La vida y el ministerio de Jesús
Jesús denuncia a sus opositores
JESÚS ha confundido tanto a sus opositores religiosos que ahora estos temen seguir haciéndole preguntas. Así que él pasa a poner al descubierto la ignorancia de ellos. Pregunta: “¿Qué les parece del Cristo? ¿De quién es hijo?”.
“De David”, contestan los fariseos.
Aunque Jesús no niega que David sea el antepasado carnal del Cristo o Mesías, pregunta: “Entonces, ¿cómo es que David por inspiración [en el Salmo 110] lo llama ‘Señor’, diciendo: ‘Jehová dijo a mi Señor: “Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies”’? Por lo tanto, si David lo llama ‘Señor’, ¿cómo es él su hijo?”.
Los fariseos callan, pues no saben quién es en verdad el Cristo o Ungido. El Mesías no es simplemente un descendiente humano de David, como parece que creen los fariseos; más bien, había existido en el cielo y era el superior, o Señor, de David.
Jesús ahora se vuelve hacia las muchedumbres y sus discípulos y les da una advertencia acerca de los escribas y los fariseos. Puesto que estos enseñan la Ley de Dios, ‘pues están sentados en la cátedra de Moisés’, Jesús insta: “Todas las cosas que les digan, háganlas y obsérvenlas”. Pero añade: “No hagan conforme a los hechos de ellos, porque dicen y no hacen”.
Son hipócritas, y Jesús los denuncia tal como lo había hecho mientras comía en la casa de cierto fariseo unos meses atrás. Dice: “Todas las obras que hacen, las hacen para ser vistos por los hombres”. Y da ejemplos, al decir:
“Ensanchan las cajitas que contienen escrituras que llevan puestas como resguardos”. Estas cajas relativamente pequeñas que llevan puestas en la frente o en el brazo contienen cuatro porciones de la Ley: Éxodo 13:1-10, 11-16 y Deuteronomio 6:4-9; 11:13-21. Pero los fariseos aumentan el tamaño de las cajitas para dar la impresión de que son celosos por la Ley.
Jesús pasa a decir que ellos “agrandan los flecos de sus prendas de vestir”. En Números 15:38-40 se da a los israelitas el mandato de hacer flecos en sus prendas de vestir, pero los fariseos hacen los suyos más grandes que los de las demás personas. ¡Hacen todo para ser vistos! Jesús los denuncia así: “Les gusta el lugar más prominente”.
Lamentablemente, sus propios discípulos han sido afectados por este deseo de prominencia. Por eso él les aconseja: “Mas ustedes, no sean llamados Rabí, porque uno solo es su maestro, mientras que todos ustedes son hermanos. Además, no llamen padre de ustedes a nadie sobre la tierra, porque uno solo es su Padre, el Celestial. Tampoco sean llamados ‘caudillos’, porque su Caudillo es uno, el Cristo”. ¡Los discípulos tienen que librarse del deseo de ocupar la posición más importante! Jesús exhorta: “El mayor entre ustedes tiene que ser su ministro”.
Luego Jesús pronuncia una serie de ayes contra los escribas y los fariseos, y varias veces los llama hipócritas. “Cierran el reino de los cielos delante de los hombres”, dice, y: “Ellos son los que devoran las casas de las viudas y por pretexto hacen largas oraciones”.
“¡Ay de ustedes, guías ciegos!”, dice Jesús. Condena a los fariseos por su falta de valores espirituales, como se puede ver por las distinciones arbitrarias que hacen. Por ejemplo, dicen: ‘No es nada si alguien jura por el templo, pero uno queda obligado si jura por el oro del templo’. Al dar más énfasis al oro del templo que al valor espiritual de ese lugar de adoración, revelan su ceguera moral.
Entonces, como lo ha hecho antes, Jesús condena a los fariseos por descuidar “los asuntos de más peso de la Ley, a saber: la justicia y la misericordia y la fidelidad” mientras dan mayor atención a pagar el diezmo, o décima parte, de hierbas insignificantes.
Jesús llama a los fariseos “guías ciegos, que cuelan el mosquito pero engullen el camello”. Cuelan de su vino el mosquito, no solo porque sea un insecto, sino porque ceremonialmente es inmundo. Sin embargo, su desatención a los asuntos de más peso de la Ley es comparable a tragarse un camello, que también es inmundo en sentido ceremonial. (Mateo 22:41–23:24; Marcos 12:35-40; Lucas 20:41-47; Levítico 11:4, 21-24.)
◆ ¿Por qué callan los fariseos cuando Jesús les pregunta sobre lo que dijo David en el Salmo 110?
◆ ¿Por qué agrandan los fariseos las cajitas que contienen Escrituras y los flecos de sus prendas de vestir?
◆ ¿Qué consejo da Jesús a sus discípulos?
◆ ¿Qué distinciones arbitrarias hacen los fariseos, y cómo los condena Jesús por descuidar los asuntos de más peso?