¿Sobre qué edifica usted su fe? ¿Sobre arena, o sobre roca?
MUCHAS personas disfrutan leyendo la Biblia. ¿Es usted una de ellas? Quizás hasta la esté estudiando regularmente con los testigos de Jehová. En tal caso, seguro que valora el conocimiento exacto que ha adquirido. Ahora entiende, por ejemplo, por qué hay tantos problemas en el mundo (Revelación [Apocalipsis] 12:9, 12). Sin duda, también ha aprendido muchos pasajes bíblicos que le han consolado en momentos difíciles o que le han dado esperanza para el futuro (Salmo 145:14; 147:3; 2 Pedro 3:13).
Obviamente, el conocimiento bíblico es fundamental para ser discípulos de Cristo. Pero ¿basta con tener conocimiento? De ningún modo. Cualquier estudiante de la Biblia que quiera ser un cristiano verdadero —capaz de superar las pruebas de fe que se le presenten— debe hacer algo más. ¿Quiere saber qué? Hallaremos la respuesta en el conocido Sermón del Monte que Jesús pronunció en una montaña de Galilea (Mateo 5:1, 2).
Dos casas puestas a prueba
¿Conoce bien el Sermón del Monte? Si lo desea, puede repasarlo en los Evangelios de Mateo y Lucas (Mateo 5:1–7:29; Lucas 6:20-49). Aunque solo toma veinte minutos leerlo, contiene más de veinte citas de las Escrituras Hebreas y más de cincuenta figuras retóricas. De estas últimas, hay una que se destaca por ser la que Jesús usó para concluir su sermón: la historia de dos hombres y sus casas. Analicémosla para ver qué necesitamos hacer a fin de mantenernos fieles, sean cuales sean las pruebas de fe que se nos presenten.
“A todo el que oye estos dichos míos y los hace —empieza Jesús— se le asemejará a un varón discreto, que edificó su casa sobre la masa rocosa. Y descendió la lluvia y vinieron las inundaciones y soplaron los vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa, pero no se hundió, porque había sido fundada sobre la masa rocosa. Además, a todo el que oye estos dichos míos y no los hace se le asemejará a un varón necio, que edificó su casa sobre la arena. Y descendió la lluvia y vinieron las inundaciones y soplaron los vientos y dieron contra aquella casa, y se hundió, y fue grande su desplome.” (Mateo 7:24-27.)
El hombre que “cavó y ahondó”
Examinemos más de cerca este relato para averiguar qué quería enseñar Jesús. ¿Qué se dice de las casas? Ambas fueron castigadas por los elementos. Tal vez tenían un aspecto similar y hasta estaban situadas en un lugar semejante, puede que muy cercanas entre sí. Pero una se edificó sobre arena, y la otra sobre roca. ¿A qué se debe esta diferencia? A que, como indica el Evangelio de Lucas, el varón discreto actuó con prudencia y “cavó y ahondó” para llegar a una capa de roca (Lucas 6:48). Por eso, su casa no se desplomó.
¿Cuál era el objetivo de este relato? Jesús no quería destacar la apariencia externa de las casas ni su ubicación, ni siquiera la fuerza de los elementos. Más bien, quería resaltar las acciones de los constructores: uno cavó profundamente para colocar bien los cimientos, y el otro no. ¿Cómo puede usted imitar al hombre prudente y colocar bien los cimientos de su fe? El propio Jesús lo explicó al decir: “¿Por qué me llaman ‘¡Señor! ¡Señor!’, pero no hacen las cosas que digo? Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las hace, les mostraré a quién es semejante: Es semejante a un hombre que [...] cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la masa rocosa” (Lucas 6:46-48).
En realidad, limitarse a escuchar las enseñanzas bíblicas o leer la Biblia por su cuenta sería como sentar sobre arena los cimientos de una casa. Por el contrario, hacer lo que Cristo enseñó requiere mayor esfuerzo, como la persona que tiene que cavar y ahondar en busca de roca sólida para colocar los cimientos.
Por lo tanto, el discípulo de Cristo que quiera mantenerse fiel debe poner en práctica lo que escucha. Si usted aplica en su vida diaria lo que ha aprendido durante su estudio de las Escrituras, estará actuando como el hombre prudente que “cavó y ahondó”. Es bueno, por tanto, que todo estudiante de la Biblia se pregunte: “¿Qué estoy haciendo yo? ¿Me limito a leer y estudiar la Palabra de Dios, o también dejo que los mandatos bíblicos me guíen a la hora de tomar decisiones?”.
El esfuerzo vale la pena
Analicemos el caso de cierto hombre llamado José. Pese a que sus padres le enseñaron a respetar las normas bíblicas desde pequeño, él nunca se esforzó por estudiar la Palabra de Dios por sí mismo. ¿Y qué ocurrió cuando se fue de casa? “Al principio, quería hacer las cosas bien, pero me junté con malas compañías y empecé a usar drogas, a tener relaciones sexuales inmorales y a meterme en peleas.”
Finalmente, decidió dar un giro a su vida y se puso a estudiar la Biblia en serio. “Una de las cosas que más me motivaron a cambiar —cuenta José— fue leer y entender el Sermón del Monte. Con todo, me tomó tiempo cambiar mi vida y mi personalidad. Temía lo que mis amistades pudieran pensar de mí, pero lo superé. Dejé de mentir y de decir palabrotas, y volví a asistir a las reuniones de los testigos de Jehová. Descubrí que, tal como Jesús había prometido, la verdadera felicidad se consigue llevando una vida sencilla y aplicando los consejos de la Biblia.” (Mateo 5:3-12.)
¿Y qué hay de usted? Si se esfuerza por cavar a fin de llegar a la roca —en otras palabras, si siempre pone en práctica lo que lee en la Palabra de Dios—, ¿cuáles serán los resultados? Jesús dijo: “Cuando sobrevino una inundación, el río rompió contra aquella casa, pero no tuvo la fuerza para sacudirla, porque estaba bien edificada” (Lucas 6:48). Así pues, trate de sentar buenos cimientos para su fe practicando lo que aprende. De este modo, no habrá prueba semejante a un desastre natural que pueda derrumbar su fe, ni siquiera sacudirla. ¿No le anima saber esto?
El discípulo Santiago, quien era medio hermano de Jesús, menciona otra bendición para quienes, además de estudiar la Biblia, hacen lo que esta dice. “Háganse hacedores de la palabra, y no solamente oidores”, escribió. Y más adelante añadió: “El que mira con cuidado en la ley perfecta que pertenece a la libertad, y persiste en ella, este, por cuanto se ha hecho, no un oidor olvidadizo, sino un hacedor de la obra, será feliz al hacerla” (Santiago 1:22-25).
En efecto, gracias a que siguen los consejos de la Biblia, los discípulos de Cristo son verdaderamente felices. Y esta felicidad, a su vez, les da fuerzas para enfrentarse a todas las “tormentas” que pongan a prueba su fe y su sincera devoción a Dios.
¿Qué hará usted?
A lo largo de su Sermón del Monte, Jesús dejó claro que servir a Jehová Dios a menudo implica hacer una elección. Así, enseñó que todos tenemos que elegir entre tener un ‘ojo sencillo’ o un ‘ojo inicuo’, ser esclavos de Dios o de las riquezas y seguir el camino estrecho o el ancho (Mateo 6:22-24; 7:13, 14). Por eso, en su ilustración final de los dos hombres que edificaron dos casas, plantea a sus discípulos una nueva elección: actuar como el hombre prudente o actuar como el necio.
Si usted continúa poniendo en práctica lo que aprende en su estudio de la Biblia, estará edificando sobre roca los cimientos de su fe. O lo que es lo mismo, estará actuando sensatamente, como el varón discreto. Y esto sin duda le reportará maravillosas bendiciones ahora y en el futuro (Proverbios 10:25).
[Ilustraciones de la página 30]
Para superar las pruebas de fe, tenemos que poner en práctica lo que aprendemos