Los jóvenes preguntan...
¿Por qué me resulta tan difícil dejar de pensar en el sexo contrario?
“La curiosidad por el sexo es muy grande cuando se es joven —explicó una muchacha de nombre Lorraine—. La preocupación por los temas sexuales es cada vez mayor.”
¿PASAS mucho del tiempo que estás despierto, si no la mayor parte, pensando en personas del sexo opuesto, hablando de ellas o mirándolas? ¿Te sientas a terminar los deberes y acabas fantaseando con un muchacho o una muchacha guapa que viste esa tarde? ¿Desvías furtivamente la mirada durante las conversaciones para observar a una atractiva o un atractivo transeúnte? ¿Te cuesta leer, estudiar o hasta concentrarte en las reuniones y asambleas cristianas tan solo porque no puedes dejar de pensar en el sexo opuesto?
Si es así, puede que pienses que te estás volviendo loco. Un joven confesó: “Creo que quizás me he convertido en un obseso o algo parecido. Es que pienso muy a menudo en las muchachas y fantaseo. [...] ¿Cree usted que estoy bien?”. Como observó la escritora Lynda Madaras, cuando se es joven, los “sentimientos sexuales y románticos pueden ser muy intensos y absorbentes. Puede parecer como si no pudiera uno pensar más que en sexo e idilios” (traducción de Adolfo Martí).a
Los deseos sexuales no son malos en sí mismos. Dios creó al hombre y a la mujer con una fuerte atracción mutua, lo cual estaba en armonía con su propósito de que se casaran y ‘llenaran la tierra’ con una descendencia justa. (Génesis 1:28.) La Biblia también es muy franca al mostrar que las relaciones sexuales pueden ser una fuente de gran placer para las parejas casadas. (Proverbios 5:19.)
El problema es que, como humanos imperfectos, a menudo nos cuesta controlar las emociones. (Compara con Génesis 6:5.) “El deseo de la carne” puede parecer irresistiblemente fuerte. (1 Juan 2:16.) Y como eres joven, quizás te cueste mucho dejar de pensar en el sexo contrario. ¿A qué se debe?
Las presiones de la pubertad
Una razón es que te estás acercando a “la flor de la juventud”, una etapa en que los deseos sexuales alcanzan su mayor intensidad. (1 Corintios 7:36.) La Dra. Bettie B. Youngs explica: “Durante la pubertad, los niveles hormonales se incrementan drásticamente. Son los responsables de poner en movimiento todos los cambios físicos que convierten el cuerpo del niño en el de un adulto. El aumento del nivel hormonal que llega con la adolescencia comporta muchos cambios emocionales y de conducta”.
¿A qué cambios se refiere? Bueno, los más importantes a menudo tienen que ver con lo que sientes hacia el otro sexo. La escritora Ruth Bell afirma: “Los cambios físicos de la pubertad conllevan frecuentemente la intensificación del impulso sexual. Te darás cuenta de que piensas más en el sexo, te excitas con más facilidad e incluso a veces te sientes preocupado por el sexo. Varios adolescentes [a los que entrevistamos] explicaron que cuando caminaban por la calle o se hallaban en un autobús, sentían como si todo su cuerpo ardiera por la energía sexual y la excitación”. Dicha preocupación por el sexo opuesto es uno de los muchos “deseos que acompañan a la juventud” con los que han de enfrentarse los jóvenes. (2 Timoteo 2:22.)
La influencia de los medios de comunicación y los amigos
No obstante, la influencia externa suele ser lo que alimenta la llama del deseo. Vivimos en una sociedad que parece empeñada en estimular la actividad sexual por medio de los programas de televisión, anuncios, libros, revistas, música y películas. Un joven cristiano que cayó en un proceder sexual impropio asegura: “La pornografía es bastante normal en la escuela y crea verdaderas ansias por el sexo. Sabía lo que era correcto, pero mis deseos sexuales eran muy fuertes”.
Un libro para los padres dice por tanto: “Los medios de comunicación [...] ejercen una enorme influencia. Nuestros adolescentes ven a modelos de su misma edad actuando de forma seductora y vendiendo ropa provocativa; ven cómo se promueven las relaciones sexuales entre adolescentes en el cine y la televisión”. De hecho, la televisión por cable y las videograbadoras han hecho posible que muchos jóvenes puedan ver con facilidad pornografía dura. “Los medios de comunicación nos despiertan la curiosidad y los deseos”, admite un joven.
Sin embargo, no hace falta que todas las páginas de un libro sean pornográficas para que este sea dañino. Piensa en el caso de una joven cristiana que dijo: “Leí un libro bastante aceptable que solo tenía uno o dos párrafos que trataban de sexo. Primero decidí saltármelos, pero algo me hizo volver atrás y leerlos. ¡Qué error! Como resultado, tuve sueños terribles”.
Tus amigos y los que se relacionan contigo también pueden influir mucho en lo que piensas. Un libro sobre el desarrollo durante la adolescencia dice: “Mirar a chicos y chicas es un pasatiempo habitual en las calles, los pasillos de la escuela, las cafeterías y los centros comerciales”. Y cuando los jóvenes no están mirando a personas del sexo opuesto, suelen hablar de ellas. “Cuando era más joven —comenta Robert, de 18 años—, la presión para que mantuviera relaciones sexuales era muy grande [...]. En los vestuarios no se hablaba de otra cosa.” Otra joven reconoce: “El sexo era el tema de conversación preferido de mis compañeras, por lo que con frecuencia me lo metían en la cabeza”.
Es difícil ser diferente. Cuando tus compañeros hablan continuamente de sexo —tal vez de una forma degradante e inmoral—, puede que resulte tentador unirse a ellos. Pero la Biblia advierte: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal”. (Proverbios 13:20.)
Es necesario ser equilibrado
¿Significa todo lo expuesto que es malo fijarse o querer hablar del sexo contrario? No, hasta los escritores bíblicos reconocieron que ciertos hombres y mujeres eran físicamente atractivos. (Compara con 1 Samuel 9:2; Ester 2:7.) Jesús, por tanto, no condenó a nadie por el mero hecho de reconocer que una mujer fuese atractiva. Pero sí exhortó a los cristianos a no ‘seguir mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella’. (Mateo 5:28.) De igual manera, no debes dejarte llevar por una pasión ciega. En 1 Tesalonicenses 4:4, 5 se nos dice: “Que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios”. (Biblia de Jerusalén.)
Aunque es posible que de vez en cuando te vengan a la mente pensamientos eróticos, recrearse en ellos pudiera convertirse en casi una obsesión y luego ocasionarte serios problemas. Eclesiastés 5:3 dice: “Porque ciertamente viene un sueño a causa de la abundancia de ocupación”. Sí, el que hace de sus deseos personales motivo de preocupación suele terminar por alimentar fantasías perjudiciales.b
Aunque es normal tener pensamientos eróticos de vez en cuando, recrearse en ellos es otro asunto. La escritora Ruth Bell observa que “en ocasiones una persona descubrirá que está fantaseando casi todo el día o la noche. [Esas fantasías] pueden llegar a parecer más reales que la realidad”. Considera el ejemplo de una jovencita presa de un enamoramiento. Ella dice: “Tengo doce años y medio, y me gusta mucho un joven que va a mi Salón del Reino. Sé que no tengo edad para salir con él, pero me cuesta controlar lo que siento por él”. De igual manera, a algunos jóvenes les cuesta leer, estudiar, prestar atención en clase o prepararse para las reuniones cristianas cuando tienen la cabeza llena de pensamientos eróticos o románticos.
Cuando un joven intenta aliviar su excitación masturbándose, agrava sus problemas. La Biblia anima a los cristianos: “Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en cuanto a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia”. (Colosenses 3:5.) La masturbación es un hábito inmundo que los cristianos han de evitar y es lo contrario a ‘amortiguar el apetito sexual’. Más bien, lo estimula y lo alimenta. Con demasiada frecuencia, el deseo se convierte en realidad. El escritor bíblico Santiago explica: “Cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado”. (Santiago 1:14, 15.)
Pues bien, ¿qué puedes hacer para dejar de pensar en el sexo contrario? Lee, por favor, el próximo artículo de esta sección.
[Notas a pie de página]
a En cambio, el escritor Alvin Rosenbaum recuerda a los jóvenes: “Los sentimientos y actitudes sexuales difieren mucho. Algunos no parecen capaces de dejar de pensar en el sexo, mientras que otros no sienten interés sexual alguno. [...] Ambas respuestas son normales”. Añade: “El desarrollo de cada persona en este campo varía de unas a otras”.
b Consulta los artículos sobre soñar despierto o fantasear de los números del 8 de julio y 22 de julio de 1993 de esta revista.
[Comentario en la página 25]
“[Los] sentimientos sexuales y románticos pueden ser muy intensos y absorbentes”
[Fotografía en la página 26]
Los espectáculos de televisión y los anuncios de las revistas a menudo promueven un interés perjudicial en el sexo opuesto