SALOMÓN
(de una raíz que significa: “paz”).
Hijo del rey David, del linaje de Judá. Rey de Israel desde 1037 hasta 998 a. E.C. Después de referir la muerte del hijo que le había nacido a David como fruto de sus relaciones ilícitas con Bat-seba, el registro bíblico añade: “Y David empezó a consolar a Bat-seba su esposa. Además, fue a ella y se acostó con ella. Andando el tiempo ella dio a luz un hijo, y llegó a llamársele por nombre Salomón. Y Jehová mismo sí lo amó. De modo que él envió por medio de Natán el profeta y lo llamó por nombre Jedidías, por causa de Jehová”. (2Sa 12:24, 25.) Salomón tuvo después tres hermanos carnales, hijos de David y Bat-seba: Simeá, Sobab y Natán. (1Cr 3:5.)
La promesa de Jehová a David. Antes del nacimiento de Salomón, Jehová le había asegurado a David que le nacería un hijo, llamado Salomón, que edificaría una casa para Su nombre. Al parecer, el nombre Jedidías (que significa “Amado de Jah”) le indicaría a David que entonces Jehová había bendecido su matrimonio con Bat-seba, y que por ello aprobaba el fruto de ese matrimonio. No obstante, al niño no se le conoció comúnmente por este nombre. El nombre Salomón (de una raíz que significa “paz”) sin duda guardaba relación con el pacto que Jehová había hecho con David, según el cual, este no realizaría el deseo de su corazón de edificar la casa para Jehová, ya que era un hombre que había derramado mucha sangre en la guerra. (1Cr 22:6-10.) Eso no significaba que las guerras de David fuesen incorrectas. Lo que sucedía era que tanto la naturaleza como el objetivo del reino típico de Jehová eran esencialmente pacíficos; sus guerras cumplían el propósito de eliminar la iniquidad y a los que se oponían a la soberanía de Jehová, extender el dominio de Israel hasta los límites que Dios había trazado y establecer la justicia y la paz. Las guerras de David lograron estos objetivos para Israel. El reinado de Salomón fue esencialmente pacífico.
Adonías intenta usurpar el trono. Salomón vuelve a aparecer en el registro bíblico después de su nacimiento cuando David ya era anciano. En armonía con la promesa de Jehová, David había jurado a Bat-seba que Salomón le sucedería en el trono, hecho que conocía el profeta Natán. (1Re 1:11-13, 17.) No se dice si Adonías, el hermano de padre de Salomón, conocía este juramento o la intención de David. Sea como fuere, intentó conseguir el trono de una manera similar a la que utilizó Absalón. Confiaba que tendría éxito, quizás debido a la debilidad del rey y porque tenía el apoyo de Joab, el jefe del ejército, y de Abiatar, el sacerdote. No obstante, fue una traición, pues trató de usurpar el trono mientras David todavía estaba vivo y sin tener la aprobación de él o de Jehová. Además, manifestó su actitud solapada al preparar un sacrificio en En-roguel, donde tenía la intención de ser proclamado rey, sacrificio al que invitó únicamente a los otros hijos del rey y a los hombres de Judá, los siervos del rey, pero no a Salomón, ni a Natán el profeta, ni a Sadoc el sacerdote, ni a los hombres poderosos que habían luchado al lado de David, ni tampoco a Benaya, bajo cuyo acaudillamiento estaban. Este hecho indica que Adonías veía a Salomón como un rival que obstaculizaba sus ambiciones. (1Re 1:5-10.)
Entronización de Salomón. El profeta Natán, siempre fiel a Jehová y a David, estaba al tanto de lo que sucedía. Primero envió a Bat-seba con instrucciones para informar al rey del complot, y después entró él mismo, preguntándole a David si había autorizado que Adonías fuese proclamado rey. David actuó rápidamente y de manera decisiva, haciendo llamar al sacerdote Sadoc y a Natán para llevar a Salomón a Guihón bajo la protección de Benaya y sus hombres. Ellos tenían que poner a Salomón sobre la propia mula del rey, lo que denotaba un gran honor para el que cabalgaba, y en este caso indicaría que él era sucesor de la gobernación real. (Compárese con Est 6:8, 9.) Las instrucciones de David se siguieron y Salomón fue ungido y proclamado rey. (1Re 1:11-40.)
Cuando se oyó el sonido de la música en Guihón, no muy lejos de allí, y que el pueblo gritaba: “¡Viva el rey Salomón!”, Adonías y sus cómplices en la conspiración huyeron llenos de pánico y confusión. Por su negativa a manchar su ascenso al trono ejecutando venganza, Salomón dio una vislumbre de la paz que caracterizaría a su gobernación. Si los asuntos hubieran sido a la inversa, es muy probable que Salomón hubiese perdido la vida. Pero él envió a buscar a Adonías en el santuario, donde había huido en busca de asilo, y lo hizo llevar frente a él. Salomón le informó que seguiría viviendo a menos que hallase algo malo en él, y después lo mandó a su casa. (1Re 1:41-53.)
La exhortación de David a Salomón. Antes de morir, David exhortó solemnemente a Salomón con las siguientes palabras: “Tienes que guardar la obligación para con Jehová tu Dios, andando en sus caminos, guardando sus estatutos, sus mandamientos y sus decisiones judiciales y sus testimonios”. Después le dio instrucciones con respecto a Joab y Simeí, para que no les dejase ‘bajar en paz al Seol’; y también le dijo que mostrase bondad a los hijos de Barzilai el galaadita. (1Re 2:1-9.) Probablemente, antes le había dado instrucciones con respecto a edificar el templo, transmitiéndole el proyecto arquitectónico “que había llegado a estar con él por inspiración”. (1Cr 28:11, 12, 19.) David mandó a los príncipes de Israel allí presentes que ayudaran a Salomón su hijo y que participaran en edificar el santuario de Jehová. En esta ocasión el pueblo volvió a ungir a Salomón por rey y a Sadoc por sacerdote. (1Cr 22:6-19; cap. 28; 29:1-22.) La bendición de Dios sobre Salomón se observa desde los mismos comienzos de su reinado, cuando empezó a sentarse sobre “el trono de Jehová como rey en lugar de David su padre, y a hacerlo con éxito”, adquiriendo fuerza en su gobernación real. (1Cr 29:23; 2Cr 1:1.)
La solicitud sediciosa de Adonías. No transcurrió mucho tiempo antes de que Salomón tuviese que actuar para cumplir las instrucciones de David con respecto a Joab. Esto se debió a la acción de Adonías, quien todavía manifestaba ambición a pesar de la misericordia que le había mostrado Salomón. Adonías abordó a la madre de Salomón con las palabras: “Tú misma bien sabes que la gobernación real había de llegar a ser mía, y era hacia mí hacia quien todo Israel había fijado su rostro para que yo llegara a ser rey; pero la gobernación real dio vuelta y llegó a ser de mi hermano, porque de parte de Jehová llegó a ser suya”. Adonías reconoció que Jehová estaba detrás de la entronización de Salomón; sin embargo, la solicitud que hizo después de estas palabras fue otra tentativa astuta de usurpar la gobernación real. Le pidió a Bat-seba: “Por favor, di a Salomón el rey [...] que me dé a Abisag la sunamita por esposa”. Debió pensar que tenía suficientes partidarios, además del apoyo de Joab y Abiatar, de manera que si tomaba a Abisag, considerada concubina de David —aunque no tuvo relaciones con ella—, podía empezar un levantamiento que podría derrotar a Salomón. La costumbre era que las esposas y concubinas de un rey pasasen a ser propiedad de su sucesor, por lo que se consideraba que tomarlas equivalía a reclamar el trono. (Compárese con 2Sa 16:21, 22.) Cuando Bat-seba, que no había discernido la doble intención de Adonías, transmitió su solicitud a Salomón, este inmediatamente lo interpretó como un intento de conseguir la gobernación real y envió en seguida a Benaya para que diese muerte a Adonías. (1Re 2:13-25.)
Se depone a Abiatar y se ejecuta a Joab. A continuación Salomón dio atención a los que habían conspirado junto con Adonías. Destituyó a Abiatar de ser sacerdote en cumplimiento de la palabra de Jehová pronunciada contra la casa de Elí (1Sa 2:30-36), pero no lo mató, porque había llevado el Arca delante de David y había sufrido aflicción con él. Sadoc reemplazó a Abiatar. Mientras tanto, cuando Joab se enteró de la acción de Salomón, huyó y se asió de los cuernos del altar, pero Benaya le dio muerte allí mismo por orden de Salomón. (1Re 2:26-35.)
Ejecución de Simeí. Salomón hizo jurar a Simeí que se sometería a ciertas restricciones por haber invocado el mal contra su padre David. Unos tres años después Simeí violó tales restricciones, por lo que Salomón hizo que le dieran muerte. Así se llevó a cabo completamente el mandato que David dio a Salomón. (1Re 2:36-46.)
La sabia solicitud de Salomón. Al principio del reinado de Salomón, el pueblo hacía sacrificios en muchos “lugares altos”, porque no había ninguna casa de Jehová, aunque el tabernáculo estaba en Gabaón y el arca del pacto en una tienda en Sión. Jehová había dicho que su nombre estaría sobre Jerusalén, pero por lo visto toleró esta situación hasta la construcción del templo. (1Re 3:2, 3.) Salomón ofreció mil holocaustos en Gabaón, conocido como “el gran lugar alto”. Allí Jehová se le apareció en un sueño, y le dijo: “Solicita lo que debo darte”. En lugar de pedir riquezas, gloria y victoria, solicitó un corazón sabio, entendido y obediente con el fin de poder juzgar a Israel. Su humilde solicitud agradó a Jehová, por lo que no solo le dio lo que había pedido, sino también riquezas y gloria, “de modo que no resultará haber habido entre los reyes ninguno como tú, todos tus días”. Además, Jehová añadió esta admonición: “Y si andas en mis caminos, guardando mis disposiciones reglamentarias y mis mandamientos, tal como anduvo David tu padre, también ciertamente alargaré tus días”. (1Re 3:4-14.)
Poco después, cuando dos prostitutas presentaron un problema difícil relacionado con quién era la madre de un niño, Salomón demostró que Dios verdaderamente le había dotado con sabiduría para juzgar. Esto fortaleció en gran manera la autoridad de Salomón a los ojos del pueblo. (1Re 3:16-28.)
Programas de edificación. (GRABADOS, vol. 1, págs. 748, 750, 751.) En el cuarto año de su reinado, el segundo mes del año (el mes Ziv [abril-mayo]) 1034 a. E.C., Salomón empezó a edificar la casa de Jehová en el monte Moria. (1Re 6:1.) La construcción del templo fue silenciosa, pues las piedras fueron cortadas a la medida antes de llevarlas al lugar, de manera que no se oyó ningún sonido de martillos ni hachas ni de cualquier otra herramienta de hierro. (1Re 6:7.) El rey Hiram de Tiro cooperó suministrando madera de cedro y de enebro a cambio de trigo y aceite. (1Re 5:10-12; 2Cr 2:11-16.) También proveyó trabajadores, entre los que estaba un experto artesano llamado Hiram, el hijo de un tirio y una hebrea. (1Re 7:13, 14.) Salomón reclutó para trabajo forzado a 30.000 hombres, y los enviaba al Líbano en turnos de 10.000 al mes. Cada grupo volvía a sus hogares por períodos de dos meses. Aparte de estos, había 70.000 cargadores y 80.000 cortadores. Los componentes de estos dos últimos grupos no eran israelitas. (1Re 5:13-18; 2Cr 2:17, 18.)
Inauguración del templo. Esta tremenda obra de construcción ocupó siete años y medio, y se concluyó el octavo mes, Bul, del año 1027 a. E.C. (1Re 6:37, 38.) Parece ser que después tomó cierto tiempo llevar los utensilios y tener todo en orden, pues fue en el séptimo mes, Etanim, al tiempo de la fiesta de las cabañas, cuando Salomón llevó a cabo la santificación y la inauguración del templo. (1Re 8:2; 2Cr 7:8-10.) Por lo tanto, la inauguración tuvo que haberse celebrado en el séptimo mes del año 1026 a. E.C., once meses después de terminar la edificación, y no un mes antes (en 1027 a. E.C.), como algunos han pensado.
Otro punto de vista es que el templo se inauguró en el vigesimocuarto año de Salomón (1014 a. E.C.), después de haber construido también su propia casa y algunos edificios para uso oficial, todo lo cual le habría tomado trece años más, es decir, unos veinte años en conjunto para todas las obras de edificación. Esta explicación cuenta con el respaldo de la Septuaginta griega, en la que se interpolan ciertas palabras en 1 Reyes 8:1 (3 Reyes 8:1, LXX, edición de Bagster) que no se encuentran en el texto masorético. Estas dicen: “Y sucedió que al cabo de veinte años, cuando Salomón había terminado de edificar la casa del Señor y su propia casa, el rey Salomón congregó en Sión a todos los ancianos de Israel, para traer en el mes de Etanim el arca del pacto del Señor desde la ciudad de David, es decir, Sión”. Sin embargo, una comparación del relato de Reyes con el de Crónicas muestra que esta conclusión es incorrecta.
En los capítulos 6 al 8 de 1 Reyes se habla de la edificación del templo y su finalización. Seguidamente se hace referencia al programa de construcción de edificios gubernamentales que Salomón llevó a cabo durante trece años y por último, después de volver a pormenorizar la construcción del templo y la introducción en él de “las cosas santificadas por David su padre”, se pasa a narrar la inauguración. Esto parece indicar que la alusión al programa de construcción de edificios gubernamentales (1Re 7:1-8) es una inserción parentética que tuvo como propósito completar la explicación sobre todas las obras de edificación. Por otra parte, el relato de 2 Crónicas 5:1-3 parece indicar más concretamente que la inauguración tuvo lugar tan pronto como se terminó el templo y su mobiliario, pues dice: “Por fin toda la obra que Salomón tenía que hacer para la casa de Jehová quedó completa, y Salomón empezó a introducir las cosas santificadas por David su padre; y la plata y el oro y todos los utensilios los puso en los tesoros de la casa del Dios verdadero. Fue entonces cuando Salomón procedió a congregar en Jerusalén a los ancianos de Israel y a todos los cabezas de las tribus”. Después de explicar que los sacerdotes llevaron el arca del pacto de la Ciudad de David al monte del templo y la instalaron en él, el relato narra la inauguración. (2Cr 5:4-14; caps. 6, 7.)
Hay quienes han cuestionado esta explicación —que el templo se inauguró el año después de acabarse su construcción— debido a que 1 Reyes 9:1-9 indica que Jehová se apareció a Salomón después que “la casa del rey” había sido edificada y le dijo que había oído su oración. (Compárese con 2Cr 7:11-22.) Esto ocurrió en su vigesimocuarto año, después de haber terminado los veinte años que duraron las edificaciones. ¿Pero acaso tardó Dios doce años en contestar la oración que Salomón hizo con motivo de la inauguración del templo? No, pues en la inauguración, una vez que Salomón terminó su oración, “el fuego mismo bajó de los cielos y procedió a consumir la ofrenda quemada y los sacrificios, y la gloria misma de Jehová llenó la casa”. Esta fue una poderosa demostración del poder de Jehová para escuchar la oración y responder a ella por medio de una acción, y así lo reconoció el pueblo. (2Cr 7:1-3.) El hecho de que Dios se manifestara a Salomón doce años después solo indica que no había olvidado su oración y que entonces la contestaba verbalmente, como una garantía de su respuesta. En esta segunda ocasión, Dios además aconsejó a Salomón que permaneciese fiel como su padre David.
La oración de Salomón. En la oración que Salomón hizo con motivo de la inauguración del templo, se refirió a Jehová como el Dios que está por encima de todo cuanto existe, un Dios bondadoso y leal, que cumple lo que promete. Salomón reconoció que aunque el templo era como una casa para Jehová, ni siquiera “el cielo, sí, el cielo de los cielos” podía contener su grandeza. Él es el Oidor de las oraciones y Aquel que las contesta, Dios de justicia, que recompensa al justo y da su merecido al inicuo, pero perdona al pecador que se arrepiente y vuelve a Él. No es un dios panteísta, pero controla las fuerzas naturales, la vida animal y hasta las naciones de la Tierra. Tampoco es una simple deidad nacional hebrea, sino el Dios de todo aquel que lo busque con sinceridad. Salomón también expresó en su oración el deseo de que el nombre de Jehová se engrandeciese por toda la Tierra, y manifestó su propio amor a la rectitud y la justicia; a Israel, el pueblo de Dios, y a todo extranjero que tuviese interés en buscar a Jehová. (1Re 8:22-53; 2Cr 6:12-42.)
En la inauguración del templo oficiaron todos los sacerdotes; en esa ocasión no fue necesario atenerse a las divisiones que David había organizado. (2Cr 5:11.) La necesidad de que todos interviniesen puede verse en el hecho de que, además de las numerosas ofrendas de grano, también se presentaron como ofrendas quemadas y sacrificios de comunión 22.000 cabezas de ganado y 120.000 ovejas durante los siete días que duró ese período festivo, que concluyó con una asamblea solemne al octavo día. Fue tan abundante la cantidad de sacrificios, que el gran altar de cobre resultó pequeño; Salomón tuvo que santificar una parte del patio del templo para poder atender la gran afluencia de ofrendas. (1Re 8:63, 64; 2Cr 7:5, 7.)
Después Salomón asignó a las divisiones sacerdotales sus respectivos servicios y colocó a los levitas a cargo de sus puestos y deberes, tal como había dispuesto David. El nuevo templo sería el lugar donde todos los israelitas se reunirían para celebrar sus fiestas periódicas y ofrecer sus sacrificios a Jehová.
Edificios gubernamentales. Durante los trece años que siguieron a la finalización del templo, Salomón edificó un nuevo palacio real en el monte Moria, justo al S. del templo, de manera que estaba cerca del patio exterior de este, pero en un nivel más bajo. Cerca de este palacio, edificó el Pórtico del Trono, el Pórtico de las Columnas y la Casa del Bosque del Líbano. Todo este conjunto de edificios estaba en un terreno que iba descendiendo entre la cima de la colina del templo y la estribación de la ciudad de David. También edificó una casa para su esposa egipcia, ya que a ella no se le permitió “morar en la casa de David el rey de Israel”, pues, como dijo Salomón, “los lugares a los que ha venido el arca de Jehová son cosa santa”. (1Re 7:1-8; 3:1; 9:24; 11:1; 2Cr 8:11.)
Edificación a escala nacional. Terminados sus proyectos gubernamentales de edificación, Salomón emprendió un programa de construcción a escala nacional. Utilizó para trabajos forzados a los descendientes de los cananeos que Israel no había dado por entero a la destrucción en su conquista de Canaán, pero no redujo a ningún israelita a esta condición de esclavitud. (1Re 9:20-22; 2Cr 8:7-10.) Edificó y fortificó Guézer (que el Faraón había tomado a los cananeos y había regalado a su hija, la esposa de Salomón), Bet-horón Alta y Baja, Baalat y Tamar, además de construir ciudades de almacenamiento, ciudades para los carros y ciudades para los hombres de a caballo. Todo el reino, incluido el territorio situado al E. del Jordán, se benefició de sus obras de construcción. Después fortificó el Montículo. “[Cerró] la brecha de la Ciudad de David.” (1Re 11:27.) Estas palabras posiblemente quieran decir que edificó o extendió “el muro de Jerusalén todo en derredor”. (1Re 3:1.) Fortificó en gran manera Hazor y Meguidó; los arqueólogos han descubierto porciones de muros fuertes y puertas fortificadas que, según creen, son los restos de las obras de Salomón en estas ciudades hoy en ruinas. (1Re 9:15-19; 2Cr 8:1-6.)
Sus riquezas y gloria. Salomón fomentó mucho el comercio. Su flota, en cooperación con la de Hiram, le llevó grandes cantidades de oro de Ofir, así como maderas de algum y piedras preciosas. (1Re 9:26-28; 10:11; 2Cr 8:17, 18; 9:10, 11.) Los caballos y los carros se importaban de Egipto, y comerciantes de todo el mundo conocido en aquel tiempo llevaban sus mercancías en grandes cantidades. El ingreso anual de oro durante el reinado de Salomón alcanzó los 666 talentos (c. de 256.643.000 dólares [E.U.A.]), aparte de plata y oro y otros artículos que llevaban los mercaderes. (1Re 10:14, 15; 2Cr 9:13, 14.) Además, “todos los reyes de la tierra” le llevaban anualmente regalos de sus países: artículos de oro y plata, aceite balsámico, armas, caballos, mulas y otras riquezas. (1Re 10:24, 25, 28, 29; 2Cr 9:23-28.) Las naves de Tarsis importaban hasta monos y pavos reales. (1Re 10:22; 2Cr 9:21.) Salomón llegó a tener 4.000 cuadras y carros (1Re 10:26 menciona 1.400 carros) y 12.000 corceles (o, tal vez, jinetes). (2Cr 9:25.)
No había ningún rey en toda la Tierra que poseyera las riquezas de Salomón. (1Re 10:23; 2Cr 9:22.) El acceso a su trono superaba en magnificencia al de cualquier otro reino. El trono mismo era de marfil revestido de oro puro. Tenía un dosel redondo detrás de él; había seis escalones que llevaban al trono, con seis leones a cada lado, y dos leones de pie al lado de los brazos del trono. (1Re 10:18-20; 2Cr 9:17-19.) Todos los vasos para beber eran de oro; se dice específicamente que “no había nada de plata; en los días de Salomón esta se consideraba como absolutamente nada”. (2Cr 9:20.) En la casa de Salomón y en el templo había arpas e instrumentos de cuerda de madera de algum como nunca se habían visto antes en Judá. (1Re 10:12; 2Cr 9:11.)
Los suministros de alimento de su casa. El alimento diario para la casa real de Salomón ascendía a “treinta medidas de coro [6.600 l.] de flor de harina y sesenta medidas de coro [13.200 l.] de harina, diez reses vacunas gordas y veinte reses vacunas de pasto y cien ovejas, además de algunos ciervos y gacelas y corzos y cuclillos engordados”. (1Re 4:22, 23.) Doce comisarios suministraban un mes cada uno el abastecimiento de alimentos. Cada uno tenía la supervisión de una porción del país, pero las divisiones resultantes nada tenían que ver con los límites tribales, sino con las zonas agrícolas. Entre las provisiones de alimento estaba el forraje para los muchos caballos de Salomón. (1Re 4:1-19, 27, 28.)
La reina de Seba visita a Salomón. Uno de los visitantes extranjeros más distinguidos que acudieron a contemplar la gloria y las riquezas de Salomón fue la reina de Seba. La fama de Salomón había llegado a “toda la gente de la tierra”, de manera que ella hizo el viaje desde su lejano dominio para “probarlo con preguntas de las que causan perplejidad”. Le habló “todo lo que se hallaba junto a su corazón”, y, a su vez, “no hubo asunto escondido al rey que él no le declarara”. (1Re 10:1-3, 24; 2Cr 9:1, 2.)
Además, después que la reina observó el esplendor del templo y de la casa de Salomón, cómo se servía la mesa, el atavío de sus mozos y los holocaustos que se ofrecían con regularidad en el templo, “resultó que no hubo más espíritu en ella”, y exclamó: “¡Mira!, no se me había referido ni la mitad. Has superado en sabiduría y prosperidad las cosas oídas a las que escuché”. Entonces procedió a pronunciar felices a los siervos que servían a un rey así. Todo esto la indujo a dar alabanza y a bendecir a Jehová Dios, que había expresado su amor a Israel nombrando a Salomón como rey para rendir decisión judicial y justicia. (1Re 10:4-9; 2Cr 9:3-8.)
Luego le entregó a Salomón el magnífico regalo de 120 talentos de oro (46.242.000 dólares [E.U.A.]), muchísimas piedras preciosas y aceite balsámico en una cantidad extraordinariamente grande. Salomón, a su vez, le dio a la reina todo lo que ella le pidió, además de un generoso regalo, que posiblemente superó lo que ella le había llevado. (1Re 10:10, 13; 2Cr 9:9, 12.)
La prosperidad de su gobernación. Jehová bendijo a Salomón con sabiduría, gloria y riquezas mientras él permaneció firme a favor de la adoración verdadera, y la nación de Israel disfrutó de igual manera del favor divino. Dios se había valido de David para someter a los enemigos de Israel y establecer el reino firmemente hasta sus límites máximos. El relato informa: “En cuanto a Salomón, resultó ser gobernante sobre todos los reinos desde el Río [Éufrates] hasta la tierra de los filisteos y hasta el límite de Egipto. Estuvieron llevándole regalos y sirviendo a Salomón todos los días de su vida”. (1Re 4:21.) Durante el reinado de Salomón hubo paz, y “Judá e Israel eran muchos, como los granos de arena que están junto al mar por su multitud, y comían y bebían y se regocijaban”. “Judá e Israel continuaron morando en seguridad, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera, desde Dan hasta Beer-seba, todos los días de Salomón.” (1Re 4:20, 25; MAPA, vol. 1, pág. 748.)
La sabiduría de Salomón. “Y Dios continuó dando a Salomón sabiduría y entendimiento en medida sumamente grande, y una anchura de corazón, como la arena que está sobre la orilla del mar. Y la sabiduría de Salomón era más vasta que la sabiduría de todos los orientales y que toda la sabiduría de Egipto.” Luego se menciona a otros hombres de sabiduría extraordinaria: Etán el ezrahíta (al parecer, un cantor del tiempo de David y el escritor del Salmo 89) y otros tres hombres sabios de Israel. Salomón fue más sabio que estos; de hecho, “su fama llegó a estar en todas las naciones todo en derredor. Y podía hablar tres mil proverbios, y sus canciones llegaron a ser mil cinco”. El alcance de su conocimiento abarcaba las plantas y los animales de la Tierra, y sus proverbios, junto con sus escritos en los libros de Eclesiastés y El Cantar de los Cantares, revelan que tenía un profundo conocimiento de la naturaleza humana. (1Re 4:29-34.) En Eclesiastés se observa que meditó mucho con el fin de hallar “las palabras deleitables y la escritura de palabras correctas de verdad”. (Ec 12:10.) Experimentó muchas cosas, estuvo entre los de condición humilde y los importantes observando con mucha atención su vida, su trabajo, sus esperanzas y objetivos, así como las vicisitudes de la humanidad. Salomón ensalzó el conocimiento de Dios y Su ley, y destacó sobre todo que ‘el temor de Jehová es el principio del conocimiento y la sabiduría’, y que la obligación del hombre es ‘temer al Dios verdadero y guardar sus mandamientos’. (Pr 1:7; 9:10; Ec 12:13; véase ECLESIASTÉS, LIBRO DE.)
Se aparta de la justicia. Salomón prosperó mientras permaneció fiel a la adoración de Jehová. Debió escribir sus proverbios, así como los libros de Eclesiastés y de El Cantar de los Cantares, y al menos uno de los Salmos (Sl 127), durante el período en que sirvió fielmente a Dios. Sin embargo, Salomón empezó a descuidar la ley de Dios. El registro bíblico dice a este respecto: “Y el rey Salomón mismo amó a muchas esposas extranjeras junto con la hija de Faraón, a moabitas, ammonitas, edomitas, sidonias e hititas, de las naciones de las que Jehová había dicho a los hijos de Israel: ‘Ustedes no deben meterse entre ellas, y ellas mismas no deben meterse entre ustedes; verdaderamente inclinarán el corazón de ustedes a seguir a los dioses de ellas’. A ellas se adhirió Salomón para amarlas. Y llegó a tener setecientas esposas, princesas, y trescientas concubinas; y poco a poco sus esposas le inclinaron el corazón. Y al tiempo en que envejeció Salomón aconteció que sus esposas mismas habían inclinado el corazón de él a seguir a otros dioses; y su corazón no resultó completo para con Jehová su Dios como el corazón de David su padre. Y Salomón empezó a ir tras Astoret, la diosa de los sidonios, y tras Milcom, la cosa repugnante de los ammonitas. Y Salomón empezó a hacer lo que era malo a los ojos de Jehová, y no siguió de lleno a Jehová como David su padre. Fue entonces cuando Salomón procedió a edificar un lugar alto a Kemós, la cosa repugnante de Moab, en la montaña que estaba enfrente de Jerusalén, y a Mólek, la cosa repugnante de los hijos de Ammón. Y así hizo para todas sus esposas extranjeras que hacían humo de sacrificio y ofrecían sacrificios a sus dioses”. (1Re 11:1-8.)
Aunque este alejamiento ocurrió “al tiempo en que envejeció Salomón”, no hay razón para concluir que se debió a senilidad, pues Salomón era relativamente joven cuando ascendió al trono y su reinado duró cuarenta años. (1Cr 29:1; 2Cr 9:30.) El relato no dice que Salomón abandonó por completo la adoración y ofrenda de sacrificios en el templo. Al parecer, intentó practicar una especie de unión de fes con el fin de agradar a sus esposas extranjeras. Por esto “Jehová llegó a estar enojado con Salomón, porque su corazón se había inclinado a alejarse de Jehová el Dios de Israel, el que se le había aparecido dos veces”. Jehová le informó a Salomón que como consecuencia le arrancaría parte del reino, pero no en sus días, por respeto a David y por causa de Jerusalén, sino en los días de su hijo, a quien solo dejaría una tribu (aparte de la de Judá). Esa tribu resultó ser la de Benjamín. (1Re 11:9-13.)
Resistidores de Salomón. Desde entonces en adelante, Jehová levantó resistidores contra Salomón, principalmente Jeroboán, de la tribu de Efraín, quien finalmente consiguió que diez tribus abandonaran su lealtad al trono en el tiempo de Rehoboam y estableció el reino septentrional, que llegó a llamarse Israel. Cuando Jeroboán era joven, había sido colocado por Salomón sobre todo el servicio obligatorio de la casa de José debido a su diligencia. También dieron problemas a Salomón Hadad el edomita y Rezón, un enemigo de David que llegó a ser rey de Siria. (1Re 11:14-40; 12:12-15.)
El que el rey Salomón se alejara de Dios tuvo un mal efecto en la gobernación, que se volvió opresiva, sin duda debido a la presión económica ocasionada por el alto coste de su gobierno, que debió aumentar hasta un grado extremo. También había descontento entre los reclutados para trabajo forzado y, sin duda, también entre sus superintendentes israelitas. Como Salomón se había apartado de seguir a Dios con corazón completo, ya no recibiría más la bendición y la prosperidad de Jehová, ni la continua sabiduría para gobernar con justicia y derecho, así como para resolver los problemas que surgieran. Como él mismo había dicho, “cuando los justos llegan a ser muchos, el pueblo se regocija; pero cuando alguien inicuo gobierna, el pueblo suspira”. (Pr 29:2.)
Lo que ocurrió poco después de la muerte de Salomón, cuando Rehoboam gobernó sobre Judá, hace patente que esa fue la situación que se produjo. Por medio del profeta Ahíya, Dios había enviado un mensaje a Jeroboán en el que le decía que le daría diez tribus, y que si guardaba Sus estatutos, le edificaría una casa duradera, tal como le había hecho a David. Después de esto Salomón intentó matar a Jeroboán, pero este huyó a Egipto, donde a la sazón gobernaba un sucesor del padre de la esposa egipcia de Salomón. Jeroboán permaneció allí hasta la muerte de Salomón. Luego representó al pueblo en una queja contra Rehoboam y finalmente encabezó una rebelión. (1Re 11:26-40; 12:12-20.)
Aunque Salomón había ‘inclinado su corazón en dirección a alejarse de Jehová’, “yació Salomón con sus antepasados, y fue enterrado en la Ciudad de David su padre”. (1Re 11:43; 2Cr 9:31.)
Jesús, el heredero legal de Salomón. Mateo traza la descendencia de Salomón hasta José, el padre adoptivo de Jesús, con lo que demostró que Jesús tenía el derecho legal al trono de David por ascendencia real. (Mt 1:7, 16.) Lucas, por otra parte, traza el linaje de Jesús hasta Helí (al parecer, padre de María) a través de la descendencia de Natán, uno de los hijos de David y Bat-seba y, por lo tanto, hermano de padre y madre de Salomón. (Lu 3:23, 31.) Ambas líneas convergen en Zorobabel y Sealtiel y después se ramifican de nuevo en dos. (Mt 1:12, 13; Lu 3:27.) María, la madre de Jesús, era descendiente de Natán, y José, su padre adoptivo, de Salomón, por lo que concurrían en Jesús tanto el linaje legal de David como el natural, lo que le hacía heredero de pleno derecho al trono. (Véase GENEALOGÍA DE JESUCRISTO.)
La necesidad de guardar el corazón. Mientras Salomón mantuvo un “corazón obediente”, cosa en la que se interesó al principio, tuvo el favor de Jehová y prosperó. Pero la desastrosa parte final de su vida demuestra que el conocimiento, la gran habilidad o el poder, las riquezas y la fama no son las cosas más importantes, y que el apartarse de Jehová significa abandonar la sabiduría. El propio consejo de Salomón resultó ser cierto: “Más que todo lo demás que ha de guardarse, salvaguarda tu corazón, porque procedentes de él son las fuentes de la vida”. (1Re 3:9; Pr 4:23.) Su caso ilustra lo traicionero y desesperado que es el corazón del hombre pecaminoso; pero aún más, muestra que los mejores corazones pueden ser seducidos si no se mantienen bajo constante vigilancia. El amar lo que Jehová ama y odiar lo que odia, el buscar constantemente su guía y hacer lo que le agrada es una protección segura. (Jer 17:9; Pr 8:13; Heb 1:9; Jn 8:29.)
Profecías mesiánicas. Hay muchas similitudes entre el reinado de Salomón y el del gran Rey Jesucristo, como se profetizó en las Escrituras. La gobernación de Salomón, mientras fue obediente a Jehová, es en muchos aspectos un modelo en pequeña escala del reino mesiánico. Jesucristo, “algo más que Salomón”, vino como un hombre de paz y llevó a cabo una obra de edificación espiritual, relacionada especialmente con el restablecimiento de la adoración verdadera entre sus seguidores ungidos en conexión con el gran templo espiritual de Jehová. (Mt 12:42; 2Co 6:16; Jn 14:27; 16:33; Ro 14:17; Snt 3:18.) Salomón era del linaje de David, al igual que Jesús. El nombre Salomón (de una raíz que significa “paz”) evoca al glorificado Jesucristo, el “Príncipe de Paz”. (Isa 9:6.) Su nombre Jedidías (que significa “Amado de Jah”) armoniza con la propia declaración de Dios sobre su Hijo con ocasión de su bautismo: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado”. (Mt 3:17.)
El Salmo 72 es una oración expresada a favor de la gobernación de Salomón: “Lleven las montañas paz al pueblo [...]. En sus días el justo brotará, y la abundancia de paz hasta que la luna ya no sea. Y tendrá súbditos de mar a mar [al parecer el Mediterráneo y el mar Rojo; Éx 23:31] y desde el Río [Éufrates] hasta los cabos de la tierra”. (Sl 72:3-8.)
F. C. Cook dice sobre el Salmo 72:7 (“hasta que la luna ya no sea”) en su Commentary: “Este pasaje es importante para mostrar que la idea de un Rey cuyo reinado duraría hasta el fin del tiempo estaba claramente presente en la mente del salmista. Determina el carácter mesiánico de toda la composición poética”. Además, hace la siguiente observación sobre el versículo 8: “El reino tenía que ser universal, extenderse hasta los cabos de la Tierra. La extensión del reino israelita bajo David y Salomón fue suficiente para alentar esta esperanza, de modo que el salmista pudo considerarla una garantía de que se realizaría; no obstante, tomada en conexión con los versículos precedentes, esta declaración es de estricto carácter mesiánico”.
En una profecía que por lo general es aceptada como mesiánica, el profeta Miqueas empleó la terminología que se utilizó para describir las condiciones durante el reinado de Salomón: “Judá e Israel continuaron morando en seguridad, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera, [...] todos los días de Salomón”. (1Re 4:25; Miq 4:4.) La profecía de Zacarías (Zac 9:9, 10) cita del Salmo 72:8, y Mateo aplica dicha profecía a Jesucristo. (Mt 21:4, 5.)