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La fe en las profecías bíblicas salva vidasLa Atalaya 2007 | 1 de abril
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Menos de tres meses después, el gobernador romano de Siria, Cestio Galo, marcha hacia el sur con un ejército de 30.000 soldados para reprimir la revuelta judía. Llega a Jerusalén para la fiesta de las Cabañas y se apodera rápidamente de las zonas exteriores de la ciudad. Superados en número, los celotes se refugian en el templo y lo convierten en su fortaleza. A los pocos días, los soldados romanos empiezan a socavar los muros del templo. Los judíos están horrorizados: ¡soldados paganos profanando el lugar más sagrado de su religión! Pero los cristianos de la ciudad recuerdan las palabras de Jesús: “Cuando alcancen a ver la cosa repugnante que causa desolación, [...] entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas” (Mateo 24:15, 16). ¿Demostrarán tener fe en las palabras proféticas de Jesús? ¿Le harán caso? Por el desarrollo de los acontecimientos, es patente que su vida depende de que huyan. Huir, sí, pero ¿cómo?
De pronto, y sin razón aparente, Cestio Galo repliega sus tropas y se bate en retirada en dirección a la costa, con los celotes pisándoles los talones. Por sorprendente que parezca, ¡la tribulación de la ciudad se ha acortado! Demostrando fe en la advertencia profética de su Maestro, los cristianos huyen de Jerusalén y se refugian en Pela, ciudad neutral ubicada en las montañas, al otro lado del río Jordán. Escapan justo a tiempo, pues los celotes no tardan en regresar a Jerusalén, y ahora obligan al resto de los habitantes que permanecen en la ciudad a unirse a su causa.a Mientras tanto, seguros en Pela, los cristianos esperan el desarrollo de los acontecimientos.
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La fe en las profecías bíblicas salva vidasLa Atalaya 2007 | 1 de abril
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a El historiador judío Josefo informa que los celotes persiguen a los romanos durante siete días antes de volver a Jerusalén.
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