CALVICIE
Falta total o parcial de cabello. Suele aparecer en ciertas zonas de la cabeza, mientras que en el resto el pelo crece con normalidad. Esta caída parcial del cabello da cuenta de aproximadamente el noventa por ciento de los casos. La Biblia habla de la “calvicie” (heb., qor·jáh), “la calva de la coronilla” (heb., qa·rá·jath) y la “calvicie de la frente” (heb., guib·bé·aj y gab·bá·jath). (Le 13:41-44; 21:5.) Aunque todavía se desconocen las causas exactas de la calvicie, se cree que el factor principal es la herencia. Otros factores pueden ser: infección, desequilibrio hormonal, envejecimiento, trastornos nerviosos, incluso algunos tratamientos médicos y la sífilis.
La calvicie es un defecto que afecta el atractivo personal, por lo que los pueblos antiguos la asociaban con vergüenza, duelo y angustia. (Isa 3:24; 15:2; Jer 47:5; Eze 27:31; Am 8:10; Miq 1:16.) Sin embargo, bajo la ley de Moisés no se la consideraba inmunda. (Le 13:40.) Tampoco se la consideraba un defecto que impidiera servir en el sacerdocio. En la visión del profeta Ezequiel se dijo que los sacerdotes no debían afeitarse el cabello ni llevarlo suelto, sino recortado. (Eze 44:20.)
Eliseo, el profeta de Jehová, era calvo. Mientras subía por el camino de Jericó a Betel, después de suceder al profeta Elías, unos muchachitos se mofaron de él diciendo: “¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!”. Al parecer, no se mofaron de Eliseo porque fuera calvo, sino por verlo con la conocida prenda de vestir oficial de Elías. No querían en ese lugar a ningún sucesor de Elías. Debía seguir subiendo hacia Betel o ascender a los cielos en una tempestad de viento, como el anterior usuario de aquella prenda de vestir oficial. (2Re 2:11.) En respuesta al desafío de que fue objeto su posición de profeta sucesor de Elías, y para enseñar a esos jóvenes y a sus padres a respetar al profeta de Jehová, Eliseo invocó el mal sobre aquellos burlones en el nombre del Dios de Elías. Era una prueba de su ministerio profético. Jehová manifestó que aprobaba a Eliseo haciendo que dos osas salieran de los bosques cercanos y despedazaran a 42 de ellos. (2Re 2:23, 24.)
Algunos pueblos acostumbraban a ‘imponerse calvicie’ afeitándose la cabeza en ocasiones de dolor debido a la muerte de un familiar o por razones religiosas, práctica que los israelitas tenían prohibida. (Dt 14:1.) A los sacerdotes se les dio el mandato específico de que no se rapasen ni afeitasen la extremidad de la barba en señal de duelo por los muertos (Le 21:5), y a los israelitas en general se les mandó que no se cortaran los mechones de sus lados ni la extremidad de su barba. (Le 19:27; Jer 9:26; véase BARBA.)
Los egipcios solían afeitarse la cabeza y consideraban que la barba era una señal de duelo o dejadez. Por esta razón se afeitó José cuando le sacaron de la prisión para llevarle ante la presencia de Faraón. (Gé 41:14.) Sin embargo, los egipcios se cubrían la calvicie con pelucas, y muchos de los que se afeitaban la cabeza y la barba también llevaban pelucas y se ponían barbas postizas. En el Papiro de Ebers, un tratado médico egipcio del II milenio a. E.C., hay once recetas para evitar la calvicie.
Según la Ley, si alguien tenía lepra en la cabeza, debía afeitársela al principio de su período de cuarentena, en el día de purificación, y de nuevo al séptimo día de su purificación. (Le 13:33; 14:8, 9.) Si un nazareo se contaminaba, debía afeitarse la cabeza “en el día de verificar su purificación”. (Nú 6:9.) En el caso de que un soldado israelita quisiera tomar por esposa a una mujer cautiva, esta tenía que afeitarse la cabeza. (Dt 21:12.)
Las tropas de Nabucodonosor se vieron afectadas por una calvicie temporal durante el agotador y difícil sitio de la ciudad continental de Tiro. Jehová le dijo a Ezequiel que “toda cabeza fue una que quedó calva, y todo hombro fue uno que quedó pelado por frotación”, cuando las fuerzas militares de Nabucodonosor rindieron “un gran servicio” al ejecutar juicio contra Tiro. Las cabezas quedaron calvas debido a la rozadura de los yelmos, y los hombros llegaron a estar pelados por los materiales de construcción de las torres y fortificaciones. (Eze 26:7-12; 29:17, 18.)
En los días de los apóstoles, había lugares, como la ciudad inmoral de Corinto, donde se castigaba a las mujeres adúlteras o fornicadoras rapándoles la cabeza. A las muchachas esclavas se les hacía llevar el pelo corto. Parece ser que Pablo recurrió a esta costumbre para ilustrar que si una mujer oraba o profetizaba con la cabeza descubierta en la congregación cristiana, aunque tuviera el cabello como prenda para la cabeza, mostraba falta de respeto al principio divino de la jefatura y ‘avergonzaba su cabeza’ como si llegase al extremo de rapársela. (1Co 11:3-10.)