Maratón: la batalla que humilló a una potencia mundial
POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN GRECIA
EL VISITANTE actual se siente invadido por una gran paz y serenidad cuando desciende de los montes que rodean la llanura de Maratón, emplazada a 40 kilómetros al noreste de Atenas (Grecia). Cuesta imaginar que este lugar haya sido escenario de una de las luchas más famosas de todos los tiempos, que frenó el avance por Europa de la potencia mundial mesopotámica. The World Book Encyclopedia la llama “una de las batallas más importantes en la historia de la civilización occidental”, y el historiador Will Durant, “una de las más inverosímiles victorias”.
El desafío a una potencia mundial
Las profecías del libro bíblico de Daniel representan con vivas imágenes el dominio de las potencias mundiales, su expansión y el orden en que se sucederían. En lenguaje simbólico, Daniel describió atinadamente el imperio medopersa: “¡Pues vea!, otra bestia, una segunda, y esta era como un oso [...]; y esto era lo que le decían: ‘Levántate, come mucha carne’”. (Daniel 7:5.)
Esta profecía se haría plena realidad. Cuando Medo-Persia se hallaba en su apogeo, alrededor de la segunda mitad del siglo VI a.E.C., los ejércitos acaudillados por Ciro y Darío I, legendariamente invencibles, fueron avanzando con sus conquistas a través de Lidia, rumbo al oeste. Tracia y Macedonia, situadas al norte de Grecia, también serían sojuzgadas. Como ya dominaban Lidia y, por tanto, las ciudades helénicas de la costa jonia que esta controlaba, tenían en sus manos casi la mitad del mundo de lengua griega.
Posteriormente, las atribuladas ciudades jonias se sublevaron y pidieron ayuda a Grecia, pero solo respondieron las ciudades-estado de Atenas y Eretria. Este apoyo, que no impidió al disciplinado ejército persa avasallar a los jonios, despertó en Darío el deseo de vengarse de las ciudades-estado griegas.
A principios del verano de 490 a.E.C., un poderoso ejército persa de infantería y caballería se embarcó rumbo a Grecia debido a que, de manera ultrajante, Atenas, Esparta y Eretria rehusaron acceder a ciertas demandas de Persia. Al llegar agosto, los persas ya estaban listos para enfrentarse con Atenas en su territorio: Ática.
La estrategia
Los persas desembarcaron en Maratón y cruzaron la llanura pantanosa de la costa oriental del Ática, que quedaba tan solo a 42 kilómetros de Atenas. Las perspectivas eran muy poco halagüeñas para los atenienses, que carecían de caballería y arqueros y que apenas lograron reunir a 9.000 soldados de infantería, a los que se sumaron 1.000 más de Platea.a Solicitaron la colaboración de los espartanos, pero estos cerraron los oídos a sus súplicas, entretenidos como estaban con ciertas fiestas religiosas en honor de Apolo. Por consiguiente, los atenienses tendrían que combatir ellos solos a los persas con los escasos recursos militares de que disponían.
Las estrategias las decidía por mayoría de votos un consejo de diez generales. En aquella ocasión, tenía que adoptar dos decisiones. La primera, ¿debía mantener las tropas en Atenas para defensa de la ciudad, o enviarlas al encuentro de los persas en el campo? Como Atenas no estaba bien amurallada, la asamblea decidió por mayoría aplastante combatir en Maratón.
La segunda, ¿convenía atacar pese a las pocas posibilidades de vencer —sobre todo por la superioridad numérica de los persas—, o quedarse quietos y aguardar, con la esperanza de que llegaran a tiempo refuerzos espartanos que los ayudarían a resistir la potentísima acometida persa?
El general Milcíades: consumado estratega
Una figura fundamental que asumió el papel de caudillo fue el general griego Milcíades. Era un militar avezado e innovador, un veterano que años antes había combatido en el bando persa durante ciertas campañas en el norte. Tenía, pues, conocimiento directo del enemigo. Pero no solo sabía bien cómo estaba constituido el ejército persa, sino su armamento y, lo que es más importante, su estrategia de combate. Además, durante los días que precedieron al combate tuvo la cautela de estudiar minuciosamente los contornos del campo de batalla.
Milcíades tenía muy claro que era imperioso actuar con prontitud, pues en el seno de la incipiente democracia ateniense había facciones propersas que apetecían la derrota de Atenas. La noche antes de la batalla, se introdujo en el campamento griego un desertor persa que les comunicó la retirada de la caballería enemiga. Se ha planteado la teoría de que la caballería persa se había embarcado con la posible intención de atacar Atenas desde la costa oriental del Ática para tomar la ciudad inmediatamente después de la victoria en Maratón, que casi se tenía por cierta. Sea como fuere, se eliminó de este modo la amenaza más grave para la infantería ateniense.
Al rayar el alba, las falanges griegas cargaron a la carrera. (Véase el recuadro de la página 24.) Los persas retrocedieron atónitos, pero contraatacaron rápidamente y lograron romper el centro de las líneas griegas. De este modo, los persas cayeron en la ingeniosa trampa de Milcíades, que había dispuesto que el centro del ejército griego fuera el punto débil a fin de reforzar las dos alas con filas de soldados adicionales. En ese momento, los poderosos flancos realizaron una repentina maniobra envolvente y se abalanzaron sobre los persas, diezmándolos hasta que los sobrevivientes se batieron en retirada hacia los barcos. Había sido una terrible matanza. Las bajas persas ascendieron a 6.400, mientras que los atenienses perdieron solo a 192 hombres.
Cuenta la leyenda que Atenas recibió raudamente las noticias de la victoria gracias a un mensajero que, según cierta tradición errónea, se llamaba Fidípides, nombre que en realidad correspondía al corredor que fue de Atenas a Esparta para pedir ayuda antes del combate. La leyenda afirma que un joven griego corrió los 42 kilómetros que dista Maratón de Atenas y en cuanto llegó, gritó: “¡Alegraos, hemos vencido!”, cayendo muerto en el acto. Se dice que este fue el primer maratón —he aquí el origen del término—, que sentó el precedente para la carrera de larga distancia que conocemos en la actualidad.
Aunque parte de la flota persa fue incendiada, la gran mayoría de los 600 barcos logró circunnavegar el cabo Sunion o de las Columnas, en el extremo meridional del Ática, y arribar a Atenas. Pero el ejército ateniense se les había adelantado y volvió a hacerles frente. Los persas tuvieron que retirarse. Contra toda probabilidad, habían ganado los atenienses.
Estalló gran júbilo en Atenas, sobre todo porque habían triunfado sin la ayuda de Esparta.
Trascendencia de la batalla
En Maratón y Delfos se erigieron monumentos conmemorativos de mármol y bronce para inmortalizar el triunfo ateniense. Según el historiador Pausanias, seiscientos cincuenta años después los viajeros aún creían percibir, al cruzar el campo de batalla, los fantasmales sonidos que producían los guerreros.
¿Qué trascendencia tiene la batalla de Maratón desde la perspectiva bíblica? Fue indicativa, con mucha antelación, de la supremacía que alcanzaría sobre un carnero de dos cuernos —símbolo de Medo-Persia— el “macho cabrío” griego de la profecía de Daniel.b (Daniel 8:5-8.)
Al contemplar el túmulo de Maratón, que aún se yergue en el campo de batalla, viene a la mente el precio exorbitante que ha pagado la humanidad en la lucha sin tregua por el poder y la dominación. Las sangrientas páginas de la historia, los callados campos de combate y las tumbas solitarias están todos llenos de “hombres ilustres”, “héroes” y “derrotados”, víctimas por igual de la política del mundo y la lucha por el poder. Pero está próximo el día en que acabarán las contiendas políticas, pues así lo ha anunciado Dios: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. (Daniel 2:44.)
[Notas a pie de página]
a No hay unanimidad sobre las estadísticas de la batalla de Maratón. Will Durant afirma que “mientras los griegos no pasaban de unos 20.000, los persas ascendían probablemente a 100.000”.
b El cumplimiento de esta profecía de Daniel se analiza con detalle en el libro “Hágase tu voluntad en la Tierra”, páginas 202-214, editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
[Fotografías en la página 23]
Llanura de Maratón. Imagen inserta: monumento a los 192 atenienses que cayeron en la batalla
[Recuadro/Ilustración en la página 24]
Hoplitas y falanges: la receta del triunfo
Al comentar sobre dos factores determinantes de la victoria ateniense, el libro A Soaring Spirit (Elevación del espíritu) señala: “Los hoplitas —nombre que recibían los soldados griegos de infantería— llevaban mejores protecciones corporales que sus homólogos persas, escudos más resistentes y picas más largas. Pero aun más relevante es que luchaban con la eficiencia de una máquina formando falanges que podían tener una profundidad de 12 filas paralelas, en las que cada soldado estaba tan apegado al otro, escudo contra escudo, que se formaba una muralla casi continua. Ante tal perspectiva, los persas aprendieron la razón de que la falange fuera la más temible máquina bélica que conoció el mundo antiguo”.
[Reconocimiento]
The Complete Encyclopedia of Illustration/J.G. Heck