ADORNO(S)
Lo que se pone para la decoración, la hermosura o mejor parecer de personas o cosas, aunque no siempre sea de valor práctico. Usaron los adornos en especial las mujeres, aunque también los utilizaron los hombres; se emplearon en la decoración de edificios y para engalanar animales. El propósito puede ser bueno o engañoso. La palabra hebrea para “adorno” es hadha·ráh, que debe proceder de la raíz ha·dhár, cuyo significado es “honor”. (1Cr 16:29; Lam 5:12.) En 1 Pedro 3:3 “adorno” traduce la palabra griega kó·smos, vertida “mundo” en otros textos. El verbo relacionado ko·smé·ō se traduce “adornar”. (Tit 2:10.)
Los adornos en tiempos bíblicos. Las referencias bíblicas y los hallazgos que los arqueólogos han sacado a la luz revelan que no solo hubo interés por los adornos desde tiempos muy antiguos, sino una producción de gran nivel artístico. Los artesanos realizaron obras sumamente decorativas en tejeduría, bordado, tallado en madera y marfil, y en metalistería. Los restos de palacios de Asiria, Babilonia y Persia (como el de la ciudad de Mari) dan prueba de una exquisita decoración, con grandes murales en las paredes interiores, así como bajorrelieves tallados con minuciosidad de escenas de guerra, caza y vida cortesana que adornaban tanto las paredes interiores como las exteriores. Las entradas del palacio solían estar custodiadas por grandes figuras de bestias imponentes. Las representaciones de los reyes y otros personajes en los relieves revelan finos bordados en sus prendas de vestir. Incluso el equipo de los caballos está muy ornamentado con borlas y grabados. (Compárese con los collares de los camellos madianitas; Jue 8:21, 26.) Los adornos usados en el antiguo Egipto se conocen sobre todo por sus pinturas funerarias, aunque también han sobrevivido algunos objetos, como tronos, carros reales y otros artículos. El siervo de Abrahán ya regaló en su tiempo a Rebeca algunos artículos de joyería, como una nariguera de oro y unos brazaletes también de oro. (Gé 24:22, 30, 47, 53.) Cuando llegó a ser el primer ministro de Faraón, José recibió un collar de oro y el propio anillo de sellar del monarca. (Gé 41:41-43.) Estos anillos de sellar, o sortijas con sello, eran comunes en todas las tierras bíblicas, y a veces se llevaban colgados del cuello con un cordón. (Compárese con Gé 38:18.) Servían para poner la firma o sello oficial de la persona en documentos, y de este modo se identificaba al portador del documento como representante autorizado del propietario del anillo.
En el éxodo, los israelitas obtuvieron de los egipcios muchos objetos de plata y oro, y sin duda de estos provinieron gran parte de los prendedores, aretes, anillos y otros artículos que contribuyeron para la preparación del tabernáculo, tal como antes habían contribuido de modo erróneo aretes de oro para la fabricación del becerro idolátrico. (Éx 12:35, 36; 32:1-4; 35:20-24.) En la preparación del tabernáculo y su equipo participaron muchos hábiles artesanos de la madera, los metales y las piedras preciosas, y también tejedores y bordadores. (Éx 35:25-35.)
El templo que más tarde construyó Salomón fue ornamentado aún de forma más espléndida. Sus paneles de madera de cedro, así como sus puertas de madera de árbol oleífero y de enebro, estaban tallados con figuras de calabazas, guirnaldas de flores, querubines y palmeras, y recubiertos de oro; por otra parte, las dos columnas de cobre que había delante del edificio tenían capiteles adornados con obra de malla, obra de cadena, granadas y obra de lirios. (1Re 6:18, 29, 35; 7:15-22.) Salomón demostró un gran aprecio por la belleza artística; su magnífico trono de marfil revestido de oro, con figuras de leones en cada brazo y doce más en los seis escalones que había enfrente de él, era único en el mundo antiguo. (1Re 10:16-21.) Tanto el templo como los edificios reales gubernamentales estaban adornados de manera tan hermosa, que dejaron impresionada a la reina de Seba. (1Re 6, 7, 10.) El templo que edificó Herodes también era un edificio magnífico, adornado con piedras hermosas y cosas dedicadas. De todos modos, Jesús mostró que estos adornos materiales no serían de ningún valor cuando el juicio de Dios cayera sobre Jerusalén por su infidelidad. (Lu 21:5, 6.)
En tiempos bíblicos, el novio y la novia se engalanaban para el banquete de bodas. La novia se ataviaba con la mejor ropa y los mejores adornos que tenía para presentarse delante del novio. (Sl 45:13, 14; Isa 61:10.)
Sin embargo, la Biblia realza más el adorno espiritual. La disciplina de los padres se considera “una guirnalda de atracción” para la cabeza, “un collar fino” para la garganta; la sabiduría es una “corona de hermosura”; “los labios del conocimiento son vasos preciosos”, superiores a cualquier jarrón de oro de un artesano; “como manzanas de oro en entalladuras de plata es una palabra hablada al tiempo apropiado para ella”, y “un arete de oro, y un adorno de oro especial, es el censurador sabio al oído que oye”. (Pr 1:9; 4:9; 20:15; 25:11, 12.) A una mujer bella que no tiene sensatez se la asemeja a una “nariguera de oro en el hocico de un cerdo”. (Pr 11:22.)
Además, el libro de Proverbios muestra que el que una multitud de personas escoja vivir bajo la gobernación de un rey y se deleite en ella es una medida del éxito de esa gobernación; es un adorno para el rey, algo que le recomienda y le distingue como gobernante. (Pr 14:28.) Jehová, mediante su reino mesiánico, es esa clase de gobernante. (Sl 22:27-31; Flp 2:10, 11.) A Jehová mismo se le describe envuelto en luz y rodeado de belleza. (Sl 104:1, 2; Eze 1:1, 4-28; Rev 4:2, 3.) Él ha adornado profusamente su creación con color, variedad y gran magnificencia. (Lu 12:27, 28; Sl 139:14; 1Co 15:41.)
Consejo cristiano sobre el adorno personal. Asimismo, las Escrituras Griegas Cristianas recomiendan la moderación en el adorno y aconsejan no confiar en las cosas físicas, dando una falsa imagen mediante el adorno material. En los días de los apóstoles, las mujeres a las que había influido la cultura griega solían llevar peinados muy elaborados y otros adornos, motivo por el que Pablo señaló que las mujeres cristianas deberían “[adornarse] en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio, no con estilos de cabellos trenzados y oro o perlas o traje muy costoso, sino como es propio de mujeres que profesan reverenciar a Dios, a saber, mediante buenas obras”. (1Ti 2:9, 10.) Del mismo modo, Pedro recurrió a ejemplos de tiempos precristianos al exhortar a las mujeres a que buscasen la belleza de “la persona secreta del corazón en la vestidura incorruptible del espíritu quieto y apacible, que es de gran valor a los ojos de Dios”, señalando a mujeres que se adornaban “sujetándose a sus propios esposos”, como el caso de Sara. (1Pe 3:1-6.) Por lo tanto, las Escrituras proporcionan la guía para una justa evaluación del adorno y las joyas, así como para su uso equilibrado.
Por otra parte, el apóstol Pablo señala que el cristiano puede hermosear o adornar la enseñanza de Dios y hacerla más atractiva a otros mediante obras excelentes e intachables de seriedad, habla saludable y conducta recta. (Tit 2:10.)
La ornamentación en la profecía. Jehová había bendecido a Jerusalén y por eso la asemejó a una mujer ataviada con prendas de vestir costosas, y muy adornada y enjoyada. Sin embargo, la capital de Judá usó su belleza y adorno de modo infiel como una prostituta. El que perdiera su espiritualidad y se prostituyera en sentido espiritual con las naciones resultó en que fuera despojada de sus adornos y dejada como desnuda. (Eze 16:2, 10-39.) A Jerusalén se la despojó, no solo en sentido espiritual, sino también literal, cuando sus avariciosos conquistadores tomaron las riquezas de la ciudad, incluso las que “las hijas de Sión” habían llevado: “Las ajorcas y las cintas para la cabeza y los adornos de forma de luna, los pendientes y los brazaletes y los velos, las prendas de adorno para la cabeza y las cadenillas de los pasos y las fajas para los pechos y las ‘casas del alma’ [quizás recipientes para perfume] y las conchas zumbadoras ornamentales [amuletos], los anillos para los dedos y los anillos para la nariz”. (Isa 3:16-26.) Este tiempo sería de duelo, pues era costumbre quitar los adornos durante el duelo. (Éx 33:4-6.) Oseas, el profeta de Jehová, también condenó a las diez tribus de Israel por adornarse con el motivo incorrecto de atraer a “amantes apasionados” y envolverse en la adoración falsa. (Os 2:13.)
Sin embargo, los profetas de Jehová predijeron la restauración de Israel del exilio en Babilonia, y que la nación se adornaría de nuevo como expresión de su gozo y alborozo. (Isa 52:1; Jer 31:4.) Entonces Sión sería edificada —de manera figurada— con un fundamento de zafiros, almenajes de rubíes y puertas de piedras relumbrantes como el fuego, en función de la paz y la justicia que Él daría (Isa 54:7, 8, 11-14), y Jerusalén se vestiría con atavío y adornos de novia. (Isa 49:14-18; compárese con 61:10.) Este último cuadro tiene cierta semejanza con la descripción de la Nueva Jerusalén, la congregación cristiana, con sus puertas de perlas y fundamentos adornados con piedras preciosas, que es preparada como una “novia adornada para su esposo”, Jesucristo. (Rev 21:2, 9-21.) Es patente de nuevo que los ornamentos y adornos se refieren a cualidades y bendiciones espirituales resultantes de la aprobación y el favor de Dios.
En contraste, Babilonia la Grande, la mujer simbólica que comete fornicación con los reyes de la tierra, se engalana con traje real y adornos, y vive en lujo desvergonzado, pero tiene que ser despojada de sus suntuosas galas, desnudada y destruida. Su belleza es falsa, y ella ‘se glorifica a sí misma’; por consiguiente, su adorno no representa la bendición y el favor divino, sino, más bien, sus propias pretensiones y los beneficios que le produce su prostitución en poder y riquezas. (Rev 17:3-5, 16; 18:7-20; véanse AJORCA; ANILLO; ARETE; BRAZALETE; COLLAR; COSMÉTICOS; CUENTAS; INDUMENTARIA; JOYAS Y PIEDRAS PRECIOSAS; NARIGUERA; PRENDEDOR.)