La vida y el ministerio de Jesús
Agonía en el madero
DOS salteadores van junto con Jesús camino a su ejecución. La procesión se detiene cerca de la ciudad en un lugar llamado Gólgotha o Lugar del Cráneo.
Se despoja a los prisioneros de sus prendas de vestir. Entonces se les provee vino drogado con mirra. Parece que las mujeres de Jerusalén lo preparan, y los romanos no niegan este calmante a los que son colgados en maderos. Sin embargo, cuando Jesús lo prueba, rehúsa tomarlo. ¿Por qué? Obviamente Jesús quiere estar en pleno dominio de sus facultades durante esta prueba suprema de su fe.
Ahora extienden a Jesús sobre el madero con sus manos por encima de la cabeza. Entonces, a martillazos, los soldados introducen clavos grandes en las manos y los pies de Jesús. Él se retuerce de dolor cuando los clavos atraviesan carne y ligamentos. Cuando levantan el madero, el dolor es insoportable, pues el peso del cuerpo desgarra las heridas causadas por los clavos. Pero en vez de amenazar a los soldados romanos, Jesús ora por ellos, diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Pilato manda poner sobre el madero un letrero que dice: “Jesús el Nazareno el rey de los judíos”. Parece que escribe esto no solo porque respeta a Jesús, sino porque detesta a los sacerdotes judíos por haberlo obligado a dictar pena de muerte contra Jesús. Para que todos puedan leer el letrero, Pilato hace que se escriba en tres idiomas: en hebreo, en el latín oficial y en el griego común.
Esto desalienta a los sacerdotes principales, entre ellos Caifás y Anás. Esta proclamación clara les daña su hora de triunfo. Por eso se oponen, y dicen: “No escribas: ‘El rey de los judíos’, sino que él dijo: ‘Soy rey de los judíos’”. Pilato, irritado porque se le ha hecho instrumento de los sacerdotes, responde con resuelto desdén: “Lo que he escrito, he escrito”.
Los sacerdotes, junto con una muchedumbre grande, se reúnen ahora en el lugar de ejecución, y los sacerdotes tratan de refutar el testimonio del letrero. Vuelven a mencionar el testimonio falso que se había presentado antes en los juicios ante el Sanedrín. No sorprende, pues, que los que pasan por allí empiecen a lanzar insultos y a menear la cabeza en burla, diciendo: “¡Oh tú, supuesto derribador del templo y edificador de él en tres días, sálvate! Si eres hijo de Dios, ¡baja del madero de tormento!”.
Los sacerdotes principales y sus secuaces religiosos también se burlan: “¡A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar! Él es rey de Israel; baje ahora del madero de tormento y creeremos en él. Ha puesto en Dios su confianza; líbrelo Él ahora si le quiere, puesto que dijo: ‘Soy Hijo de Dios’”.
Contagiados por el espíritu de la situación, los soldados también se mofan de Jesús. Burlándose, le ofrecen vino agrio, al parecer aguantándolo precisamente ante sus labios resecos. Lo desafían, diciendo: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate”. Aun los salteadores —colgados uno a la derecha de Jesús y el otro a su izquierda— se burlan de él. ¡Imagínese! ¡El hombre más grande de todos los tiempos, sí, la persona que colaboró con Jehová Dios en la creación de todas las cosas, sufre con resolución todo este insulto!
Los soldados toman las prendas de vestir exteriores de Jesús y las dividen en cuatro partes. Echan suertes para ver de quiénes serán. Sin embargo, la prenda de vestir interior no tiene costura, pues es de calidad superior. Por eso los soldados se dicen unos a otros: “No la rasguemos, sino que por suertes sobre ella decidamos de quién será”. Así, sin darse cuenta, cumplen la escritura que dice: “Repartieron entre sí mis prendas de vestir exteriores, y sobre mi vestidura echaron suertes”.
Con el tiempo, uno de los salteadores se da cuenta de que Jesús en realidad tiene que ser un rey. Por lo tanto, reprende a su compañero con las palabras: “¿No temes tú a Dios de ninguna manera, ahora que estás en el mismo juicio? Y nosotros, en verdad, justamente, porque estamos recibiendo de lleno lo que merecemos por las cosas que hicimos; pero este no ha hecho nada indebido”. Entonces le hace esta petición a Jesús: “Acuérdate de mí cuando entres en tu reino”.
“Verdaderamente te digo hoy —contesta Jesús—: Estarás conmigo en el Paraíso.” Esta promesa se cumplirá cuando Jesús como Rey en los cielos resucite a este malhechor arrepentido a la vida en la Tierra en un Paraíso que los sobrevivientes del Armagedón y sus compañeros tendrán el privilegio de cultivar. (Mateo 27:33-44; Marcos 15:22-32; Lucas 23:27, 32-43; Juan 19:17-24.)
◆ ¿Por qué rehúsa Jesús beber el vino drogado con mirra?
◆ ¿Cuál parece ser la razón por la cual se cuelga el letrero sobre el madero de Jesús, y a qué intercambio adicional de palabras entre Pilato y los sacerdotes principales lleva esto?
◆ ¿De qué otra manera insultan a Jesús mientras está en el madero, y por qué, obviamente, se hace esto?
◆ ¿Cómo cumple profecía lo que se hace con las prendas de vestir de Jesús?
◆ ¿Qué cambio tiene lugar en uno de los salteadores, y cómo cumplirá Jesús la petición de este?