POSTURAS Y ADEMANES
En las Escrituras abundan las referencias a posturas y ademanes, los cuales, según la descripción bíblica, debieron ser muy semejantes a los que actualmente hacen las personas del Oriente Medio. Estas suelen ser más expresivas que las personas de Occidente y tener menos inhibiciones al exteriorizar sus sentimientos. Sus posturas y ademanes, acompañaran o no a la palabra, estaban llenos de fuerza y significado.
Oración y homenaje. De pie. Ni los hebreos ni la mayoría de las demás naciones mencionadas en la Biblia tenían posturas determinadas para orar, aunque las que adoptaban eran sumamente respetuosas. Era común orar de pie, y Jesús se refirió a esta posición. (Mr 11:25.) Él debía estar orando de pie cuando, después de su bautismo, se abrió el cielo, el espíritu santo bajó sobre él en forma corporal de paloma y se oyó la propia voz de Dios hablando desde el cielo. (Lu 3:21, 22.)
De rodillas. Esta era una postura común cuando se oraba. El propio Jesús se arrodilló a orar en el huerto de Getsemaní. (Lu 22:41.) Salomón también se arrodilló cuando oró en representación de la nación de Israel con motivo de la inauguración del templo. (1Re 8:54.) Si bien es cierto que en muchas de las referencias a la oración la Biblia emplea la palabra “rodillas” en plural, es posible que a veces la persona solo se apoyase en una rodilla, como hacen hoy en ocasiones los orientales. (Hch 9:40; 20:36; 21:5; Ef 3:14.)
Inclinado. Para adorar, los judíos volvían el rostro hacia la ciudad de Jerusalén y su templo dondequiera que estuviesen. (1Re 8:42, 44; Da 6:10.) Ezequiel vio en una de sus visiones a 25 hombres de espaldas al templo de Jehová, inclinándose con los rostros vueltos hacia el E. (Eze 8:16.) Los templos de los que rendían culto al Sol estaban construidos de tal modo que la entrada estaba por el O., lo que obligaba a los adoradores a entrar de cara al E. En cambio, el templo de Jehová tenía su entrada por el E., de tal manera que cuando los adoradores de Jehová entraban, lo hacían de espaldas a la salida del Sol.
Con los brazos extendidos. Tanto de pie como arrodillados, a veces volvían las palmas de las manos hacia los cielos, alzaban las manos o las extendían hacia adelante en actitud de súplica. (1Re 8:22; 2Cr 6:13; Ne 8:6.) Otras veces alzaban el rostro (Job 22:26) o los ojos hacia el cielo. (Mt 14:19; Mr 7:34; Jn 17:1.)
Sentado y postrado. También era común orar sentado. Parece ser que el que hacía el ruego primero se arrodillaba y luego se echaba hacia atrás y se sentaba sobre los talones. (1Cr 17:16.) En esta posición podía inclinar la cabeza o apoyarla sobre el pecho. O, como hizo Elías, podía “agazaparse a tierra” y colocar su rostro entre las rodillas. (1Re 18:42.) La idea de postrarse se comunica a menudo en las Escrituras con expresiones como “caer” o “caer rostro a tierra”, lo que por lo general se hacía cayendo a tierra sobre las rodillas e inclinándose hacia adelante para apoyarse sobre las manos, o, más frecuentemente, apoyándose sobre los antebrazos y tocando el suelo con la cabeza. (Gé 24:26, 48; Ne 8:6; Nú 16:22, 45; Mt 26:39.) Si la persona estaba apesadumbrada u oraba con gran fervor, solía echarse con el rostro a tierra y el cuerpo estirado. En casos de abatimiento extremo, la persona podía ir vestida de saco. (1Cr 21:16.) Cuando los adoradores falsos rendían culto a sus ídolos, también tenían por costumbre inclinarse (Éx 20:5; Nú 25:2; 2Re 5:18; Da 3:5-12), y hasta solían besarlos. (1Re 19:18.)
Ademanes de naturaleza religiosa. Job se refirió al peligro que encerraba dejar que el corazón fuese atraído por el culto a algún objeto de reverencia o a los astros, como el Sol o la Luna, a fin de rendirle adoración, tal vez con ademanes como el lanzarle besos con la mano, como hacían los adoradores de la Luna o de ídolos. Job indicó que esto equivaldría a repudiar al Dios verdadero, acción por la que tendría que rendirse cuentas. (Job 31:26-28.)
Posturas cristianas al orar. Jesús oró en público con sinceridad, como hicieron Pablo y otros cristianos. También recomendó que se orara en privado (Mt 6:5, 6), y condenó explícitamente la ostentación de las oraciones largas para aparentar religiosidad, una práctica en la que algunos de los escribas habían caído. (Mr 12:40; Lu 20:47.) Sin embargo, los cristianos adoptaron muchas de las costumbres y prácticas de la sinagoga judía —aquellas que Dios no desaprobaba—, las que se mencionan en las Escrituras Griegas Cristianas. No obstante, en ningún momento adoptaron expresiones faciales o corporales de falsa religiosidad y santurronería. No dieron preferencia a una determinada postura, como juntar las palmas de las manos o entrelazar los dedos de ambas manos. De hecho, cuando una persona está desempeñando una determinada tarea o se halla ante una situación de gran emergencia, puede orar en silencio y sin la más mínima expresión externa. (Compárese con Ne 2:4.) Se aconseja a los cristianos que acudan a Dios “con toda forma de oración y ruego”. (Ef 6:18.)
Respeto, humildad. De rodillas. Las posturas que adoptan los orientales en muestra de respeto a otros, y especialmente cuando piden algo a un superior, eran muy similares a las que adoptaban al orar. Hay ejemplos de que algunos se arrodillaban suplicantes delante de otros. No lo hacían como adoración, sino en reconocimiento de la posición o el cargo de la persona y como señal de profundo respeto. (Mt 17:14; Mr 1:40; 10:17; 2Re 1:13.)
Inclinarse era común al saludarse, al dirigirse a alguien para tratar asuntos de negocios o como señal de sumo respeto. Jacob se inclinó siete veces cuando se encontró con Esaú. (Gé 33:3.) Aunque Salomón era rey, mostró respeto a su madre inclinándose delante de ella. (1Re 2:19.)
Inclinarse también podía significar que se reconocía una derrota. (Isa 60:14.) Los que habían sido derrotados podían presentarse delante de sus conquistadores vestidos de saco y con sogas sobre la cabeza para solicitar misericordia. (1Re 20:31, 32.) Se cree que dichas sogas se colocaban alrededor del cuello para representar cautiverio y sumisión.
Aunque entre los judíos era común inclinarse delante de una autoridad en señal de respeto, Mardoqueo rehusó inclinarse ante Hamán. Eso se debió a que Hamán, siendo agaguita, probablemente era amalequita, y Jehová había dicho que borraría por completo el recuerdo de ellos de debajo de los cielos y que tendría guerra con Amaleq de generación en generación. (Éx 17:14-16.) En vista de que el inclinarse o postrarse habría tenido una connotación de paz para Hamán, Mardoqueo rehusó realizar ese acto para no violar el mandato de Dios. (Est 3:5.)
Postrarse. Josué se postró delante de un ángel, “como príncipe del ejército de Jehová”, no para adorarlo, sino reconociendo el rango superior que ostentaba aquel ángel y que Jehová lo había enviado con una orden para él. (Jos 5:14.)
Cuando Jesús estuvo en la Tierra, algunos se postraron ante él para hacerle peticiones y rendirle homenaje, y él no los reprendió. (Lu 5:12; Jn 9:38.) Jesús era el rey designado o nombrado por Dios, como él mismo dijo: “La majestad real de Dios se ha acercado” (The Emphatic Diaglott); “el reino de Dios se ha acercado”. (NM, Mr 1:15.) Por cuanto era heredero del trono de David, podía ser honrado como rey. (Mt 21:9; Jn 12:13-15.)
Sin embargo, los apóstoles de Jesucristo no permitieron que otros se postrasen ante ellos. La razón era que en esos casos en particular, el postrarse era un gesto de adoración, como si el poder del espíritu santo que tenían los apóstoles, con el que efectuaban las curaciones y otras obras poderosas, proviniese de ellos mismos. Los apóstoles sabían que el poder era de Dios, que el crédito debía dársele a Él y que toda la adoración debía dirigirse a Jehová a través de Jesucristo, de quien ellos eran simples representantes. (Hch 10:25, 26.)
La palabra original empleada en varios pasajes con relación al respeto que se le mostraba a Jesús es pro·sky·néō, cuyo significado primario es “rendir homenaje”, aunque también se traduce por “adorar”. (Mt 2:11; Lu 4:8.) Jesús no aceptó que le adoraran, pues la adoración solo le pertenece a Jehová (Mt 4:10), pero sí admitió que se le rindiese homenaje como reconocimiento de la autoridad que le había concedido Dios. Cuando el ángel que Jesucristo envió a Juan para darle la revelación se negó a que este le adorara, declaró el principio de que la adoración del hombre solo le pertenece a Dios. (Rev 19:10; véanse ADORACIÓN; HOMENAJE.)
Cubrirse la cabeza era una señal de respeto por parte de las mujeres. Esta costumbre también se seguía en la congregación cristiana. Al considerar el principio de la jefatura cristiana, el apóstol Pablo dijo: “Toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta avergüenza su cabeza [...]. Por eso la mujer debe tener una señal de autoridad sobre la cabeza, debido a los ángeles”. (1Co 11:3-10; véase JEFATURA.)
Quitarse las sandalias era un gesto de respeto o reverencia. A Moisés se le ordenó que se quitase las sandalias junto a una zarza ardiente, y a Josué se le mandó lo mismo en presencia de un ángel. (Éx 3:5; Jos 5:15.) Puesto que el tabernáculo y el templo eran lugares santos, se cree que los sacerdotes desempeñaban sus deberes en el santuario descalzos. De la misma manera, el desatar las correas de las sandalias de otra persona o llevarle las sandalias se veía como una tarea servil y una expresión de humildad y de reconocimiento de la propia insignificancia en comparación con el amo. En el Oriente Medio aún existe la costumbre de que el sirviente u otro miembro de la casa quite las sandalias al visitante. (Mt 3:11; Jn 1:27; véase SANDALIA.)
Verter agua sobre las manos de otra persona. A Eliseo se le identificó como el ministro o sirviente de Elías mediante la expresión: “Derramaba agua sobre las manos de Elías”. Este era un servicio que se prestaba especialmente después de las comidas. Como en el Oriente Medio la costumbre era comer con los dedos en lugar de usar cuchillo y tenedor, el sirviente derramaba agua sobre las manos de su amo para que se las lavase. (2Re 3:11.) Una costumbre similar era la de lavar los pies, que se realizaba como un acto de hospitalidad, de respeto o, en ocasiones, de humildad. (Jn 13:5; Gé 24:32; 43:24; 1Ti 5:10.)
Acuerdo, coparticipación. Dar un apretón de manos y chocar las palmas de las manos eran ademanes que se hacían para expresar que se estaba de acuerdo, se ratificaba o se confirmaba un contrato o trato. (Esd 10:19.) Las Escrituras advierten lo peligroso que es hacer estos ademanes para salir fiador de otra persona. (Pr 6:1-3; 17:18; 22:26.) La cooperación o coparticipación también se indicaba con un apretón de manos o asiendo la mano de la otra persona. (2Re 10:15; Gál 2:9.)
Bendición. Poner las manos sobre la cabeza; alzar las manos. Puesto que la palabra hebrea ba·rákj se refiere tanto a doblar las rodillas, como a arrodillarse o a bendecir, es probable que las personas que recibían una bendición se arrodillasen y se inclinasen delante de la persona que los bendecía. A continuación, el que bendecía ponía sus manos sobre la cabeza del que recibía la bendición. (Gé 48:13, 14; Mr 10:16.) Al dar una bendición a un grupo de personas, era común alzar las manos hacia ellos mientras se pronunciaba la bendición. (Le 9:22; Lu 24:50.)
Juramento. Alzar la mano; poner la mano debajo del muslo. Cuando se hacía un voto, había la costumbre de alzar la mano derecha. Dios dice simbólicamente que hace este ademán. (Dt 32:40; Isa 62:8.) En la visión de Daniel, el ángel alzó ambas manos a los cielos para pronunciar un juramento. (Da 12:7.) Otro método de confirmar un juramento era colocar la mano de una persona bajo el muslo (cadera) de otra, como hizo el sirviente de Abrahán al jurar que conseguiría una esposa para Isaac de entre los parientes de Abrahán (Gé 24:2, 9), y como hizo José a Jacob al jurar que no lo enterraría en Egipto. (Gé 47:29-31.) La palabra “muslo” se refiere a la parte superior de la pierna que va desde la cadera hasta la rodilla, donde está el fémur. Según el rabino judío Rashbam, esto se hacía cuando un superior ponía bajo juramento a un inferior que le debía obediencia, como un amo a su sirviente o un padre a su hijo. Según Abraham Ibn Ezra, otro erudito judío, en aquellos días era costumbre que el sirviente colocase su mano bajo el muslo de su amo al hacer un juramento, con lo que indicaba que estaba bajo la autoridad de su amo. (The Soncino Chumash, edición de A. Cohen, Londres, 1956, pág. 122.)
Desconsuelo, vergüenza. Echarse polvo sobre la cabeza; rasgarse las prendas de vestir; vestirse de saco. La persona desconsolada, además de llorar (Gé 50:1-3; Jn 11:35), inclinaba la cabeza tristemente (Isa 58:5), se echaba polvo sobre la cabeza (Jos 7:6) o se sentaba en la tierra (Job 2:13; Isa 3:26). El desconsuelo solía expresarse rasgándose las prendas de vestir (1Sa 4:12; Job 2:12; véase RASGAR LAS PRENDAS DE VESTIR) y a veces poniéndose cenizas sobre la cabeza. (2Sa 13:19.) Cuando se condenó a los judíos a la aniquilación en manos de sus enemigos por mandato del rey Asuero, “saco y ceniza mismos se tendieron como lecho para muchos”. (Est 4:3.) Jehová advirtió a Jerusalén que se ciñese de saco y se revolcase en las cenizas debido a la calamidad que se le avecinaba. (Jer 6:26.) Miqueas dijo a los habitantes de la ciudad filistea de Afrá que se ‘revolcaran en el polvo mismo’. (Miq 1:10.)
Cortarse el cabello o arrancarse pelos; golpearse el pecho. El cortarse el cabello (Job 1:20), arrancarse pelos de la barba (Esd 9:3), cubrirse la cabeza (2Sa 15:30; Est 6:12), cubrirse el bigote (Eze 24:17; Miq 3:7) y ponerse las manos sobre la cabeza, indicaban desconsuelo o vergüenza, a veces hasta el grado del aturdimiento. (2Sa 13:19; Jer 2:37.) Se cree que este último ademán significaba que la pesada mano de aflicción de Dios estaba sobre el que se lamentaba. Isaías anduvo “desnudo y descalzo” como señal de la aflicción que tenía que venir sobre Egipto y Etiopía. (Isa 20:2-5.) Cuando alguien experimentaba un sentimiento extremo de desconsuelo o contrición, a veces se golpeaba el pecho en desconsuelo (Mt 11:17; Lu 23:27), o se daba una palmada en el muslo en señal de pesar, vergüenza, humillación o duelo. (Jer 31:19; Eze 21:12.)
Cólera, burla, insulto, invocación del mal. Menear la cabeza; dar una bofetada. Varios ademanes, acompañados por lo general de palabras, expresaban ira, animosidad, mofa, reproche y desprecio. Por ejemplo: gestos con la boca, menear la cabeza o la mano (2Re 19:21; Sl 22:7; 44:14; 109:25; Sof 2:15), dar una bofetada (Job 16:10; Mt 5:39; Jn 18:22) y mesar el pelo de la barba de alguien (Isa 50:6). Jesús sufrió las peores vejaciones delante del tribunal supremo judío. Le escupieron, le abofetearon, le cubrieron el rostro y luego le dieron puñetazos y se mofaron de él diciendo: “Profetízanos, Cristo. ¿Quién es el que te hirió?”. (Mt 26:67, 68; Mr 14:65.) Después volvió a recibir un trato similar de parte de los soldados. (Mt 27:30; Mr 15:19; Jn 19:3.)
Tirar polvo era otra forma de expresar desprecio. Simeí la utilizó contra David a la vez que lo maldecía y le arrojaba piedras. (2Sa 16:13.) Mientras Pablo presentaba su defensa delante de los judíos que formaban una chusma en Jerusalén, ellos, como muestra de su furia, gritaron, arrojaron sus prendas exteriores de vestir y lanzaron polvo al aire. (Hch 22:22, 23.)
Palmotear. Podía tratarse simplemente de un ademán para llamar la atención de alguien, como se muestra en Josué 15:18, pero con más frecuencia indicaba cólera (Nú 24:10), desprecio o burla (Job 27:23; Lam 2:15), pena (Eze 6:11), animosidad o que la persona se regocijaba por el mal que le acaecía a un rival, a un enemigo odiado o a un opresor. En ocasiones, además de palmotear se pateaba con los pies. (Eze 25:6; Na 3:19.)
Nombramientos. Ungir. Se seguían ciertos procedimientos al nombrar a alguien para un puesto o al otorgarle cierta autoridad. Durante el procedimiento para la instalación del sacerdocio, se ungió a Aarón con el aceite santo de la unción. (Le 8:12.) También se ungía a los reyes. (1Sa 16:13; 1Re 1:39.) El rey Ciro de Persia no fue ungido literalmente por un representante de Dios, pero se dice figuradamente que era el ungido de Jehová debido a que se le nombró para conquistar Babilonia y libertar al pueblo de Dios. (Isa 45:1.) Eliseo fue ‘ungido’ cuando recibió su nombramiento, pero no se le ungió literalmente con aceite. (1Re 19:16, 19.) A Jesús le ungió su Padre Jehová, no con aceite, sino con espíritu santo. (Isa 61:1; Lu 4:18, 21.) Sus hermanos engendrados por espíritu santo, quienes componen la congregación cristiana, son ungidos por medio de Cristo. (2Co 1:21; Hch 2:33.) Este ungimiento los nombra, comisiona y capacita para ser ministros de Dios. (1Jn 2:20; 2Co 3:5, 6; véase UNGIDO, UNGIR.)
Imponer las manos era un método de designar el nombramiento de una persona a un cargo, como sucedió en el caso de los siete hombres que nombraron los apóstoles para atender la distribución de alimento en la congregación de Jerusalén. (Hch 6:6.) El cuerpo de ancianos de la congregación nombró a Timoteo para un servicio especial. (1Ti 4:14.) Más tarde, el apóstol Pablo lo comisionó para hacer nombramientos, aunque le aconsejó que no se apresurara al efectuarlos. (1Ti 5:22.)
La imposición de las manos también tenía otros significados, por ejemplo, reconocimiento, como se muestra en Éxodo 29:10, 15, donde se indica que Aarón y sus hijos reconocieron que los sacrificios se habían ofrecido a favor suyo. Puede hallarse un significado similar en Levítico 4:15.
También se imponían las manos para designar a las personas que iban a recibir ciertos beneficios o poderes, como cuando Jesús hacía curaciones (Lu 4:40) y cuando recibían el espíritu santo aquellos sobre los que Pablo imponía las manos. (Hch 19:6.) Eso no significa que el espíritu pasara a través de las manos de Pablo, sino que él como representante de Cristo, estaba autorizado a designar, en armonía con los requisitos establecidos, quiénes tenían que recibir los dones del espíritu. (Véase también Hch 8:14-19.) Sin embargo, para transmitir los dones del espíritu no era necesario imponer las manos, pues, por ejemplo, en el caso de Cornelio y su casa, el apóstol Pedro simplemente estuvo presente cuando recibieron el espíritu santo y el don de hablar en lenguas. (Hch 10:44-46.)
Favor. Estar de pie delante de un superior. El que alguien estuviese de pie delante de una autoridad representaba que esta le había otorgado favor y reconocimiento, pues se necesitaba permiso para poder entrar delante de la presencia de un rey. (Pr 22:29; Lu 1:19; 21:36.) En Revelación 7:9, 15 se ve a una gran muchedumbre de pie delante del trono, lo que indica que Dios los reconoce con favor.
El decir que la cabeza de alguien sería alzada o elevada a veces significaba simbólicamente que sería levantado o restablecido a una posición de favor. (Gé 40:13, 21; Jer 52:31.)
Llenar las manos de poder. La ceremonia en la que Moisés, en calidad de mediador, colocó en las manos de Aarón y de sus hijos la ofrenda sacrificatoria, que luego meció delante de Jehová, representó que llenaba de poder las manos de los sacerdotes para ocupar el puesto sacerdotal. El acto de mecer las ofrendas de acá para allá simbolizaba una presentación constante delante de Jehová. (Le 8:25-27.)
Amistad. Besar; lavar los pies; ungir la cabeza. La amistad se expresaba con un beso (Gé 27:26; 2Sa 19:39), y en ocasiones de profunda emoción, echándose sobre el cuello de otra persona, abrazándola, besándola y llorando. (Gé 33:4; 45:14, 15; 46:29; Lu 15:20; Hch 20:37.) Había tres cosas que se consideraban necesarias siempre al mostrar hospitalidad a un huésped: besarle cuando se le saludaba, lavarle los pies y derramar aceite sobre su cabeza. (Lu 7:44-46.)
Debido a que en tiempos de Jesús era costumbre reclinarse a la mesa para comer, el recostarse sobre el seno de otra persona era una señal de íntima amistad o favor, y a esta posición se la llamaba la posición del seno. (Jn 13:23, 25.) Esta costumbre sirvió de base para las ilustraciones de Lucas 16:22, 23 y Juan 1:18.
Comer con alguien de su pan era un símbolo de amistad y paz. (Gé 31:54; Éx 2:20; 18:12.) El volver después para hacerle daño se tenía por la más vil de las traiciones. Eso fue lo que hizo el traidor Judas. (Sl 41:9; Jn 13:18.)
Inocencia, rechazar la responsabilidad por algo. Lavarse las manos. Esta era una manera figurada de declararse inocente o no responsable de cierta acción. (Dt 21:6.) Así es como el salmista declara su inocencia en el Salmo 73:13. (Véase también Sl 26:6.) Pilato trató de eludir su responsabilidad con relación a la muerte de Jesús lavándose las manos delante de las muchedumbres y diciendo: “Soy inocente de la sangre de este hombre. Ustedes mismos tienen que atender a ello”. (Mt 27:24.)
Sacudir las prendas de vestir. Pablo mostró que rechazaba toda posible responsabilidad cuando sacudió sus prendas de vestir delante de los judíos de Corinto a los que había predicado a pesar de su oposición, y a continuación les dijo: “Esté la sangre de ustedes sobre sus propias cabezas. Yo estoy limpio. Desde ahora me iré a gente de las naciones”. (Hch 18:6.) Cuando Nehemías sacudió su “seno”, es decir, el seno de su prenda de vestir, dio a entender que Dios iba a rechazar a quien no obrara de acuerdo con su palabra. (Ne 5:13.)
Sacudirse el polvo de los pies. El sacudirse la suciedad o el polvo de los pies también indicaba que se declinaba toda responsabilidad. Jesús dijo a sus discípulos que se sacudiesen el polvo de los pies en cualquier lugar o ciudad que no los recibiese o escuchase. (Mt 10:14; Lu 10:10, 11; Hch 13:51.)
Gozo. Batir las manos. El gozo se demostraba batiendo las manos (2Re 11:12; Sl 47:1) y bailando, a menudo con acompañamiento musical. (Jue 11:34; 2Sa 6:14.) El gritar y cantar durante el trabajo, en particular durante la época de la vendimia, eran expresiones de felicidad o de gozo apreciativo. (Isa 16:10; Jer 48:33.)
Oposición. Agitar la mano (amenazadoramente) contra alguien indicaba oposición. (Isa 10:32; 19:16.)
Levantar la cabeza significaba que la persona que lo hacía asumía la actitud de tomar acción, por lo general, para oponerse, luchar u oprimir. (Jue 8:28; Sl 83:2.)
Alzar la mano contra una persona que ocupaba un puesto de autoridad indicaba rebelarse contra él. (2Sa 18:28; 20:21.)
Lamer el polvo simbolizaba derrota y destrucción. (Sl 72:9; Isa 49:23.)
Colocar la mano o el pie en la espalda o cerviz de los enemigos era una forma simbólica de referirse a la derrota de un enemigo, su fuga, persecución y captura. (Gé 49:8; Jos 10:24; 2Sa 22:41; Sl 18:40.)
Asumir autoridad o tomar acción. Ponerse de pie o levantarse significaba asumir autoridad, poder o tomar acción. Se dice que los reyes se ponían de pie cuando asumían su autoridad real o la ejercían de manera notable. (Da 8:22, 23; 11:2, 3, 7, 21; 12:1.) A Jehová se le representa levantándose para llevar a cabo el juicio de la gente. (Sl 76:9; 82:8.) El registro menciona que Satanás se puso de pie contra Israel cuando incitó a David a hacer el censo. (1Cr 21:1.)
Ceñirse los lomos indica prepararse para la acción. Se basaba en la costumbre de tiempos bíblicos de recogerse las amplias prendas de vestir con un cinturón o faja de manera que no estorbasen al trabajar, correr, etc. (Job 40:7; Jer 1:17; Lu 12:37; 1Pe 1:13, nota.)
Misceláneo. Acostarse a los pies. Cuando Rut quiso recordarle a Boaz que era un recomprador, fue durante la noche, le descubrió los pies y se acostó junto a ellos. Cuando él se despertó, ella le dijo: “Soy Rut tu esclava, y tienes que extender tu falda sobre tu esclava, porque tú eres un recomprador”. De esa forma indicó que deseaba llevar a cabo el matrimonio de cuñado. (Rut 3:6-9.)
Aspecto al ayunar. ‘El afligir el alma’ hacía referencia principalmente al ayuno, y podía representar duelo, reconocimiento de pecados, arrepentimiento o contrición. (Le 16:29, 31; 2Sa 1:12; Sl 35:13; Joe 1:13, 14.) En los días de Jesús, algunos hipócritas presentaban un semblante triste y desfigurado cuando ayunaban para dar una impresión de “santidad”, pero Jesús dijo a sus discípulos que cuando ayunasen, deberían untarse la cabeza con aceite y lavarse el rostro a fin de que su ayuno pasase inadvertido a los hombres, sabiendo que el Padre celestial ve lo que hay en el corazón. (Mt 6:16-18.) Los cristianos también practicaban el ayuno en ocasiones en que querían prestar atención indivisa a asuntos espirituales. (Hch 13:2, 3; véase AYUNO.)
Poner la mano sobre los ojos de alguien que había fallecido. Las palabras de Jehová a Jacob: “José pondrá su mano sobre tus ojos” (Gé 46:4), eran una forma de decir que José cerraría los ojos de Jacob después de su muerte, una responsabilidad que normalmente recaía sobre el primogénito. Por lo tanto, parece que de esta manera Jehová le hizo saber a Jacob que el derecho de primogénito sería de José. (1Cr 5:2.)
Silbar ante algo representaba sorpresa o asombro. Así se sintieron los que contemplaron la sobrecogedora desolación de Judá y, después, la escalofriante ruina de Babilonia. (Jer 25:9; 50:13; 51:37.)
Era costumbre que los reyes u hombres que ocupaban una posición de autoridad se sostuvieran sobre el brazo de un siervo o de alguien de rango inferior, como hizo el rey Jehoram de Israel. (2Re 7:2, 17.) El rey Ben-hadad II se apoyaba en la mano de su siervo Naamán cuando se inclinaba en la casa de su dios Rimón. (2Re 5:18.)
Uso figurado de ciertas acciones. Lavar los pies a otra persona. Cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos, usó una de las costumbres orientales para darles una lección de humildad y mostrarles que tenían que servirse unos a otros. Pedro le solicitó que no solo le lavase los pies, sino también las manos y la cabeza. Pero Jesús contestó: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, sino que está todo limpio”. (Jn 13:3-10.) Con estas palabras se refirió a que cuando alguien regresa a su casa después de un baño, solo necesita lavarse los pies para quitarse el polvo del camino. Jesús usó la limpieza física como representación de la limpieza espiritual.
Andar. Otra acción que se utiliza en sentido figurado es “andar”. Andar significa seguir un cierto proceder, tal como “Noé andaba con el Dios verdadero”. (Gé 6:9; 5:22.) Los que andaban con Dios seguían el proceder que Dios marcaba y hallaban su favor. Las Escrituras Griegas Cristianas utilizan esta misma expresión para referirse a las dos maneras opuestas de obrar, antes y después de llegar a ser siervo de Dios. (Ef 2:2, 10; 4:17; 5:2.) De manera similar, “correr” representa cierta manera de actuar. (1Pe 4:4.) Dios dijo que los profetas de Judá “corrieron” aunque Él no los había enviado, con lo que dio a entender que actuaron como profetas falsos, no autorizados. (Jer 23:21.) Pablo compara el cristianismo a una carrera en la que hay que apegarse a las reglas a fin de poder ganar el premio. (1Co 9:24; Gál 2:2; 5:7.)