-27.) Del propio Dios se dice que es el Gran Constructor de todo cuanto existe, por lo que no reside en edificios hechos por el hombre. (Heb 3:4; Hch 7:48-50; 17:24, 25; Isa 66:1.)