ESPIRITISMO
Creencia o doctrina de que los espíritus de los difuntos sobreviven a la muerte del cuerpo físico y pueden comunicarse con los vivos, sobre todo por medio de una persona (un médium) que es particularmente susceptible a su influencia. Tanto la Biblia como la historia revelan que el espiritismo existe desde tiempos muy remotos. La religión egipcia estaba saturada de espiritismo (Isa 19:3), y la religión de Babilonia, cuya ciudad capital también era el principal centro religioso de Asiria, era espiritista. (Isa 47:12, 13.)
La palabra griega para “espiritismo” es far·ma·kí·a. El Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento (de W. E. Vine, 1984, vol. 2, pág. 189) dice en cuanto a esta palabra: “(Cp. el término castellano, farmacia, etc.) significaba primariamente la utilización de medicina, fármacos, encantamientos; después, envenenamiento; luego, hechicería, Gál 5:20, ‘hechicerías’ [“brujería”, NVI], mencionadas como una de las obras de la carne. Ver también Rev (Ap) 9:21; 18:23. En la LXX, Éx 7:11, 22; 8:7, 18; Isa 47:9, 12. En la hechicería, la utilización de drogas, tanto si eran sencillas como si eran potentes, iba generalmente acompañada de encantamientos e invocaciones a poderes ocultos, de la aplicación de diversos amuletos, etc., todo ello con la pretensión de proteger al paciente de la atención y del poder de los demonios, pero en realidad para impresionar al paciente con los misteriosos recursos y poderes del hechicero”.
Fuente de los mensajes. Un aspecto sobresaliente del espiritismo es la pretensión de establecer comunicación con los muertos. Como los muertos “no tienen conciencia de nada en absoluto”, la comunicación con ellos es totalmente imposible. (Ec 9:5.) La ley que Dios dio a Israel prohibía el que alguien preguntase a los muertos y decretaba que la práctica de espiritismo merecía la pena capital. (Le 19:31; 20:6, 27; Dt 18:9-12; compárese con Isa 8:19.) Asimismo, en las Escrituras Griegas Cristianas se dice que los que practican espiritismo “no heredarán el reino de Dios”. (Gál 5:20, 21; Rev 21:8.) En consecuencia, se infiere que cualquier supuesta comunicación con personas muertas, si no es una mentira deliberada por parte del que lo afirma, se establece con una fuente maligna opuesta a Jehová Dios.
La Biblia indica con claridad que esta fuente maligna son los espíritus inicuos, los demonios. (Véanse DEMONIO; POSESIÓN DEMONIACA.) Una situación que viene al caso es la de “cierta sirvienta” de la ciudad de Filipos que suministraba a sus amos mucha ganancia mediante “el arte de la predicción”, una de las prácticas relacionadas con el espiritismo. (Dt 18:11.) El relato dice claramente que la fuente de sus predicciones no era Dios, sino un “demonio de adivinación”, un espíritu inicuo. Por consiguiente, cuando el apóstol Pablo expulsó al espíritu inicuo, esta muchacha perdió sus poderes de predicción. (Hch 16:16-19.) Con respecto a la expresión griega pý·thō·na, traducida aquí “demonio de adivinación”, el Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento (de W. E. Vine, 1984, vol. 1, pág. 44) dice: “[Pitón] era en la mitología griega el nombre de la serpiente o dragón [pítico], que moraba en [Pito], al pie del monte Parnaso, guardando el oráculo de Delfos, y que fue muerta por Apolo. De ahí, el nombre pasó al mismo Apolo. Más tarde la palabra se aplicó a los adivinos o magos, considerados como inspirados por Apolo. Ya que los demonios son los agentes que inspiran la idolatría, 1 Co 10:20, la joven en Hch 16:16 estaba poseída por un demonio que instigaba el culto a Apolo, y que por ello tenía ‘espíritu de adivinación’”.
En Israel. Aunque Dios había promulgado leyes específicas en contra del espiritismo, los médium espiritistas aparecían de vez en cuando en la tierra de Israel. Quizás eran extranjeros que habían ido al país o personas a quienes los israelitas no habían dado muerte. El rey Saúl los eliminó del país durante su reinado, pero más tarde, probablemente para finales de su gobernación, volvieron a aparecer algunos médium espiritistas. Saúl demostró cuánto se había alejado de Dios al consultar ‘en En-dor a una mujer que era perita en mediación espiritista’. (1Sa 28:3, 7-10.)
La visita del rey Saúl a una médium. Para cuando Saúl fue a la médium, hacía algún tiempo que Jehová le había retirado Su espíritu, y ya no respondía sus preguntas ni mediante sueños ni mediante el Urim (utilizado por el sumo sacerdote) ni mediante los profetas. (1Sa 28:6.) Dios ya no quería tener nada que ver con él, y el profeta Samuel no le había visto por un largo período de tiempo, desde antes de ungir a David como rey. Por lo tanto, no sería razonable pensar que Samuel, aun si estuviera vivo, volviera entonces para dar consejo a Saúl. Y seguro que Dios no haría que Samuel, a quien no había enviado en vida para hablar con Saúl, volviese entonces de los muertos para hablar con él. (1Sa 15:35.)
La posterior declaración de Jehová mediante Isaías muestra que no aprobaría la acción de Saúl ni cooperaría de ninguna manera con ella: “Y en caso de que les digan: ‘Recurran a los médium espiritistas o a los que tienen espíritu de predicción, que están chirriando y profiriendo expresiones en voz baja’, ¿no es a su Dios a quien debe recurrir cualquier pueblo? ¿Debe recurrirse a personas muertas en pro de personas vivas? ¡A la ley y a la atestación!”. (Isa 8:19, 20.)
Por lo tanto, cuando el relato dice: “Cuando la mujer vio a ‘Samuel’ se puso a gritar a voz en cuello”, es obvio que narra el suceso desde la óptica de la médium, que estaba engañada por el espíritu que se hizo pasar por Samuel. (1Sa 28:12.) A Saúl le aplicaba el principio que expresó el apóstol Pablo: “Así como no aprobaron el tener a Dios en conocimiento exacto, Dios los entregó a un estado mental desaprobado, para que hicieran las cosas que no son apropiadas [...]. Aunque estos conocen muy bien el justo decreto de Dios, que los que practican tales cosas son merecedores de muerte, no solo siguen haciéndolas, sino que también consienten a los que las practican”. (Ro 1:28-32.)
La obra Commentary on the Old Testament (de C. F. Keil y F. Delitzsch, 1973, vol. 2, “First Samuel”, pág. 265) remite a 1 Crónicas 10:13 en la Versión de los Setenta, que añade las palabras “y Samuel el profeta le respondió”. (Bagster [en inglés].) El Commentary apoya lo que dan a entender estas palabras no inspiradas de la Versión de los Setenta, pero añade: “Sin embargo, los padres, los reformadores y los teólogos cristianos primitivos, con muy pocas excepciones, entendieron que la aparición de Samuel fue tan solo imaginaria, no real. Según la explicación de Efrén de Siria, una aparente imagen de Samuel se presentó ante la vista de Saúl por medio de artes demoniacas. Lutero y Calvino adoptaron el mismo punto de vista y los teólogos protestantes primitivos concordaron con ellos al considerar la aparición como nada más que un espectro diabólico, un fantasma, o espectro con la forma de Samuel, y lo que dijo, como una revelación diabólica permitida por Dios, en la que la verdad estaba mezclada con la falsedad”.
En una nota al pie de la página (“First Samuel”, págs. 265, 266), esta obra comenta: “Así Lutero dice [...] ‘La evocación de Samuel por una pitonisa o bruja, en 1 Sam. XXVIII. 11, 12, no podía ser más que un espectro del diablo; no solo porque las Escrituras dicen que lo efectuó una mujer que estaba llena de demonios (pues, ¿quién podría creer que las almas de los creyentes, que están en las manos de Dios, [...] estaban bajo el poder del diablo y de simples hombres?), sino porque, además, el que Saúl y la mujer inquirieran de los muertos contravenía directamente el mandato de Dios. El Espíritu Santo no puede actuar contra el mandato de Dios ni puede ayudar a los que lo hacen’. Calvino también considera la aparición como un simple espectro [...]: ‘Es cierto —dice— que no era realmente Samuel, pues Dios nunca habría permitido que Sus profetas estuvieran sujetos a estos conjuros diabólicos. Pues aquí está una pitonisa haciendo salir a los muertos del sepulcro. ¿Puede alguien imaginar que Dios deseara que se expusiera a Su profeta a tal ignominia, como si el diablo tuviera poder sobre los cuerpos y las almas de los santos que están a Su cuidado? Se dice que las almas de los santos descansan [...] en Dios, esperando su feliz resurrección. Además, ¿debemos pensar que Samuel se llevó consigo la capa al sepulcro? Por todas estas razones, parece claro que la aparición no era más que un espectro, y que engañó tanto los sentidos de la mujer, que pensó que estaba viendo al mismo Samuel, aunque no lo fuera’. Los primeros teólogos ortodoxos también cuestionaron la realidad de la aparición de Samuel por las mismas razones”.
El poder de Jesús sobre los demonios. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, demostró que era el Mesías, el Ungido de Dios, al expulsar los demonios de los posesos, para lo que no se valió de ningún ritual especial o sesión de espiritismo ni de magia de algún tipo, sino que simplemente mandó a los demonios que saliesen, y ellos obedecieron su voz. Los demonios fueron obligados a reconocer su autoridad aun sin quererlo (Mt 8:29-34; Mr 5:7-13; Lu 8:28-33), tal como Satanás reconoció la autoridad de Jehová cuando le permitió afligir a Job para probarle, pero le ordenó que no lo matase. (Job 2:6, 7.) Además, Jesús lo hizo sin ganancia personal. (Mt 8:16, 28-32; Mr 1:34; 3:11, 12; Lu 4:41.)
Refuta la falsa acusación de los fariseos. Los fariseos, enemigos de Jesús, le acusaron después de una de estas curaciones diciendo: “Este no expulsa a los demonios sino por medio de Beelzebub, el gobernante de los demonios”. Pero el relato continúa: “Conociendo sus pensamientos, él les dijo: ‘Todo reino dividido contra sí mismo viene a parar en desolación, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá en pie. Así mismo, si Satanás expulsa a Satanás, ha llegado a estar dividido contra sí mismo; entonces, ¿cómo podrá estar en pie su reino? Además, si yo expulso a los demonios por medio de Beelzebub, ¿por medio de quién los expulsan los hijos de ustedes? Por eso, ellos serán sus jueces’”. (Mt 12:22-27.)
A los fariseos se les obligó a reconocer que se necesitaba poder sobrehumano para expulsar a los demonios. Sin embargo, querían impedir que las personas creyesen en Jesús, y por eso atribuyeron su poder al Diablo. Entonces Jesús les hizo ver la consecuencia de su argumento mostrando el resultado lógico de tal modo de razonar. Les dijo que si él fuese un agente del Diablo, deshaciendo lo que Satanás hacía, Satanás estaría trabajando contra sí mismo (cosa que no haría ningún rey humano), y pronto caería. Además, se refirió a los “hijos”, o discípulos, de ellos, que también afirmaban expulsar demonios. Si el argumento de los fariseos era válido, que quien expulsaba demonios lo hacía con el poder de Satanás, los propios discípulos de ellos estaban obrando bajo este poder, algo que, por supuesto, los fariseos no estaban dispuestos a admitir. Jesús les dijo que sus mismos “hijos”, por lo tanto, eran jueces que les condenaban a ellos y su argumento. Luego añadió: “Pero si es por medio del espíritu de Dios como yo expulso a los demonios, el reino de Dios verdaderamente los ha alcanzado”. (Mt 12:28.)
Jesús siguió su línea de razonamiento diciendo que nadie podría entrar en la casa de un hombre fuerte (Satanás) y apoderarse de sus bienes a menos que primero fuera capaz de atar al fuerte. La falsa acusación de los fariseos hizo que Jesús hablara de la seriedad de pecar contra el espíritu santo, pues él expulsaba demonios mediante el espíritu de Dios, y con su crítica, los fariseos no solo expresaban el odio que le tenían a Jesús, sino que negaban la demostración evidente del espíritu santo de Dios. (Mt 12:29-32.)
Lo que Jesucristo dijo en cuanto a expulsar demonios no implicaba que los “hijos” de los fariseos y todos los demás que afirmaban expulsar demonios fueran necesariamente instrumentos de Dios. Jesús explicó que habría personas que preguntarían: “‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre ejecutamos muchas obras poderosas?’. Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obradores del desafuero”. (Mt 7:22, 23.) No siendo discípulos verdaderos de Jesucristo, tales obradores del desafuero serían hijos del Diablo. (Compárese con Jn 8:44; 1Jn 3:10.) Por consiguiente, cualquiera de ellos que afirmase expulsar demonios no sería instrumento de Dios, sino agente del Diablo. El que Satanás usara a algunos como exorcistas, incluso haciéndolo en el nombre de Jesús (compárese con el intento de los siete hijos de Esceva, en Hch 19:13-16), no querría decir que estaba dividido contra sí mismo. Más bien, mediante esta aparente buena obra de liberar a los poseídos por demonios, Satanás se transformaría en un “ángel de luz”, y así aumentaría su poder e influencia sobre los engañados. (2Co 11:14.)
“El que no está contra nosotros, está a favor nuestro.” En una ocasión el apóstol Juan le dijo a Jesús: “Maestro, vimos a cierto hombre que expulsaba demonios por el uso de tu nombre y tratamos de impedírselo, porque no nos acompañaba”. Al parecer, este hombre, sí expulsaba a los demonios, pues Jesús dijo: “Nadie hay que haga una obra poderosa sobre la base de mi nombre que pronto pueda injuriarme”. De modo que Jesús les ordenó que no trataran de impedírselo, “porque el que no está contra nosotros, está a favor nuestro”. (Mr 9:38-40.) No todos los que creían en Jesús lo acompañaban personalmente a él y a sus apóstoles en su ministerio. En aquel tiempo todavía estaba en vigor el pacto de la Ley y Dios aún no había inaugurado mediante Jesucristo el nuevo pacto y el comienzo de la congregación cristiana de escogidos. Solo a partir del Pentecostés del año 33 E.C., después que Jesús abolió la Ley con su sacrificio, fue necesario que cualquiera que quisiera servir a Cristo se asociara con esta congregación, cuyos miembros estaban bautizados en él. (Hch 2:38-42, 47; Ro 6:3.) A partir de entonces, Dios reconoció a la congregación cristiana como su “nación santa” en vez de tratar con la nación carnal de Israel como había hecho hasta aquel tiempo. (1Pe 2:9; 1Co 12:13.)
Una obra de la carne. Aunque los espiritistas pudieran pensar que es una ‘práctica espiritual’, la Palabra de Dios no lo llama una obra del espíritu ni parte de su fruto, sino una obra de la carne. Obsérvense las cosas detestables con las que se clasifica al espiritismo: “Fornicación, inmundicia, conducta relajada, idolatría, práctica de espiritismo [literalmente, “empleo de drogas”], enemistades, contiendas, celos, arrebatos de cólera, altercaciones, divisiones, sectas, envidias, borracheras, diversiones estrepitosas, y cosas semejantes a estas”. Apela a los deseos de la carne pecaminosa, no a los valores del espíritu, y el apóstol advierte que “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. (Gál 5:19-21, Int.)
Quienes lo practican sufrirán destrucción eterna. En Revelación se hace referencia a uno de los pecados de los que se acusa a Babilonia la Grande, que ha de ser arrojada al mar para no volver a ser hallada. “Por tu práctica espiritista —dice— todas las naciones fueron extraviadas”. (Rev 18:23.) Sobre la destrucción eterna de quienes practican el espiritismo, Revelación dice: “Pero en cuanto a los cobardes y a los que no tienen fe y los que son repugnantes en su suciedad, y asesinos y fornicadores y los que practican espiritismo [literalmente, “los que emplean drogas”], e idólatras y todos los mentirosos, su porción será en el lago que arde con fuego y azufre. Esto significa la muerte segunda”. (Rev 21:8, Int.)
Las artes mágicas. Las artes mágicas están relacionadas con el espiritismo. En Éfeso muchos creyeron en la predicación de Pablo, y “buen número de los que habían practicado artes mágicas juntaron sus libros y los quemaron delante de todos”. (Hch 19:19.) La palabra griega para ‘artes mágicas’ es pe·rí·er·ga, “curiosidades”, literalmente, “cosas que están alrededor del trabajo”, y, por ende, “superfluas”, las artes de aquellos que se entremeten en las cosas prohibidas con la ayuda de espíritus malvados. (Int; Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de W. E. Vine, vol. 2, pág. 52.)
Una profecía contra Jerusalén. En una declaración formal contra Jerusalén por su infidelidad, Jehová dijo: “Y tienes que ser rebajada de modo que hables desde la tierra misma, y como desde el polvo tu decir sonará bajo. Y cual médium espiritista tu voz tiene que llegar a ser aun desde la tierra, y desde el polvo chirriará tu propio decir”. (Isa 29:4.) Estas palabras tenían que ver con el tiempo en que los enemigos irían contra Jerusalén y la reducirían a una condición muy baja, como aplastada contra el suelo. Por consiguiente, sin importar qué dijeran los habitantes de Jerusalén, lo proferirían desde una condición sumamente baja y degradada. Su habla sería como si de un médium espiritista se tratase, expresándose de tal manera que parecería que un sonido suave, lento, bajo, mitigado y débil subiera del polvo de la tierra. Sin embargo, como muestra Isaías 29:5-8, Jerusalén iba a ser liberada.