La vida y el ministerio de Jesús
La responsabilidad del discípulo
DESPUÉS de salir de la casa de un fariseo prominente que aparentemente es miembro del Sanedrín, Jesús sigue hacia Jerusalén. Tras él van grandes muchedumbres. Pero ¿con qué motivo hacen eso? ¿Qué envuelve, en realidad, el ser verdadero seguidor de Jesús?
Durante el viaje, Jesús se vuelve a las muchedumbres y les dice algo que quizás las sacude: “Si alguien viene a mí y no odia a su padre y madre y esposa e hijos y hermanos y hermanas, sí, y hasta su propia alma, no puede ser mi discípulo”.
¿Qué quiere decir Jesús? No es que sus seguidores deben odiar literalmente a sus parientes. Más bien, deben odiarlos en el sentido de amarlos menos de lo que lo aman a él. Se dice que Jacob, un antepasado de Jesús, ‘odió’ a Lea y amó a Raquel, lo que quiso decir que amó menos a Lea que a su hermana Raquel.
Considere, también, que Jesús dijo que el discípulo debería odiar “hasta su propia alma”, o su vida. De nuevo, lo que Jesús quiere decir es que el amor del verdadero discípulo a él tiene que ser mayor que el amor de ese discípulo a su propia vida. Así Jesús da énfasis a que hacerse discípulo de él es una responsabilidad seria. No debe emprenderse sin reflexión cuidadosa.
El ser discípulo de Jesús envuelve penalidades y persecución, como él pasa a indicar: “El que no lleva su madero de tormento y viene en pos de mí no puede ser mi discípulo”. Por eso el verdadero discípulo debe estar presto a llevar la misma carga de oprobio que Jesús llevó, y esto hasta pudiera incluir la muerte a manos de enemigos de Dios, lo que pronto va a experimentar Jesús.
Por lo tanto, el ser discípulo de Cristo es un asunto que las muchedumbres que lo siguen tienen que analizar cuidadosamente. Jesús da énfasis a esto por una ilustración. “Por ejemplo —dice—, ¿quién de ustedes que quiere edificar una torre no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo suficiente para completarla? De otra manera, pudiera poner el fundamento, pero no poder terminarla, y todos los que miraran pudieran comenzar a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a edificar, pero no pudo terminar’.”
Así, lo que Jesús les ilustra a las muchedumbres que lo siguen es que, antes de hacerse Sus discípulos, deben resolverse firmemente a cumplir con lo que está implicado, tal como, antes de construir una torre, el interesado en construirla se asegura de tener los medios que le permitirán terminarla. Jesús da ahora otra ilustración:
“¿O qué rey, al marchar al encuentro de otro rey en guerra, no se sienta primero y delibera si puede con diez mil soldados hacer frente al que viene contra él con veinte mil? En realidad, si no puede hacerlo, entonces, mientras aquel todavía está lejos él envía un cuerpo de embajadores y pide paz”.
Jesús entonces recalca el punto de sus ilustraciones: “Por consiguiente, puedes estar seguro: ninguno de ustedes que no se despida de todos sus bienes puede ser mi discípulo”. Eso es lo que deben estar dispuestos a hacer los de las muchedumbres que le siguen y, sí, toda otra persona que oye acerca de Cristo. Tienen que estar prestos a sacrificar cuanto tienen —todas sus pertenencias, hasta la vida misma— para ser Sus discípulos. ¿Está usted dispuesto a hacer eso?
“La sal, de seguro, es excelente”, pasa a decir Jesús. En su Sermón del Monte había dicho que sus discípulos eran “la sal de la tierra”, lo que quiere decir que ejercen una influencia conservante en la gente, tal como la sal literal conserva. “Pero si hasta la sal pierde su fuerza, ¿con qué será sazonada? Ni para la tierra, ni para el estiércol es apropiada —concluye Jesús—. La echan fuera. El que tiene oídos para escuchar, escuche.”
De modo que Jesús muestra que hasta los que han sido sus discípulos por algún tiempo deben mantenerse firmes en su resolución de continuar. Si se debilitan, se hacen inútiles, objeto de burla para este mundo e inservibles delante de Dios; de hecho, se hacen un vituperio para Dios. Por eso, como sal sin fuerza, contaminada, serán echados fuera, sí, destruidos. (Lucas 14:25-35; Génesis 29:30-33; Mateo 5:13.)
◆ ¿Qué significa ‘odiar’ uno a sus parientes y odiarse a sí mismo?
◆ ¿Qué dos ilustraciones da Jesús, y qué significan?
◆ ¿Qué lección contienen los comentarios finales de Jesús acerca de la sal?