MUNDO
Este es el término que traduce habitualmente el sustantivo griego kó·smos en las Escrituras Griegas Cristianas, excepto en 1 Pedro 3:3, donde se traduce “adorno”. El término “mundo” puede referirse a: 1) el conjunto de la humanidad, con independencia de su modo de vida o condición moral; 2) las circunstancias en las que una persona nace y vive (en este sentido guarda una cierta analogía con la palabra griega ai·ṓn, “sistema de cosas”), y 3) la humanidad en conjunto, excluidos los siervos aprobados de Jehová.
En muchas versiones la palabra “mundo” no solo traduce el vocablo kó·smos, sino en algunos casos otros tres términos griegos (guē; ai·ṓn; oi·kou·mé·nē) y cinco vocablos hebreos (ʼé·rets; jé·dhel; jé·ledh; ʽoh·lám; te·vél). Como resultado, se ha confundido el significado de estos diferentes términos bíblicos y oscurecido el sentido de los textos en los que aparecen. Algunas traducciones modernas han contribuido a aclarar esta confusión.
El término hebreo ʼé·rets y el griego guē (del que provienen las palabras “geografía” y “geología”) significan “tierra” (Gé 6:4; Nú 1:1; Mt 2:6; 5:5; 10:29; 13:5), aunque en ciertos casos pueden referirse en sentido figurado a la gente de la tierra, como en el Salmo 66:4 y en Revelación 13:3. Tanto ʽoh·lám (heb.) como ai·ṓn (gr.) denotan básicamente un período de tiempo de duración indefinida. (Gé 6:3; 17:13; Lu 1:70.) Ai·ṓn también puede significar el “sistema de cosas” que caracteriza a cierto período o época. (Gál 1:4.) El término hebreo jé·ledh tiene un significado relativamente parecido, y puede traducirse por expresiones como “duración de vida” y “sistema de cosas”. (Job 11:17; Sl 17:14.) Oi·kou·mé·nē (gr.) se refiere a la “tierra habitada” (Lu 21:26), y te·vél (heb.) puede traducirse por “tierra productiva”. (2Sa 22:16.) La palabra jé·dhel (heb.) aparece únicamente en Isaías 38:11, y muchas versiones españolas la traducen “mundo” en la expresión “habitantes del mundo”. The Interpreter’s Dictionary of the Bible (edición de G. A. Buttrick, 1962, vol. 4, pág. 874) propone la traducción “habitantes [del mundo de] cesación”, si bien advierte que la mayoría de los eruditos prefieren la lectura que ofrecen algunos manuscritos hebreos, que dicen jé·ledh en lugar de jé·dhel. La Traducción del Nuevo Mundo presenta la lectura “habitantes de la tierra de cesación”. (Véanse EDAD; SISTEMAS DE COSAS; TIERRA.)
Diversos sentidos de “kosmos”. El significado primario de la palabra griega kó·smos es “orden” u “organización”. Y como el concepto de belleza está vinculado estrechamente al orden y la simetría, kó·smos también transmite esa idea, por lo que los griegos utilizaron a menudo ese término para referirse a “adorno”, en especial con respecto a las mujeres, y así es como se utiliza en 1 Pedro 3:3. De ahí también nuestra palabra española “cosmético”. El verbo ko·smé·ō tiene el sentido de ‘poner en orden’ en Mateo 25:7, y en otros textos, ‘adornar’. (Mt 12:44; 23:29; Lu 11:25; 21:5; 1Ti 2:9; Tit 2:10; 1Pe 3:5; Rev 21:2, 19.) En 1 Timoteo 2:9 y 3:2 el adjetivo kó·smi·os designa lo que está “bien arreglado” u “ordenado”.
Los filósofos griegos a veces aplicaban kó·smos a toda la creación visible debido al orden que manifiesta el universo. Sin embargo, no había unanimidad entre ellos, ya que algunos restringían la palabra a los cuerpos celestes, mientras que para otros designaba todo el universo. En algunos registros apócrifos se utiliza el término kó·smos para referirse a la creación material en conjunto (compárese con Sabiduría 9:9; 11:17), debido a que se escribieron durante el período en que la filosofía griega empezaba a ejercer su influencia en los judíos. Pero en los escritos inspirados de las Escrituras Griegas Cristianas no tiene esa connotación en prácticamente ninguna ocasión. Es posible que en algunos textos parezca que se usa en ese sentido, como en el relato en que el apóstol se dirigió a los atenienses en el Areópago. Pablo dijo: “El Dios que hizo el mundo [una forma de kó·smos] y todas las cosas que hay en él, siendo, como es Este, Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos hechos de manos”. (Hch 17:22-24.) Como entre los griegos era corriente utilizar kó·smos para referirse al universo, pudiera ser que Pablo lo emplease en ese sentido. Sin embargo, aun en este caso es muy posible que lo usase en una de las acepciones que se examinan en el resto de este artículo.
Vinculado con la humanidad. Tras comentar sobre el empleo filosófico de kó·smos para referirse al universo, Richard C. Trench dice en su obra Synonyms of the New Testament (Londres, 1961, págs. 201, 202): “De este significado de κόσμος [kó·smos] como universo material, [...] derivó el de κόσμος como conjunto externo de circunstancias en las que el hombre vive y se mueve, que existen para él y de las que constituye el centro moral (Juan XVI. 21; I Cor. XIV. 10; I Juan III. 17); [...] y después, la propia humanidad, la totalidad de habitantes del mundo (Juan I. 29; IV. 42; II Cor. V. 19); y sobre esta base, en un sentido ético, todos los que no pertenecen a la ἐκκλησία [ek·klē·sí·a; la iglesia o congregación], apartados de la vida de Dios y enemigos de Él por causa de sus obras inicuas (I Cor. I. 20, 21; II Cor. VII. 10; Snt. IV. 4)”.
De igual manera, el libro Studies in the Vocabulary of the Greek New Testament (de K. S. Wuest, 1946, pág. 57) cita las siguientes palabras del helenista Cremer: “En vista de que kósmos se entendía como el orden de cosas que tenía por centro al hombre, la atención se dirige primordialmente a este; kósmos se refiere a la humanidad dentro de ese orden de cosas, la humanidad según se manifiesta en y mediante tal orden (Mt 18:7)”.
Toda la humanidad. El vocablo kó·smos o “mundo” está estrechamente vinculado a la humanidad en la literatura griega y en particular en la Biblia. Cuando Jesús dijo que el hombre que andaba en la luz del día “ve la luz de este mundo [una forma de kó·smos]” (Jn 11:9), pudiera parecer que el “mundo” es el planeta Tierra, que tiene al Sol como fuente de luz durante el día; sin embargo, las palabras que vienen a continuación hablan del hombre que anda de noche y que choca contra algo “porque la luz no está en él”. (Jn 11:10.) Además, Dios proveyó el Sol y otros cuerpos celestes principalmente para la humanidad. (Compárese con Gé 1:14; Sl 8:3-8; Mt 5:45.) De manera similar, refiriéndose a la luz en un sentido espiritual, Jesús dijo a sus seguidores que serían “la luz del mundo”. (Mt 5:14.) Naturalmente, con eso no quería decir que iluminarían el planeta, pues sigue diciendo que su iluminación afectaría a la humanidad, se produciría “delante de los hombres”. (Mt 5:16; compárese con Jn 3:19; 8:12; 9:5; 12:46; Flp 2:15.) La predicación de las buenas nuevas “en todo el mundo” (Mt 26:13) también significa predicar a toda la humanidad como cuando en español, y en otros idiomas, se dice “todo el mundo” para referirse a “todos”. (Compárese con Jn 8:26; 18:20; Ro 1:8; Col 1:5, 6.)
De modo que uno de los significados básicos de kó·smos es: toda la humanidad. Por ello las Escrituras dicen que el kó·smos, o mundo, es culpable de pecado (Jn 1:29; Ro 3:19; 5:12, 13) y necesita un salvador que le dé vida (Jn 4:42; 6:33, 51; 12:47; 1Jn 4:14), lo que no puede aplicar a la creación inanimada ni a los animales, sino solo a la humanidad. Este es el mundo al que Dios amó tanto que “dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido sino que tenga vida eterna”. (Jn 3:16, 17; compárese con 2Co 5:19; 1Ti 1:15; 1Jn 2:2.) Ese mundo de la humanidad constituye el campo en el que Jesucristo sembró la semilla excelente, los “hijos del reino”. (Mt 13:24, 37, 38.)
Cuando Pablo escribió que las “cualidades invisibles de [Dios] se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas”, debió querer decir desde la creación de la humanidad en adelante, pues solo desde que empezó a existir la humanidad hubo alguien en la Tierra capaz de ‘percibir’ con su mente tales cualidades invisibles observando la creación visible. (Ro 1:20.)
De manera similar, Juan 1:10 dice que “el mundo [kó·smos] vino a existir por medio de él [Jesús]”. Aunque es verdad que Jesús participó en la creación de todas las cosas, lo que abarca los cielos, la Tierra y todo lo que hay en ella, en esta oración la palabra kó·smos aplica principalmente a la humanidad, en cuya creación también participó. (Compárese con Jn 1:3; Col 1:15-17; Gé 1:26.) De ahí que el resto del versículo diga: “Pero el mundo [es decir, el mundo de la humanidad] no lo conoció”.
“La fundación del mundo.” Esta clara conexión de kó·smos con el mundo de la humanidad también ayuda a entender el significado de la expresión “fundación del mundo”, que aparece en varios textos. Estos hablan de ciertas cosas que han ocurrido “desde la fundación del mundo”. Entre ellas, el que se ‘vierta la sangre de los profetas’ desde el tiempo de Abel, la ‘preparación de un reino’ y el que se escriban algunos nombres en el ‘rollo de la vida’. (Lu 11:50, 51; Mt 25:34; Rev 13:8; 17:8; compárese con Mt 13:35; Heb 9:26.) Estas cosas tienen que ver con la vida y actividades humanas, de modo que la expresión “fundación del mundo” debe referirse al principio de la humanidad, no de la creación inanimada o la animal. Hebreos 4:3 muestra que las obras creativas de Dios no fueron comenzadas, sino “terminadas desde la fundación del mundo”. Como Eva debió ser la última de las obras creativas terrestres de Jehová, la fundación del mundo no podría haber ocurrido antes de su creación.
Según se muestra en los artículos ABEL (núm. 1) y PRESCIENCIA, PREDETERMINACIÓN (La predeterminación del Mesías), el término griego (ka·ta·bo·lḗ) del que se traduce “fundación” puede referirse a concebir y tener hijos. Ka·ta·bo·lḗ significa literalmente “lanzamiento hacia abajo [de simiente]”, y en Hebreos 11:11 puede traducirse “concebir” (BAS, NM, SA, Val). Su uso en este pasaje hace referencia al hecho de que Abrahán ‘lanzase hacia abajo’ simiente de hombre a fin de engendrar un hijo y a que Sara la recibiese para quedar encinta.
Por lo tanto, la “fundación del mundo” no significa necesariamente el principio de la creación del universo material, del mismo modo que la expresión “antes de la fundación del mundo” (Jn 17:5, 24; Ef 1:4; 1Pe 1:20) no se refiere a algún tiempo antes de que se crease dicho universo. Más bien, estas expresiones deben hacer referencia al tiempo en que la raza humana se ‘fundó’ a través de la primera pareja humana, Adán y Eva, quienes fuera del Edén empezaron a concebir y tener descendientes que podrían beneficiarse de las cosas que Dios estableció para librarlos del pecado heredado. (Gé 3:20-24; 4:1, 2.)
“Espectáculo teatral al mundo, tanto a ángeles como a hombres.” Hay quien ha entendido que el uso de la palabra kó·smos en 1 Corintios 4:9 engloba tanto a las criaturas celestiales invisibles como a las criaturas humanas visibles, debido a que algunas traducciones leen más o menos como sigue: “Hemos llegado a ser espectáculo para el mundo entero, tanto para los ángeles como para los hombres” (RH). Otras versiones traducen el texto así: “Al mundo, y a los ángeles, y a los hombres” (Scío; Val, 1909; véanse también Besson; NTI; SA); “para el mundo, para los ángeles y para los hombres” (BR, NC, CI, Str, UN); “al mundo, a los ángeles y a los hombres” (CB, TA, Val); “del mundo, de los ángeles y de los hombres” (EMN, FF). En el mismo contexto —1 Corintios 1:20, 21, 27, 28; 2:12; 3:19, 22—, el escritor utiliza la palabra kó·smos para referirse al mundo de la humanidad, de manera que es obvio que no le daría otro sentido poco después, en 1 Corintios 4:9, 13. Por consiguiente, la traducción “tanto a ángeles como a hombres”, debe entenderse que no amplía el significado de la palabra kó·smos, sino simplemente resalta el hecho de que entre los espectadores no solo está el mundo de la humanidad, es decir, los “hombres”, sino también los “ángeles”.
La sociedad humana y su estructura. Esto no significa que kó·smos pierde su sentido original de “orden” u “organización” y se convierte simplemente en un sinónimo de humanidad. El hecho de que la humanidad esté compuesta de familias y tribus y se haya distribuido en naciones y grupos lingüísticos (1Co 14:10; Rev 7:9; 14:6), con sus clases ricas y pobres y otras agrupaciones, refleja que en ella hay cierto orden. (Snt 2:5, 6.) Según han pasado los años y la humanidad ha ido aumentando en número, se ha creado en la Tierra una estructura o sistema de cosas que rodea y afecta a la humanidad. Cuando Jesús habló de que un hombre ‘ganaba todo el mundo pero perdía su alma al hacerlo’, es evidente que se refería a ganar todo lo que la sociedad humana en conjunto le puede ofrecer. (Mt 16:26; compárese con 6:25-32.) Un significado similar tienen las palabras de Pablo sobre los que “hacen uso del mundo” y la ‘inquietud por las cosas del mundo’ que sienten las personas casadas (1Co 7:31-34), y la referencia de Juan a “los medios de este mundo para el sostén de la vida”. (1Jn 3:17; compárese con 1Co 3:22.)
Cuando kó·smos tiene el sentido de la estructura, orden o ámbito de la vida humana, su significado es parecido al de la palabra griega ai·ṓn. En algunos casos ambos términos son prácticamente intercambiables. Por ejemplo, se informa que Demas abandonó al apóstol Pablo porque amó “el presente sistema de cosas [ai·ṓ·na]”; y el apóstol Juan previene contra ‘amar el mundo [kó·smon]’, con su estilo de vida tan atrayente para la carne imperfecta. (2Ti 4:10; 1Jn 2:15-17.) Y al mismo al que en Juan 12:31 se llama “el gobernante de este mundo [kó·smou]” se identifica en 2 Corintios 4:4 como “el dios de este sistema de cosas [ai·ṓ·nos]”.
En la conclusión de su evangelio, el apóstol Juan dijo que si todas las cosas que hizo Jesús se escribiesen con todo detalle, suponía “que el mundo [una forma de kó·smos] mismo no podría contener los rollos que se escribieran”. (Jn 21:25.) Juan no utilizó los términos guē (la tierra) ni oi·kou·mé·nē (la tierra habitada) para indicar que el planeta no podría contener los rollos, sino que usó kó·smos, con lo que debía querer dar a entender que la sociedad humana, con las bibliotecas existentes en aquel entonces, no podría acoger los voluminosos registros al uso de la época que se hubiesen requerido. Compárese con el uso similar de kó·smos en textos como Juan 7:4 y 12:19.
Venir ‘al mundo’. Cuando alguien ‘nace en este mundo’, no nace simplemente como parte de la humanidad, sino que también entra en la estructura de las circunstancias humanas en las que viven los hombres. (Jn 16:21; 1Ti 6:7.) Sin embargo, aunque las expresiones “salir al mundo” o “entrar en el mundo” pueden referirse al nacimiento de una persona en el ámbito de la vida humana, este no es siempre el caso. Por ejemplo, Jesús dijo a Dios en oración: “Así como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado [a sus discípulos] al mundo”. (Jn 17:18.) Él los envió al mundo como hombres adultos, no como recién nacidos. Juan dice que los falsos profetas y los engañadores han “salido al mundo”. (1Jn 4:1; 2Jn 7.)
Es razonable que las muchas referencias que dicen que Jesús ‘vino o fue enviado al mundo’ apliquen principalmente, no a su nacimiento como humano, sino al hecho de salir a la humanidad y desempeñar públicamente su ministerio asignado desde su bautismo y ungimiento en adelante, como portador de luz para el mundo de la humanidad. (Compárese con Jn 1:9; 3:17, 19; 6:14; 9:39; 10:36; 11:27; 12:46; 1Jn 4:9.) Su nacimiento humano solo fue un medio necesario para conseguir ese fin. (Jn 18:37.) Como prueba, el escritor de Hebreos pone en boca de Jesús las palabras del Salmo 40:6-8, “cuando entra en el mundo”, y, como es lógico, Jesús no pronunció aquellas palabras cuando era un recién nacido. (Heb 10:5-10.)
Cuando su ministerio público entre la humanidad llegó a su fin, Jesús sabía “que había llegado su hora para irse de este mundo al Padre”. Tendría que morir como hombre y ser resucitado a la vida en la región de los espíritus, de la que había venido. (Jn 13:1; 16:28; 17:11; compárese con Jn 8:23.)
“Las cosas elementales del mundo.” En Gálatas 4:1-3, Pablo muestra que un hijo es como un esclavo en el sentido de que está bajo mayordomos hasta llegar a cierta edad, y después dice: “Igualmente nosotros también, cuando éramos pequeñuelos, continuábamos esclavizados por las cosas elementales [stoi·kjéi·a] que pertenecen al mundo”. Luego pasa a mostrar que el Hijo de Dios vino al “límite cabal del tiempo” y liberó de estar bajo la Ley a los que se hicieron sus discípulos, para que pudieran recibir la adopción de hijos. (Gál 4:4-7.) De manera similar, en Colosenses 2:8, 9, 20, advierte a los cristianos de Colosas que no se les llevara “mediante la filosofía y el vano engaño según la tradición de los hombres, según las cosas elementales [stoi·kjéi·a] del mundo y no según Cristo; porque en él mora corporalmente toda la plenitud de la cualidad divina”, y subraya que ellos “murieron junto con Cristo para con las cosas elementales del mundo”.
La obra The Pulpit Commentary dice sobre la palabra griega stoi·kjéi·a (plural de stoi·kjéi·on), utilizada por Pablo: “De su sentido primario, ‘estacas colocadas en línea’, [...] se pasó a aplicar el término [stoi·kjéi·a] a las letras del alfabeto por estar dispuestas en hileras, y de este sentido pasó a significar los componentes básicos del habla y, posteriormente, los componentes fundamentales de todos los objetos de la naturaleza, como, por ejemplo, los cuatro ‘elementos’ (véase 2 Ped. III. 10, 12); y a los ‘rudimentos’ o primeros ‘elementos’ de una rama del conocimiento. En este último sentido aparece en Heb. V. 12” (edición de C. Spence, Londres, 1885, “Galatians”, pág. 181). El verbo relacionado stoi·kjé·ō significa “andar ordenadamente”. (Gál 6:16.)
Cuando Pablo escribió sus cartas a los gálatas y colosenses, no se refirió a los principios constitutivos o componentes principales de la creación material, sino, como explica el erudito alemán Heinrich A. W. Meyer en su obra Critical and Exegetical Hand-Book (1884, “Galatians”, pág. 168), a “los elementos de la humanidad no cristiana”, es decir, a sus principios fundamentales o primarios. Los escritos de Pablo muestran que tales “cosas elementales del mundo” engloban las filosofías y las enseñanzas engañosas que se basan únicamente en normas, conceptos, mitologías y razonamientos humanos, y que tanto gustaban a los griegos y a otros pueblos paganos. (Col 2:8.) Sin embargo, es patente que también empleó el término para referirse a conceptos judíos, como algunas enseñanzas que no eran de origen bíblico (el ascetismo, la “adoración de los ángeles”) y la idea de que los cristianos tenían que guardar la ley mosaica. (Col 2:16-18; Gál 4:4, 5, 21.)
Es cierto que la ley mosaica era de origen divino. Sin embargo, se había cumplido en Cristo Jesús, “la realidad” a la que apuntaban sus sombras, así que había quedado obsoleta. (Col 2:13-17.) Además, el tabernáculo (y después el templo) era una construcción humana, y por lo tanto, “mundanal” o ‘mundana’ (gr. ko·smi·kón; Heb 9:1, Besson; Scío, nota; Val, 1909), es decir, relativa al ámbito humano, no al celestial o espiritual, y los requisitos relacionados con él eran “requisitos legales que tenían que ver con la carne y que fueron impuestos hasta el tiempo señalado para rectificar las cosas”. Entonces Cristo Jesús había entrado en “la tienda más grande y más perfecta no hecha de manos, es decir, no de esta creación”, el cielo mismo. (Heb 9:8-14, 23, 24.) Él mismo había dicho a la mujer samaritana que se acercaba el momento en que el templo de Jerusalén dejaría de ser parte esencial de la adoración verdadera y ‘los verdaderos adoradores adorarían al Padre con espíritu y con verdad’. (Jn 4:21-24.) De modo que la muerte de Cristo, su resurrección y su ascensión al cielo habían puesto fin a la necesidad de valerse de meras “representaciones típicas” (Heb 9:23) de cosas mucho mayores de naturaleza celestial.
De ahí que entonces los cristianos de Galacia y Colosas pudiesen adorar de una manera superior basada en Cristo Jesús. Lo que se tenía que reconocer como el medio dispuesto por Dios para percibir la verdad de cualquier enseñanza o modo de vida era Jesús, no los principios y enseñanzas humanos, ni siquiera los “requisitos legales que tenían que ver con la carne” que se hallaban en el pacto de la Ley. (Col 2:9.) Los cristianos debían evitar ser como niños y sujetarse voluntariamente a lo que se comparó con un pedagogo o tutor, es decir, la ley mosaica (Gál 3:23-26); su relación con Dios debía ser semejante a la que tiene un hijo ya adulto con su padre. Comparada con la doctrina cristiana, la Ley era lo elemental, “el abecé de la religión”. (Critical and Exegetical Hand-Book, de H. Meyer, 1885, “Colossians”, pág. 292.) Al haber sido engendrados a vida espiritual, es como si los cristianos hubiesen muerto y se les hubiese fijado al kó·smos del ámbito de la vida humana, en la que habían estado vigentes regulaciones como la circuncisión carnal; se habían convertido en “una nueva creación”. (2Co 5:17; Col 2:11, 12, 20-23; compárese con Gál 6:12-15; Jn 8:23.) Estaban al tanto de que el Reino de Jesús no procedía de ninguna fuente humana. (Jn 18:36.) Ciertamente, no debían volverse a “las débiles y miserables cosas elementales” del ámbito humano (Gál 4:9), y de este modo ser engañados a dejar “las riquezas de la plena seguridad de su entendimiento” y el “conocimiento exacto del secreto sagrado de Dios, a saber, Cristo”, en quien se hallan ocultos “todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”. (Col 2:1-4.)
El mundo alejado de Dios. Un sentido de kó·smos exclusivo de las Escrituras es: el mundo de la humanidad formado por aquellos que no son siervos de Dios. Pedro escribe que Dios trajo el Diluvio “sobre un mundo de gente impía”, mientras que conservó a Noé y su familia; de esta manera “el mundo de aquel tiempo sufrió destrucción cuando fue anegado en agua”. (2Pe 2:5; 3:6.) Puede notarse de nuevo que aquí no se hace referencia a la destrucción del planeta ni de los cuerpos celestes del universo, sino que es una destrucción limitada a la sociedad humana, y en este caso, a la sociedad humana injusta. Fue a ese “mundo” al que Noé condenó mediante su proceder fiel. (Heb 11:7.)
El mundo injusto, o sociedad humana, antediluviano terminó, pero la humanidad misma no llegó a su fin, pues se conservó mediante Noé y su familia. La mayor parte de la humanidad volvió a desviarse de la justicia después del Diluvio, y produjo otra sociedad humana inicua; no obstante, algunos emprendieron un proceder diferente y se adhirieron a la justicia. Con el transcurso del tiempo, Dios designó a Israel como su pueblo escogido y lo introdujo en una relación de pacto con Él. Debido a que este hecho distinguió a los israelitas del mundo en general, en Romanos 11:12-15 Pablo pudo usar kó·smos, “mundo”, como equivalente de “gente de las naciones” (NM) o “gentiles” (BJ), es decir, los que no eran israelitas. En este pasaje muestra que la apostasía de Israel hizo que Dios aboliera su relación de pacto con ellos y abrió el camino para que los gentiles entrasen en tal relación y participasen de sus riquezas al ser reconciliados con Dios. (Compárese con Ef 2:11-13.) Por lo tanto, durante este período postdiluviano y precristiano, el “mundo”, o kó·smos, volvió a referirse a toda la humanidad aparte de los siervos aprobados de Dios, y específicamente a los que no pertenecían a Israel durante el tiempo en que este pueblo estuvo en una relación de pacto con Jehová. (Compárese con Heb 11:38.)
De manera similar se utiliza con mucha frecuencia kó·smos para referirse a toda la sociedad humana no cristiana, sin importar su raza. Este es el mundo que odió a Jesús y a sus seguidores debido a que dieron testimonio de su injusticia y se mantuvieron separados de él; por ello ese mundo mostró que odiaba al propio Jehová Dios y no llegó a conocerle. (Jn 7:7; 15:17-25; 16:19, 20; 17:14, 25; 1Jn 3:1, 13.) Satanás el Diablo, el adversario de Dios, rige sobre dicho mundo formado por la sociedad humana injusta y sus reinos, y se ha convertido de hecho en el “dios” de ese mundo. (Mt 4:8, 9; Jn 12:31; 14:30; 16:11; compárese con 2Co 4:4.) No fue Dios quien produjo ese mundo injusto; el que lo ha formado es el principal opositor de Dios, en cuyo poder “el mundo entero yace”. (1Jn 4:4, 5; 5:18, 19.) Satanás y sus “fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales” actúan como los “gobernantes mundiales [o “cosmócratas”; gr. ko·smo·krá·to·ras]” invisibles sobre el mundo alejado de Dios. (Ef 6:11, 12.)
En esos textos no se alude simplemente a la humanidad, de la que los discípulos de Jesús eran parte, sino a toda la sociedad humana organizada que existe fuera de la congregación cristiana verdadera. Por otra parte, los cristianos no podrían dejar de ser “parte del mundo” sin morir y dejar de vivir en la carne. (Jn 17:6; 15:19.) Aunque inevitablemente viven dentro de esa sociedad de personas mundanas, entre quienes están los que practican fornicación, idolatría, extorsión y prácticas similares (1Co 5:9-13), los cristianos han de mantenerse limpios y sin mancha de la corrupción y contaminación de ese mundo, y no deben tener relaciones amistosas con él para que no se les condene con él. (1Co 11:32; Snt 1:27; 4:4; 2Pe 1:4; 2:20; compárese con 1Pe 4:3-6.) No pueden ser dirigidos por la sabiduría mundana, que es necedad a la vista de Dios, ni ‘inhalar’ el “espíritu del mundo”, es decir, su fuerza motivadora, que es egoísta y pecaminosa. (1Co 1:21; 2:12; 3:19; 2Co 1:12; Tit 2:12; compárese con Jn 14:16, 17; Ef 2:1, 2; 1Jn 2:15-17; véase ESPÍRITU [Inclinación mental dominante].) Por consiguiente, gracias a su fe ‘vencen al mundo’ de la sociedad humana injusta, como lo hizo el Hijo de Dios. (Jn 16:33; 1Jn 4:4; 5:4, 5.) Esa sociedad humana injusta está condenada a dejar de existir mediante la destrucción divina (1Jn 2:17), así como también pereció el mundo impío anterior al Diluvio. (2Pe 3:6.)
Fin del mundo impío; el mundo de la humanidad es conservado. Por lo tanto, el kó·smos por el que Jesús murió tiene que ser el mundo de la humanidad en tanto familia humana, toda carne humana. (Jn 3:16, 17.) Jesús no oró a favor del mundo como sociedad humana alejada de Dios y, en realidad, en enemistad con Dios, sino solo por aquellos que salieron de ese mundo y pusieron fe en él. (Jn 17:8, 9.) Tal como alguna carne humana sobrevivió a la destrucción de la sociedad humana o mundo impío en el Diluvio, Jesús mostró que también sobreviviría alguna carne humana a la gran tribulación, una tribulación que asemejó al Diluvio. (Mt 24:21, 22, 36-39; compárese con Rev 7:9-17.) La Biblia dice que el “reino del mundo” (es decir, de la humanidad) llegará a ser “el reino de nuestro Señor y de su Cristo”, y aquellos que reinen con Cristo en su reino celestial están designados para “reinar sobre la tierra”, es decir, sobre la humanidad, a excepción de la sociedad humana impía —dominada por Satanás—, que ya habrá dejado de existir. (Rev 11:15; 5:9, 10.)